por: Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional
Quiero compartir con usted las claves para el éxito en esta vida, disponibles para cualquier creyente. Su vida puede ser relevante, significativa e impactante. Puedo decir eso en toda confianza porque Jesús (Yeshúa) ha delineado esas claves para el éxito en la Biblia. Las llamamos los principales mandamientos de Jesús, y se encuentran en Marcos 12: 28-33 y Mateo 22: 36-40. Si usted le preguntara a cualquier cristiano cuáles son los más grandes mandamientos, probablemente diga que son el amar a Dios y el amar a los demás. Pero Jesús dijo mucho más que eso. Leamos los pasajes.
“Cuando uno de los escribas se acercó, los oyó discutir, y reconociendo que Jesús les había contestado bien, Le preguntó: ‘¿Cuál mandamiento es el más importante de todos?’ Jesús respondió: ‘El más importante es: “Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza.” El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay otro mandamiento mayor que éstos.’ Y el escriba Le dijo: ‘Muy bien, Maestro; con verdad has dicho que Él es uno, y no hay otro además de Él; y que amarle a Él con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y los sacrificios’” (Marcos 12:28-33).
“‘Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la Ley?’ Y Él le contestó: ‘“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas’” (Mat. 22:36-40).
Hay varios elementos en esos dos pasajes que debemos comprender para que podamos caminar exitosamente en la vida que Dios ha diseñado para cada uno.
Lo más importante que Jesús (Yeshúa) citó en ambos pasajes fue la famosa afirmación de fe judía llamada Shemá. El nombre proviene de la primera palabra en la afirmación hebrea, que es shemá. “Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es. Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (Deut. 6:4-5).
La palabra shemá se encuentra 1,159 veces en el Tanaj (Antiguo Testamento). La concordancia de Strong explica que shemá significa oír o percibir un sonido, escuchar para consentir, prestar atención y obedecer. Podríamos describir a shemá simplemente como escuchar cuidadosamente para obedecer.
“Entonces sucederá, que porque escuchas [shemá] estos decretos y los guardas y los cumples, el SEÑOR tu Dios guardará Su pacto contigo y Su misericordia que juró a tus padres” (Deut. 7:12, énfasis añadido). La palabra shemá aparece en el libro de Deuteronomio 92 veces. No sólo significa oír o escuchar, sino también percibir, prestar atención, obedecer y comprender. De hecho, cada vez que encontramos la palabra “obedecer” en el Tanaj, en realidad está usando shemá. El rabino Jonathan Sacks explica: “Dios quiere que comprendamos las leyes que nos ha ordenado. Él quiere que reflexionemos sobre la razón por esa ley. Él quiere que escuchemos, reflexionemos, busquemos comprender, internalicemos y respondamos. Él quiere que seamos personas que escuchen… Por lo tanto, se enseña en el judaísmo que escuchar es un acto profundamente espiritual. Escuchar a Dios es estar abierto a Dios. Eso es lo que Moisés ordena a través de todo el libro de Deuteronomio: ‘Si tan sólo escucharan.’”
Encontramos esa misma palabra nuevamente en Deuteronomio 11:13, aunque la palabra shemá ha sido traducida como “obedecen”: “Y sucederá que si obedecen [shemá] mis mandamientos que les ordeno hoy, de amar al SEÑOR su Dios y de servirle con todo su corazón y con toda su alma…” En esa traducción, el vínculo entre el escuchar y el obedecer es muy estrecho.
Jesús (Yeshúa) comenzó citando los pasajes que se reconocen hoy día como los dos más grandes mandamientos con esa declaración de fe en el único Dios verdadero. Si queremos tener una vida abundante, debemos comenzar por comprender, reconocer y dar lealtad al Dios de Israel. El primer paso es escuchar con el deseo de comprender, internalizar y obedecer.
A eso se refería Jesús en Marcos 12. Cuando se le preguntó cuál era el mayor de los mandamientos, inmediatamente citó el Shemá (v. 29). Lo más importante es reconocer a Dios, escucharle y obedecerle. En breve discutiremos el mandamiento de amarle con más detalle.
El Shemá es la oración central en la liturgia judía. Está entretejido en cada parte de la identidad judía. En Marcos 12, Jesús (Yeshúa) adjudicó esa misma centralidad e importancia para Sus seguidores de todas las generaciones.
Hasta el día de hoy, el Shemá es parte integral del servicio diario de oración en la sinagoga. Los judíos devotos hacen esa oración dos veces al día (mañana y tarde) durante toda su vida. Los padres hacen esa oración con sus hijos a la hora de acostarse. Es la primera oración que se enseña a cada niño judío, y es la última frase en los labios de cada judío moribundo.
Roi Klein fue un oficial en la Fuerza de Defensa Israelí. Durante la Segunda Guerra del Líbano, se encontró con dos de sus compañeros soldados cuando su unidad fue emboscada y les arrojaron una granada de mano. Klein gritó «¡Granada!» antes de tirarse sacrificialmente sobre el explosivo, amortiguando el golpe mortal con su cuerpo y salvando la vida de sus amigos. Sus últimas palabras fueron “Shemá Yisrael.”
En medio del horror, la tragedia y el martirio, por miles de años los judíos han elegido reconocer y jurar lealtad a Dios con sus últimos alientos de vida. Por ejemplo, durante el Holocausto, cuando hombres, mujeres y niños judíos eran llevados a su muerte en las cámaras de gas nazis, declaraban: “¡Shemá Yisrael!”
El rabino Avi Geller narra la siguiente historia sobre la identificación de niños judíos ocultos en un monasterio europeo después del Holocausto.
“Puedo identificar a todos sus niños que son judíos en dos minutos,” proclamó el rabino Eliezer Silver. Su larga barba y nuevo uniforme militar eran una extraña presencia en el monasterio de Cracovia [Polonia]. “¿En dos minutos? ¡Imposible!” declaró el padre Hugo. “Estos niños nos llegaron cuando eran bebés y no tienen la más mínima idea de que sean judíos. ¡Si puedes identificarlos, puedes tomarlos!”
Con una sonrisa en el rostro, el buen rabino continuó: “¿Entonces me darán dos minutos mañana a la hora del almuerzo?”
“No hay problema,” respondió el padre Hugo. Y el rabino se fue.
El rabino Silver había llegado a Polonia inmediatamente al final de la Segunda Guerra Mundial, decidido a localizar y extraer de alguna manera a los cientos (si no miles) de niños judíos albergados en los monasterios de Europa. Sus padres los habían colocado con familias no-judías, quienes luego decidieron minimizar su riesgo personal y los enviaron a diversos monasterios.
En Cracovia, el rabino Silver tenía información sobre 30 niños judíos que se encontraban en un monasterio en particular, y estaba decidido obtener su liberación.
El día siguiente a mediodía, se detuvo en el comedor del monasterio frente a 100 niños que almorzaban, quienes lo miraban con curiosidad. El rabino puso su mano sobre sus ojos y gritó las palabras del Shemá: “Escucha, oh Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.”
Inmediatamente, 30 niños pequeños comenzaron a llorar, “¡Mamá! ¡Mamá!” Lo que el rabino sabía (pero el sacerdote no) era que el último recuerdo que esos niños tendrían de su madre era esa recitación de la más famosa oración judía.
“Estos son los niños judíos,” proclamó el rabino.
“Puedes llevártelos,” respondió el Padre. Y otros 30 niños fueron reunidos con su herencia.
Jesús (Yeshúa) dijo que el mayor mandamiento es el amar a Dios con todo nuestro ser. Eso no se refiere a tenerle sólo un leve afecto. No es una mera admiración. Eso significa que todo nuestro ser está comprometido a amarle, al único Dios verdadero.
Cuando pienso en el verdadero amor, entiendo que no se puede amar a alguien a quien uno no conoce. Puedo admirarlo por su fama o su apariencia. Puedo leer sobre esa persona y encontrar mucha razón por elogiarla. Pero hasta que yo no la conozca, no la amaré verdaderamente. Mientras más conozcamos al Señor y mientras más Él se revele a nuestras vidas, incluyendo Su naturaleza y Su amor por nosotros, más lo podremos amar.
Eso evoca una pregunta: ¿Cómo podremos llegar a conocer a Dios? Así como en cualquier relación, debemos pasar suficiente tiempo con Él. Debemos aprender todo lo que podamos sobre Él. Debemos hablar con Él y escuchar cuando Él nos hable. El verdadero amor ama a los demás tal y como son, no como desearíamos que fuesen. La Biblia está llena de información sobre Dios. Desafortunadamente, a menudo miramos a Dios desde el lado de Su personalidad o carácter que más nos guste. Por ejemplo, Dios es amor y Dios es también juez. La mayoría de nosotros preferimos enfocarnos en Su parte amorosa. Pero Dios no es un Dios de amor en las Escrituras de los Apóstoles (Nuevo Testamento) y un Dios de juicio en el Tanaj (Antiguo Testamento). Él es un Dios de amor y también juez a través de toda la Biblia.
En Éxodo 34:6-7, Dios se describe a Sí mismo a Moisés: “Entonces pasó el SEÑOR por delante de él y proclamó: ‘El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable; que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación.’”
En ese pasaje donde Dios se autodefine a Sí mismo, vemos tanto Su amor como Su rectitud. Las fuentes judías dicen que hay 13 atributos de la misericordia de Dios en esos versos. (Nuestro estudio en septiembre de 2010 titulado “Conociendo y Amando a Dios” ofrece una discusión detallada de cada uno de esos 13 atributos.) Algunas de las principales características que Dios se auto-atribuye son: compasivo, clemente, lento para la ira, misericordioso, verdadero y perdonador del alma arrepentida. Así es como Dios se describe a Sí mismo, y esos atributos deben ser imitados por nosotros. En Gálatas 5: 22-23 leemos sobre el fruto del Espíritu, atributos que exhibe una persona que está creciendo en su madurez cristiana. Algunas de esas expresiones, como el amor, la paciencia, la fe y la bondad, son los mismos atributos de Dios que encontramos en Éxodo 34:6-7.
El segundo mandamiento es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Jesús (Yeshúa) citó la segunda mitad de Levítico 19:18, que dice: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR” (énfasis añadido).
En Lucas 10 leemos sobre un encuentro que Jesús tuvo con un abogado de la ley. Como parte de su conversación, el abogado citó a Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, los mismos pasajes que discutimos arriba. El abogado entonces preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” (Luc. 10:29). Jesús le respondió con la parábola del Buen Samaritano, terminando con esta pregunta: “¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” (v. 36). El abogado le respondió: “El que tuvo misericordia de él” (v. 37). La historia concluye con las palabras: “Ve y haz tú lo mismo” (v. 37).
Evidentemente, Jesús espera que tratemos a todos como nuestros prójimos y no sólo a los que viven cerca o en nuestra parte de la ciudad. Debemos demostrar amor, misericordia y cuidado hacia todos nuestros prójimos. Vivimos en un mundo de diversidad. ¿Quiere Dios que compartamos nuestro amor sólo con aquellos que son como nosotros? Ciertamente no. Los samaritanos eran vistos como el “otro” en tiempos de Jesús. Ellos no eran los receptores lógicos de su hermandad. De hecho, era raro que el pueblo judío se mezclara con los samaritanos. Al usar ese ejemplo sorprendente (para los oyentes originales) sobre quién era su “prójimo,” creo que Jesús nos enseñaba que cualquier ser humano es nuestro prójimo.
Le pido a Dios que me ayude a tratar a los demás de la misma manera en que Dios nos trata con tanta misericordia y gracia. En 1 Juan 4: 7-8 el apóstol exhorta: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.”
En Mateo 22:40, Jesús (Yeshúa) dijo: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.” Usando esa frase, seguía una práctica rabínica común, que era el uso de algunas palabras para aludir a todo el Tanaj (AT). Esa también era una forma en que Jesús afirmaba todas las Sagradas Escrituras. Recuerde que la Escritura en tiempos de Jesús y de los apóstoles era simplemente el Tanaj (AT), y que el proceso de canonización de los Escritos de los Apóstoles (NT) sólo ocurrió entre 325-400 d.C. Entonces, cuando el apóstol Pablo exhortó a Timoteo a utilizar la Escritura, ¿qué quiso decir? “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16). El apóstol se refería al Tanaj. Y para que nosotros tengamos verdadero éxito como seguidores de Jesús, nosotros también debemos amar, respetar y obedecer todas esas Escrituras.
¿Cree usted que las Escrituras están inspiradas por Dios? ¿Dios inspiró las ideas o inspiró las palabras? La manera en que usted responda a esa pregunta es importante. Los traductores de la Biblia generalmente parten desde una de ambas filosofías, o una combinación de ellas. Traducen el texto literalmente palabra por palabra (tanto como sea posible), o simplemente traducen ideas según serán recibidas por la audiencia actual. Por eso es que hay tantas diversas traducciones de la misma Escritura. Yo opino que Dios inspiró las propias palabras que fueron escritas en la Biblia. Por esa razón, le aliento a que busque una traducción literal en lugar de una traducción dinámica. Si utiliza una paráfrasis como La Biblia al Día, debe entender que en muchos sentidos es sólo un comentario sobre la Biblia en vez de las verdaderas palabras que Dios inspiró al apóstol Pablo y a otros para transmitir.
¿Por qué diría Jesús, “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas” (Mat. 22:40)? Creo que la respuesta es simple: cuando amamos a Dios y cuando amamos a los demás, automáticamente cumplimos el resto de la Escritura. Si amamos a alguien, no les robaremos ni codiciaremos sus posesiones o su esposa; no les mentiremos ni abusaremos de ellos; no los asaltaremos sexualmente ni los asesinaremos. Nos regocijaremos con los demás en su buena fortuna y los honraremos en todos los sentidos porque los amamos. Del mismo modo, no adoraremos a otros dioses si amamos a Dios con todo nuestro ser. No nos volveremos idólatras. Buscaremos seguir el camino y la dirección de Dios porque verdaderamente Le amamos profundamente.
Si usted realmente quiere tener éxito ante los ojos de Dios y en Su reino, estas son las claves del éxito: reconocer a Dios, al único Dios verdadero; escucharle con intención para obedecerle; amarle con todo su ser; amar a los demás tanto como a usted mismo; y elegir vivir su vida según la Escritura, la Palabra inspirada de Dios.
En Puentes para la Paz, somos cristianos quienes amamos a Jesús (Yeshúa). Leemos Sus palabras cuidadosamente con la certeza de que Él nos está dando un mensaje importante. Hemos elegido amar a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza. También amamos a otros: a creyentes o no-creyentes. Amamos a nuestros hermanos y hermanas cristianos de cualquier color y tribu del mundo. Él nos ha hecho un llamado especial para amar al pueblo judío con amor incondicional. Ese amor se expresa cuando alimentamos a los hambrientos y cuidamos a los niños, sobrevivientes del Holocausto e inmigrantes. Ayudamos a que los judíos regresen a Israel, les damos la bienvenida con regalos para sus hogares y los patrocinamos durante un año. Reparamos las casas de los necesitados, les ayudamos en tiempos de crisis, como durante los actuales ataques incendiarios, y ayudamos a restaurar los albergues contra bombas que tanto necesitan. Cristianos hacen todo eso para demostrar su amor al pueblo judío.
Le animo a que se sumerja en las Escrituras, la carta de amor de Dios para usted. Pida una revelación sobre quién es Él y Su gran amor por usted. Luego pídale que ponga Su amor en usted por los demás. Gracias por apoyar a Puentes para la Paz. Juntos extendemos el amor de Jesús (Yeshúa) a Israel.
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