por: Rev. Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional
¿Amamos a Dios por lo que es o por lo que hace por nosotros? Ciertamente, esta es una pregunta que me hago con frecuencia. Es una pregunta importante. Al principio de mi caminar con el Señor, cuestioné Su bondad porque unos miembros de mi familia, muy queridos, no habían sido sanados. No podía entender cómo un Dios amoroso podía retener la curación de Sus hijos. Mi amor fue desafiado porque se basó en lo que Él hace o no hace. Cuando Dios no me dio todo aquello por lo que oré, batallé.
El pueblo judío también ha luchado con esto. ¿Cómo pudo Dios haber permitido que ocurriera el Holocausto? Sorprendentemente, en medio del horror y la tristeza, muchos (pero no todos) continuaron confiando en Dios. Como dijo Job: “«Aunque él me mate, en Él esperaré»” (Job 13:15a NBLA).
Un rabino jasídico perdió a su esposa y 11 hijos en el Holocausto. Luego se le preguntó:«¿Por qué los milagros ocurrieron solo durante los tiempos bíblicos? ¿Por qué no suceden en nuestro tiempo?». El rabino respondió: «El hecho de que haya sobrevivientes del Holocausto que, después de todo lo que soportaron, aún puedan mantener la fe, es en sí mismo el mayor milagro de todos».
Poco a poco, me di cuenta de que Dios quiere el amor incondicional de Sus hijos. Él quiere que Lo amemos incluso cuando no entendemos todo lo que sucede en nuestras vidas. Él quiere que amemos sacrificadamente. Es un estilo de vida rendido en amor. Este tipo de amor incondicional se ve en el libro de Job. Ante situaciones terribles, Job continuó confiando en Dios. Al final, vemos que Dios recompensa la fe, la confianza y el amor de Job restaurando su fortuna. Abraham mostró amor incondicional cuando estaba dispuesto a sacrificar a Isaac en el altar. Cuando mostró que no retendría nada a Dios, ni siquiera a su amado hijo, Dios proporcionó el carnero para el sacrificio. De las cenizas del Holocausto, la peor situación imaginable, nació el moderno Estado de Israel. Muchos han sacrificado mucho para seguir de todo corazón a Dios y Su llamado. Algunos incluso fueron martirizados por su fe.
Cuando Jesús (Yeshúa) dice que debemos amar al Señor con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza (Mateo 22:37, Lucas 10:27 y Marcos 12:30), ¡quiere decir “todo”!
Si amamos a Dios para recibir Sus beneficios, en realidad podríamos amarnos a nosotros mismos más que amar a Dios. ¿Cómo podemos saber si amamos a Dios incondicionalmente? Si oramos y le pedimos a Dios que nos revele Su corazón; si le preguntamos cómo podemos bendecirlo y, en generalmente anhelamos estar en Su presencia y conocerlo más; entonces lo estamos amando de todo corazón. Si nuestra vida de oración se trata de nuestras necesidades y deseos o incluso de decirle a Dios cómo creemos que Él necesita resolver un determinado problema, entonces nuestras oraciones se centran más en nosotros que en Él, lo que podría ser un amor egoístamente motivado.
El amor incondicional por Dios puede hacer que nuestras vidas sean más difíciles, al menos por una temporada. Cuando Dios nos llamó a Tom y a mí a Israel, no queríamos nada más que complacerlo respondiendo al llamado. Esto significó renunciar a una vida de comodidad en los Estados Unidos. Nuestro estilo de vida en Israel era escaso. Condujimos autos viejos (el primero fue un Volkswagen Beetle de 23 años) y tuvimos que presupuestar cuidadosamente para la comida. No salimos a comer ni a comprar ropa nueva. Estábamos encantados de hacer estos sacrificios porque lo hicimos por amor a Dios. Muchos viven vidas de devoción a Dios y Su llamado. Sus historias son siempre una inspiración.
La prioridad de Jesús (Yeshúa) se declara en Marcos 12:28-34 cuando dice que debemos amar a Dios con cada fibra de nuestro ser. ¿Estás listo para amar a Dios con todo tu corazón? ¿Estás dispuesto a escuchar los deseos de Su corazón y seguirlo incluso si eso significa que te sacrifiques personalmente? Aquellos que están dispuestos a amar a Dios de esta manera, a escuchar obedientemente Sus llamados; que incluso están dispuestos a renunciar a su amado hijo como Abraham; que amarán a Dios sin importar las dificultades que puedan enfrentar en la vida; ellos tienen promesas de beneficios. Este es un amor de rendición total al Dios del universo, el Dios de Israel y el Creador. En algunos casos, hombres y mujeres de fe incluso han perdido la vida al seguir el llamado de Dios. Uno de los más famosos fue Jim Elliot. Su esposa, Elizabeth, escribió su historia en Through Gates of Splendor (A través de los pórticos de esplendor). Una de las citas más famosas atribuidas a Elliot es esta: «No es un tonto el que da lo que no puede conservar, para ganar lo que no puede perder». Elliot dio todo, incluida su vida, al servicio de Dios. Su beneficio vino en su eterna recompensa.
Veamos y observemos lo que dice la Biblia acerca de Sus beneficios tanto en esta vida como más allá.
En varios lugares de la Escritura encontramos las palabras: “«Pero derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los que me aman y obedecen mis mandatos»” (Éx 20:6 NTV y Dt 5:10, véase también Dt 7:9-12). Aparecen en ambas listas de los Diez Mandamientos en Éxodo 20 y Deuteronomio 5. Otras Escrituras como Nehemías 1:5 y Daniel 9:4 tienen las mismas palabras sin la frase “a miles”.
Amor inagotable es la traducción al español de la palabra hebrea jésed. Es una de las palabras más maravillosas de la Biblia, aparece 248 veces. También se puede traducir como misericordia, bondad, virtud, amablemente, favor, misericordioso, bien y piedad.
También recuerdo las palabras de Jesús (Yeshúa): “«Si me aman, obedezcan mis mandamientos»” (Juan 14:15 NBLA) y “«Yo los he amado a ustedes tanto como el Padre me ha amado a mí. Permanezcan en mi amor. Cuando obedecen mis mandamientos, permanecen en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor»” (Juan 15:9-10 NBLA).
Qué beneficio tan asombroso e increíble. Podemos experimentar el extravagante amor de Dios cuando nos entregamos a Él y a Sus caminos. Quiero vivir con Su favor, Su amor, Su amabilidad y bondad. Esta es la recompensa para aquellos que Lo aman y guardan Sus mandamientos.
Jueces 5:31 registra la canción de Débora, y ella hace referencia a esta frase: “«Así perezcan todos Tus enemigos, oh Señor. Pero sean los que te aman como la salida del sol en toda su fuerza»”.
La Biblia usa muchas descripciones de imágenes para expresar el pensamiento. En esta referencia, al que ama a Dios se le promete ser como el sol en toda su fuerza. ¿Qué significa esto? Bueno, el sol arde de adentro hacia afuera. Es luz desde el núcleo mismo de su ser. El calor del sol sostiene la vida en nuestro planeta. Sin el sol, todo lo viviente moriría. Dios creó esta gran lumbrera no solo para verse bien en el cielo sino para hacer posible que la vida continúe en este planeta. Las personas que aman a Dios son así. La luz de la presencia de Dios es evidente en su ser interior y trae luz, calor y vida a quienes los rodean.
No hay oscuridad en el sol. De manera similar, el amor de Dios puede desterrar la oscuridad en nuestras vidas. Cuando pienso en la oscuridad, a menudo lo comparo con el miedo. Juan, el amado apóstol, dijo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor. Nosotros amamos porque Él nos amó primero. Si alguien dice: «Yo amo a Dios», pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:18-21 NBLA). Cuando el sol está en toda su fuerza, no hay oscuridad en absoluto; está desterrada. Qué pensamiento tan asombroso.
Pablo dijo: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito” (Rom. 8:28 NBLA).
No todo en la vida será fácil o agradable, pero tenemos esta increíble promesa cuando amamos a Dios; Él resolverá las cosas por nuestro bien.
Una de mis Escrituras favoritas es el Salmo 37:4: “Deléitate asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón” (RVR1960). Yo solía pensar que esto significaba que obtendría todo lo que quería, pero luego el Espíritu Santo me mostró que podía leerse de otra manera. Cuando nos deleitamos en Dios, cuando lo amamos de todo corazón, Él puede poner Sus deseos en nuestro corazón. Ya no pensamos solo en nuestro placer, sino que deseamos las cosas que Él desea. De repente, queremos hacer las cosas que Él quiere.
En la serie sobre los Salmos ArtScroll Tanach (el Tanaj de una perspectiva judía ortodoxa), dice esto: “Cuando Dios vea que te deleitas solo en Él, seguramente cumplirá todas tus peticiones, porque lo que desees se pondrá a Su servicio”.
Cuando Tom y yo sentimos el llamado de Dios para ir a Israel, sabíamos que tendríamos que renunciar a muchas cosas. Esas cosas se desvanecieron en la insignificancia porque Él plantó Sus deseos en nuestros corazones y se convirtieron en nuestros deseos más queridos también.
Teníamos 30 años cuando nos mudamos a Israel, justo en el momento en que deberíamos haber estado comprando nuestra primera casa. Renunciamos a ese deseo natural para seguirlo a Él. Nuestro primer «hogar» en Israel fue una vivienda para voluntarios en un kibutz (comunidad colectiva) israelí. Era una habitación, estaba sucia, tenía bichos, e incluso escorpiones en ocasiones; muebles muy escasos y viejos, y no había baño en la habitación. Mi esposo me miró y dijo:«¿Estás lista para esto?». Como estadounidense de clase media, nunca había vivido de esta manera. Aún así, no lo dudé. Dios había puesto Su deseo en mi corazón, y estaba lista para enfrentar muchos inconvenientes para seguirlo a Él.
Más tarde, el Señor nos bendijo con un hogar. A los 50 años, finalmente pudimos comprar una casa en Israel a través de una serie de milagros. Se ha convertido en parte de la provisión de Dios para nuestra futura jubilación. “Jesús (Yeshúa) dijo: «En verdad les digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de Mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna>>” (Mc 10:29-30 NBLA).
En Mateo 6 encontramos un hermoso pasaje sobre la provisión de Dios. Jesús (Yeshúa) nos dice que no debemos preocuparnos por las cosas temporales: lo que comeremos o beberemos, nuestros cuerpos o lo que vestiremos. En lo que nos debemos ocupar es en buscarlo y vivir a Su manera. “«Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el día de mañana […]»” (Mt 6:33-34a NBLA).
Al considerar los costos y beneficios personales de amar a Dios, espero que decidas hacer el “amarlo de todo corazón” la ambición de tu vida. Seguir los mandamientos más grandes de Jesús (Yeshúa) es seguir los caminos de la verdad. Ellos conducen a una vida abundante en esta vida y en la venidera.
“Holocaust Survivors: The Search for Faith.” Religion and Ethics Newsweekly. https://www.pbs.org/wnet/religionandethics/2001/08/03/august-3-2001-holocaust-survivors-the-search-for-faith/13853/
“Jim Elliot.” Wikipedia. https://en.wikipedia.org/wiki/Jim_Elliot
Scherman, Nosson & Zlotowitz, Meir (ed.). ArtScroll Tanach Series: A Traditional Commentary on the Books of the Bible—Tehillim. Mesorah Publications Ltd.: New York, 1995.
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