por: Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional
En 1945, el mundo quedó estupefacto al conocer los detalles de los viles actos cometidos por los nazis contra sus enemigos, y en particular del asesinato de seis millones de judíos. El hecho de que justificaran sus actos con los escritos de respetados líderes cristianos, incluyendo al gran reformador Martín Lutero, fue escalofriante. Muchos sinceros cristianos comenzaron a cuestionar los dogmas teológicos largamente sostenidos por la Iglesia que hirieron tan profundamente al pueblo judío. En años subsiguientes, muchos individuos y denominaciones se arrepintieron de dicho antisemitismo.
El resurgimiento de la nación de Israel en 1948 fue otro momento transformador en la historia cristiana. De repente, el mundo cristiano tuvo que analizar las promesas bíblicas respecto a Israel que había previamente ignorado, alegorizado o aplicado a la Iglesia. Muchos comenzaron a ver cómo las Escrituras se cumplían literalmente ante sus propios ojos a medida que el pueblo judío regresaba en masa a su tierra ancestral y re-establecía su nación en la misma propiedad desde donde fue expulsado en el año 70 d.C.
Hoy día, muchos cristianos sienten gran amor por el pueblo judío ¡sin siquiera conocer a un solo judío! Yo creo que la Iglesia está en el proceso de definir su destino final. Aunque muchos en la Iglesia han respondido positivamente al mandato bíblico de bendecir a Israel, tristemente otros han tomado la posición contraria. Lamentablemente, aún existen muchos cristianos que defienden la teología del reemplazo. A estos no les interesa resolver el profundo cisma que existe entre cristianos y judíos. Y a menudo hablo con judíos que expresan confusión de que algunos cristianos parecen ser sus mejores amigos en el mundo mientras otros procuran desacreditar a Israel por medio de boicots, distanciamientos y sanciones. La respuesta que les doy es que los cristianos fieles a la Biblia como Palabra de Dios, quienes la interpretan de manera literal, tienden a amar a Israel, mientras que los cristianos que la alegorizan y espiritualizan no sienten una afinidad con Israel ni con el pueblo judío.
El cristianismo ha heredado mucha de su teología de los padres eclesiásticos, quienes decidieron separarse de su fe materna, el “judaísmo.” Para poder legitimar la religión cristiana como algo distinto al judaísmo, tuvieron que deslegitimar al pueblo judío. Prohibieron la participación de cristianos en prácticas judías, incluyendo las fiestas de Levítico 23, y repudiaron gran parte del pensamiento judío. Eso fue problemático, porque la práctica judía se basa en la verdad bíblica y, como el Nuevo Testamento no fue canonizado hasta el 4to siglo, la iglesia primitiva sólo contaba con las Escrituras Hebreas.
Por lo tanto, los fundadores de la iglesia alegorizaron las Escrituras en lugar de considerarlas literalmente, y reinventaron una aplicación sólo para la Iglesia, o el “Israel espiritual,” como la denominó Justino Mártir. Él fue el primero en una larga lista de teólogos que utilizaron esa nueva terminología. Pensaron que la Iglesia había reemplazado a Israel y que Dios había terminado Su trato con los judíos. Como los judíos rechazaron al Mesías, los fundadores eclesiásticos creyeron que Dios había reemplazado a Israel con el mundo gentil y que ahora los creyentes gentiles eran el nuevo pueblo escogido (Teología del Reemplazo). ¡Pero eso ignora totalmente el hecho de que los primeros creyentes en Yeshúa (Jesús) eran judíos!
Hasta cierto punto, durante la mayor parte de los pasados 1,700 a 1,800 años, esta teología ha sido predominante en la Iglesia cristiana. Pero en años recientes, Dios ha puesto un nuevo amor por Israel en los corazones de muchos verdaderos creyentes cristianos. Ese amor necesita ser acompañado por una comprensión de la Palabra de Dios sin contaminación de teología equivocada y enseñanza antisemita que nos ha llegado a través de los siglos.
La Iglesia necesita remover las capas de historia y redescubrir la forma judía de pensar del 1er siglo. ¿Cómo podremos comprender las palabras de Jesús (Yeshúa), Pablo (Shaúl), Juan (Yojanan) y Pedro (Cefas) a menos que comprendamos su mundo, su idioma, sus costumbres y su teología? Ellos pensaban como judíos, vivían como judíos, leían textos de la Ley y los Profetas en hebreo, y celebraban las fiestas que enseñaban las Escrituras Hebreas. Ellos creían que acciones justas eran importantes. En nuestro Nuevo Testamento hay citas de todos los libros del Antiguo Testamento, excepto por cinco (Esdras, Nehemías, Ester, Eclesiastés y Cantar de los Cantares).
Algunos eruditos hoy día cuestionan las tradicionales interpretaciones cristianas hechas del Nuevo Testamento. Estudiosos judíos y cristianos nuevamente analizan los planteamientos de Pablo, cuyos escritos alegadamente repudian las Escrituras Hebreas y el judaísmo. Nos recuerdan que Pablo se identificó como un “fariseo” y hebreo de hebreos” (Hechos 23:6; Fil. 3:5). ¿Qué pensaría Pablo de la manera en que han sido interpretados sus escritos a través de los siglos? En 1 Corintios 5:8, Pablo asumió que los creyentes gentiles en Corinto celebrarían la fiesta de Pascua, y les dio instrucciones sobre cómo mantener una actitud correcta al hacerlo. Así que, ¿por qué no hay más cristianos celebrando las fiestas? No celebramos las fiestas porque los padres eclesiásticos ordenaron a los cristianos gentiles que no lo hicieran. Esos son los mismos padres que sembraron la semilla de rechazo al judaísmo, produciendo el fruto de antisemitismo, persecución y asesinato del pueblo judío.
Otra pregunta que se hace en la actualidad es la relación que tienen las obras y la Ley con el creyente. De seguro sabemos que las obras no proveen salvación, sino que es un regalo gratuito de Dios. Y aunque los judíos enfatizan mucho las obras, reconocen que no son salvos por ellas, sino que su salvación viene como resultado de su pacto con Dios. Para el judío, las obras son una manera de demostrar su amor a Dios. ¿Qué dijo Yeshúa acerca de las buenas obras? “Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16). Para el judío del 1er siglo, las acciones justas serían de vital importancia como medio para afirmar su compromiso con el pacto de Dios.
La acusación de deicidio (asesinato de Dios) tiene origen en los primeros padres eclesiásticos, como evidencia el Dr. Marvin Wilson en su libro Our Father Abraham [Nuestro Padre Abraham]. Primeramente, Justino Mártir, en su Diálogo con Trifón (segundo siglo), dijo al judío Trifón: “Pues ustedes han matado al Justo, y a Sus profetas antes de Él; y ahora rechazan a aquellos que esperan en Él.” Luego Orígenes, en el tercer siglo, escribió: “Y esas calamidades que [los judíos] han sufrido, porque eran una nación muy malvada, y aunque eran culpables de muchos otros pecados, no han sido castigados tan severamente por ninguno como por los que cometieron contra nuestro Jesús.” Y desde el cuarto siglo en adelante, la iglesia comenzó a enseñar que Dios había maldecido permanentemente al pueblo judío.
Actos atroces contra el pueblo judío han sido justificados a través de los siglos debido a esa enseñanza de la Iglesia. La Semana Santa era un tiempo de terror para los judíos cuando cristianos en muchos lugares realizaban campañas enloquecidas contra los “asesinos de Cristo.” Tristemente, esa herejía influencia el pensamiento cristiano hasta el presente.
Hace unos años, Cheryl Hauer, Directora de Desarrollo Internacional en Puentes para la Paz, hablaba con un grupo de líderes judíos en Australia. Durante el momento de preguntas, alguien se levantó y dijo que una de las cosas más difíciles que la comunidad judía enfrenta es la acusación de que el pueblo judío mató a Jesús. Le preguntó: “¿Qué hace su organización al respecto?” Esa pregunta no es inusual. En muchas de mis conversaciones, personas judías me hacen la misma pregunta, usualmente después de narrar un incidente particularmente doloroso o luego de haber sido acusado de matar a Jesús. Si uno hace una búsqueda en el Internet con la frase “quién mató a Jesús,” en cuestión de segundos aparecerán 55,500,000 referencias. Éste no es un asunto muerto; sólo pregúntele a sus amistades judías.
Pero, ¿quién realmente mató a Jesús? Cuando Yeshúa habló de Su vida, dijo: “Nadie Me la quita, sino que Yo la doy de Mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de Mi Padre” (Juan 10:18).
El verso bíblico a menudo citado para afirmar la acusación de deicidio es: “Todo el pueblo contestó: ‘¡Caiga Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!’” (Mateo 27:25). Se cree que la Sala de Juicio del gobernador Pilato se encontraba dentro de la Fortaleza de Antonia en Jerusalén. Yo he visitado ese lugar donde pudo haber ocurrido el juicio de Yeshúa, y no hay mucho espacio para gran número de personas – quizás cabían allí como 200 personas. El Nuevo Testamento declara que grandes multitudes seguían a Yeshúa. ¿Podrían las palabras de unos pocos líderes judíos hacer que caiga una maldición sobre todas las multitudes y todos los judíos de todos los tiempos? ¡Seguro que no! Especialmente cuando consideramos que todos los primeros seguidores de Yeshúa eran judíos y que no pueden ser acusados de deicidio.
En un pasado Estudio de Israel titulado ¿Juicio contra las Naciones?, hablé sobre el juicio venidero de Dios contra las naciones por la manera en que trataron a Israel y el pueblo judío. La mayoría de nosotros no somos líderes mundiales, así que quizás nos preguntemos: ¿qué podremos hacer la Iglesia y yo al respecto?
Como cristianos, debemos reconocer que el cristianismo surgió de un sistema de fe previamente existente. Se ha dicho que el judaísmo no necesita al cristianismo para explicar su razón de ser, pero el cristianismo necesita al judaísmo para explicar su existencia. Debemos comenzar a reconocer y apreciar las raíces judaicas del cristianismo. El “Más Nuevo Testamento” tiene que ver con personas judías en un ambiente judío quienes influenciaron al mundo con la noticia de un Salvador judío (Yeshúa). Romanos 9-11 es el gran tratado sobre Israel dentro del Nuevo Pacto. Pablo escribe en su Discurso del Olivo sobre el misterio de la relación entre los creyentes en Yeshúa y el pueblo judío. Describe la manera en que el pueblo no-judío llega a ser parte del Reino de Dios, y utiliza el proceso de injerto en el olivo. Nosotros, los cristianos gentiles, somos injertados en el pacto y la relación ya existente de Dios con Israel. Pablo nos advierte sobre nuestra actitud: “no seas arrogante para con las ramas. Pero si eres arrogante, recuerda que tú no eres el que sustenta la raíz, sino que la raíz es la que te sustenta a ti” (Rom. 11:18).
En Israel y la Iglesia: Mapa de la Ruta de Dios, Cheryl Hauer hace un excelente trabajo en la explicación del proceso del injerto: “Recuerde, tanto el esqueje como la planta portadora deben permanecer vivos y saludables a través del proceso del injerto. Por casi 2,000 años, la Iglesia ha ignorado esa advertencia y ha intentado propagar su propia vida a expensas del pueblo judío. Hoy día, debemos dedicarnos a apoyar al pueblo judío, llevándole vida y ánimo siempre que nos sea posible.”
Nuestro amigo judío ortodoxo Moshe Kempinski describe a Romanos 11 como el pasaje que ayuda el florecimiento del diálogo judío-cristiano. Kempinski escribe lo siguiente en The Heart of a People [El Corazón de un Pueblo]: “La Iglesia es descrita como una rama de olivo silvestre injertada en la raíz, que es el judaísmo. Por miles de años, la mayoría de los cristianos interpretaban que la floreciente rama del cristianismo era injertada en la marchita raíz del judaísmo, reemplazándola, cumpliéndola o completándola. Ha tomado 2,000 años, pero la gente finalmente comienza a comprender que una rama no puede florecer cuando la raíz se marchita.”
El Dr. Marvin Wilson escribe: “Como nuevo pueblo de Dios, los creyentes no-judíos ahora son nutridos por una rica herencia, cuyas raíces se extienden desde Abraham, padre de los fieles. Debe enfatizarse que existe sólo un olivo. Representa a un mismo pueblo de Dios, judío y no-judío, alimentado por la misma savia vivificante.”
Los cristianos deben confrontar la teología del reemplazo. Pablo aclara ese asunto cuando dice: “Digo entonces: ¿Acaso ha desechado Dios a Su pueblo? ¡De ningún modo! Porque yo también soy Israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. Dios no ha desechado a Su pueblo, al cual conoció con anterioridad…” (Rom. 11:1-2a). Pablo continúa discutiendo ese misterio: “En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de ustedes, pero en cuanto a la elección de Dios, son amados por causa de los padres. Porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables” (Rom. 11:28-29).
Jeremías también habla sobre el inmutable pacto de Dios con el pueblo judío: “Así dice el SEÑOR: ‘Si no hubiera permanecido Mi pacto con el día y con la noche, y si Yo no hubiera establecido las leyes del cielo y de la tierra, entonces hubiera desechado la descendencia de Jacob y de Mi siervo David, para no tomar de su descendencia quien gobernara sobre la descendencia de Abraham, de Isaac y de Jacob. Pero Yo restauraré su bienestar y tendré misericordia de ellos’” (Jer. 33:25-26). Vea también Jeremías 31:31-37. Los cristianos deben comprender que Dios es guardador de Sus pactos. Él entró en un pacto con nuestro “padre” Abraham y piensa aún guardarlo. El pueblo judío podrá sufrir ciertas consecuencias por sus actos pecaminosos, pero a la postre Dios guardará Su pacto con Israel.
Michael Wyschogrod, renombrado filósofo y teólogo judío, lo describe de la siguiente manera en su libro Abraham’s Promise, Judaism and Jewish Christian Relations [La Promesa a Abraham, el Judaísmo y Relaciones Judío-Cristianas]: “El mensaje general está claro. La elección de Israel es irrevocable. En el caso de que Israel peque, será castigado, incluso severamente. El pueblo será expulsado de su tierra y enviado al exilio. Pero ese castigo no destruye a Israel, y no durará para siempre. El amor de Dios por Israel regresará, y se realizará una reconciliación. Dios traerá de regreso a los exiliados desde dondequiera que se encuentren y reestablecerá el reino como antes. No puede ser negado que el arrepentimiento de Israel será muy beneficioso para provocar ese evento. Pero en el análisis final, no depende completamente de ese arrepentimiento.”
De hecho, toda persona que acepte que la Biblia hebrea es Palabra inspirada de Dios debe llegar a una conclusión semejante. Todos los profetas hablan sobre el juicio de Dios y la redención final de Israel. Los que vivimos en estos tiempos del retorno del pueblo judío desde su dispersión entre las naciones podemos ver el cumplimiento de las palabras proféticas en manera muy patente. Aunque el pueblo judío aún no es perfecto, será redimido porque el Santo de Israel lo ha prometido. Pablo se refirió a eso en Romanos 11: “Así, todo Israel será salvo, tal como está escrito: ‘El libertador vendrá de Sión; apartara la impiedad de Jacob. Y este es mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados’” (Rom. 11:26-27). Pablo se refiere a las promesas en Isaías 59:21 y Jeremías 31:33-34.
Las relaciones entre cristianos y judíos han sido profundamente manchadas por el mundo cristiano desde hace casi 2,000 años, ocasionando gran dolor y sufrimiento al pueblo judío. Ese tipo de dolor no puede ser sanado repentinamente, ni superficialmente. Los cristianos necesitan actuar con amor incondicional en una multitud de formas para poder sanar esa relación.
El Rabino Yechiel Eckstein, en How Firm a Foundation [Cuán Firme Fundamento] concuerda con eso y dice: “La respuesta, aunque sencilla, nos ha escapado por siglos. La respuesta es el amor. Es nuestra responsabilidad extender amor los unos a los otros – y preguntarnos en cada momento cómo podremos construir puentes de comprensión, reconciliación y sanidad entre nuestras comunidades, además de amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos y producir shalom, paz en este mundo. Los cristianos no deben sorprenderse ni ofenderse si los judíos, a veces, ignoran sus gestos de amistad y rechazan sus expresiones de amor. Para muchos judíos, el Talmud expresa mejor la relación tan cuidadosa que deben mantener con los no-judíos: ‘Respétenlos, pero no confíen en ellos.’ … ‘Los judíos sienten sospecha y desprecio hacia el ‘amor condicional’ de los cristianos, porque depende de que ellos ‘vengan a Cristo.’”
Puentes para la Paz ha adoptado el mandato de amar. Nuestros muchos proyectos llevan la intención de cambiar la relación entre nuestras comunidades cristianas y judías, y lo hacemos con amor incondicional. Distribuimos setenta toneladas de alimento al mes a través de voluntarios cristianos quienes aman al pueblo incondicionalmente.
Por siglos, la interacción entre cristianos y judíos ha enfatizado aspectos de desacuerdo, a menudo con resultados nefastos. Aunque no negamos la profunda convicción de ambos, es posible concentrar nuestra atención sobre aspectos que compartimos en común. Podemos desarrollar una relación basada en creencias y valores en común, además de respeto y bondad. ¿Cuáles son algunos de esos aspectos en común?
1. Ambos cristianos y judíos creemos en un solo Dios, creador del universo.
2. Compartimos la creencia de que Dios gobierna al mundo con misericordia, justicia, legalidad y amor.
3. Creemos que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios.
4. Creemos que Dios trabaja en y a través de la historia humana.
5. Ambos cristianos y judíos creemos en la vida después de la muerte.
6. Compartimos una fe en la Tanaj (Génesis a Malaquías).
7. Ambos anticipamos la venida del Mesías.
Es imperativo que todos continuemos aprendiendo, procurando la verdad con corazón abierto y permitiendo que el Espíritu de Dios nos revele la verdad. Muchos autores cristianos y judíos ahora escriben sobre las raíces judaicas de la fe cristiana. Reconocen que pueden aprender de sus hermanos judíos y sus enseñanzas que nos llegan desde tiempos bíblicos. Han comenzado a preguntar sobre los fundamentos de nuestra fe y a analizar nuevamente la dirección que tomaron los padres eclesiásticos cuando se distanciaron del judaísmo. Eruditos cristianos, como Brad Young, Marvin Wilson, R. Kendall Soulen, Tim Hegg, David Bivin, Skip Moen, Lois Tverberg y otros, imparten una nueva luz sobre el carácter judío de Jesús (Yeshúa) y el Nuevo Testamento. Si realmente vamos a ver un cambio en las relaciones entre ambas comunidades ordenadas por Dios, entonces debemos aplicarnos a ese tipo de estudio.
El Dr. Marvin Wilson nos brinda un sabio consejo en su libro Our Father Abraham [Nuestro Padre Abraham]: “Los cristianos deben tomar la iniciativa de corregir sus actitudes equivocadas hacia otros. Jesús enseñó: “…si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mat. 5:23-24). Sin un genuino espíritu de arrepentimiento por los errores y fracasos del pasado en cada grupo, habrá poca posibilidad de sanidad y reconciliación. Para cambiar nuestras actitudes, debemos examinar nuestras perspectivas teológicas y cambiar las que estén equivocadas. A diferencia de la inmutable Palabra de Dios, la teología es una disciplina humana y falible… uno debe estar listo a escribir su teología con lápiz y borrador en mano, no con tinta indeleble. La teología puede cambiar o madurar a medida que uno obtiene una percepción más clara de las enseñanzas de Dios y Su obra en la historia.
A medida que procuramos una mejor relación entre cristianos y judíos, nuestros encuentros deben ser sensitivos y respetuosos. Debemos aprender a hablar el idioma de cada cual. Los cristianos debemos escuchar a nuestros amigos judíos con un sincero deseo de comprenderlos, apreciarlos y respetarlos. Aunque pocos amigos judíos se sienten cómodos en hablar e interactuar con los cristianos, va en aumento el número que está dispuesto a entrar en un diálogo respetuoso.
Moshe Kempinski es un judío muy amado por muchos cristianos, y tiene un negocio en la sección judía de la Antigua Ciudad de Jerusalén donde cristianos se reúnen para entrar en diálogo con él. Moshe se siente muy animado por los lazos que se van afirmando cada vez más entre ambas comunidades. Él expresa lo siguiente sobre ese proceso: “Los destinos son muy importantes, pero el camino hacia esos destinos también es importante. En el pasado, parecía que tanto nuestro caminar como nuestro destino eran diferentes. Pero poco a poco veo que ambas comunidades de fe desean acercarse al mismo D-os del Cielo. Cuando nos percatamos de que nuestros destinos son los mismos, también podemos comenzar a caminar en la misma dirección cerca el uno del otro, pero aún separados, hasta que se cumpla la profecía de Zacarías: “Iremos con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes” (Zac. 8:23).
En la biografía del libro A Gentile with the Heart of a Jew [Un Gentil con Corazón de Judío], nuestro fundador Dr. G. Douglas Young expresa que sintió que Dios lo llamaba a un ministerio de reconciliación por medio de Puentes para la Paz. Young relata que Dios le evidenció que nuestro trabajo es de amar al pueblo judío, y que el trabajo de Dios es de salvarlos. Que siempre seamos colaboradores con Dios en fidelidad, sensitividad y amor.
Escasamente hemos comenzado a raspar la superficie respecto a la manera en que la Iglesia puede efectuar cambios, pero mientras nos dediquemos a hacerlo, veremos que se levantan puentes entre ambas comunidades de fe amadas por Dios.
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