Viendo de Veras

por: Terry Mason, Director Asistente de Desarrollo Internacional

Glasses

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A veces una idea o cita nos impacta de manera profunda, y continuamos meditando sobre ello durante cierto tiempo. Es como si se uniera a otros pensamientos que Dios nos ha comunicado en el pasado. Recientemente, leí una cita que me impactó. Se refería a la diferencia entre ver lo que «conocemos» y realmente conocer lo que «vemos.» A medida que lo consideraba, varios significados más profundos me vinieron a la luz, haciéndome ver cuán a menudo asumimos cosas según previos, aunque limitados, conocimientos o experiencias.

Abraham Joshua Heschel fue uno de los principales teólogos y filósofos del siglo 20. En su obra monumental The Prophets [Los Profetas], escribió: «Lo que limita nuestra visión son hábitos que tenemos en el ver, como también pensamientos concurrentes al ver. Nuestra visión está repleta de conocimiento en vez del sentimiento doloroso de no conocer lo que vemos. El principio que debemos tener en cuenta es conocer lo que vemos en lugar de ver lo que conocemos.»

Ejemplos Visuales

musician or girl’s face?

Figura 1
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Lo que creemos conocer sobre Dios a menudo nos limita de conocerlo más plenamente. Ponemos nuestra perspectiva de Él en una metafórica caja, y eso lo limita a Él. Pero este concepto de «ver» lo que ya «conocemos» nos impacta constantemente.

Miremos algunos ejemplos visuales de eso. ¿Qué ve usted cuando primero mira la Figura 1 a la derecha? Muchas personas ven el rostro de una mujer con dos ojos, nariz y mandíbula. Pero si lo mira más de cerca, también podrá ver a un hombre tocando saxofón en la parte ennegrecida a la izquierda del cuadro. Una vez que alguien haya visto esa segunda imagen, se le hace casi imposible volver a mirar el cuadro sin ver ese dibujo.

A white cup or two black faces?

Figura 2
Bryan Derksen/ wikipedia.org

¿Qué ve en la ilustración de la Figura 2?

Kanizsa triangle

Figura 3
Aaron Lee Cecala/optics4kids.org

La mayoría de la gente ve un florero o candelabro blanco. Sin embargo, también pueden ser los perfiles de dos personas mirándose entre sí. ¿Los puede ver?

Vea cuidadosamente un último ejemplo. ¿Cuántos triángulos hay en el diagrama de la Figura 3? La mayoría diría que dos. Pero la respuesta es que no hay ningún triángulo. En realidad son tres líneas en «u-ve» y tres formas casi circulares. Su mente tiende a cerrar los espacios, y así toman la forma familiar de triángulos.

Ejemplo Histórico

En Mateo 16 de los Escritos de los Apóstoles (Nuevo Testamento), vemos el clásico ejemplo de un grupo de personas que vieron algo por el filtro de lo que ya creían conocer. Lo que ellos esperaban que ocurriese era basado en su suposición preconcebida. Luego de un largo día de ministrar a la multitud, Jesús llevó a Sus discípulos a un lugar para descansar: en Banias o Cesarea de Filipo. Existe un lugar muy frondoso y verde al pie del Monte Hermón, con grandes manantiales de agua fría que brotan desde la tierra. Jesús sabía que Sus discípulos necesitaban descansar, pero también les quería enseñar algo sin que fuesen distraídos por la multitud.

Jesús ya llevaba bastante tiempo con Sus discípulos, y podía captar cierta confusión o creciente frustración entre algunos de ellos. En ese lugar de quietud, Jesús les hizo dos preguntas importantes sobre Sí mismo. «‘¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?’ Y ellos respondieron: ‘Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o alguno de los profetas.’ ‘Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?’ les preguntó Jesús» (Mat. 16:13-15). Simón Pedro luego hizo su gran confesión de fe, y Jesús le respondió: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos» (Mat. 16:17).

Jesus pouring water from jug to pan to wash feet of disciples

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Los discípulos no habían podido reconocer esa verdad por cuenta propia, aún luego de haber estado en el ministerio con Jesús por algún tiempo. Le habían visto hacer milagros. Habían escuchado Su mensaje de autoridad espiritual. Pero estaban confundidos por lo que «conocían» sobre el Mesías, sobre cómo sería y las cosas que debería hacer. Algunas de Sus enseñanzas sobre el hacerse siervo de los demás, y del «primero» siendo el «postrero,» no cuadraban con su percepción del Mesías.

La expectativa mesiánica es íntegra al pensamiento judío, y siempre lo ha sido. Leemos en Deuteronomio 18:15-18: «Un profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará el SEÑOR tu Dios; a él oirán. Esto es conforme a todo lo que pediste al SEÑOR tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: ‘No vuelva yo a oír la voz del SEÑOR mi Dios, no vuelva a ver este gran fuego, no sea que muera.’ Y el SEÑOR me dijo: ‘Bien han hablado en lo que han dicho. Un profeta como tú levantaré de entre sus hermanos, y pondré Mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que Yo le mande.»

Desde el tiempo en que fue forjado como nación, el pueblo judío esperaba otro gran profeta como Moisés. En tiempos de persecución y opresión, el fervor mesiánico crecía y tomaba un foco más político. Durante los días de Jesús, muchos esperaban un Mesías que derrotara a los romanos y que estableciera una soberanía judía. Muchos de los propios discípulos de la región de Galilea eran conocidos por su fervor nacionalista. Las señales milagrosas que Jesús hacía decían una cosa, pero Su humildad y Sus enseñanzas decían otra. Ellos creían saber cómo sería el Mesías y lo que haría, pero Jesús no cumplía con todas sus expectativas.

Igualmente Cierto Hoy

No podemos culpar a los discípulos; nosotros también hacemos lo mismo. Hoy día hay demasiada información. Somos constantemente bombardeados. Dependemos de nuestra visión del mundo y nuestras suposiciones para que podamos organizar toda esa información que recibimos. Heschel se refiere a nuestros conceptos mentales y suposiciones generales que acompañan nuestra «visión» cuando escribió: «Lo que limita nuestra visión son los hábitos de ver, como también nuestras preconcepciones. Nuestra visión está empapada de conocimiento.» Pero debemos reconocer que esas preconcepciones básicas dan color a todo lo que vemos, frecuentemente sin que estemos conscientes de ello.

El apologeta cristiano G.K. Chesterton (1874-1936) dijo: «El viajero ve lo que ve. El turista ve lo que ha venido a ver.» Aquí en la Tierra de Israel vemos miles de visitantes cada año. El turismo cristiano es una gran bendición para la economía y el público israelí. Muchos llegan en tours programados para ver todos los lugares usuales, y los turistas aceptan incuestionablemente lo que sus guías turísticos les dicen.

Un tour cuidadosamente seleccionado puede ser muy edificante e informativo. De hecho, Puentes para la Paz organiza muchas giras a Israel cada año, usualmente por medio de nuestra red de oficinas nacionales, para que los cristianos conozcan la tierra de la Biblia en toda su belleza y complejidad. Tristemente, algunos tours tienen una agenda diferente, y su intención es difundir un mensaje anti-israelí. Por medio de actividades y visitas estratégicamente seleccionadas, los turistas ingenuos sólo ven medias verdades y propagandas prejuiciadas. Pero también existen algunos viajeros con el profundo deseo de mezclarse entre la gente y experimentar la realidad de Israel. Ellos desean aprender lo que realmente ocurre de primera mano.

En nuestra jornada diaria de la vida, podemos aprender una importante lección para asegurar que seamos «viajeros» que realmente vean, y no simplemente «turistas» ingenuos que no puedan distinguir la mentira de la verdad. Yo mismo he vivido 21 años en varios países y en distintas culturas, y he aprendido a mirar como un «viajero.» Si uno quiere realmente convivir, uno debe observar de cerca y aprender de la gente en la localidad.

Analfabetismo Bíblico

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Personas de fe hoy día necesitan renovar su compromiso de estudiar toda la Palabra escrita de Dios. Debemos asegurar que verdaderamente veamos y no aceptemos lo que nos han enseñado basado en viejas suposiciones. ¿Cuán a menudo lee usted la Biblia y realmente analiza lo que significa y cómo ha de vivir?

En mayo de 2014, Rebecca Brimmer, Presidenta Ejecutiva de Puentes para la Paz, escribió un estudio titulado «Pueblo del Libro.» Al investigar el tema para ese documento educativo, encontró un libro del Rabino Shlomo Riskin titulado «¿Por qué el libro de mayor venta mundial casi no es leído?» Ella se preocupó del alto grado de analfabetismo bíblico en la Iglesia hoy día. [Puede leer el estudio en http://web1.bridgesforpeace.com/national/pr/PRTL117.html]

En 2013, la Sociedad Bíblica Americana auspició una investigación por el Grupo Barna para saber lo que el estadounidense común cree acerca de la Biblia y cuán a menudo la estudia. En una muestra al azar del público estadounidense, encontraron que el 13% dice que lee la Biblia diariamente y otro 13% lee las Escrituras varias veces a la semana. Si existieran estadísticas sobre la Iglesia global, me pregunto si se encontraría algo parecido.

La gente que no estudia la Biblia de manera regular y profunda por sí misma probablemente caiga en la trampa de la que advirtió el previo presidente estadounidense J.F. Kennedy en su discurso a la Universidad Yale en junio de 1962. Dijo: «El gran enemigo de la verdad no es siempre la mentira deliberada, artificiosa y deshonesta, sino el mito persistente, persuasivo e irrealista. Demasiado a menudo nos aferramos a los clichés de nuestros antecesores. Sometemos todos los hechos a un prefabricado conjunto de interpretaciones. Disfrutamos la comodidad de opiniones sin la incomodidad del pensamiento.» Su contexto eran las realidades políticas y económicas del cambiante ambiente global durante la década de 1960. Pero yo creo que esa advertencia es igualmente relevante para nosotros en la actualidad. ¿Limitamos nuestra lectura bíblica a un conjunto prefabricado de interpretaciones? ¿Preferimos la comodidad de opinión ante la incomodidad del pensamiento y el estudio?

Claramente existen asuntos de fe y verdad que no cambian, y esas se deben valorar y proteger. Pero es demasiado fácil depender de ciertas opiniones e interpretaciones que no podemos defender, o atenernos a ideas que nos han sido entregadas y que seguimos ciegamente sin estudiar y sin hacerlas nuestras. Por siglos, los cristianos creían que Dios había abandonado Su pacto con Israel simplemente porque les enseñaron que esa herejía se encontraba en las Escrituras. Muchos creían que el pueblo judío merecía ser perseguido porque les dijeron que la acusación de deicidio era validado por la Biblia. Incluso hoy día, muchos cristianos cuestionan la validez del «Antiguo Testamento» porque se les enseña que ha sido reemplazado en autoridad y relevancia por el «Nuevo Testamento.»

Aprendiendo de Nuestras Raíces Judías

Podemos aprender muchísimo del ejemplo del pueblo judío y su alta estima del estudio y la educación. Ciertamente, el estudio es considerado como la forma más elevada de adoración. Nuevamente, Abraham Heschel comparte su sabiduría cuando dice: «Reverencia genuina a la santidad del estudio finalmente invocará en los alumnos la consciencia de que el estudio no es un fastidio sino un acto de crecimiento; que la escuela es un santuario, no una factoría; que el estudio es una forma de adoración» (Wilson).

En Pirkei Avot (Ética de los Padres) 1:13, otra antigua fuente de sabiduría judía, el Rabino Hillel dijo: «El que no aumenta [su conocimiento de la Torá], lo disminuye.» No podemos mantener una llenura constante de fe. Adelantamos o retrocedemos en ello. El Rabino Yonah dijo: «La vida está hecha para crecer. Uno que siente que no necesita aprender más está espiritualmente muerto; el regalo de la vida está desperdiciado con él.» Las fuertes palabras de Yonah son un reto para que pensemos seriamente sobre cuánto valoramos la Palabra de Dios. ¿Sentimos la clara necesidad de crecer y aprender, o estamos en peligro de morir espiritualmente?

«La literatura rabínica enfatiza que cada miembro de la comunidad debe ser diligente para mantener un itinerario de estudio. Es una mitzvá, un deber religioso. De hecho, los rabinos enseñaban que en la vida por venir, cuando una persona será juzgada, una de las primeras preguntas a que la persona debe contestar es: ‘¿Fijaste algún tiempo para el estudio?’ (Talmud Babilónico, Shabbat 31a). En términos más precisos, la pregunta significa: ‘¿Estableciste algunos períodos regulares para el estudio de la Torá?'» (Wilson).

Comienza con la Familia

Father and daughter reading the Bible

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El centro del aprendizaje en la sociedad judía ha sido tradicionalmente el hogar. Abraham, el patriarca fundador del pueblo judío, fue escogido con ese propósito. Dios dijo: «Y Yo lo he escogido para que mande (instruya) a sus hijos y a su casa después de él que guarden el camino del SEÑOR, haciendo justicia y juicio, para que el SEÑOR cumpla en Abraham todo lo que Él ha dicho acerca de él» (Gén. 18:19).

Luego en la Torá, Dios dio el mismo mandamiento a todos los descendientes de Abraham, y ellos lo toman muy en serio: «Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes» (Deut. 6:6-7). Al día de hoy, mientras caminamos por los callejones de nuestro vecindario en Jerusalén, frecuentemente escuchamos a los padres mientras enseñan a sus hijos sobre las Escrituras y los caminos de Dios.

Ese mandamiento es tan importante que Dios la repite nuevamente en Deuteronomio 11:19. Los padres, en especial el padre, deben enseñar a sus hijos tanto por medio de la lección como por su ejemplo. Proverbios 1:8 advierte: «Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre.» En Proverbios 6:20 nuevamente leemos lo mismo casi palabra por palabra. Ambos padres deben tomar muy en serio esa responsabilidad de educar a sus hijos para que vivan vidas morales y éticas, basadas en los principios de Dios.

«Según los sabios del Talmud [comentarios rabínicos sobre la tradición judía y las Escrituras Hebreas], luego de la circuncisión y el Pidyon Ha-ben [redención del primogénito], las principales responsabilidades de un padre son de enseñar al niño la Torá, encontrarle una esposa y enseñarle un oficio» (Kiddushin 29a).

Un Esfuerzo Comunitario

El otorgar tan alto valor al estudio y el aprendizaje no es sólo responsabilidad de la unidad familiar sino que se espera que la comunidad también fomente el aprendizaje. Una manera en que eso se puede hacer es destinar lugares para el estudio e invertir los recursos necesarios. «Que tu casa sea un lugar de reunión para alumnos de la Torá; debes empolvarte con el polvo de sus pies; y debes beber sus palabras con sed» (Pirkei Avot 1:4). La comunidad también honra a los que enseñan. Según Pablo exhortó a su discípulo Timoteo: «Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza» (1 Tim. 5:17).

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Considerando la condición de la educación cristiana hoy día y lo que la Iglesia podría aprender de sus raíces judías, Marvin Wilson dice: «Pero la Iglesia debe ser inspirada a reconsiderar su compromiso por medio de un programa de educación cristiana seriamente dedicado a sus metas de aprendizaje. Demasiado a menudo la actitud de la Iglesia hacia el aprendizaje se limita a poco más que la satisfacción pasiva de un somero vistazo dominical de las Escrituras.»

El Apóstol Pablo, quien se educó a los pies de uno de los más notables sabios en Israel de su tiempo, Gamaliel, animó a Timoteo: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Tim. 2:15). Además, tenemos el ejemplo de los bereanos en Hechos 17:11, que dice: «Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así.» Ellos no aceptaron ciegamente lo que Pablo les decía porque había venido de Jerusalén y se había educado con los principales eruditos de sus días. Ellos profundizaron y lo estudiaron por sí mismos.

Según enseñó Dwight A. Pryor, anterior maestro de raíces hebraicas (de bendita memoria): «El aprendizaje es para la vida, y la vida es para el aprendizaje.» Nunca se debe detener. Marvin Wilson lo resume para la Iglesia de la siguiente manera: «Por lo tanto, los cristianos tenemos dos opciones. La primera es profesar nuestra identidad con ‘el Pueblo del Libro,’ pero mantenernos casi ignorantes de lo que implica esa identidad. La otra opción, y la única viable, es que nos dediquemos a aprender por medio de una vital aventura de adoración. Entonces se cumplirá la inspirada sabiduría de los antiguos sabios que enseñaron: «Aférrate a la instrucción, no la sueltes; guárdala, porque ella es tu vida» (Prov. 4:13).

Conclusión

Concluyendo esta discusión sobre el alto valor que uno debe adjudicar al estudio y el aprendizaje, nos debemos hacer la pregunta: «¿Por qué? ¿Con qué propósito?» La Agencia Judía resume el propósito de la educación en un artículo titulado Padres como Educadores: «La gran importancia de una educación en torno a la ley y la literatura judía es sin paralelo. La Biblia claramente describe la importancia del estudio y el crecimiento mental desde la cuna y el resto de la vida. El propósito de la educación en la perspectiva bíblica es de desarrollar individuos que reflejen los valores bíblicos definidos en la Torá.»

Marvin Wilson expande nuestra comprensión cuando escribe: «La meta del aprendizaje era vivir en santidad – ser separado para Dios en cada dimensión de la vida. Esa santidad requería un conocimiento de las obras de Dios en la historia y el compromiso de observar los mitzvot [mandamientos], que instruían sobre cómo uno debe vivir.»

De esas explicaciones, podemos ver que el propósito del estudio es tanto el conocer como el hacer; de comprender como el de ejecutar. Debemos comprender quién es Dios para poder tener fe, y esa fe debe producir acción. Una de las palabras hebreas más utilizadas para la fe es emuná, usualmente traducida como «fidelidad.» Viene de la raíz aman, que es «creer» o «confiar.» En las Escrituras, la «fe» equivale a la «fidelidad.» Podemos decir que hay dos aspectos de la emuná: actitud y acción. La actitud de fe consiste en creer, pero la acción obediente es lo que revela nuestra verdadera fe.

«Los griegos aprendían para comprender. Los hebreos aprendían para reverenciar» (Heschel, citado en Wilson). «Para el griego, el conocimiento era el principal camino a la virtud; el camino a una buena vida era a través del intelecto. Pero para el hebreo, la sabiduría era mucho más que una actividad intelectual; era práctica. La sabiduría se establecía sobre los principios divinos del bien y del mal. Dichos principios tenían que ser evidenciados en el diario vivir, en las dimensiones prácticas de relaciones interpersonales» (Wilson).

Esa interpretación del propósito del estudio fue enfatizada en las Escrituras Cristianas, más notablemente en el libro de Santiago: «Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero que pida con fe, sin dudar…» (Sant. 1:5-6a).

«Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. Porque si alguien es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace» (Sant. 1:22-25).

El propósito ulterior de nuestro estudio debe ser conocer mejor a Dios y reflejar Su carácter de justicia compasiva y moral a un mundo sufrido. Continúe confiando en Dios y continúe estudiando Su palabra. Una vez que conozca bien lo que ve, con la ayuda de Dios, camine en ella. Tome el excelente consejo de Heschel y aprenda a conocer lo que ve, en lugar de ver lo que uno ya cree que «conoce.»

«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad.» 2 Timoteo 2:15

 

(Traducido por Teri S. Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos)

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Bibliografía

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