El público israelí suele formar opiniones firmes sobre cuestiones sin comprender plenamente los detalles, y el esperado alto al fuego en el norte no es una excepción. El discurso público está lleno de voces que expresan duras críticas e incluso, enojo hacia el propuesto alto al fuego de 60 días a lo largo de la frontera norte.
De hecho, se espera que los residentes del norte de Israel organicen manifestaciones contra el acuerdo emergente. Muchos sienten una sensación de “déjà vu”, recordando los acontecimientos de 2006, y temen que Jizbolá pronto restablezca su presencia a lo largo de nuestra frontera. Existe un sentimiento generalizado de que estamos desaprovechando una oportunidad histórica de resolver de manera permanente, la amenaza persistente que plantean las fuerzas chiítas en la frontera norte.
Sus preocupaciones son válidas y exigen una respuesta meditada y amplia, no decisiones apresuradas que se tomen antes de comprender claramente la situación sobre el terreno, los detalles del acuerdo y las implicaciones y oportunidades que pueden presentar las nuevas circunstancias.
En primer lugar, debemos explorar la diferencia entre Gaza y el Líbano. En Gaza, los escalones políticos y militares de Israel asignaron a la guerra, un objetivo claro: “eliminar a Hamás como fuerza gubernamental y militar”. Ese objetivo requiere conquistar territorio en la Franja de Gaza, como de hecho, se está haciendo.
En el norte sin embargo, no es realista esperar que las Fuerzas de Defensa de Israel [FDI] desmantelen por completo a Jizbolá, sin tomar y mantener territorio —territorio que abarcaría todo el Líbano—.
En consecuencia, se ha fijado un objetivo diferente para el frente norte: permitir que los israelíes que viven cerca de la frontera regresen sanos y salvos a sus hogares.
Cualquier observador del conflicto tiene claro, que Israel ha asestado golpes importantes a Jizbolá y conserva la capacidad de seguir presionando a la organización que se ha atrincherado en el Líbano. En este momento, hay varias opciones clave disponibles:
La primera opción consiste en, movilizar elementos libaneses, en coordinación con la comunidad internacional, para disolver a Jizbolá como organización militar. Este esfuerzo estaría en consonancia con los objetivos de la Resolución 1559 de la ONU o, como mínimo, conduciría al desmantelamiento de la infraestructura de Jizbolá en el sur del Líbano.
Independientemente del enfoque que se adopte, la libertad de acción de Israel debe ser salvaguardada para garantizar que Jizbolá no pueda recuperar su fuerza en el futuro. Esta es una condición fundamental para cualquier acuerdo. Nuestra seguridad debe permanecer firmemente bajo nuestro control.
En cualquier escenario en que el Líbano no pueda impedir un resurgimiento de Jizbolá, la respuesta debe ser una acción decisiva de las Fuerzas de Defensa de Israel, para frustrar cualquier intento de reconstruir la fuerza de la organización. Jizbolá no debe poder recuperarse, ni siquiera más allá del río Litani.
Dos estrategias alternativas podrían involucrar a elementos libaneses en el desmantelamiento de Jizbolá: la zanahoria y el garrote. Personalmente, soy partidario del garrote, un enfoque en el que se ataca primero la infraestructura del estado libanés, enviando un mensaje claro de que Israel no hace distinción entre Líbano y Jizbolá.
El Líbano debería enfrentar una penalización significativa, que obligaría a otras facciones a trabajar activamente por la disolución de Jizbolá, para evitar el alto precio que Israel les impondría.
Contrariamente a muchas opiniones, incluida la mía, el gobierno israelí eligió el enfoque de la zanahoria. El mensaje enviado a todas las facciones libanesas es que la guerra está dirigida únicamente contra Jizbolá, no contra ellas. Israel está ofreciendo diálogo para colaborar en el desmantelamiento de Jizbolá y está comprometido a debilitar al grupo hasta el punto en que, otras fuerzas puedan entrar en acción. Queda por ver si la estrategia de la zanahoria resultará efectiva; sólo el tiempo lo dirá.
Otra ventaja de esta estrategia es que, gradualmente construye una legitimidad internacional más amplia para la acción militar israelí. Desde que adoptó la estrategia de la zanahoria, Israel ha mantenido un diálogo con diversas facciones libanesas. Por lo tanto, cualquier cambio abrupto en la estrategia, en particular el inicio de ataques a la infraestructura, socavaría nuestros esfuerzos y rendiría pocos beneficios.
La estrategia elegida debe mantenerse para garantizar la coherencia, demostrando firmeza en su ejecución.
El enfoque de Israel para gestionar los acontecimientos, considera que cualquier alto al fuego será temporal, a la espera del regreso de Trump a la Casa Blanca. En lugar de señalar la permanencia, ofrecerá flexibilidad para la toma de decisiones futuras. En esta etapa, la responsabilidad recaerá en el Líbano y la comunidad internacional, para demostrar su compromiso desmantelando la infraestructura de Jizbolá en el sur del Líbano, en un plazo de 60 días.
Este proceso será crucial para crear las condiciones para el regreso seguro de nuestros residentes del norte a sus hogares, al tiempo que supone una severa humillación para Jizbolá. Esa humillación no sólo es importante para nuestro sentido de orgullo, sino más importante aún, porque la cultura de nuestra región, considera la capacidad de hacer alarde públicamente como una victoria; como una señal de fuerza y disuasión creíble.
Mantener la estrategia elegida
Otra consideración clave, es la conclusión exitosa de la operación terrestre de las FDI, y el redespliegue posterior de fuerzas, al teatro de operaciones de Gaza. Es crucial recordar que todavía hay rehenes retenidos allí, y la misión de desmantelar a Hamás sigue sin terminar. Estratégicamente, estabilizar un frente, tiene sentido para preparar una ofensiva más amplia, que ponga fin decisivamente a los combates en el segundo frente de una vez por todas.
En este contexto, es importante reconocer que el foco principal del ataque debe desplazarse hacia el frente iraní, con esfuerzos dirigidos a convencer a la administración Trump de que, emprenda una acción militar contra el régimen de los ayatolás.
Esta necesidad surge de la necesidad crítica de desmantelar el programa nuclear iraní, y eliminar por completo la amenaza que representa; un peligro existencial que exige el derrocamiento del eje chiíta. En consecuencia, la derrota de Jizbolá está inextricablemente vinculada a Teherán.
En conclusión, debemos defender el principio que hace que nuestros sacrificios tengan sentido: mantener el control sobre nuestra propia seguridad. Es imperativo crear condiciones que impidan permanentemente, que Jizbolá recupere la capacidad de amenazar a nuestras comunidades y ciudadanos.
Publicado en diciembre 2, 2024
Fotografía por: Hassan Ghaedi/ Fars Media Corporation/wikimedia.org
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