por: Cheryl Hauer, Vicepresidenta Internacional
Parece que no importa cuánto lo intentemos, pero no podemos encontrar la manera de hablar sobre nuestras vidas en estos días, sin que el COVID-19 ocupe un lugar central. Ya rebasamos la mitad del 2021 y el panorama comienza a cambiar a medida que el mundo va cobrando vida lentamente; como un oso que despierta de su largo sueño invernal. Con la administración exitosa de la vacuna en muchas partes del mundo, las personas por fin pueden comer en su restaurante favorito, si es que todavía está allí; y finalmente, después de casi un año y medio, es viable poder abrazarse una vez más. Los parques y áreas de juego están llenos de familias; los aviones están en el aire; y el optimismo está volviendo a nuestras conversaciones.
Sin embargo otras partes del mundo todavía están en medio de la pandemia. Al momento de escribir este artículo, la India lidera a las naciones en su número de nuevas infecciones diarias, con más de 28 millones de casos activos; casi medio millón de muertes; y solo el 2% del país vacunado. A nuestros amigos de Australia se les ha dicho que, no deberían planear viajar fuera de su país hasta 2022. Las fronteras de Canadá permanecen cerradas y otros países en el mundo se enfrentan a cierres que hacen ver que el 2020, parezca libertad. Para algunos la gran ansiedad que fue el sello distintivo del 2020, está siendo reemplazada por una esperanza. Pero para otros, sin embargo, simplemente se ha transformado en la “gran ansiedad del 2021”.
Mientras mi parte del mundo está saliendo de la sombra de la pandemia a arrastras, me he encontrado pidiendo al Señor dirección para los próximos meses. ¿Qué lecciones debería haber aprendido del último año y medio? Su respuesta constante ha sido simplemente: «Quiero que seas una buscadora». Eso, sin embargo; me ha llevado a más preguntas: ¿Qué significa exactamente? Después de todo, ser un “buscador” no siempre conlleva las mejores implicaciones en estos días. En los últimos veinte años el movimiento amistoso de “los buscadores”, ha creado una teología centrada en el hombre, en la que los creyentes muy a menudo, siendo analfabetos bíblicos; están satisfechos con una dieta constante de “leche espiritual”. Estas iglesias están contentas con un cristianismo que tiene “una pulgada de profundidad, cuando existe una milla que recorrer”, como escuché a un pastor describirlo.
Se parece poco a la confesión del apóstol Pablo en Filipenses 3:10-14: “Para conocerlo a Él y el poder de Su resurrección, y la comunión con Sus sufrimientos; siendo conforme a Su muerte; si por algún medio puede alcanzar la resurrección de entre los muertos. No es que ya lo haya alcanzado, o que ya esté perfeccionado; pero prosigo, para poder asir aquello para lo cual también Cristo Jesús me ha asido. Hermanos, no me considero haber alcanzado; pero una cosa hago: olvidándome de las cosas que quedan atrás y extendiéndome a las que están delante; prosigo hacia la meta, para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios; en Cristo Jesús”.
En este pasaje es la palabra griega dioko, la que se traduce como “proseguir”. Pablo está diciendo que está persiguiendo ardientemente ese premio; que está corriendo rápido y sin pausa; que está motivado por un profundo anhelo; que no está a punto de dejarlo, hasta que haya alcanzado lo que Dios tiene para él.
En otras palabras, Dios quiere que yo sea una buscadora como Pablo; alguien que no se contente con mera curiosidad, sino que esté obsesionada con lo que se persigue. Eso es lo que significa ser un “buscador”. Con eso, Dios me ha marcado con un versículo que será mi enfoque durante el resto del año. Salmo 27:8b: “Tu rostro, Señor, buscaré”.
En hebreo, hay dos palabras que se traducen como “buscar”. Una es darash y la otra baqash. Vienen de la misma raíz pero tienen significados ligeramente diferentes. Darash significa buscar, luchar por encontrar, incluso exigir, desear profundamente; y anhelar. Baqash significa buscar con una gozosa anticipación, pero también, andar por un camino recorrido, frecuentemente. Ambas palabras implican una acción “obsesiva”. Simplemente no se detiene hasta que se alcanza el objetivo.
Mientras intentaba explicarle a un conocido mío de la generación de los millennials; lo que el Señor me estaba diciendo, él respondió: «¡Oh sí; es como cuando pierdes tu teléfono!». «Sí», le dije; «eso y mucho, mucho más».
Mientras continuaba orando e investigando lo que el Señor me estaba diciendo; de repente me di cuenta de que, en gran parte había estado desperdiciando este encierro. Podría más bien, y debería haberlo visto como “un regalo del Señor”; una oportunidad para “redimir la pandemia”, por así decirlo. En cambio me pasé demasiado tiempo buscando otras cosas que pudiera hacer, quejándome y aburriéndome. Quizás el problema no era tanto cómo pasaba mi tiempo, sino ¿cuál era mi enfoque correcto? A menudo dejé que mi atención se desviara de estar persiguiendo a Dios, con deleite. Y para muchos creyentes quizá, esta falta de enfoque allanó el camino para que se entregaran al miedo; a la ira y a la ansiedad.
La ansiedad siempre ha sido parte de la experiencia humana, pero durante la pandemia, se cernió sobre el mundo y la Iglesia como “la espada de Damocles”. Al buscar remedios para la pandemia, encontré sugerencias útiles como: mantenerse activo; beber agua en lugar de alcohol; dejar de fumar y de tomar café; comer sano y respirar profundamente. Todas ellas buenas ideas, pero no la solución al problema. Eso solo se encuentra verdaderamente en una relación íntima con el Señor; una relación profunda y centrada en Dios, en la que lo buscamos constantemente. Yo, como muchos otros, siento que desperdicié mi tiempo y energía emocional, en el 2020. Pero nunca es demasiado tarde para nuestro Padre celestial. Él desea que todos seamos verdaderos “buscadores”, prometiéndole y proclamando sobre nuestras vidas: “Tu rostro, Señor, buscaré” (Sal 27:8b).
En el mundo de hoy hay tantas voces que claman por ser escuchadas, compitiendo por nuestra atención sobre lo verdaderamente importante y que debemos buscar. Para algunos de nosotros la aceptación e incluso la popularidad, se han convertido en el objetivo. Para otros puede ser la seguridad de las riquezas; vivir a salvo o el éxito. Es posible que dediquemos nuestro tiempo a intentar construir una vida cómoda, desperdiciando ese precioso bien sólo en el placer físico. Algunas de estas son metas dignas y pueden ser nuestras como resultado de nuestra búsqueda, pero el salmista deja muy claro que nuestra única prioridad, debe ser “buscar el rostro del Señor”.
La palabra hebrea para rostro es panim. Viene del verbo poneh que significa: “dar la vuelta hacia; o una indicación de mirar lo que está más adentro”. En otras palabras, “el rostro es el acceso a lo que hay dentro de una persona y por extensión, representa la totalidad de la presencia de esa persona”. En Éxodo 33:15, Moisés le dijo a Dios: “Si Tu Presencia [panim] no va con nosotros, no nos hagas subir de aquí”. En innumerables otros lugares del Tanaj (Gen – Mal), panim se usa para referirse a la maravillosa presencia redentora de Dios; la plenitud de Él; Su misma esencia.
Al proclamar “Tu rostro, Señor”, estamos reconociendo que Él es de hecho “nuestro Señor, nuestro Rey, Aquel a quien debemos lealtad total”. Él es el gran YO SOY y no hay otro Dios más que Él. Él será nuestra prioridad y no permitiremos que ninguna de esas otras voces, se conviertan en dioses de nuestras vidas. SU ROSTRO es SU ESENCIA misma; la presencia donde estamos envueltos, en Su amor y el único lugar donde podemos encontrar verdadera satisfacción. En esa presencia encontramos seguridad y protección; paz y calma; sanidad y liberación; salvación y aceptación. Y así entonces clamemos: «La totalidad de Tu presencia, Gran Yo Soy, buscaremos…».
Aquí le declaramos al Señor que como un acto de nuestra voluntad, elegimos hacer de Él, nuestro objetivo final. David habló de ese acto de voluntad muchas veces en los Salmos. Fue el inventor del diálogo íntimo e interno. Con cuánta frecuencia vislumbramos las luchas de David y su determinación de superarlas, ¡mediante un acto de su voluntad!: “¿Por qué estás abatida, oh alma mía?” pregunta en el Salmo 42:5, “Aún le alabaré”, es su decisión (énfasis agregado). “Te amaré, oh Señor, fortaleza mía”, dice en el Salmo 18:1 (énfasis agregado). «Yo elijo», está diciendo, «estoy decidido, lo haré».
Como David, tendremos que tomar esa decisión una y otra vez. Nunca podemos estar demasiado ocupados, demasiado cansados o demasiado distraídos para buscar a Dios primero. Y cuanto más decididos estemos, más nos bombardeará el enemigo de nuestras almas con voces. Pero como Jesús (Yeshúa), cuando nos enfrentamos a ese mismo tentador; nuestra respuesta debe ser salida de la Palabra de Dios, “Tu rostro, Señor, buscaré” (Sal 27:8b).
Dependiendo de la traducción de la Biblia que estés usando, la palabra “buscar” en sus diversas formas aparece hasta 309 veces. La mayoría de las veces son estímulos provocados por el Señor para que lo busquemos, y muchas de ellas están acompañadas de promesas.
Se promete gozo a los “buscadores” en 1Crónicas 16:10: “Gloria en Su santo nombre; ¡Alégrese el corazón de los que buscan al Señor!”
La promesa de recibir Su fuerza se encuentra en 1Crónicas 16:11: “Busca [darash] al Señor y Su fuerza; ¡busca [baqash] Su rostro para siempre!”
Dios promete liberación del temor en el Salmo 34:4: “Busqué a Jehová, y Él me escuchó, y me libró de todos mis temores”.
En Amós 5:4b, Él promete la vida misma: «Búscame y tendrás vida”.
En muchos otros versículos, incluidos Proverbios 8:17, Deuteronomio 4:29, Lucas 11:9, Mateo 7:7 y Hechos 17:27-28, Dios hace la mayor promesa de todas: “Y me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen con todo su corazón” (Jer 29:13).
Es posible que hayamos perdido el tiempo en el pasado, pero sigamos el ejemplo de Pablo y olvidemos lo que queda atrás. Sigamos adelante, buscando a Dios con un deseo insaciable; anhelándolo a Él; y cuando nuestro tiempo con Él se haya convertido en ese transitado camino, busquémoslo con mayor y gozosa expectativa. Quizás lo estaremos buscando con el mismo ardor que David tenía, cuando dice: “Oh Dios, Tú eres mi Dios; temprano te buscaré; mi alma tiene sed de Ti; mi carne te anhela en una tierra seca y sedienta donde no hay agua. Por eso te he buscado en el santuario, para ver Tu poder y Tu gloria. Porque mejor es Tu misericordia que la vida…” (Sal 63:1-3a).
Él promete que lo encontraremos; que ahí estará Él.
Busquémoslo como verdaderos adoradores, igual que David y ¡para el deleite de Dios!
¡Que siempre deseemos más de Él!
Bibliografía:
Green, Jay P. Sr. The Interlinear Bible. Trinitarian Bible Society, London, 1986.
“India.” Worldometer. https://www.worldometers.info/coronavirus/country/india/
Strong, James. Strong’s Exhaustive Concordance of the Bible. Abingdon Press, Nashville, 1983.
Vine, W.E., Unger, Merril F., White, William Jr. Vine’s Complete Expository Dictionary of Old and New Testament Books. Thomas Nelson, Nashville, 1996.
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