Vista de la valla fronteriza cerca de Metula, una comunidad israelí en la frontera con el Líbano (fotografía representativa)
Este plan encubierto, con el nombre en clave “Arado de Plata”, se concibió en los primeros días después del 7 de octubre. El Comando Norte de las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] había completado, el llamado a filas de sus reservistas en cuestión de días, y decenas de miles de soldados se habían presentado para prestar servicio en la frontera libanesa, con el objetivo de evitar que Jizbolá se uniera al ataque de Hamás.
En medio de la incertidumbre y las deliberaciones del Estado Mayor, y el gabinete de seguridad sobre “si actuar primero en el frente norte contra Jizbolá, para frustrar el ataque previsto o centrarse primero en Gaza”, se lanzó una operación de ingeniería sin precedentes.
Su objetivo era, reestructurar el sector y aprovechar cada día de combate para garantizar que, al volver a la calma, la frontera luciera completamente diferente. Con el levantamiento de las restricciones de seguridad en las comunidades fronterizas, y el regreso de los evacuados, las FDI declararon que, con respecto a la frontera, tanto del lado israelí como del libanés, la misión se había cumplido.
Durante más de un año, en lo que se convirtió en una de las operaciones de ingeniería más complejas de las FDI, miles de ingenieros y soldados de infantería, moldearon la nueva frontera de terreno diverso, a lo largo de más de 120 km [74.5 mi] desde Rosh Hanikra hasta Har Dov.
Jizbolá había dedicado décadas a construir complejos terroristas en edificio, bosques e infraestructura subterránea a lo largo de toda la frontera, como parte del plan de Nasrallah para conquistar Galilea. Ahora, las FDI buscaban garantizar que toda la zona fronteriza, incluyendo unas pocas docenas de kilómetros dentro del territorio libanés, estuviera despejada y estéril.
De vuelta a la Segunda Guerra del Líbano
Hasta la madrugada del martes pasado, cuando las FDI completaron su retirada del sur del Líbano (con la excepción de cinco puntos estratégicos dentro del territorio libanés), el personal de ingeniería de las FDI seguía arrancando árboles, y despejando la espesura que dominaba las comunidades del norte de Israel.
“Dividimos la frontera en secciones y desglosamos cada sector según su topografía, y el tipo de trabajo de ingeniería que requería”, explica el Coronel I., jefe de Ingeniería del Comando Norte. En 2006, siendo un joven oficial, luchó en la Segunda Guerra del Líbano. Cuando se retiró con las tropas, tras 36 días de combate, sintió frustración al saber que la tarea no la habían terminado. Esta vez, se propuso terminarla.
“En octubre de 2023, al estallar la guerra, trajimos a geólogos, ingenieros y expertos en movimiento de tierras, para brindar soluciones para los bosques, uadis [valles profundos], edificios e infraestructuras subterráneas, que sabíamos que encontraríamos durante la misión”, dice el Coronel I.
Durante casi un año, hasta septiembre de 2024, las FDI desconocían si se llevaría a cabo una operación terrestre en el Líbano, ni qué resultaría de los esfuerzos de ingeniería para evitar una incursión terrestre.
“Nuestras prioridades operativas se basaron en, abordar en primer lugar, las zonas con acceso a las comunidades civiles”, dice el Coronel I. Esto era para evitar que Jizbolá se preparara en las densas zonas boscosas para infiltrarse en Israel, al amparo de la espesura. Trabajando metódicamente, las fuerzas de ingeniería continuaron abordando los puntos débiles operativos, como los uadis que servían como posibles rutas de infiltración.
En algún momento, las FDI desistieron de esperar una operación terrestre en el Líbano. Cada noche, al amparo de la oscuridad, vehículos blindados de ingeniería trabajaban más allá de la Línea Azul, a los que posteriormente se unían vehículos blindados más ligeros, para operaciones encubiertas con apoyo de artillería.
Desde el inicio de la guerra, 300 vehículos de ingeniería mecánica, tanto militares como civiles requisados; junto con cuatro batallones de ingeniería —algunos traídos de otros sectores— han estado trabajando a lo largo de la frontera, invariablemente bajo fuego enemigo y ataques con misiles antitanque. Y algunos soldados han resultado heridos.
“Exigimos al máximo nuestras capacidades de ingeniería, a la vez que apoyábamos a las tropas de operaciones terrestres”.
El punto de inflexión de la operación se produjo, con el inicio de la operación terrestre en el Líbano, en octubre de 2024. “Una vez que obtuvimos el control operativo del sector, interrumpimos nuestro trabajo habitual y entramos con toda nuestra fuerza. Reclutamos a cientos de reservistas de ingeniería y contratistas civiles para el movimiento de tierra, que se unieron a la demolición de las infraestructuras terroristas en todo el sector”, declara el Coronel I.
Posiciones hechas de escombros
Me encontré con el oficial de reserva, el teniente coronel S., de la 146.ª división, responsable del sector oeste desde Rosh Hanikra hasta Shtula, junto a la valla perimetral del Kibutz Hanita. “Deberías haber visto cómo era el uadi hace un año”, dice señalando el uadi del otro lado de la frontera. “Era un bosque infernal y trabajábamos en pendientes descomunales para eliminar toda la espesura y asegurarnos de que nadie pudiera infiltrarse, sin que lo detectáramos”.
Las tropas de ingeniería despejaron entre 200 metros [656 pies] y un kilómetro [0.6 mi] de la frontera. “Por ejemplo, en Maroun El Ras, con vistas a Avivim: despejamos por completo los edificios en los puntos más altos, y derribamos todo lo que pudiera disparar contra la comunidad. Obviamente, despejamos toda la extensa infraestructura subterránea que encontramos en el pueblo y en sus laderas”.
El personal de ingeniería del 146º batallón despejó un total de 9.5 kilómetros [5.9 mi] de terreno accidentado. “Exigimos al máximo nuestras capacidades de ingeniería, a la vez que apoyamos a las tropas de operaciones terrestres, proporcionándoles trabajos de ingeniería en las profundidades del Líbano”, afirma el teniente coronel S. “Hicimos todo lo posible, incluyendo sierras eléctricas portátiles en lugares a los que los D9 no podían acceder, y machetes para despejar el camino a las excavadoras”.
Sin apartar la vista del imponente uadi, desprovisto de árboles y arbustos densos, comenta: “Cuando encontramos búnkeres subterráneos, centros de mando, habitaciones para terroristas, puestos de observación y de tiro, etc., era una espesura fortificada. Ahora al observar esta zona, se puede ver que el enemigo ya no puede posicionarse ni esconderse allí”.
El teniente coronel S. describe la infraestructura terrorista que Jizbolá había preparado para su incursión a Israel, que los soldados israelíes encontraron en el verano de 2006 bajo las primitivas “reservas naturales”. Aquí vimos cómo Jizbolá se preparaba para llegar a la valla fronteriza. Caminabas y, de repente, sentías algo inestable.
Despejabas la maleza, recogías una red, y debajo había un panel de madera, y dentro había un puesto de avanzada con equipo de combate completo, dentro de un barril. Al amparo de la oscuridad o la niebla, las fuerzas de Redwan solo tenían que sacar el barril, vestirse, extraer la estructura de hierro escondida en el suelo, colocar los artefactos explosivos, fijarlos a la pared o valla y detonarlos.
Luego avanzarían con cientos de militantes más, esperando órdenes.
Sin la esperada intervención de las fuerzas de paz de la ONU, los operativos de Jizbolá también excavaban infraestructuras terroristas junto a los mismos puestos de avanzada de la FPNUL.
Cada noche, el teniente coronel S. y su personal se reunían para aprobar las operaciones de sabotaje del día siguiente. Su necesidad de minas terrestres y materiales explosivos para dichas asignaciones, eran limitadas, debido a las inmensas necesidades operativas tanto en el norte como en Sur.
“Se les ocurrieron soluciones creativas. Estas podrían significar conducir hasta la zona sur de los Altos del Golán y, con cautela, recolectar minas antitanque activas, cargarlas en camiones, y llevarlas directamente a los túneles e infraestructuras de Jizbolá. El mínimo que se necesitaba para volar la infraestructura, eran ocho toneladas, y solo teníamos cuatro. Haríamos todo lo posible para asegurarnos de tener ocho toneladas”, dice con una sonrisa.
El teniente coronel S. fue uno de los primeros soldados en entrar en el túnel excavado, cerca del Moshav Zarit, la única estructura de túnel transfronterizo que las FDI encontraron en el norte durante la guerra. Este túnel aún no estaba terminado ni operativo. Sin embargo, durante meses, unidades de inteligencia y tropas de infantería lo habían estado “manteniendo”, esperando la orden de despejarlo y destruirlo.
“Para que Jizbolá no pudiera permanecer allí, antes de acercarnos a los túneles e instalaciones subterráneas, sobre los cuales teníamos amplia información de inteligencia, destruíamos los generadores, paneles solares, sistemas de ventilación y cámaras que Jizbolá había instalado, con fines de observación y vigilancia en las inmediaciones”.
Talando los Arbustos
La semana pasada, unos días antes de que se completara la retirada del sur del Líbano, fui a examinar los resultados de la operación de limpieza al otro lado de la valla. En la Puerta de Fátima, entre Israel y el Líbano a las afueras de Metula, me encontré con el pelirrojo oficial de ingeniería de la 91ª División, el teniente coronel G. Partimos juntos, conduciendo a través de Kfar Kila y Al-Aadaissah, que había visitado varias veces durante el último año.
“Cada vez tenían un aspecto totalmente diferente. ¿Recuerdan cómo los agentes de Jizbolá se paraban en la cresta de Hammamis e irritaban a la gente de Metula con láseres? Ya no se puede llegar allí en vehículo y cualquiera que intente llegar a pie para provocarnos o hacernos daño, no podrán más”.
“El 7 de octubre, estábamos en la montaña, esperando a la Fuerza Radwan”, dice el Mayor I, señalando el kibutz que se alzaba sobre nosotros. “Durante meses, agentes de Jizbolá vagaban por aquí lanzando libremente cohetes y misiles Burkan. En la aldea que está a nuestros pies, la unidad de reconocimiento Egoz libraba una feroz batalla”.
“La semana pasada, para consternación de los residentes del norte, agentes de Jizbolá regresaron a lo que fueron sus hogares, y vehículos de ingeniería libaneses comenzaron de inmediato a limpiar los escombros para reconstruirlos. Las banderas de Jizbolá vuelven a verse entre las ruinas, y los civiles libaneses intentan acercarse a la valla a diario”.
Los líderes municipales han criticado al gobierno por no insistir en que el enemigo nunca regresará.
“En definitiva, la operación de limpieza es un paso más, muy significativo, destinado a brindar a los residentes una seguridad tangible y visible”, afirma el teniente coronel G. “Las tropas de las FDI están posicionadas frente a las comunidades, en lugar de detrás, y estamos construyendo capa por capa para que los residentes de Metula puedan volver a dormir en sus hogares”.
ENFOQUE DE ORACIÓN: Agradezcamos al Dios por la dedicación de estos ingenieros reservistas que han pasado un año entero, parte del cual bajo fuego enemigo, para crear una zona de contención que impida a los terroristas de Jizbolá disparar misiles contra las comunidades del norte de Israel, o acercarse a la frontera para infiltrarse al país. Mientras los residentes de Metula y otras localidades israelíes regresan, después de más de un año, oremos para que se sientan fortalecidos y animados a reconstruir sus comunidades devastadas, sabiendo que cuentan con una nueva protección.
VERSO BÍBLICO: «El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable y mi refugio; Salvador mío, Tú me salvas de la violencia».
– 2 Sam 22:2b-3 NBLA
Publicado en marzo 19, 2025
Fotografía por: WKing/bridgesforpeace.com
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