por: Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional
En 1982, mientras leía mi Biblia en mi cuarto y oraba sobre si ir, o no ir, en un viaje turístico a Israel, me sorprendieron las palabras de Isaías 62. Las palabras saltaron de la página y sentí que me quemaron el corazón:
«Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no me estaré quieto, hasta que salga su justicia como resplandor, y su salvación se encienda como antorcha…Sobre tus murallas, oh Jerusalén, he colocado centinelas; en todo el día y en toda la noche jamás callarán. Ustedes que hacen que el SEÑOR recuerde, no se den descanso, ni Le concedan descanso hasta que la restablezca, hasta que haga de Jerusalén una alabanza en la tierra» (Isaías 62:1, 6-7).
Desde ese día, supe que Dios desea que Su pueblo cristiano apoye a Israel, que ore por Israel y que hable en defensa de Israel. Dios nos llama a que hagamos eso «hasta que haga de Jerusalén una alabanza en la tierra.» Cualquiera que lea las noticias actuales sabrá que eso todavía no ha ocurrido; Israel aún no es una alabanza en la tierra. Dicho pasaje también nos llama a orar por Jerusalén, el centro del judaísmo, el centro del gobierno de Israel y el lugar que es sagrado para los judíos, musulmanes y cristianos. Es el lugar donde Yeshúa (Jesús) fue crucificado y resucitó, y desde donde ascendió al Padre.
¿Y por qué debemos orar por Israel? La primera y principal razón es porque Dios nos ha dado esa responsabilidad. Aquellos que aman al Dios de Israel deben reconocer que Él tiene un profundo vínculo con esa tierra: «Es una tierra que el SEÑOR tu Dios cuida; los ojos del SEÑOR tu Dios están siempre sobre ella, desde el principio hasta el fin del año» (Deut. 11:12). Pero el orar por Israel no es sólo importante para Israel. Es también importante por el que ora, porque produce bendición en la vida del intercesor. «Oren ustedes por la paz de Jerusalén: ‘Sean prosperados los que te aman'» (Salmo 122:6).
Mi esposo y yo ya llevamos casi 28 años viviendo en Israel. Durante todo ese tiempo, a menudo hemos clamado en oración por la nación y el pueblo de Israel. También hemos aprendido mucho sobre cómo orar por el pueblo judío.
Dicho simplemente, orar es comunicarnos con Dios. Sin embargo, el tema es tan profundo que se han escrito muchos libros al respecto, y aún no comprendemos todas las profundidades sobre la oración. La Biblia está repleta de ejemplos de oración, de exhortaciones para orar y de instrucciones sobre cómo orar.
«Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús» (Filip. 4:6-7). En ese pasaje vemos que debemos orar por todas las cosas, y debemos creer que la oración es un instrumento poderoso. Andrew Murray una vez dijo: «Debemos comenzar con creer que Dios, por medio del misterio de la oración, nos ha confiado una fuerza que puede conmover al mundo celestial y puede lograr que ese poder baje hasta la tierra.»
El rabino Abraham Joshua Heschel escribió: «La oración es nuestra conexión con el Supremo. Si perdemos de vista a Dios, somos como los peldaños sueltos cuando se rompe una escalera… Por medio de la oración, cambiamos nuestro centro de atención desde una auto-consciencia a una auto-rendición. Dios es el centro hacia el cual todas las fuerzas son atraídas. Él es la fuente de todo, y nosotros experimentamos el mover de Su fuerza, el ir y el venir de Sus mareas. La oración quita la mente de la estrechez de nuestros propios intereses y nos capacita a ver el mundo en Su espejo de lo sagrado.»
Oswald Chambers dijo: «La oración no nos ayuda a hacer un trabajo más grande; la oración es el trabajo más grande.»
El apóstol Pablo instruyó a los tesalonicenses: «Oren sin cesar» (1 Tes. 5:17).
En Lucas 18:1 leemos: «Jesús les contó una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer.»
Los Salmos contienen este conocido verso: «Entren por Sus puertas con acción de gracias, y a Sus atrios con alabanza. Denle gracias, bendigan Su nombre» (Salmo 100:4). Este salmo nos presenta un bello patrón para la oración. Debemos exaltar al Señor, darle gracias, alabarle y bendecir Su nombre antes de presentar nuestras propias peticiones, e incluso antes de interceder por otros.
La oración es una herramienta poderosa que Dios nos ha dado. Es un canal abierto para poder hablar con el Señor. La oración debe ser una parte esencial de cada creyente.
¿Fallamos en la oración? Si es así, ahora es el momento de arrepentirnos y re-dedicarnos a la oración.
Es importante que discernamos el corazón y la voz de Dios durante estos tiempos turbulentos en que vivimos. Debemos escudriñar la Palabra de Dios y orar según dicen las Escrituras. Hace unos años, escribí un libro titulado For Zion’s Sake I Will not Be Silent [Por Amor de Sion No Callaré], un libro para registrar nuestras experiencias mientras oramos en torno a ciertos pasajes bíblicos y por Israel. El orar según la Palabra de Dios es una poderosa herramienta. Ahora más que nunca debemos comprometernos a estrechar nuestra relación con Dios y buscar Su dirección sobre cómo orar por nuestras vidas, nuestras familias, nuestras iglesias, nuestras naciones y nuestro mundo. Ya es tiempo de que crezcamos espiritualmente y veamos que estamos en medio de una tempestuosa batalla espiritual. Las líneas se han marcado, y Dios nos llama a que nos paremos con Él y nos unamos contra las fuerzas del mal.
En agosto de 2006, Israel se vio enfrascado en una guerra con Hizbolá en el Líbano. En ese momento, mi esposo Tom y yo nos encontrábamos en Taiwán, donde yo compartía algunos seminarios. En la Ciudad de Hsinchu, iba a enseñar sobre las Raíces Hebraicas del Cristianismo, pero sentí que el Señor me dijo: «Este no es un momento para cosas rutinarias.»
Pasé esa tarde en oración, y sentí que Dios me decía que Él usaría la alabanza, adoración y oración de los cristianos taiwaneses como utilizó a los adoradores que iban al frente del ejército de Josafat (2 Crón. 20). En ese tiempo, Israel enfrentaba un poderoso enemigo. En respuesta, Josafat llamó al pueblo para unirse en una oración corporal: «Porque no tenemos fuerza alguna delante de esta gran multitud que viene contra nosotros, y no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia Ti» (2 Crón. 20:12b).
El Señor les respondió diciendo: «No teman, ni se acobarden delante de esta gran multitud, porque la batalla no es de ustedes, sino de Dios» (2 Crón. 20:15b). Esa noche, experimentamos un tiempo muy poderoso en oración, alabanza y adoración, lo que me pareció que Dios utilizó para ir al frente del ejército de Israel. Más tarde, Tom me dijo: «Es posible que esa haya sido la razón por la que Dios nos trajera a Taiwán.»
Frecuentemente, personas se me acercan y me dicen que ellos oran fielmente por la paz de Jerusalén. Claro está, yo les digo que eso es maravilloso. A veces les pregunto cómo lo hacen, y ellos me dan una mirada curiosa. Sé que piensan: «Se lo acabo de decir.» De hecho, entonces infaliblemente me repiten: «Oro por la paz de Jerusalén.»
Me entusiasma que tantas personas reconozcan que es importante orar por Jerusalén, pero creo que unas frases generales no son lo suficiente. Es mucho mejor orar específicamente por personas en crisis; o por los líderes del gobierno que necesitan sabiduría para cierta situación específica; o por el Primer Ministro mientras enfrenta problemas de todas partes. Mientras les escribo esto, arden más de 200 incendios en Israel. La ciudad de Haifa ha tenido que evacuar a 60,000 personas, y casi 600 hogares han sido destruidos. Hemos seguido de cerca las noticias, y a la vez oramos por las necesidades específicas según van apareciendo. ¡En este mundo moderno es tan fácil saber por qué cosas orar! Lo único que tenemos que hacer es abrir el periódico o leer las noticias por internet.
Durante la Segunda Guerra Mundial, hubo un intercesor llamado Rees Howells. En 1937, Dios dirigió a su grupo de oración de como 100 personas para interceder por Inglaterra desde las 7:00 pm hasta la medianoche (luego de trabajar el día entero). Continuaron orando durante toda la guerra. Oraban por asuntos específicos y vieron la respuesta de Dios en maneras específicas.
Mis padres, el Dr. David y Ramona Lewis, creían en oraciones específicas. Mi niñez estuvo repleta de oraciones específicas y respuestas específicas. Una de las historias más memorables trata de un predicador en una iglesia donde mi padre ejercía como evangelista. Mi padre también era escritor y predicador, y tenía un maquinilla manual de color azul turquesa (en un estuche gris) que usaba para escribir sus sermones y artículos. Cada día mi padre trabajaba sin cesar, y el pastor le decía: «Hermano Lewis, yo sé que si yo tuviese una maquinilla como la suya, haría tanto para el Reino de Dios.»
Día tras día tuvieron esa conversación, hasta que un día mi padre le dijo: «Vamos a ponernos de rodilla y pedir por una maquinilla para usted.» Se arrodillaron y mi padre oró de esta manera: «Señor, Tú ves cuánto este hermano necesita una maquinilla para usarla en bien del Reino, así que Te pido que le traigas una maquinilla turquesa marca ‘Royal’ en un estuche color gris, y que sea hoy a las 2:00 de la tarde.» ¡Así terminó la oración! A las 2:00 pm alguien tocó a la puerta. Uno de los ancianos de la iglesia estaba allí, y dijo: «Pastor, no entiendo por qué, pero sentí que el Señor me dijo que le trajera esto,» ¡y le entregó una maquinilla del mismo modelo y color que habían pedido, y a la precisa hora que se lo habían pedido! En años por venir, ese pastor nunca dejó de maravillarse por la manera en que Dios respondió a su oración específica.
Mis padres literalmente oraban por todo, y vimos respuestas de Dios en maneras muy hermosas. Considere lo siguiente: Oraciones generales tienden a producir respuestas generales, mientras que oraciones específicas tienden a obtener respuestas específicas.
Cuando me entero de un ataque terrorista en Jerusalén, dejo lo que estoy haciendo y oro por los heridos por sus nombres. Oro por los doctores, los paramédicos y las enfermeras para que les provean cuidado adecuado. Oro por el consuelo de las familias de quienes murieron. Cuando leo sobre túneles terroristas, oro por las comunidades que se encuentran a riesgo. Usted puede estudiar algunos Salmos para ver ejemplos de oraciones específicas.
William B. Silverman escribió un libro llamado Rabbinic Stories for Christian Ministers and Teachers [Historias Rabínicas para Ministros y Maestros Cristianos]. Uno de los capítulos se dedica al «Servicio del Corazón—la Oración.» Escribe: «Una vez se le preguntó a un rabino muy educado: ‘¿Qué haces antes de orar?’ Él respondió: ‘Oro para que cuando ore, pueda orar con todo mi corazón.'» Eso a menudo se conoce como orando con kavaná. Philip Birnbaum dice: «Kavaná ha sido definido como un término técnico que incluye atención, concentración y un espíritu de devoción. ‘Mejor es un poco con kavaná que mucho sin ello.'» Maimónides, uno de los más grandes sabios del judaísmo, dijo: «La oración sin devoción no es oración.»
Yeshúa también enalteció la oración de corazón en la parábola del fariseo y el recaudador de impuestos, contrario a la oración de alardeo (Luc. 18:11-14). El recaudador de impuestos derramó su corazón ante Dios, diciendo: «Dios, ten piedad de mí, pecador» (v. 13), y Yeshúa comentó: «Les digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido» (Luc. 18:14).
John Bunyan una vez dijo: «Cuando uno ora, es mejor tener un corazón sin palabras que unas palabras sin corazón.»
En un servicio judío de adoración se usan oraciones litúrgicas escritas para que todos los miembros de la congregación oren juntos. Esas oraciones son bellos ejemplos de adoración y reconocimiento de la soberanía de Dios. Nuestro amigo David Nekrutman ha dicho que si uno quiere comprender al judaísmo, uno debe estudiar su libro de oraciones. Es cierto que uno puede leer esas oraciones sin ponerle atención a lo que dicen, pero la mejor bendición es orar con kavaná lev (atención del corazón). He visto que muchas de las oraciones escritas pueden ser inspiradoras y llenas de adoración a Dios.
Aunque es más común en círculos evangélicos que hagamos oraciones espontáneas, la tradición cristiana también tiene bellas oraciones litúrgicas. A veces los cristianos me dicen que la religión judía es superficial porque asumen que ellos no oran de manera espontánea. Pero eso no es cierto. Me asombra la profundidad de oración que tienen muchas de mis amistades judías. Ellos participan en oraciones corporales tres veces al día (en la mañana, la tarde y la noche), y también muchas veces al día cuando bendicen a Dios por casi cualquier asunto. Es muy común ver a judíos devotos orando los salmos mientras viajan por autobús. Finalmente, muchas personas judías describen que reaccionan a los eventos del diario vivir con una oración espontánea.
La amidá (oración que se hace estando de pie), comienza con las siguientes palabras:
«Bendito eres Tú, Señor, nuestro Dios y Dios de nuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob; el grandioso, todopoderoso y temible Dios; Dios altísimo, quien otorga actos de bondad, quien es Creador de todo, quien recuerda las bondades de los patriarcas y traerá al Redentor para los hijos de sus hijos, por virtud de Su nombre, en amor. Rey, Ayudador, Salvador, Escudo; Bendito eres Tú, Señor, Escudo de Abraham.»
El Dr. David Bivin, de la revista Jerusalem Perspective [Perspectiva de Jerusalén], opina que los cristianos debemos conocer la Amidá, que es tan central en el judaísmo. Dice: «Ya que la oración que Jesús enseñó a Sus discípulos (Oración del Padre Nuestro) parece ser una forma abreviada de la Amidá (“de pie,” en hebreo) o las Dieciocho Bendiciones, pienso que es importante que los cristianos estén familiarizados con esta oración tan central en la vida religiosa judía. La oración es muy antigua, y algunos de los cambios allí fueron hechos 200 años antes del tiempo de Jesús. La oración es también muy bella, llena de citas y alusiones bíblicas. Cada judío tenía la obligación de recitar las Dieciocho Bendiciones diariamente. Sin embargo, en tiempos de emergencia, uno puede recitar una versión más corta de las Dieciocho, parecida al Padre Nuestro.»
En Marcos 11 vemos un pasaje maravilloso sobre la oración y la fe. En nuestras traducciones bíblicas al español no se incluye el adverbio «de pie» respecto al acto de la oración, pero el griego original lo usa. Lee así: «Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan, crean que ya las han recibido, y les serán concedidas. Y cuando estén [de pie] orando, perdonen si tienen algo contra alguien, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus transgresiones» (Mar. 11:24-25). Me pregunto si esa es una referencia a la oración de la Amidá.
A menudo pensamos en la oración como un esfuerzo solitario, y ciertamente tenemos muchas referencias bíblicas a oraciones privadas. En la introducción a la Oración del Padre Nuestro, leemos: «Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mat. 6:6).
Es interesante, por lo tanto, que luego Yeshúa les da un ejemplo a Sus discípulos de una oración que no se encuentra en forma singular, sino en plural. Él usa palabras como: «Padre nuestro… danos… perdónanos… líbranos.»
También hay muchos ejemplos de oración corporal en las Escrituras. La conocida oración de arrepentimiento de Daniel es expresada en forma plural (vea Daniel 9:4-19).
Me parece evidente que tanto la oración individual como corporal son necesarias y bíblicas. Necesitamos reunirnos corporalmente para orar por nuestras naciones, nuestras familias y nuestras iglesias. «[Si] se humilla Mi pueblo sobre el cual es invocado Mi nombre, y oran, buscan Mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces Yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra» (2 Crónicas 7:14).
Como ya hemos visto, la oración corporal es muy común dentro del judaísmo. Marvin Wilson dice: «La mayoría de las oraciones judías utilizan el término plural de ‘nosotros’ y no el singular de ‘yo.’ La oración expresa ‘el clamor de toda la comunidad.'»
Esa es una razón por la cual Puentes para la Paz celebra Noches Jai (palabra hebrea para «vida»), reuniones mensuales de oración en todas partes del mundo. Dios nos ha dado el regalo de la oración y nos ha pedido que la usemos para orar por nuestras comunidades y naciones, pero siempre por la nación de Israel.
¿Usted cree que la oración puede cambiar las cosas? ¡Yo sí! Hay poder en la oración. En el capítulo 8 de Apocalipsis vemos una escena celestial:
«Otro ángel vino y se paró ante el altar con un incensario de oro, y se le dio mucho incienso para que lo añadiera a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. De la mano del ángel subió ante Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Después el ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego del altar y lo arrojó a la tierra, y hubo truenos, ruidos, relámpagos, y un terremoto» (Apoc. 8:3-5).
Imagínese, sus oraciones son conservadas en el cielo, junto con las oraciones de todos los santos. Estas suben ante Dios y son muy poderosas.
Por lo tanto, tenemos una invitación abierta para comunicarnos con el Altísimo por medio de la oración. Entonces, ¿por qué tan pocas personas asisten a las reuniones de oración? Si yo llegara a recibir una invitación para encontrarme con el Primer Ministro, le garantizo que yo haría todo a mi alcance para poder estar en esa reunión. ¡Cuánto mejor es nuestra invitación para encontrarnos con el Rey de reyes y el Señor de señores! Debemos pedir al Señor que ponga en nuestros corazones el deseo de pasar más tiempo en Su presencia.
Yo reconozco que la oración no es un simple ejercicio espiritual. No es un simple método para obtener lo que deseamos. Es una herramienta poderosa que Dios nos ha dado para efectuar cambios en nuestros corazones y en nuestro mundo. Ciertamente, la oración transforma las vidas y las circunstancias. La Biblia está repleta de incidentes cuando personas oran y las cosas cambian. Elías oró, y dejó de llover por tres años. Oró nuevamente, y volvió a llover. Oró para que bajase fuego del cielo para consumir el sacrificio, en desafío a los sacerdotes de Baal, y así Dios lo hizo. Eliseo oró por el hijo de la viuda sunamita, y Dios lo levantó de los muertos.
Tomemos esta poderosa herramienta de oración y permitamos que el Espíritu Santo nos enseñe a usarla en beneficio del Reino de Dios. Y siempre recordemos orar por la nación y el pueblo de Israel. «Porque así dice el SEÑOR: ‘Griten con alegría por Jacob [eso no significa la Iglesia, sino el pueblo y la nación de Israel], y den voces por la primera de las naciones. Proclamen, den alabanza, y digan: «Oh SEÑOR, salva a Tu pueblo, al remanente de Israel»‘» (Jer. 31:7).
¿Cuán importante es eso para Dios? Recuerde lo que Isaías dijo a los centinelas sobre el muro de Jerusalén en Isaías 62: «…no se den descanso, ni Le concedan descanso hasta que la restablezca, hasta que haga de Jerusalén una alabanza en la tierra» (Is. 62:7). Esa frase «ni Le concedan descanso» implica hacer más que una corta oración por la paz de Jerusalén. Es una orden de orar fervientemente, con kavaná lev y de manera continua, hasta que los propósitos de Dios respecto a Israel y Jerusalén se cumplan. ¡Iglesia, levántense! Este es el momento para dedicarnos a orar por Israel.
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