Antiguas Lecciones para la Iglesia Moderna

por: Cheryl L. Hauer, Directora de Desarrollo Internacional

Manuscript with wax seal on a wooden table

Foto: Roman Sigaev / shutterstock.com

Pocos autores bíblicos han sido tan controversiales, y quizás tan mal comprendidos, como Pablo. Ordenado por el Señor para ser apóstol al mundo gentil, su tarea era enorme y ciertamente presentaba grandes problemas. Identificándose a sí mismo como «fariseo de fariseos,» las cartas de Pablo aclaran que siempre mantuvo su identidad como judío durante toda su vida y ministerio. Tenía la tarea de alcanzar a culturas empapadas en el paganismo, pero a la vez tenía que ayudar a la Iglesia con su continuo crecimiento numérico de personas judías y gentiles, fuesen prosélitos o paganos, quienes se unían a esa comunidad de creyentes. Así, Pablo era constructor de puentes, pero tal parece que la controversia también era un acompañante constante.

A medida que el cristianismo se difundía fuera de las fronteras de Israel, Pablo compartía un mensaje sobre el amor universal de Dios a quienes se hallaban fuera de la ciudadanía de Israel. En su libro titulado Paul, the Jewish Theologian [Pablo, el Teólogo Judío], el autor Brad Young explica: «Las enseñanzas de Pablo decían que los que ‘estaban lejos de la salvación de los judíos’ habían sido ‘hechos cercanos’ en Cristo. El Único Dios no es Dios de un sólo pueblo; alcanza a todo hombre, a toda mujer y a toda nación. El amor universal no permite que se excluya a ningún prójimo de dicha comunidad.»

Incluso, Pablo enseñaba que los conversos gentiles, a diferencia de los prosélitos que se convertían al judaísmo antes de ser cristianos, no tenían que circuncidarse antes de alcanzar la salvación. La salvación prometida a Israel era accesible a toda persona por medio de la obra de Jesucristo. Sin embargo, una vez que los anteriores paganos se unían a la comunidad de creyentes, se esperaba que cumpliesen con el mismo estándar de conducta recta según la Torá exigía de los judíos.

Aunque los gentiles conversos estaban exentos del requisito de la circuncisión, todos los creyentes eran llamados a conducir unas vidas santas y agradables a Dios, dejando atrás sus prácticas paganas que antes los gobernaban. Eso era algo muy difícil para muchos, y gran parte de los escritos de Pablo hacían referencia a esas congregaciones que luchaban con librarse de su pasado y con limpiarse de prácticas paganas que habían introducido a la Iglesia.

Ese era el caso de la iglesia en Corinto. Así como Pablo se podía llamar «fariseo de fariseos,» cada creyente en Corinto se podía describir como «pagano de paganos.» Los dioses paganos y las prácticas malvadas eran muy prevalentes en la ciudad de Corinto, y esa influencia plagaba a la incipiente iglesia. Mientras Pablo expresaba su sentimiento a esos nuevos creyentes con palabras de ánimo, instrucción y reprimenda, no debemos ignorar la relevancia que puedan tener tales expresiones para la Iglesia moderna. Si Pablo estuviese escribiendo a los cristianos hoy día, ¿cómo se parecerían sus palabras a las que dirigió hace dos mil años a los antiguos creyentes corintios?

La Vida en Corinto

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Foto: William Faden / wikipedia.org

La ciudad de Corinto experimentó su edad de oro varios siglos antes de que Pablo llegara a la escena. Una guerra desastrosa dejó a la ciudad en ruinas, o por lo menos en estado deteriorado, por varios siglos. Pero el emperador Julio César ordenó que la ciudad fuese reconstruida en el año 45 a.C. como una colonia romana, y volvió a su lugar de importancia. Fue nombrada como capital de la provincia romana de Acaya, reconstruyeron sus templos, comercios y mercados, erigieron edificios públicos y desarrollaron un nuevo sistema de acueductos. Para el 1er siglo d.C., el centro comercial en Corinto era más grande que cualquier otro en Roma, y cuando llegó Pablo, era una de las ciudades más importantes en la región.

El libro de Hechos nos dice que, luego de predicar y enseñar en Atenas, Pablo entonces viajó 50 millas [80.5 km] hasta Corinto. Situado cerca de un istmo que formaba un puente terrestre entre Grecia y el Peloponeso, Corinto controlaba dos puertos marítimos y todo el comercio entre Asia y Roma. Por lo tanto, no era meramente un lugar de residencia para miles de griegos y romanos, sino que también era un centro comercial y turístico.

Ya que Corinto era poblado por marineros, traficantes, comerciantes y turistas, la ciudad era un centro muy activo y hogar para toda clase de maldad imaginable. La antigua palabra griega por inmoralidad era corinthiazesthia, que literalmente significa «vida a estilo corintio.» El término «mujer corintia» era comúnmente usado en referencia a una prostituta.

El libertinaje y la inmoralidad eran prácticas comunes de su vida diaria, y los templos paganos dominaban el paisaje. La prostitución en los templos era la profesión más remunerada, y los historiadores informan que literalmente miles de «mujeres corintias» residían en los templos paganos o caminaban por las calles de la ciudad. Allí llegó Pablo aproximadamente en el año 50 d.C. para compartir las buenas noticias de salvación. Y allí fue donde repetidamente confrontó los males del paganismo que aún plagaban a la nueva congregación.

También fue allí donde Pablo vivió por más tiempo que en cualquiera otra ciudad de Asia, quizás con la excepción de Éfeso. Pablo y sus acompañantes habían visitado muchas grandes ciudades en las provincias de Asia, donde predicaban, enseñaban y hacían discípulos para el cristianismo y en la fundación de nuevas congregaciones. Usualmente se quedaban sólo el tiempo necesario para identificar algún liderato y establecer los fundamentos de cada iglesia local, y luego el equipo continuaba su camino. Sin embargo, Corinto tiene una historia diferente. Pablo hizo residencia allí, compartiendo su vida con los creyentes corintios por casi dos años, mientras también compartía el evangelio de Jesús con la población transeúnte.

Prácticas Idólatras = Cosmovisión Pagana

Aunque existían literalmente cientos de lugares para la adoración pagana en Corinto, desde pequeños santuarios hasta enormes y lujosos templos, y con un panteón de muchos dioses, hubo algunas deidades paganas cuyas prácticas religiosas ejercían más influencia sobre los antiguos corintios que otras. Y aunque modernamente no vemos las mismas prácticas ritualistas de antes, muchas de las actitudes hacia la inmoralidad y una errónea creencia sobre la libertad aún existen en la actualidad, no tan sólo en el mundo sino también en la Iglesia. Un breve análisis de cinco deidades y sus ritos paganos correspondientes nos hará comprender mejor las luchas que existían en la iglesia de Corinto, las dificultades que enfrentaba Pablo para enseñar una cosmovisión bíblica sobre la conducta recta, y otros retos difíciles que aún enfrentan nuestros creyentes modernos.

El corazón de Pablo se dolía por los corintios, según vemos en 1 Corintios 6:9-11. Luego de una larga residencia entre ellos, se mudó nuevamente a Éfeso. Desde allí debió haber escrito esta carta, con algunos de los mismos problemas que pensó haber resuelto previamente. «¿O no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios?»exclama la carta casi en tono incrédulo de que dichos cristianos no estuviesen apercibidos de las consecuencias espirituales en continuar su conducta inmoral: «No se dejen engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Y esto eran algunos de ustedes; pero fueron lavados, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.»

1. Afrodita: diosa del libertinaje sexual

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Foto: Marie-Lan Nguyen wikipedia.org

El templo de Afrodita dominaba a la ciudad desde los riscos pedregosos del istmo. Ella era conocida como la diosa del amor, aunque las ideas y actividades que representaba nada tenían que ver con el amor, sino con la lujuria y el libertinaje. También era conocida como la protectora de los viajantes, los marineros y los comerciantes que visitaban desde todas partes del mundo. Por algún tiempo, narran los historiadores, su templo era ocupado por miles de prostitutas, aunque para la época de Pablo, los prostíbulos auspiciados por el gobierno, subvencionados con los impuestos tomados de las prostitutas del templo, habían reducido un poco la actividad sexual en el templo de Afrodita.

Pero el sello de aprobación de Afrodita sobre cualquier cosa libertina era lo que permeaba la cultura. Ya fuese que uno procuraba los servicios de una prostituta en el templo o en un prostíbulo del gobierno, o los solicitaba en los centros de prostitución infantil, no sentían vergüenza por ningún tipo de inmoralidad sexual. La homosexualidad, sodomía y fornicación eran la norma. El mensaje de Pablo sobre la pureza sexual distanciaba a los creyentes de los demás. Su creencia en la monogamia, heterosexualidad y santidad del matrimonio los ponía en oposición a las normas culturales dominantes. Pablo deseaba de todo corazón que los creyentes corintios comprendiesen la verdadera libertad en Cristo, quien les daba libertad para seguir una vida recta y agradable a Dios en vez de vivir en libertinaje pecaminoso.

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Foto: Livioandronico2013 wikipedia.org

2. Apolo: dios del entretenimiento y la juventud

El templo de Apolo se encontraba sobre un monte con vista panorámica al foro principal de la ciudad de Corinto. Cuando Pablo vivía allí, ya había perdido parte de su previa gloria. Sin embargo, los muchos seguidores de Apolo permanecían fieles, y su influencia se podía sentir en cada aspecto de la vida corintia. Conocido a veces como ‘El Brillante’, lo percibían como ejemplo de luz, juventud eterna, salud y conocimiento. También lo veneraban como el dios de la verdad. De la manera en que la adoración a Afrodita perpetuaba el libertinaje sexual, la adoración a Apolo fomentaba la búsqueda personal de iluminación, aunque cada cual procuraba su propia verdad, su propio camino y su propia realidad espiritual. La verdad era relativa, y mientras más joven, fuerte y saludable fuese una persona, mayor probabilidad tenía de ser también espiritualmente vigoroso.

En ambas cartas a los corintios, Pablo repetidamente les enfatizó sobre la Unicidad de Dios, contradiciendo la creencia en un pluralismo religioso. Por medio de su vida ejemplar entre ellos, sus incontables referencias a las enseñanzas de la Torá y sus cartas personales, Pablo defendió firmemente la verdad de Dios, la verdad bíblica. Siendo judío, frecuentemente recitaría el Shemá (Deut. 6:4), proclamando su convicción de que había un sólo Dios. De esa manera, también seguía el ejemplo y las instrucciones no sólo de sus antepasados, sino también de su Mesías judío, Jesús.

3. Asclepio: dios de la sanidad

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Foto: Michael F. Mehnert wikipedia.org

Para tiempos de Pablo, la gente de todas partes del mundo conocido viajaba al templo de Asclepio, localizado un poco fuera de la ciudad de Corinto, para recibir sanidad de ese dios pagano y de sus hijas: Higía, diosa de la salubridad, limpieza e higiene; Yaso, diosa de la recuperación; Aceso, diosa del proceso de sanidad; Egle, diosa de la belleza y magnificencia; y Panacea, diosa del remedio universal.

Los devotos llegaban al templo con sus peticiones y traían réplicas de cualquier parte del cuerpo que necesitaran ser sanados. Como parte del rito, esas partes del cuerpo eran colgadas alrededor del templo mientras ofrecían sus oraciones y ofrendas. Los arqueólogos han encontrado cientos de artefactos en barro dedicados a Asclepio en forma de manos, pies, senos, piernas y otros órganos.

Algunos eruditos han sugerido que Pablo aludió a esos artefactos cuando dijo en 1 Corintios que las partes individuales del cuerpo carecen de propósito sin el resto del cuerpo, recordándoles que Dios fue quien creó al cuerpo de manera sinérgica, de forma tal que el sufrimiento de una parte ocasiona el sufrimiento del resto. Para aquellos que conocían el templo de Asclepio, eso pudiese ser una poderosa herramienta visual mientras Pablo enseñaba sobre el Cuerpo de los creyentes.

Aunque la adoración a Asclepio perpetuaba la creencia en sanidad y salud aparte del único y verdadero Dios, la adoración a sus hijas era igualmente perjudicial. Higía fomentaba una obsesión absoluta respecto a la limpieza y dieta, Egle fomentaba una obsesión con la belleza física y la apariencia, mientras que los adoradores de Panacea creían que la diosa poseía la llave al remedio universal que les sanaría de cualquier enfermedad, sin requerir nada del devoto.

4. Cibeles: la gran diosa madre

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Foto: Chris O – wikipedia.org

Esta diosa pagana de mitología griega narra que Cibeles, la diosa madre, se enamoró de un pastor mortal llamado Atis. Cuando Atis le fue infiel, Cibeles usó sus poderes para enloquecerlo, y en tal estado de locura se castró a sí mismo y murió. Embargada por el dolor, Cibeles restauró la vida a Atis, evento que afectó a todo el mundo natural, según narra el mito.

Las prácticas de ese culto pagano eran extremas. Los sacerdotes se enloquecían en éxtasis por medio de la música y danza, y se cortaban los cuerpos con cuchillos y trozos de vidrio, creyendo que ese dolor y desfiguramiento les haría alcanzar un nivel superior de espiritualidad y obtendrían poderes para controlar las vidas de sus devotos. La música del ritual era provista por nuevos devotos que sonaban tambores y címbalos. Aunque las prácticas de ese ritual no afectaban a la sociedad en general como otras, eran bien conocidas.

La referencia de Pablo a metales que suenan y címbalos que retiñen en 1 Corintios 13 tendría un efecto poderoso sobre la audiencia corintia. Nada es más importante que el amor, dijo Pablo. No hay poder en las experiencias místicas ni en la auto-mutilación. Esas palabras pudiesen recordar a sus lectores sobre los ritos sanguinarios a Cibeles que quizás hubiesen visto o participado en ellos.

Mientras Pablo continuó describiendo el verdadero amor, las profundas diferencias entre el fiero y vano culto pagano a Cibeles y el verdadero Dios de Israel hubiesen quedado claramente ilustradas. Brad Young declara lo siguiente: «Sin el amor, las más poderosas manifestaciones y experiencias espirituales son totalmente insignificantes. Ciertamente, las palabras de Pablo se parecen mucho a las de Jesús, registradas en el evangelio de Juan, que dicen: ‘En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros’ (Juan 13:35).»

5. Dionisio: el dios del vino

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Foto: Marcus Aurelius – wikipedia

El rito más popular en el panteón griego era el culto a Dionisio, lo que a veces se ha descrito como una fiesta de desenfreno. El vino, a veces conteniendo otras drogas más poderosas, era usado para que los participantes del rito dejaran a un lado sus inhibiciones y alcanzaran unos estados de éxtasis. Los devotos bailaban, bebían, practicaban la promiscuidad sexual y varias formas de nudismo y otras conductas lascivas. Ellos creían que sólo en ese estado de frenesí uno podía tener comunión con su dios.

El culto a Dionisio no sólo era prevalente en Corinto, sino que se realizaba en muchos lugares del antiguo mundo con alborotosas borracheras, conducta estruendosa y estallidos ruidosos. Documentos antiguos detallan sus prácticas de sacrificios rituales hasta cinco veces al día. Los ritos eran acompañados de gritos y vítores, sonido de címbalos, e incluso a veces sacrificios humanos.

Hay muchas indicaciones de que las religiones paganas de ese tiempo ejercían una poderosa influencia sobre los nuevos creyentes en Corinto, creando confusión y hasta divisiones en el cuerpo. Los conversos se sentían incómodos respecto a carne ofrecida a los ídolos; se les tenía que recordar a que no asistan a las cenas en los templos paganos; había borracheras en sus celebraciones espirituales; se practicaban pecados sexuales de la peor clase sin reprensión. Sus servicios de adoración parecían estar marcados por la misma conducta estruendosa y el caos que prevalecía durante los ritos paganos. Pablo les tuvo que exhortar sobre ejercer el auto-control y el orden como norma durante sus servicios de adoración cristiana.

La influencia que ejercía cada uno de esos dioses sobre la sociedad pagana no se limitaba sólo a las prácticas durante sus respectivos ritos. Sus prácticas socialmente aceptables se habían convertido en la norma, sin estigma negativo alguno. Además, la cosmovisión prevalente de ese tiempo reflejaba el mismo libertinaje y la pecaminosidad que vemos en nuestra sociedad occidental moderna.

Caminando una Fina Cuerda Hebraica

Siendo Pablo un rabino judío de tradición farisea, él conocía muy bien sobre la importancia de una buena comprensión de la Ley y de un compromiso total para vivir una vida agradable a Dios, no sólo para esta vida sino para la vida venidera. Si los corintios iban a ser verdaderos discípulos de Yeshúa, necesitarían hacer un masivo cambio en su paradigma de pensar. Habían aceptado a Yeshúa, lo había reconocido como su Salvador, creían que había hecho el sacrificio máximo por ellos en la cruz. Pero eso no automáticamente borraba su historia ni quitaba su destructiva cosmovisión pagana, porque ellos nunca habían tenido un fundamento moral para vivir una vida santa. Eran forasteros a la Torá.

Según Brad Young, «Pablo creía que cada ser humano experimentaría la gracia abundante de Dios o la divina ira en el día de retribución. Cuando trataba con los principales asuntos de sus días, afirmaba la validez de la Torá en sus enseñanzas y en su teología práctica. Citaba la Biblia a menudo, y frecuentemente discutía su aplicación en la vida de los corintios. Hablaba constantemente sobre la Torá. Tal incesante ocupación con el fundamento bíblico en sus creencias y la forma conceptual de ver su teología interactiva pudiese describirse como apasionada. Pablo era un teólogo judío. Era un fariseo, y sabía que la única respuesta para la santificación de los corintios para alcanzar sabiduría y dirección se encontraba en la Torá

Por otro lado, Pablo estaba convencido de que dichos creyentes previamente paganos se podían convertir en verdaderos seguidores de Yeshúa, y por ende en seguidores de la Torá, sin hacerse judíos. Seguramente, cuando Pablo vivió entre ellos, les habrá compartido sobre sus tradiciones judías. Las fiestas de amor que mencionaba en sus cartas pudieron haberse realizado durante los días de shabat (o sábado). Les pudo haber explicado el ciclo de fiestas que se describen en el libro de Levítico, y les compartiría sobre el gozo que produce la celebración de cada una. Pero Pablo nunca hubiera obligado a que esos creyentes gentiles guardasen la tradición judía. Simplemente estaba comprometido con ayudarles a descubrir la esencia de la Torá, y el corazón y el carácter de Dios.

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Foto: IngridHS shutterstock.com

Pablo quería que los corintios reconocieran que estaban hechos a imagen de Dios, y les enseñó a que el amor de Cristo debería ser su enfoque principal. Los animó a procurar los dones de Dios por causa de ese amor y el deseo de ayudar más eficientemente a los que estaban en necesidad. Quería que viesen que el amor era el camino más excelente. El amor tenía que caracterizar el ministerio de cada cristiano individual, además de la comunidad cristiana en su totalidad. El amor debería ser la base ministerial para la congregación local.

Pablo creía que cuando los corintios conociesen al increíblemente poderoso, fiel y amoroso Dios de Israel, y lo compararan con las viles y despiadadas deidades paganas a las que una vez servían, sus vidas cambiarían. Cuando ellos reconocieran el valor de la vida humana, la santidad del matrimonio, la importancia de la pureza sexual y la sobriedad… su cosmovisión sería reemplazada y sus mentes transformadas por Yeshúa. La Palabra de Dios era la respuesta para eso.

Afortunadamente, las religiones y prácticas paganas que prevalecían en Corinto ya casi no existen en nuestro mundo occidental. Pero algunas de las ideas y los asuntos que plagaban a los primeros creyentes corintios han infiltrado a nuestras iglesias hoy día. La impureza sexual, la homosexualidad, el menosprecio por las Escrituras, la obsesión con la apariencia física, el aborto, los desórdenes alimenticios, el divorcio y el abuso de drogas han infiltrado nuestras congregaciones modernas.

El llanto que sentía Pablo en el corazón por los corintios es tan válido como por nosotros hoy día. Nuestro Dios es un Dios de amor, misericordia, paciencia y compasión. Pero también es un Dios que requiere un estándar de conducta recta por parte de todos sus fieles seguidores. Pablo pidió a los corintios que reconocieran que habría serias consecuencias para los que continuaran practicando la inmoralidad. Les rogó que comprendiesen que la libertad en Cristo no significa libertad para hacer lo que quieran. La libertad en Cristo significa la libertad para escoger servir al Dios Altísimo. La iglesia en Corinto necesitaba un ajuste en su cosmovisión. Quizás la Iglesia también lo necesita. Pablo repetidamente dijo a los corintios que las respuestas las encontrarían en la Palabra de Dios. No puedo evitar pensar que si nos escribiera una carta hoy día, nos diría lo mismo.

 

(Traducido por Teri S. Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos)

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Bibliografía

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https://sites.google.com/site/ancientgreececorinth/home/daily-life-in-c
https://en.wikipedia.org/wiki/Ancient_Corinth
Packer, James I., Merrill C. Tenney and William White, Jr., eds. Nelson’s Illustrated Encyclopedia of Biblical Facts. Nashville, Tennessee: Thomas Nelson Publishers, 1995.
Segal, Alan F. Paul the Convert: the Apostolate and Apostasy of Saul the Pharisee. Binghamton, New York: Yale University Press, 1990.
www.ancient.eu/corinth
www.padfield.com/2005/corinth.html
www.studylight.org
Young, Brad. Paul, the Jewish Theologian: a Pharisee among Christians, Jews, and Gentiles. Peabody, Massachusetts: Hendrickson Publishers, Inc, 1997.

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