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Dentro del hospital penitenciario más seguro de Israel

marzo 24, 2025

El sistema penitenciario israelí atiende a reclusos, incluidos terroristas de Nukba, desde el 7 de octubre (fotografía representativa).

En lo profundo de la Prisión de Ayalon, tras altos muros y pesadas puertas de hierro, se encuentra una de las instalaciones médicas más ocultas e inusuales de Israel: el hospital del Servicio de Prisiones de Israel.

La entrada se asemeja a la de cualquier pabellón de máxima seguridad: gruesas puertas metálicas, ventanas con barrotes y guardias de la prisión apostados a lo largo del pasillo. Pero una vez que la puerta se cierra tras uno, se vislumbra una realidad muy diferente. Amplias habitaciones con camas de hospital ordenadas, monitores médicos con pitidos de fondo y carros con equipo dispersos por los pasillos.

Actualmente hay 98 pacientes —entre enfermos y heridos— hospitalizados aquí. A pesar del zumbido constante de las máquinas, este no es un hospital común. Aquí nadie recibe el alta.

En la planta superior se encuentran terroristas peligrosos, incluyendo miembros de la fuerza de élite Nukhba de Hamás, implicados en la masacre del 7 de octubre en el sur de Israel. Debajo de ellos se encuentra la enfermería, donde se alojan los reclusos más graves: presos cuyas condiciones no pueden ser atendidas en las clínicas habituales de las prisiones, donde cumplen condena.

“La ley sobre el alta médica es extremadamente estricta y exige una prueba, de que el recluso se encuentra en sus últimos momentos”, explica el subcomisionado Dr. Dmitry Klutzky, director del hospital, al explicar por qué no se libera a estos reclusos en lugar de establecer un centro específico para ellos.

“Tengo un paciente con cáncer en estado grave, pero como podría vivir seis meses más, no puedo darle el alta. A veces incluso, los propios reclusos se niegan a ser liberados, porque no cuentan con el apoyo de su familia”.

Tratamiento de un terrorista de Nukhba

En los últimos meses, el Comisionado del Servicio Penitenciario de Israel, Kobi Yaakobi, ha dirigido esfuerzos para posicionar el hospital de la prisión, como un centro líder y avanzado, con el objetivo, en parte, de minimizar la necesidad de trasladar a los presos de seguridad fuera de la prisión.

“Estamos implementando varias iniciativas nuevas”, afirma el Dr. Klutzky. “En lugar de enviar a los reclusos de seguridad a consultas médicas externas, la prisión está desarrollando la capacidad de tratarlos internamente. Hemos construido un sistema médico integral, que incluye la capacidad de administrar transfusiones de sangre, para evitar que los terroristas sean trasladados al exterior. Con la ayuda de un importante hospital, recibimos unidades de sangre directamente en nuestras instalaciones”.

Según el Dr. Klutzky, “También hay bastantes reclusos de seguridad que necesitan cirugía ortopédica. Según la política actual, se someten a procedimientos en hospitales públicos, pero tras un breve período de recuperación, regresan a nuestra sala de hospitalización y no se les mantiene fuera de la prisión. Estamos haciendo todo lo posible para proteger la seguridad pública, sin dejar de ser humanos”.

Esa última observación, refleja la compleja situación que enfrenta el personal desde el 7 de octubre de 2023. “Las enfermeras aquí atendieron a los terroristas que perpetraron la masacre en el sur”, dice el Dr. Klutzky. “Hubo sesiones con psicólogos para procesarlo, porque te desgarra por dentro. Y aun así, somos médicos. A pesar de lo difícil que es, salvamos vidas”.

El director del hospital, quien se unió al Servicio Penitenciario hace 21 años y considera las instalaciones como su “hogar”, es consciente del sentir público: “Cuando me preguntan cómo puedo salvar la vida de un terrorista de Nukhba, respondo que no somos jueces ni ejecutamos sentencias, somos médicos. Incluso cuando cuesta aceptarlo, el deber médico prevalece sobre todo. Mi trabajo es salvar vidas, sin importar quién esté en la cama”.

Los funcionarios de defensa afirman que, esta labor de salvar vidas también tiene valor para la seguridad: un terrorista vivo y activo, puede ser interrogado y puede proporcionar información valiosa, como la ubicación de rehenes o los planes de grupos terroristas y otros operativos. “En los primeros días de la guerra, nos planteábamos muchas cuestiones morales: ¿cómo tratarlos? ¿Es correcto tratarlos?”, dice Yulia. “Lloramos, sentíamos dolor, pero al final, nos dijimos que esta es la misión que nos encomendó el sistema y que esto es lo que debemos hacer. Servimos en una organización jerárquica y hacemos nuestro trabajo igual que antes. Mi deber profesional triunfó”.

Yulia y su equipo se encuentran entre quienes atienden a terroristas de Nukhba, algunos de los cuales sufren graves lesiones ortopédicas, con extremidades destrozadas estabilizadas con varillas metálicas. Requieren atención de enfermería a tiempo completo, desde cambiar vendajes y atender necesidades básicas, hasta monitorear sus signos vitales. “Sé que la mano a la que le tomo la presión arterial, a la que le mido el pulso, cometió atrocidades”, dice.

Yulia recuerda: «Uno de los primeros terroristas de Nukhba que trajeron a nuestro hospital estaba postrado en cama, incapaz de levantar la cabeza. Tuve que sostenerle el vaso de agua para que pudiera tragar una pastilla y ayudarlo a beber, y eso me destrozó. Mostrar compasión por alguien así, sabiendo lo que hizo, era inimaginable. Es un violador y un asesino, y aun así, lo atendimos. Es un momento del que no me he recuperado. Recuerdo salir de la habitación después de atenderlo y romper a llorar».

Desde que supo del destino de Shiri Bibas y sus hijos, Ariel y Kfir, asesinados en cautiverio, Yulia dice que la carga emocional se ha hecho más profunda. «Después de todas nuestras esperanzas de que la familia pudiera salir con vida, algo dentro de mí se rompió», dice. «Ahora entro en la sala y es aún más difícil. Si había un propósito, ¿dónde está ahora? Son preguntas que nadie puede responder».

“Esta es mi última vez en prisión”

En la planta baja del hospital dentro de la prisión de Ayalon, se encuentra el pabellón penal. Aquí, entre las camas, no solo se mueve el personal médico sino también otros reclusos, incluidos aquellos que cumplen largas condenas; que optan por dedicar su tiempo a brindar atención cercana a los presos graves. Los alimentan, los bañan y los ayudan con sus necesidades diarias. Conocidos como “reclusos de apoyo”, su presencia sirve para recordar, que la prisión no es solo un lugar de castigo, sino que también tiene una función rehabilitadora, destinada a evitar que los reclusos regresen a sus andadas, una vez liberados.

“Es difícil encontrar personas dispuestas a asumir este rol”, dice el Dr. Klutzky, “pero hay reclusos que sienten que le da sentido a su tiempo. Ciertamente, no lo hacen por dinero”.

“Y.”, un recluso de Jerusalén Este que cumple una condena de cuatro años y medio por tráfico de armas, es uno de estos reclusos de apoyo. Esta es su tercera vez en prisión, pero afirma que este rol lo ha cambiado.

“Afuera, solía molestar a la gente, pero aquí me pasó algo”, le cuenta al Dr. Klutzky. “Me sentaba solo por las noches pensando en lo que había pasado y me di cuenta: ¿para qué hacer daño si podría ayudar?”.

“Se necesita una fuerza mental increíble para cambiar un pañal o cuidar a alguien indefenso”, dice. “Pero luego me doy cuenta de que no solo lo estoy haciendo, sino que realmente lo disfruto”.

El Dr. Klutzky escucha mientras el recluso continúa: “Tengo cuatro hijos y nunca les he cambiado un solo pañal. Y aquí estoy, cuidando a detenidos ancianos y postrados en cama, haciendo todo por ellos de la A a la Z. Uno tiene 70 años, otro tiene una discapacidad y no se puede mover; soy yo quien lo cuida. Me han dicho que podría ser cuidador afuera, y ya no me parece descabellado”.

“Quizás cuando salga, vuelva a estudiar y me convierta en enfermero”, dice. “Espero que esta sea mi última vez en prisión. Algo cambió en mí. Incluso mi familia está sorprendida por cómo hablo ahora. Siento que alguien tomó todo lo que tenía en la cabeza y lo tiró a la basura. Recomiendo a otros reclusos que se unan a este programa, pero no es para todos. Es una gran responsabilidad. Te cambia”.

 

ENFOQUE DE ORACIÓN: Oremos por los médicos y enfermeros que trabajan en las cárceles de Israel, quienes dejan de lado sus sentimientos personales hacia los pacientes que han cometido crímenes atroces y, en cambio, cumplen con su juramento de salvar vidas. Demos gracias por la oportunidad que tienen los presos de ofrecerse como voluntarios para cuidar a los pacientes presos. Oremos para que muchos reclusos sean como “Y”, quien ha experimentado un cambio de actitud gracias a su atención a los pacientes.

VERSO BÍBLICO: Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo… Tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de derribar, y tiempo de edificar”.

– Eclo 3:1,3 NBLA

 

Traducido por Chuy González – Voluntario en Puentes para la Paz    

 

Publicado en marzo 24, 2025

Fuente: Un artículo por Liran Tamari, originalmente publicado por Ynetnews, el 22 de marzo de 2025. (El vocabulario respecto al tiempo ha sido modificado para reflejarse en nuestra publicación del día de hoy). Puedes ver el artículo original en este link.

Fotografía por: Michael Coghlan from Adelaide, Australia/wikimedia.org

Fotografía con licencia: Wikimedia