by: Donald James, Director Nacional Interino, PPP Canadá
El mundo ha sido testigo de un tsunami de otro tipo en los 11 meses transcurridos desde que Hamás atacó al pueblo de Israel el 7 de octubre. No se trata de un tsunami de olas oceánicas causado por un terremoto, sino de un tsunami de odio: odio a una nación, Israel, y a un grupo de personas, los judíos.
Lógicamente, deberíamos haber esperado un tsunami de compasión hacia Israel y el pueblo judío, considerando lo atroz y perverso que fue el ataque de Hamás. Algunas de las imágenes de ese día, que los terroristas grabaron con sus propias cámaras GoPro, son tan repugnantes que aún no se han mostrado al mundo. Eso es impactante en sí mismo, considerando la crueldad indescriptible que nos han mostrado: mujeres desnudas atadas a árboles para ser violadas en grupo; bebés decapitados o quemados vivos mientras sus madres son brutalizadas; papás con los ojos arrancados; niños amputados de sus extremidades; terroristas sentados a comer de los frigoríficos de sus víctimas en medio de su sangrienta labor.
Hubo compasión hacia Israel por un breve momento, pero aun antes de que las Fuerzas de Defensa de Israel hubieran tomado medidas, el mundo ya se había vuelto contra el estado judío por la pura idea de que Israel atacaría a Hamás en Gaza para eliminar la amenaza. Pronto, calles y universidades se llenaron de simpatizantes de Hamás gritando a favor del éxito de la organización terrorista en su conquista de Israel “desde el río hasta el mar”.
Sinagogas, escuelas y barrios judíos de todo el mundo experimentaron un aumento masivo de las expresiones de odio, desde grafitis hasta disparos. En Canadá, un niño judío de ocho años fue rodeado por sus compañeros de clase que realizaban el saludo nazi; le dijeron que Hitler no mató suficientes judíos. Las organizaciones de vigilancia en Alemania documentaron un aumento del 320% en los incidentes antisemitas en el mes posterior al 7 de octubre. En Estados Unidos, los estudiantes judíos se sienten inseguros en las universidades y han denunciado acoso, como ser insultados, escupidos e incluso excluidos de sus aulas. El odio en línea ha aumentado exponencialmente, aparentemente alimentado por bots [red autónoma en el internet] iraníes.
La raíz amarga del fruto amargo
El antisemitismo, el odio a los judíos, es el odio más antiguo, más persistente y más trascendental del mundo. Las razones que se esgrimen para justificar este odio han ido cambiando a lo largo de los años. La Iglesia cristiana ha odiado a los judíos por su religión, alimentada por el clamor de “ustedes mataron a Cristo”. Los nazis despreciaban a los judíos por su raza, afirmando que “ustedes están profanando la raza superior”. Ahora, los árabes, los musulmanes y sus simpatizantes en Occidente han hecho suyo ese odio, esta vez culpando al pueblo judío por su regreso a su patria ancestral.
Por supuesto, innumerables cristianos en todo el mundo han aprendido de la historia de antisemitismo de la Iglesia y están tratando de enmendar el error. ¿Cómo pudimos estar en contra de nuestros antepasados y madres espirituales, con quienes tenemos una gran deuda espiritual? Estos cristianos reconocen que el odio al pueblo judío es una terrible diferencia de cómo deberíamos haber tratado a nuestros hermanos y hermanas judíos. Hoy, estos cristianos están del lado de Israel.
¿Antisemita o simplemente no un fan del sionismo?
Sionismo es simplemente el reconocimiento de que una pequeña franja de tierra en el Medio Oriente —desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo— es el hogar ancestral del pueblo judío. Los judíos están dispuestos a compartirla con otros que también la han convertido en su hogar. Sin embargo, estos hechos son anatema para muchos, y el resultado es este tsunami mundial de odio contra los judíos. El antisionismo no es otra cosa que la encarnación actual del antisemitismo.
Según las antiguas Escrituras hebreas —y también las nuestras— Dios eligió a los judíos para bendecir al mundo entero, para ser una luz a las naciones. Hoy somos los beneficiarios de lo que se conoce como civilización judeocristiana. Entre las fuerzas que trabajan para destruir esta civilización está la perniciosa mentira de que los judíos son malvados y deben ser destruidos. La elección que se presenta ante cada individuo y cada nación es clara.
A aquellos que no ven el mundo a través de una lente religiosa, yo les diría que su elección también es clara. Echen un vistazo a la tierra de leche y miel, donde dos millones de árabes israelíes florecen en relativa prosperidad y gozan de sus plenos derechos humanos. Compárense con los dos millones de árabes de Gaza que sufren bajo un régimen que existe con el único propósito de destruir al pueblo judío y su nación.
Aunque somos pocos
El coronel John Spencer, un distinguido experto militar estadounidense en guerra urbana, dijo recientemente a un público canadiense que Hamás no sólo utiliza a su gente como “escudos humanos”, sino como “sacrificios humanos”. Cuantos más mueren —mientras los terroristas de Hamás se esconden en túneles— más acusa el mundo a Israel. Sin embargo, Spencer testificó que Israel ha hecho más por minimizar las bajas civiles que cualquier otro ejército en la historia de la guerra urbana.
En este tsunami de antisemitismo, Israel ha sido falsamente acusado no sólo de atacar a los civiles, sino de hacerlos pasar hambre deliberadamente. Spencer testificó que Hamás ha robado tanta comida de los convoyes humanitarios que se está quedando sin lugares de almacenamiento y que ha ganado 500 millones de dólares vendiendo esa comida donada a los habitantes de Gaza, a los que gobierna sin piedad.
Es hora de dejar de demonizar a Israel y al pueblo judío en todo el mundo. Es hora de agradecer su contribución pasada y presente a nuestra civilización. Es hora de examinar nuestros corazones, rechazar el antisemitismo y apoyar a Israel y a nuestros vecinos judíos dondequiera que vivamos.
Después del discurso de Spencer, mi esposa y yo tuvimos el privilegio de tomarnos una foto con él. Le dije que éramos cristianos que estamos del lado de Israel. Él respondió en voz baja: “Yo también”. Que cada uno de nosotros ocupe humildemente su lugar con confianza, en medio del actual tsunami de antisemitismo, y nos pongamos del lado de Israel y del pueblo judío. Aunque hoy somos una minoría, sabemos que Dios tendrá la victoria e Israel será exaltado entre las naciones.
“Por amor de Sión no callaré, y por amor de Jerusalén no me estaré quieto, hasta que salga su justicia como resplandor, y su salvación se encienda como antorcha.
Entonces verán las naciones tu justicia, y todos los reyes tu gloria, y te llamarán con un nombre nuevo, que la boca del Señor determinará” (Isaías 62:1-2).
Publicado en noviembre 20, 2024
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