por: Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional
«El más importante [mandamiento] es: ‘Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza» (Marcos 12:29-30, citando a Deuteronomio 6:4-5). Como cristianos, nuestra meta deberá ser guardar este supremo mandamiento de Yeshúa (Jesús). Debemos amar a Dios con todo nuestro ser. Sin embargo, está bastante claro que no podemos amar a alguien a quien no conozcamos. Quizás podríamos admirar a alguien por su fama, por su apariencia física, o por algún rasgo digno de admiración, pero hasta que no lo conozcamos de verdad, no lo podremos amar de verdad. Por lo tanto, mientras más conozcamos a Dios, más lo podremos amar.
Moisés halló favor ante los ojos de Dios. Tuvo un encuentro con Dios frente a la zarza ardiente, donde recibió Su llamado y el ministerio para liberar a los hijos de Israel de su esclavitud en Egipto. Yo admiro a Moisés, quien no tan sólo aceptó la tarea que Dios le dio (aunque al principio estuvo un poco renuente), sino que también determinó procuró verlo, conocerlo mejor y andar en Sus caminos.
Luego de que los hijos de Israel escaparan de Egipto, evento que es conmemorado durante la fiesta de la Pascua, anduvieron hasta llegar al Monte Sinaí, donde experimentaron una de las revelaciones más increíbles de Dios hacia la humanidad. Dios se reveló a toda la nación de Israel por medio del humo, el fuego y el trueno. ¡Qué evento tan atemorizante! «Y aconteció que al tercer día, cuando llegó la mañana, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un sonido tan fuerte de trompeta, que hizo temblar a todo el pueblo que estaba en el campamento. Entonces Moisés sacó al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y ellos se quedaron al pie del monte. Todo el Monte Sinaí humeaba, porque el SEÑOR había descendido sobre él en fuego. El humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía con violencia…Y el SEÑOR dijo a Moisés: ‘Desciende, advierte al pueblo, no sea que traspasen los límites para ver al SEÑOR y perezcan muchos de ellos.'» (Éxodo 19:16-18, 21).
Pero Moisés no permaneció sólo a la distancia, sino que se acercó más a la montaña para recibir las instrucciones del Señor. Según fuentes judías, ese evento ocurrió 50 días después de la Pascua, en lo que ahora es la fiesta de Shavuot (Pentecostés). El drama bíblico luego relata que Dios entregó a Moisés los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí. Pero el pueblo de Israel se cansó de esperar por Moisés, y se reunió para adorar al becerro de oro, con el resultado que Moisés rompiera las tablas de piedra.
Sin embargo, me encanta la manera en que Moisés perseveró en su intercesión por el pueblo y en su profundo deseo de conocer mejor a Dios. «‘Ahora pues, si he hallado gracia ante Tus ojos, Te ruego que me hagas conocer Tus caminos para que yo Te conozca y halle gracia ante Tus ojos. Considera también que esta nación es Tu pueblo.’ ‘Mi presencia irá contigo, y Yo te daré descanso,’ le contestó el SEÑOR. Entonces Moisés le dijo: ‘Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas salir de aquí'» (Éx. 33:13-15). Moisés no sólo deseó conocer más a Dios, sino que rehusó continuar si no podía tener la seguridad de Su constante presencia. De ninguna manera quería conducir al pueblo por caminos equivocados. Él quería seguir tras la presencia de Dios. Vemos eso repetidas veces en la vida de Moisés.
Dios amaba a Moisés. «Y el SEÑOR respondió a Moisés: ‘También haré esto que has hablado, por cuanto has hallado gracia ante Mis ojos y te he conocido por tu nombre'» (Éx. 33:17). Cuando recién comenzaba a estudiar el idioma hebreo, nuestra maestra nos dijo que esa frase significa «ser amado por Dios.» ¡Dios amaba a Moisés! No sólo le amaba, sino que conocía su nombre.
Moisés luego desea acercarse más a Dios, y Dios responde a su atrevida petición de manera favorable. Dios ya se había manifestado por fuego, humo y trueno, despliegue ciertamente asombroso, pero Moisés ahora busca mayor cercanía. «Entonces Moisés dijo: ‘Te ruego que me muestres Tu gloria.’ Y el SEÑOR respondió: ‘Yo haré pasar toda Mi bondad delante de ti, y proclamaré el nombre del SEÑOR delante de ti. Tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión.’ Y añadió: ‘No puedes ver Mi rostro; porque nadie Me puede ver, y vivir.’ Entonces el SEÑOR dijo: ‘Hay un lugar junto a Mí, y tú estarás sobre la peña; y sucederá que al pasar Mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con Mi mano hasta que Yo haya pasado. Después apartaré Mi mano y verás Mis espaldas; pero Mi rostro no se verá'» (vs. 18-23).
Dios se describe a Sí mismo por medio de ese extraordinario encuentro. El autor judío Pinjas Peli lo relata así: «Según dicen [los rabinos talmúdicos], fue en el día después de Yom Kipur [Día de Arrepentimiento], luego de la gran reconciliación realizada ese día, que el Poderoso perdonó al pueblo por su pecado de idolatría y entregó a Moisés unas segundas tablas del Pacto.» Recuerde, el pueblo había acabado de pecar contra Dios a través de la adoración del becerro de oro. Los judíos denominan esa auto-revelación como los «Trece Atributos de Misericordia.» Miremos mejor esos atributos como otro medio para conocer y amar a Dios de manera más profunda.
«Entonces pasó el SEÑOR por delante de él y proclamó: «El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable…» (Éx. 34:6-7).
Todo autor judío concuerda que esos dos versos contienen una lista de 13 atributos de Dios y de Su misericordia, enumerados brevemente en la tabla a la izquierda. Antes de iniciar este estudio, yo no sabía que el número 13 posee gran significado dentro del pensamiento judío. En los países occidentales, el 13 a menudo se relaciona con la mala suerte. De hecho, muchos edificios multi-pisos no tienen un piso número 13 debido a las supersticiones. Antes de hablar sobre el número 13, es necesario que entienda que cada letra en el abecedario hebreo, que se compone de 22 consonantes, posee un equivalente numérico.
La «gematria» es la disciplina judía dedicada a encontrar significado más profundo o escondido en las Escrituras basado en el valor numérico de sus palabras. Eso produce resultados muy interesantes. Uno de los ejemplos más comunes es la palabra hebrea de jai (חי), o «vida,» que tiene un valor numérico de 18; leyendo de derecha a izquierda, la letra ח = 8 y la letra י = 10. Dado que esta palabra es tan importante, muchos donativos judíos monetarios vienen en múltiplos de 18.
Según jewfaq.org, «Es importante notar que el número 13 no representa la mala suerte en la tradición judía o numerología. Normalmente escrito como yod-guímel [יג], el 13 tiene el valor numérico de la palabra ahavá («amor,» con las letras alef-hei-bet-hei) [אהבה] y de ejad («uno,» como en la declaración diaria de que Dios es Uno, con las letras alef-jet-dalet) [אחד]. Trece es la edad de la responsabilidad, cuando un niño se convierte en «hijo del pacto,» o bar-mitzvá. Clamamos por la misericordia de Dios al recitar los Trece Atributos de Misericordia, según Éxodo 34:6-7. Rambam [filósofo judío del siglo 12, también conocido como Moisés Maimónides] resumió las creencias básicas del judaísmo en una lista de Trece Principios.»
Comenzamos este estudio con la cita de Yeshúa refiriéndose al Shemá («Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es»). Esa es la creencia central del judaísmo de que existe un solo Dios. El valor numérico de ejad (uno) y ahavá (amor) es de 13 cada uno. Juntos, suman a 26. Ahora, considere lo siguiente: las letras YHVH, el nombre de Dios, ¡tienen un valor numérico de 26! Dios es amor y es Uno solo, y su nombre es YHVH.
El primer y segundo atributo de Dios, según el referido texto bíblico, son traducidos en mayúsculas por la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy como: «El SEÑOR, el SEÑOR…». El texto original en hebreo dice: YHVH, YHVH, usando el nombre comúnmente traducido al español en otras traducciones como «Jehová.» Dicho nombre tiene una variedad de pronunciaciones, pero respecto a la pronunciación del nombre divino, el rabino Rafael Levine escribió en 1953 lo siguiente:
«Ese nombre [Jehová] para Dios surgió de una pronunciación equivocada de las cuatro letras hebreas de Dios, ‘YHVH,’ por los primeros traductores cristianos. La palabra de cuatro letras hebreas YHVH se consideraba inefable (impronunciable) por reverencia al Nombre Sagrado. Por lo tanto, nunca era pronunciado sino que lo sustituían con la palabra Adonai, que significa Señor o Maestro. Más tarde, cuando añadieron signos vocales al hebreo, los signos correspondientes a Adonai fueron añadidos a las cuatro letras YHVH, lo que produjo la palabra Ye-ho-vá, parecido al latín Jehová. Literalmente, la palabra de cuatro letras ‘YHVH’ proviene del verbo hebreo ‘ser,’ y significa ‘existencia, eternidad.’ Cuando Moisés preguntó a Dios Su nombre, le dijo que el único nombre que debería conocer era ‘el Ser’ (Éxodo 3:14).»
El profesor bíblico David Dunn, uno de nuestros representantes canadienses, dice que YHVH es el nombre personal de Dios, y dondequiera que encontremos la palabra «SEÑOR» en letras mayúsculas en nuestras Biblias más modernas, ésta representa YHVH, el nombre de Dios. Además, según el rabino Magriso, «cuando encontremos el Tetragrámaton, YHVH, se denota el atributo de Misericordia.» Fuentes judías dicen que en este pasaje, cada una de esas frases «el SEÑOR» podría referirse a un aspecto distinto de la misericordia de Dios. En la primera, Dios es como un padre hacia Su hijo obediente. En la segunda, Dios muestra Su misericordia hacia una persona que peca y luego se arrepiente.
Samuel Birnbaum dice: «El tercer atributo se deduce de la palabra ‘El,’ que significa poderoso para actuar según dictamina Su sabiduría.» Otros refieren que significa la naturaleza omnipotente y todopoderosa de Dios. El nombre ‘El’ (Dios) también indica que Dios es el Supremo, el Poderoso. Adam Clarke dice en su comentario que ‘El’ es el Dios fuerte o poderoso. Cuando Moisés escuchó la frase anterior, se tuvo que haber acordado de los actos poderosos de Dios, El o Elohim, en beneficio de los Hijos de Israel: envió plagas contra la nación de Egipto, incluyendo la muerte de los primeros hijos varones, abrió el Mar Rojo, proveyó alimento en el desierto, produjo agua de la roca, etc. ‘El’, el Omnipotente Todopoderoso Dios, obra con poder. En Su misericordia, todavía obra milagros en beneficio de Su pueblo y plan divino.
La palabra hebrea rahjam o rahjamim significa compasión, misericordia o piedad. (Rahjum es la misma palabra en forma adjetiva o descriptiva.) El hebreo es un idioma de puros consonantes, y cada palabra tiene una raíz de dos o tres consonantes. Palabras de significado semejante a menudo comparten una misma raíz, o shoresh. La raíz de rahjamim es resh (ר), hjet (ח) y mem (מ).
Ela, una creyente israelí que trabaja con nosotros en Puentes para la Paz, y su esposo esperan pronto su primer hijo. Cuando yo compartía algunos de estos pensamientos con el equipo de voluntarios, ella inmediatamente dijo que esa es la misma raíz para vientre o útero (rehjem). ¡Qué bello cuadro de la tierna compasión y misericordia de Dios es el útero protector de una madre que rodea a su niño antes de nacer!
Cuando el apóstol Pablo hablaba de la relación de Dios con el pueblo judío, citó a Éxodo 33:19 con las palabras: «Porque El dice a Moisés: ‘Tendré misericordia [hjanan] del que yo tenga misericordia, y tendré compasión [rahjamim] del que yo tenga compasión'» (Rom. 9:15). En el Salmo 103:13, el salmista habla de ese rahjamim cuando dice: «Como un padre se compadece [rahjamim] de sus hijos, así se compadece el SEÑOR de los que Le temen.»
La palabra hebrea hjanun es usada 13 veces para describir a Dios en las Escrituras Hebreas (Génesis a Malaquías), pero carece de una buena traducción al español. A veces se traduce como «misericordioso» o «clemente,» o se usa la frase «tener gracia, favor, compasión o piedad.» (Se traduce al inglés como «gracious,» pero la palabra «gracioso» en español generalmente indica algo chistoso.) Algunos comentaristas judíos lo traducen como «bueno o benigno.» Viene de la raíz hjen (חן), que significa gracia. Para mí, el significado de hjanun se puede comprender mejor con la idea de que Dios siempre tiene Su puerta abierta para mí. No importa cuán ocupado Dios esté, cuando yo oro, siempre me escucha. De esa misma forma, aunque yo soy una persona muy ocupada, casi siempre tengo mi puerta abierta, y trato de demostrar gracia y bondad cuando alguien entra para hablar conmigo.
El diccionario Webster dice que tener gracia significa demostrar bondad, carisma o cortesía. En nuestros círculos cristianos, a menudo hablamos sobre la gracia o el inmerecido favor de Dios. Nuestro bondadoso Dios está siempre dispuesto a extender Su mano de gracia hacia Sus hijos. En el libro The Torah Anthology [La Antología de la Torá], el rabino Kaplan dice: «La palabra bondad (hjanun) implica un regalo gratuito.» En Romanos, Pablo dice: «Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna…» (Rom 6:23). Gracias a Dios por Su regalo gratuito de gracia hacia Sus hijos.
Esta frase hebrea a veces se traduce como «lento o tardo para la ira.» Literalmente puede traducirse como «de largas o lentas narices.» ¿Por qué? Según William Wilson, la palabra apayim viene de la raíz anap (אנף), que significa estar airado o enojado, y en esos momentos uno respira fuertemente. ¿Ha visto usted cómo un caballo expande las narices cuando se agita o se enoja?
En esa sencilla metáfora, Dios le dice a Moisés que Sus narices no se expanden en ira. Él es increíblemente paciente, de largo ánimo y lento para airarse cuando se relaciona con el ser humano. Dios anhela que los hombres se arrepientan, y les provee múltiples oportunidades para hacerlo. Como dice el rabino Kaplan: «Erehj apayim implica que Dios retrasa Su ira contra personas malvadas y no las castiga de inmediato. Les provee tiempo para que se arrepientan.»
Hjesed es una de las palabras más maravillosas y descriptivas de la Biblia hebrea. Manifiesta Su abundante amor en extravagantes y significativos actos de bondad, más allá de lo que cualquiera pueda merecer. Hjesed refleja el celo de Dios en su sentido positivo. Implica fidelidad. Casi siempre se traduce como misericordia, bondad o benignidad. El Salmo 36:7 dice: «¡Cuán preciosa es, oh Dios, Tu misericordia [hjesed]! Por eso los hijos de los hombres se refugian a la sombra de Tus alas.» La palabra rav significa numeroso, mucho o grande, engrandeciendo así Su misericordia hasta lo sumo.
El rabino Kaplan también comenta acerca del gran amor y la bondad de Dios hacia los que no lo merecen: «La gran misericordia de Dios es evidenciada cuando inclina la balanza hacia el lado del amor y la misericordia. Si Dios ve que las buenas y malas obras de una persona son exactamente balanceadas, hace un tremendo acto de amor: Inclina la balanza hacia el lado del mérito para que sea mayor que los pecados de uno.» ¡Qué maravilloso cuadro del extravagante amor de Dios hacia los pecadores! Juan dijo: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquél que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eternal» (Juan 3:16). Sí, Dios siempre ha sido, y siempre será, un Dios de gran misericordia.
Dios es verdadero y fiel. Podemos confiar que siempre ha de guardar Sus promesas. Lo podemos observar por medio de lo que hace para bendecir a Israel. En estos días, las palabras de los profetas antiguos se cumplen literalmente en el restablecimiento del pueblo judío en su antigua tierra. Dios es fiel para cumplir Sus promesas. La palabra emet también es rica en significado. Usualmente se traduce como «verdad» o «fidelidad,» pero puede implicar firmeza, estabilidad o perpetuidad, como en Isaías 39:8b: «Habrá paz y seguridad en mis días.» Dios es verdadero y fiel para guardar Sus promesas de manera consistente.
Esta frase significa que Dios extiende Su amor para siempre. Sus misericordias nunca terminarán. La referencia a millares de generaciones es una alusión a la eternidad. Dios demostrará compasión y misericordia mientras perdure el mundo. En el pensamiento judío, esa es una promesa de que los descendientes de los justos disfrutarán la recompensa de Dios.
Los próximos tres atributos todos tienen que ver con el perdón de Dios a distintos niveles. Primeramente, avón significa pecados cometidos adrede. Esa es la persona que, debido a sus propios deseos, deliberadamente decide pecar, aún reconociendo que el acto sería un pecado. Dios dice que éste puede arrepentirse y ser perdonado. Pesha se refiere a un acto de rebelión. Este pecado implica que peca en despecho a Dios, pero Dios perdona al pecador arrepentido, aún cuando su pecado procede de un corazón rebelde. El tercer tipo de pecado, hjataá, es el que uno comete por error o sin uno darse cuenta de ello, lo cual Dios también puede perdonar.
Este último atributo ha sido traducido al español como «y no tendrá por inocente al culpable…», pero literalmente dice que Dios «limpia o no limpiará.» Significa que limpiará al que se arrepiente, pero no limpiará al que no se arrepiente. Aunque Dios es un Dios compasivo, clemente y misericordioso, también es justo. Está listo y dispuesto a limpiar a todo el que venga con corazón arrepentido, pero no limpiará al no arrepentido.
Este estudio me ha dado una apreciación y un amor más profundo hacia Dios. Así como Moisés, deseo recibir mayor revelación de Él. Espero que usted también sea conmovido a anhelar más de Dios. Debemos también esforzarnos a imitar estos atributos. En el libro a los Gálatas, leemos sobre el fruto del Espíritu, los atributos que exhibe una persona con madurez cristiana. Algunos de esos atributos son: amor, benignidad o compasión, bondad, fidelidad, etc. (5:22-23).
Durante cada fiesta bíblica, los judíos recitan los 13 atributos de Dios en las sinagogas. Todos deberíamos alabar a Dios por esos maravillosos atributos, y pedirle que nos ayude a tratar a los demás con misericordia de la misma manera en que Dios nos trata a nosotros. «Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor» (1 Jn. 4:7-8).
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