Cohetes estuvieron lloviendo sobre comunidades israelíes con velocidad y furia por más de un mes. Durante los primeros 29 días, Hamás disparó 3,356 cohetes contra la población civil. Los niños quedaron traumatizados. Sus vacaciones de verano, que debieron ser meses de relajación y sosiego, se convirtieron en meses muy estresantes. Los padres israelíes tuvieron que restringir sus hijos a áreas cercanas a los refugios contra bomba porque en los pueblos cercanos a Gaza sólo cuentan con 15 segundos para correr al refugio.
Cuente usted 15 segundos para ver cuán lejos puede correr. ¿Qué haría usted si fuese una madre manejando un auto con dos niños pequeños en sus asientos protectores? Si usted no pudiese soltar a ambos en 15 segundos, ¿cómo podría decidir entre ambos preciosos hijos? Mi corazón se estremece de dolor. Y aunque Israel provee refugios contra bombas para sus ciudadanos, Gaza no lo hace. Los palestinos no sólo se despreocupan por la seguridad de sus ciudadanos sino que adrede disparan sus cohetes desde hogares, escuelas, mezquitas y hospitales para incrementar su cifra de muertes civiles.
Sobre el 25% de los israelíes viven en pobreza. Luchan por proveer alimento a sus familias, aún en el mejor de los tiempos. Durante la guerra, la lucha es más difícil. Muchos no han podido asistir a sus trabajos porque tienen que mantenerse cerca del refugio contra bombas. Otros han perdido sus empleos como consecuencia de la guerra. Hemos sido inundados con solicitudes para aumentar nuestra ayuda alimentaria. Estamos respondiendo, pero necesitamos su ayuda porque nuestro presupuesto para alimento está menguando. A menos que recibamos más donativos para alimento, pronto no podremos responder a las cuantiosas necesidades.
La gente en el sur de Israel está suficientemente traumatizada con sólo los cohetes y el temor a túneles terroristas. ¡No deben tener que preguntarse de dónde vendrá su próxima comida!
Un día, nuestro chofer de entregas, Jey, regresó de llevar alimento a un superviviente del Holocausto. Su historia rompió mi corazón. Mientras le entregaba un saco de alimentos en las manos, el saco se rompió y la harina de trigo se regó por el piso. Ella inmediatamente separó los otros artículos y comenzó a levantar la harina del piso con las manos. La pizca aún más pequeña era tan preciada para ella que no podía desperdiciar nada.
Cuando hablábamos y compartíamos el té con uno de nuestros contactos en Ashdod, una comunidad bajo constante fuego de cohetes, nos miró y dijo «GRACIAS.» Entonces compartió cómo se preocupaba por las personas que ayudaba. Dijo:
«La gente tiene hambre y sobrevive con lo más mínimo. Muchos son supervivientes del Holocausto, otros son nuevos inmigrantes que vienen de Rusia, Ucrania, Moldavia, Azerbaiyán, Uzbekistán, y se les hace muy difícil integrarse a la sociedad israelí por muchas razones: tienen que aprender el idioma, hay diferencias culturales, son demasiado viejos, están demasiado enfermos, y la lista continúa. Por alguna razón el sistema nos les provee, y se sienten solos y muy, muy desamparados.»
Esas personas necesitan de nuestra ayuda y nuestras oraciones. Como los ancianos ni siquiera pueden correr, se mantenían muy cercanos o dentro de los refugios. Ellos necesitan alivio de su aflicción. ¡Nosotros les podemos ayudar! Un poco de dinero puede ir lejos para ayudar a esas preciosas personas que ya han sufrido demasiado en sus vidas.
Uno de nuestros voluntarios regresó de hacer una entrega y me relató su experiencia: «Mientras conducíamos hacia Ashkelón, escuchamos un noticiero que informaba que cohetes habían caído allí esa mañana, pero ya las cosas estaban más tranquilas. [Ashkelón ha estado bajo constante bombardeo de cohetes.] El Coordinador de Servicios Sociales llegó deprisa al refugio contra bombas donde íbamos a entregar la comida. Se disculpó por haber llegado tarde, pero explicó que estuvo hablando por teléfono con una mujer con cuatro hijos que amenazaba suicidarse porque no tenía comida para darles. Logró llevar a un siquiatra para ayudarla y le dio comida de Puentes para la Paz. Pero yo no puedo dejar de pensar en esa madre desesperada, y cuán abrumada se encontraría por los constantes cohetes además de sus circunstancias desesperantes. Continuaré orando por ella.»
Sorprendentemente, si usted abriera los refrigeradores de algunas personas a quienes ayudamos, lo único que vería sería la luz alumbrando el interior vacío.
El frágil cese al fuego se está observando hasta el momento, pero le urjo a que haga tres cosas:
Su amor, sus oraciones y su apoyo demuestran el amor de Dios al pueblo de Israel. Por favor, envíe un donativo generoso hoy hacia nuestro Proyecto de Alimento para ayudar a los hambrientos, o hacia Víctimas de Guerra para consolar a los afligidos.
Bendiciones desde Israel,
Rebecca J. Brimmer
Presidenta Internacional
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