Jesús (Yeshúa) nos enseñó un principio importante en Lucas 6:38: “Den, y les será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante, vaciarán en sus regazos. Porque con la medida con que midan, se les volverá a medir.” Los evangelios también cuentan la historia de un joven rico que vino a Jesús con preguntas sobre cómo obtener la vida eterna. Durante la conversación, Jesús le dijo que vendiera sus posesiones y las diera a los pobres. En Mateo 25, cuando Jesús habló sobre el juicio de las naciones, dijo que seremos juzgados según hemos tratado a los “más pequeños” de sus hermanos (vs. 40, 45). De hecho, cuidar de los necesitados es un hilo constante en la Biblia. En Isaías 58:10–11 leemos: “Y si te ofreces ayudar al hambriento, y sacias el deseo del afligido, entonces surgirá tu luz en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía. El SEÑOR te guiará continuamente, saciará tu deseo en los lugares áridos y dará vigor a tus huesos. Serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan.”
Creo que esa es una de las razones por las que Dios ha bendecido a Puentes para la Paz, a los miembros de nuestro equipo y a nuestros fieles donantes. En Puentes para la Paz extendemos diariamente una mano de amor a los necesitados en Israel. Muchos de ellos son nuevos inmigrantes, junto con sus hijos y nietos, que han venido desde los cuatro confines de la tierra porque escucharon el llamado del Señor en sus espíritus, según registrado por los profetas bíblicos. También ministramos a muchos sobrevivientes del Holocausto, quienes reciben regularmente regalos de comida y visitas por parte de nuestros voluntarios cristianos.
¿Puede usted imaginarse eso? Los sacos de comida que entregamos al otro lado de la puerta, el tiempo que pasamos sentados en sofás raídos en pequeños apartamentos, las manos nudosas que sostenemos mientras comparten sus corazones… Eso es mucho más que pollo, leche o vegetales para los ancianos. Muchos sobrevivientes del Holocausto creen que las atrocidades y el terror que experimentaron fueron perpetrados por los cristianos. Ahora, después de ese dolor, es nuestro llamado y nuestro privilegio como cristianos de llevar la luz del sol con nuestros sacos de alimento a sus pequeños y tristes apartamentos para brindarles amor incondicional, consuelo y compañía, de demostrarles el amor de Dios y de representarlos a ustedes, los cristianos, quienes aman a Dios y quieren ministrar al pueblo judío.
Lo hacemos porque amamos a Jesús (Yeshúa). Damos nuestras vidas al ministerio porque sabemos que el colaborar con Dios es nuestro más asombroso privilegio. En cambio, ¡Dios nos bendice! Gracias por ser parte de nuestro equipo. Juntos tocamos las vidas de manera profunda y significativa, cambiamos las actitudes de quienes están profundamente marcados por el dolor del pasado y reflejamos al Señor en nuestras acciones diarias. Sus regalos hacia nuestro Proyecto de Alimento nos permiten traer el sol, el ánimo y el amor a los más pequeños de los hermanos de Jesús.
Bendiciones desde Israel,
Rebecca J. Brimmer,
Presidenta Ejecutiva Internacional
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