por: Rvdo. Peter J. Fast, Presidente Ejecutivo Internacional
Los conflictos han plagado la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales y, sin embargo, en 2025, la mayoría de la gente en las naciones occidentales nunca ha vivido bajo la sombra de la guerra. A día de hoy, solo quedan unos pocos de los que recuerdan la Batalla de Inglaterra de 1940 y los inquietantes sonidos de las sirenas de los ataques aéreos. Aunque los terribles genocidios en Ruanda (1994) o Darfur (2003-2005) pertenecen a la historia reciente, tales atrocidades resultan lejanas para la mayoría de nosotros. Los devastadores ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y el derrumbe de las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York desconcertaron al mundo —en especial a Occidente— y abrieron los ojos de muchos ante una presencia muy real del mal desenfrenado. Tiempo después, cuando Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, las columnas de tanques y las ciudades bombardeadas se convirtieron en imágenes habituales en todas las plataformas informativas.
Lamentablemente, para la nación de Israel, la guerra ha dejado una huella permanente y el terrorismo ha llegado a formar parte de la vida diaria. Los israelíes desearían que no se identificara su nación con el conflicto, ya que Israel ofrece un estilo de vida vibrante para las familias, así como oportunidades para la innovación, historia, arte y música sin límites. Sin embargo, desde el resurgimiento del Estado en 1948, cada generación de israelíes ha tenido que dar un paso al frente para defender su nación. Las victorias milagrosas que se han alcanzado desde entonces, son un testimonio legendario de la mano protectora de Dios.
El 7 de octubre de 2023, ocurrió lo inimaginable. El mal se desató cuando miles de terroristas de Hamás —acompañados de un bombardeo con 4,300 misiles— penetraron en el interior de Israel y cometieron actos de barbarie contra todos los que encontraban. Aparte del secuestro de más de 250 israelíes, no hubo supervivientes. Jóvenes y ancianos fueron masacrados y torturados. Como si de lobos se tratara, Hamás buscó a las víctimas más indefensas y débiles. Los escuadrones de seguridad y los soldados israelíes que acudieron al sur, lucharon heroicamente mientras que la nación consiguió deshacerse rápidamente de los invasores.
En lo que se convirtió en una guerra contra siete frentes, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han movilizado a 300,000 soldados, el ejército más numeroso de su historia, para defender a la nación. En el epicentro de este conflicto se encuentra el régimen iraní. Como un pulpo con sus tentáculos aferrados a la región, Irán ha ido estrechando progresivamente el control en un esfuerzo por destruir a Israel, algo que había prometido hacer desde la Revolución iraní de 1979. Sin embargo, Israel aún resiste.
¿Cómo es posible algo así? Para encontrar la respuesta, nos dirigimos a la Biblia y observamos cómo el Dios de Abraham, Isaac y Jacob obró a través de la nación de Israel a lo largo de la historia; juró defenderlos en el presente; y continúa siendo su esperanza para el futuro.
Desde el 7 de octubre de 2023 no he podido apartar de mi mente el Salmo 83, compuesto por Asaf, y me gustaría comenzar por ahí. Asaf vivió durante la época del rey David (1000 a. C.) y se cree que fue uno de los directores musicales de su corte. Asaf comienza el Salmo 83 clamando a Dios tres veces para que no se calle, ni guarde silencio, ni permanezca quieto. Para el lector español, estas palabras se pueden asociar unas con otras, pero Asaf las eligió con una cuidada intención.
La primera palabra hebrea, traducida como “silencioso o quieto”, es domi, que significa “hacer una pausa” o “descansar”; estar tan cómodo que uno se encuentra desprevenido. Asaf ruega con urgencia a Dios que escuche y permanezca vigilante, ya que una amenaza se cierne sobre Israel. La segunda palabra, jaresh, a menudo traducida como “paz” o “tranquilidad”, significa “sin palabras” o “estar sordo”. No se refiere únicamente a permanecer callado o al impedimento que supone la sordera, sino a guardar silencio deliberadamente sin ninguna intención de actuar. Se trata de una llamada urgente a la acción. Asaf, como judío fiel, entiende que el Dios de Israel es también el Dios del mundo, que es completamente soberano y omnisciente. Al mismo tiempo, sabe que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob es como un esposo para Israel (Is 54:5) y ama a Su pueblo. No es indiferente, sino que desea una relación y quiere escuchar a Sus hijos. Por eso, Asaf implora a Dios por la realidad que enfrenta su nación.
«Porque he aquí que rugen Tus enemigos; y los que te aborrecen alzan cabeza. Contra Tu pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra Tus protegidos. Han dicho: “Venid, y destruyámoslos para que no sean nación, y no haya más memoria del nombre de Israel”». (Sal 83:2-4 RVR1960, énfasis añadido).
Observe el lenguaje de Asaf, en particular las palabras en negrita. No explica la situación, sino que se centra directamente en la razón de por qué los enemigos se habían unido tramando una conspiración. Están en contra de Israel porque odian al Dios de Israel. En última instancia, no son enemigos de Israel. ¡Se oponen a Dios! Esta es una declaración profética atemporal que refleja siglos de historia judía y continuará hasta que el Mesías venga a establecer Su Reino.
Asaf enumera los antiguos enemigos de Israel: Edom, Moab, Amalec, Filistea, Asiria y Madián. Invoca a Dios para que se ocupe de estas naciones violentas que odian a Israel. Mediante el juicio que pronuncia sobre ellos clama a Dios que derrame una venganza justa. Haciendo uso de duras palabras, Asaf exige que los enemigos de Israel quedan como “estiércol para la tierra… polvo en remolino; como paja ante el viento. Como fuego que consume el bosque, y como llama que incendia las montañas, así persíguelos con Tu tempestad, y aterrorízalos con Tu torbellino. Cubre sus rostros de vergüenza…” (Sal 83:10b, 13-16a).
Curiosamente, podemos ver además un destello del corazón de Asaf, que no solo busca la aniquilación de las naciones enemigas, sino que también pide que, mediante su destrucción y humillación, “…busquen Tu nombre, oh Señor” (Sal 83:16b). Pero antes de que reaparezca este pensamiento, Asaf vuelve a mostrar brevemente la indignación justa contra las naciones sedientas de sangre que odian a Israel. “Sean avergonzados y turbados para siempre; sean humillados y perezcan” (Sal 83:17).
Después alcanza el clímax de su composición, que es el verdadero tema central para el director musical del Rey David: “Para que sepan que solo Tú, que te llamas el Señor, eres el Altísimo sobre toda la tierra” (Sal 83:18). Esta poderosa meditación se refleja en otros pasajes de las Escrituras: cuando Dios le dijo a Moisés que demostraría su poder contra Egipto para que supieran que Él es el Señor (Éx 7:5) o cuando Rahab les dijo a los espías israelitas que las noticias de la victoria de Israel sobre Egipto habían llegado a Jericó, aterrorizando al pueblo (Jos 2:9-13).
Sin embargo, un antiguo enemigo continuaba suponiendo una gran amenaza para Israel: Amalec. En Éxodo 17:8 se describe a una nación hostil cuyo líder, Amalec, atacó a Israel en Refidim. Israel salió victorioso, pero Amalec era tan malvado que Dios le dijo a Israel que nunca olvidara lo que Amalec les había hecho (Dt 25:17-19). Estos versículos comienzan a pintar un cuadro terrorífico que refleja el sadismo de Amalec, quien condujo a Israel a una guerra que resultó en su derrota (la de los amalecitas). Deuteronomio 25:18 explica que Amalec atacó «… a todos los agotados en tu retaguardia cuando tú estabas fatigado y cansado…» de forma brutal y calculada. La palabra en hebreo utilizada por Moisés para referirse a “agotados” es hasal, que significa “debilitado” o “débil”.
En este contexto, Amalec era lo suficientemente inteligente como para saber que no podía derrotar a Israel, ya que el Dios de Israel acababa de destruir a Egipto, la superpotencia de aquella época. Sin embargo, Amalec era malvado porque «…él no temió a Dios» (v. 18b) y por eso decidió atacar a bebés, niños, mujeres embarazadas y ancianos. No se trataba de una guerra tradicional con dos ejércitos enfrentados, sino de una estrategia calculada de asesinato y deleite en masacrar a los indefensos. Fue la oscuridad del corazón de Amalec la que impulsó a Dios a ordenar a Israel: «…borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec; no lo olvides» (v. 19b).
Cuando reflexiono sobre estos versículos y el doloroso peso de sus palabras, no puedo evitar pensar en las imágenes y experiencias vividas del 7 de octubre de 2023; y en la masacre de israelíes perpetrada y celebrada por Hamás. Curiosamente, la palabra hebrea hamás significa “violencia”.
En el pensamiento judío, la figura de Amalec ha llegado a representar el “Espíritu de Amalec” que perdura en cada generación, encarnado en un personaje malvado que busca aniquilar al pueblo judío. Gran parte de este pensamiento tiene su origen en texto de Éxodo 17:16b: «El Señor hará guerra contra Amalec de generación en generación». Como cristianos, podemos pensar en el epítome del futuro Anticristo (1 Juan 2:18), pero el apóstol Juan también menciona que otros “anticristos han surgido”. A lo largo de la historia se han podido observar personajes que se pueden identificar claramente con las características del “Espíritu de Amalec”; personas con el deseo de provocar estragos en la comunidad judía dondequiera que se encontraran. Hombres como el Faraón, Amán, Antíoco Epífanes IV, Joseph Stalin, Adolf Hitler o los ayatolás iraníes, encajan en el “Espíritu de Amalec” con asombrosa precisión.
La realidad es que Dios se ocupará de sus enemigos. Aunque desea el arrepentimiento, también promete actuar contra los enemigos de Israel. Este es el modelo bíblico. En Zacarías 2:8, Dios advierte contra tocar a “la niña de Su ojo” (Israel). Cuando el rey Josafat clamó ante el Señor, Dios lo consoló y después luchó en su nombre para destruir a los enemigos de Judá (2 Cró 20:21). Cuando el rey Ezequías se humilló ante la presencia de Dios, el Ángel del Señor destruyó el ejército asirio de Senequerib (Is 37:33-38). Ester 3:1 revela que el malvado Amán era descendiente de Amalec. La justicia de Dios se hizo efectiva cuando fue colgado en la horca que construyó para Mardoqueo, poniendo así fin a sus planes de masacrar a los judíos de Persia. El profeta Zacarías promete que en el futuro, el Señor mismo defenderá a Jerusalén y erradicará a sus enemigos (Zac 14:12).
Una camiseta muy popular que se vende en muchas de las tiendas de recuerdos de Israel enumera la larga lista de enemigos históricos de Israel: el Antiguo Egipto, el Imperio Romano, la Alemania nazi y la Unión Soviética. Cada uno de estos nombres aparece tachado, pero hay un último nombre al final de la lista que aparece directamente como “Irán…???”. En la parte inferior de la camiseta se pueden leer las siguientes palabras: “El pueblo judío. ¡La más pequeña de las naciones, pero con un Amigo en el Lugar más Alto! Así que… ¡SÉ AMABLE!” Para los enemigos de Israel, así como para todas las personas violentas que buscan destruirla, las palabras de Jesús (Yeshúa) resuenan: «Porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán» (Mt 26:52).
Israel contiene (nasa) el nombre de Dios (Éx 20:7). La etimología de la palabra hebrea nasa se relaciona con la nación que ha sido tatuada o sellada con el nombre de Dios. Debido a que Israel representa el nombre de Dios, el mundo experimenta “agitación” cuando piensa en Israel o entra en contacto con él. La expresión radical de esta agitación es lo que conocemos como antisemitismo. Sin embargo, esta agitación también se puede transformar en una atracción hacia algo único y positivo en Israel. Por lo tanto, las naciones a menudo se sienten atraídas por Israel, buscando cooperación y alianzas, a lo que Israel siempre corresponde. Dicha agitación también puede provocar que las naciones ignoren o sean indiferentes a Israel, e incluso lleguen a incitar al odio irracional, la creencia conspirativa y la hostilidad abierta. Las mismas reacciones hacia el pueblo judío se pueden observar también en menor escala dentro de las comunidades y de forma individual. Existe un denominador común que debería despertar algo entre los cristianos, puesto que Jesús habló del precio de ser Sus discípulos, que traería odio y persecución sobre ellos por el simple hecho de testificar como sus seguidores. (Juan 15:18).
Esta historia de tensión, sufrimiento, guerra y tragedia presumiblemente larga, llegará a su fin algún día. Un hecho que debería despertar esperanza tanto en los cristianos como en los judíos. La conclusión final es que Dios protegerá a Su nación y se encargará de sus enemigos y de toda injusticia. Dios reina sobre la tierra y un día la tierra será llena del conocimiento de Dios, como las aguas cubren el mar (Is 11:9). Llegará el día en que los gentiles clamarán en gloriosa alabanza a Dios por Su fidelidad hacia Israel (Sal 117). El Rey reinará y traerá justicia. Según los profetas judíos, solo el Dios de Israel recibirá adoración. El profeta Zacarías lo expresó de manera sucinta y clara: “El Señor será Rey sobre toda la tierra. En aquel día el Señor será uno, y uno Su nombre” (Zac 14:9). ¡Qué glorioso día le espera a la tierra en la era Mesiánica, cuando Amalec no sea más que un lejano recuerdo, que nunca más volverá a levantar su horrible cabeza!
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