por: Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional
Jesús (Yeshúa) dijo que el segundo mandamiento más importante es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Él citaba la segunda mitad de Levítico 19:18, que dice: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR” (énfasis añadido).
Cuando Jesús pronunció esas palabras, hablaba con un hombre judío del primer siglo. Sus palabras no sonaron revolucionarias ni nuevas en esos momentos. Eran la reafirmación de una verdad ya revelada en la Torá (Gén. a Deut.), que enseña que debemos amar a Dios y a los demás. Luego el texto da algunas formas prácticas de amar.
Una enciclopedia para niños judíos, My Jewish World [Mi Mundo Judío], describe ese verso diciendo: “Esta ley es la base para todas las demás leyes que prohíben el trato injusto y el guardar rencor, y enfatiza el interés por los indefensos.”
En el artículo de Wikipedia, Jewish Views on Love [Perspectivas Judías sobre el Amor], leemos: “Uno de los mandamientos fundamentales del judaísmo es que amemos al prójimo como a nosotros mismos” (Lev. 19:18), a veces llamado el Gran Mandamiento. Este mandamiento se encuentra en el centro del libro que está en el centro de la Torá.”
Ambos rabinos judíos Akiva y Hillel enseñaron que amar al prójimo era lo más importante. Hillel es famoso por haber dicho: “Lo que no quieres que te hagan a ti, no lo hagas a otros. Esa es toda la ley. El resto es comentario. Ahora ve y aprende.
El ministerio de Jesús ocurrió poco después del tiempo del rabino Hillel, y Jesús habría estado muy familiarizado con su enseñanza. Jesús probablemente adaptó la declaración de Hillel cuando dijo: “Por eso, todo cuanto quieran que los hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas” (Mat. 7:12).
Jesús formaba parte de un sistema de fe basado en el Tanaj (Antiguo Testamento) que alentaba el estudio, el debate y las acciones de fe. Jesús nunca rechazó las enseñanzas de la Biblia. Más bien, trató de alentar a la gente para que comprendiesen las verdades de la Palabra de Dios y las incorporasen en la vida diaria.
A veces, el amar al prójimo puede ser algo difícil. Algunos tienen la bendición de tener buenos vecinos y otros…no tanto. Para cumplir verdaderamente con este mandamiento, debemos amar a gente que no nos quiera, que nos enoje y que nos pueda causar dificultades, no sólo a quienes nos caigan bien.
Esa es una pregunta que ha sido de gran interés para el pueblo judío. Muchas discusiones y teorías han sido propuestas. Algunos opinan que su prójimo es cualquier judío. Otros, sin embargo, consideran que su prójimo es todo ser humano, aunque algunos excluyen a los idólatras.
Durante el primer siglo, eso también era tema de gran interés. En Lucas 10, Jesús (Yeshúa) tuvo un encuentro con un abogado, y como parte de la conversación, el abogado citó a Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, el mismo pasaje mencionado arriba. El abogado le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” (Luc. 10:29). Jesús respondió con la parábola del buen samaritano, terminando con las palabras: “¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” (v. 36). El abogado respondió: “El que tuvo misericordia de él” (v. 37). Jesús concluyó la historia con las palabras: “Ve y haz tú lo mismo” (v. 37).
De esta historia queda claro que Jesús esperaba que tratáramos a todos como nuestros prójimos, no sólo a nuestros vecinos cercanos o en nuestra parte de la ciudad, o con quienes compartimos una misma cultura o asisten a nuestra propia congregación. Debemos mostrar amor, misericordia y cuidado a todos nuestros prójimos, incluso a aquellos que percibimos como nuestros enemigos. Vivimos en un mundo de diversidad. ¿Dios quiere que compartamos nuestro amor sólo con aquellos que son como nosotros? Claro que no. Los samaritanos eran vistos como los “otros” durante la época de Jesús. No los consideraban como dignos de recibir su amor. De hecho, era raro que el pueblo judío se mezclara con los samaritanos. Al usar este ejemplo impactante (para los oyentes originales) sobre su “prójimo” samaritano, creo que Jesús también nos enseña a nosotros que todos los seres humanos son nuestros prójimos, especialmente los que son diferentes y que incluso pueden ser vistos como nuestros enemigos.
Refiriéndose nuevamente a Levítico 19:18, Jesús dijo: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.’ Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos?…Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mat. 5:43–48).
Aunque la frase «odiarás a tu enemigo» no aparece en la Torá (Gen. a Deut.), aparentemente era una enseñanza aceptada de la época. Jesús se opuso a esa explicación o comentario, y enseñó claramente que debemos amar a nuestros enemigos, sin duda un mandamiento muy impactante y desafiante.
Probablemente el pasaje más conocido sobre el amor se encuentra en 1 Corintios 13. Este pasaje se usa a menudo en ceremonias de boda, pero su intención nunca fue que sirviera como palabras bonitas para ocasiones especiales. Por el contrario, esas son palabras para aplicarse a la vida, y son muy prácticas y elevadas. Son una receta para tener relaciones humanas exitosas. Además, el apóstol Pablo dijo que el amor es de suma importancia, y concluyó: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza, el amor: estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Cor. 13:13).
La Biblia dice esto acerca de la fe: “Y sin fe es imposible agradar a Dios. Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que recompensa a los que Lo buscan” (Heb. 11:6). También dice lo siguiente sobre la esperanza: “Bienaventurado aquél cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el SEÑOR su Dios, que hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que guarda la verdad para siempre” (Sal. 146:5-6). Sin embargo, por importante que sean la fe y la esperanza, el amor los supera enormemente.
El amor descrito en 1 Corintios 13 es el amor en acción. No es egoísta. No se trata de la autosatisfacción. Ese amor es 100% generoso con los demás. La palabra en griego es ágape. En la Biblia de Estudio Nelson, dice: “Esta palabra, ágape, describe el amor que se basa en la decisión deliberada de una persona que ama, en lugar de cualquier mérito de la persona amada. Ese tipo de amor va en contra de toda inclinación humana natural. Es un tipo de amor generoso, desinteresado, que no espera nada a cambio.”
Juan también habló sobre el amor, diciendo sin rodeos que si no amamos a las personas, entonces no amamos a Dios. “Si alguien dice: ‘Yo amo a Dios,’ pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn. 4: 20–21).
A medida que exploramos esta idea del amor, puede parecernos una meta casi imposible de alcanzar. ¿Cómo puede alguien amar a sus enemigos? ¿Cómo incluso podemos amar a nuestras familias con amor desinteresado? ¿Cómo podemos amar verdaderamente a Dios? ¿Hay alguna esperanza de que podamos cumplir el mayor mandamiento de todos? Sí, pero es un esfuerzo de toda la vida. No es un paso a través de la ventanilla rápida espiritual. Comienza con conocer a Dios, reconocer Su señorío y entrar en comunión con Él. Luego Dios trabaja en nuestros corazones y vidas.
Juan dice: “Y en esto sabemos que Lo hemos llegado a conocer: si guardamos Sus mandamientos. El que dice: ‘Yo Lo he llegado a conocer,’ y no guarda Sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero el que guarda Su palabra, en él verdaderamente se ha perfeccionado el amor de Dios. En esto sabemos que estamos en El” (1 Jn. 2:3–5). Continúa advirtiendo: “El que dice que está en la Luz y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la Luz y no hay causa de tropiezo en él” (1 Jn. 2:9-10).
Eso implica tomar miles de decisiones cada día y a cada hora. Debemos tomar deliberadamente la acción de amar. Cuando mi esposo era pastor de jóvenes, recuerdo que enseñaba a los adolescentes sobre el amor. Decía: “El amor no es una emoción, el amor es una decisión.” Necesitamos hacer del amor una prioridad en nuestras vidas, eligiendo repetidamente actuar en amor hacia quienes nos rodean: nuestras familias, la familia de la iglesia, los que viven a nuestro alrededor, extraños con los que nos encontramos e incluso aquellos que nos tratan con odio.
Jesús (Yeshúa) dijo: “Un mandamiento nuevo les doy: ‘que se amen los unos a los otros;’ que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros” (Jn. 13:34–35).
Lamentablemente, muchos cristianos han reprobado el examen del amor. Históricamente, el pueblo judío no ha experimentado mucho amor por parte de los cristianos. Hoy día, Dios llama a los verdaderos seguidores de Jesús para que amen al pueblo judío. En Puentes para la Paz, nuestro objetivo es demostrar el amor de Dios al pueblo de Israel a través de nuestras expresiones prácticas de amor.
Le animo a demostrar su amor a sus vecinos de manera práctica. “Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).
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