Durante más de un año, Israel ha estado librando una brutal guerra en múltiples frentes, contra los gobernantes de Irán y sus representantes terroristas: Hamás, Yihad Islámica Palestina, Jizbolá, los hutíes y las milicias chiítas en Siria e Irak.
La semana pasada, Israel también fue atacado por enemigos en Nueva York, Washington y La Haya. Aunque no fueron batallas cinéticas, causaron daños.
Primer ataque: El 20 de noviembre, 14 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU votaron a favor de una resolución que no exigía a Hamás liberara a sus rehenes, entre ellos estadounidenses, como condición previa para un alto el fuego en Gaza.
El presidente Joe Biden, con todo el mérito, dio instrucciones a su enviado en la ONU para que vetara la resolución. Permitir que se aprobara la resolución, dijo el embajador Robert Wood, habría «enviado un mensaje peligroso a Hamás».
Lo que plantea esta pregunta: “¿los líderes de Francia, Gran Bretaña, Japón y Corea del Sur; que votaron con Pekín y Moscú; no entienden el mensaje que acaban de enviar a los estadounidenses en un momento de creciente aislacionismo?”
Y si los diplomáticos estadounidenses intentaron, pero no pudieron persuadir a los aliados de Estados Unidos para que se unieran a Estados Unidos, ¿qué probabilidades hay de que prevalezcan al negociar con los enviados de Pekín, Moscú y sus compinches en Teherán y Pyongyang?
Segundo ataque: También el 20 de noviembre, el senador Bernie Sanders (independiente por Vermont) encabezó lo que The Nation, una publicación de extrema izquierda, llamó un «nuevo y audaz esfuerzo para bloquear las ventas de armas a Israel».
Él y otros 18 senadores, todos demócratas o autodenominados independientes, aparentemente preferirían que Hamás sobreviviera a la guerra que lanzó contra Israel, con su invasión y pogromo bárbaro el 7 de octubre de 2023. Y claramente no consideran que la liberación de los rehenes sea una preocupación urgente.
Las resoluciones de Sanders para limitar las ventas de municiones a un aliado, que se defiende de enemigos genocidas fracasaron. Pero Mother Jones, otra revista de extrema izquierda, señaló que la votación «muestra que los demócratas están cambiando». Es difícil no estar de acuerdo.
El tercer ataque: el 21 de noviembre, Karim Khan, fiscal de la Corte Penal Internacional [CPI] en La Haya, emitió órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el ex ministro de Defensa, Yoav Gallant.
Khan también emitió una orden de arresto contra Mohammed Deif, el jefe del ala militar de Hamás en Gaza. Sin embargo, dado que Deif fue «martirizado» en julio, dudo que sus abogados lo pongan a testificar.
Khan no solo ha politizado el derecho internacional; Khan ha utilizado la CPI como arma para difamar y calumniar a la única comunidad judía que sobrevive y sigue prosperando en Oriente Medio.
Para lograrlo, violó tanto el derecho internacional como las reglas de su tribunal.
La CPI tiene jurisdicción sólo sobre los Estados que deciden convertirse en miembros. Israel, al igual que Estados Unidos, se ha negado a unirse. Khan afirma que Israel —y, por implicación, Estados Unidos— está obligado por un tratado que no ha firmado. Es globalismo con esteroides.
Además, como Gaza no es un Estado ni miembro de la CPI, no hay ninguna entidad que tenga legitimidad para presentar una denuncia ante la CPI. ¿Cómo evita Khan esos hechos inconvenientes?
En 2015, la CPI otorgó la membresía a la Autoridad Palestina, que tampoco es un Estado y, lo que es más, no ha gobernado Gaza desde 2007, cuando, dos años después de que los israelíes se retiraran del territorio, fue derrocada por Hamás en una breve pero sangrienta guerra civil.
Dejando de lado la usurpación ilegal del poder por parte de Khan, las acusaciones que ha formulado son falsas y se basan en desinformación procedente de grupos hostiles a Israel.
Tomemos, por ejemplo, su principal acusación de “hacer morir de hambre a los palestinos como método de guerra”. De hecho, nunca en la historia un Estado ha hecho tanto por ayudar a la población de un enemigo, durante las hostilidades.
Israel ha transferido a los habitantes de Gaza más de un millón de toneladas de ayuda transportadas en 57,000 camiones. El Comité Internacional de Revisión de la Hambruna ha confirmado que no hay hambruna en Gaza.
¿Qué le espera a Khan? Probablemente se reunirá con sus propios abogados. La CPI anunció a principios de este mes que se enfrenta a una investigación externa, por acusaciones de mala conducta sexual.
A pesar de todo esto, muchos de los 124 Estados miembros de la CPI han dicho que estarán encantados de arrestar a Netanyahu y Gallant si tienen la oportunidad.
“Así somos los canadienses”, dijo el primer ministro Justin Trudeau la semana pasada. Qué triste si eso es cierto.
Entre los países que financian la CPI están Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Japón y Corea del Sur. Los diplomáticos estadounidenses deberían dejar en claro, por qué su dinero estaría mejor destinado a ayudar a Ucrania y Taiwán, democracias amenazadas por Moscú y Pekín.
Biden calificó con precisión la guerra jurídica de Khan contra Israel de “escandalosa”, y agregó que “independientemente de lo que pueda implicar la CPI, no hay equivalencia ninguna, entre Israel y Hamás”.
Pero también podría hacer algo. En 2020, el entonces presidente Donald Trump sancionó a funcionarios de la CPI por investigar a las tropas estadounidenses. Biden revocó esas sanciones en 2021.
En junio, la Cámara de Representantes de forma bipartidista, aprobó un proyecto de ley para sancionar a la CPI. Pero el líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, ha impedido una votación en esa cámara, al parecer por instrucciones de la Casa Blanca.
El representante Michael Waltz, nominado por Trump para asesor de seguridad nacional, predijo una “fuerte respuesta al sesgo antisemita de la CPI y la ONU en enero”.
La administración entrante debería utilizar las sanciones no solo para castigar a la CPI, sino para cerrar una institución que, desde su fundación a principios de este siglo, ha logrado poco a un costo enorme.
Publicado en diciembre 3, 2024
Fotografía por: Eskinder Debebe/UN Photo/jns.org
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