Esta vez Jizbolá no está en condiciones de afirmar, que ha «capturado la bandera». Si bien, es posible que un portavoz de la organización salga a la luz con mentiras descaradas sobre una supuesta victoria, la realidad es clara para la mayoría de los ciudadanos libaneses —ya sean chiítas, sunitas o de otras comunidades— que Jizbolá sufrió una derrota devastadora en el reciente conflicto.
Esta pérdida va más allá de la eliminación de figuras clave, incluido Hassan Nasrallah, su adjunto y otros miembros de alto rango del Consejo de la Yihad de Jizbolá. También incluye la muy efectiva “operación buscapersonas”, que, casi de la noche a la mañana, expuso las vulnerabilidades de Jizbolá y dejó a la organización debilitada y expuesta.
Y los golpes no terminaron allí. La Fuerza Aérea israelí causó daños significativos a las reservas de Jizbolá, en sus cohetes de largo y mediano alcance, mientras que la inteligencia israelí demostró su capacidad para localizar a los operativos de Jizbolá, hasta el nivel de comandantes de compañía y superiores, incluidos los que facilitaban el contrabando de armas desde Irán a través de Siria. La lista de éxitos es extensa, y la Dirección de Inteligencia de la Fuerza de Defensa de Israel, que enfrentó críticas justificadas por sus fracasos hasta el 7 de octubre, merece reconocimiento por su brillante desempeño en la arena libanesa.
Esta campaña sin duda, será estudiada en las academias militares de todo el mundo, como un modelo de cómo Israel mediante una combinación de engaño, ingenio táctico, inteligencia precisa, espíritu de combate y sacrificio militar, logró poner fin al conflicto de manera decisiva, una vez que se tomó la decisión de actuar.
Este resultado plantea importantes interrogantes sobre la política que Israel ha seguido desde 2006, y que fue sostenida por sucesivos gobiernos —Olmert, Netanyahu y Bennett-Lapid— que permitió a Jizbolá un crecimiento sin control durante los últimos 17 años, sin que se tomaran medidas decisivas para detener su expansión militar. Si bien se llevaron a cabo algunas operaciones en Siria, el temor a una confrontación directa con Jizbolá llevó a la parálisis, lo que permitió el peligroso ascenso del grupo, y llevó a Israel al borde de un desastre de seguridad.
Esto quedó aún más expuesto con la decisión de Yahya Sinwar el 7 de octubre de lanzar una guerra. En última instancia, como se señaló anteriormente, después de la eliminación de Nasrallah, fueron Hamás y Sinwar quienes “mataron” a Jizbolá (y a Nasrallah). Sin las llamas del frente sur, Israel podría haber despertado un día para enfrentarse a una amenaza aún más peligrosa que la de Hamás en el sur. Los túneles, la infraestructura y el armamento en la frontera norte, son un indicio de los amplios preparativos que Jizbolá e Irán habían hecho, para una confrontación con Israel que podría haber terminado en una catástrofe nacional.
Las críticas al acuerdo actual con el Líbano y Jizbolá son válidas en principio. Una vez que el alto al fuego entre en vigor, Jizbolá sin duda, reanudará sus esfuerzos de reconstrucción, mientras que Irán probablemente intentará canalizar fondos y armamento al grupo, por todos los medios posibles. Esto plantea una pregunta crítica: ¿Actuará Israel decisivamente para impedir la próxima intensificación militar de Jizbolá?, o ¿dudará, como lo ha hecho durante los últimos 17 años?
Desde la perspectiva de Israel, el acuerdo en sí es pragmático y logra importantes objetivos estratégicos que antes, eran difíciles de imaginar. En primer lugar, separa el frente norte de Gaza en el sur. En este punto, Jizbolá se repliega bajo presión, incapaz de mantener su vínculo con Gaza. En segundo lugar, la esperada retirada de Jizbolá al norte del río Litani, hará mucho más difícil que el grupo sorprenda a Israel o ejecute planes como “la conquista de Galilea”. Jizbolá es ahora vulnerable, está debilitado y fragmentado, y su recuperación llevará un tiempo considerable, aunque eventualmente se recuperará si Israel lo permite.
Este acuerdo está lejos de ser ideal, pero representa la opción menos dañina en estas circunstancias y, en algunos aspectos, es incluso razonable. También es crucial, considerar el costo humano de las vidas civiles y militares. Los llamados a la destrucción total o a obligar a Jizbolá a rendirse, están alejados de la realidad y corren el riesgo de arrastrar a Israel a un atolladero prolongado, e imposible de ganar. No obstante, Israel debe mantener su libertad para actuar, si Jizbolá intenta reconstruir su fuerza o avanzar al sur del río Litani.
La cuestión más urgente para Israel, más allá del retorno de los rehenes, no sigue siendo Gaza, sino las ambiciones nucleares de Irán. Si bien, los combates en el sur se han ralentizado, Irán sigue avanzando sin descanso hacia un arma nuclear. Aunque Israel puede haber dañado elementos del programa nuclear iraní mediante ataques aéreos, es seguro que Teherán reanudará sus esfuerzos pronto. En este contexto, si Irán logra desarrollar una bomba nuclear, la importancia estratégica de Jizbolá para Irán disminuiría sustancialmente. Irán ha dependido durante mucho tiempo de Jizbolá, como elemento disuasorio contra los ataques israelíes a sus instalaciones nucleares. Sin embargo, con un arsenal nuclear, Irán ya no necesitaría a Jizbolá en la misma medida, y el papel de la organización se reduciría significativamente.
Publicado en noviembre 30, 2024
Fotografía por: IDF Spokesperson Unit/ Flickr/wikimedia.org
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