por: Nathan Williams, Supervisor de Administración Internacional
Cuando uno piensa en súper-poderes, usualmente piensa en películas de ciencia ficción, historietas cómicas o superhéroes ficticios. Lo último en que uno piensa es en un fiel creyente de la Biblia. Pero la Palabra de Dios está repleta de poder, y los cristianos hemos recibido la autoridad, por el Espíritu Santo, de caminar y obrar bajo el poder de Dios. Como creyentes en el único Dios verdadero, tenemos varios poderes a nuestra disposición. Quizás hemos escuchado o leído acerca de esos poderes, como el poder de la fe o el poder de la oración. En mi opinión, uno de esos poderes que no recibe suficiente reconocimiento es el poder de motivar. En un mundo lleno de eventos y noticias desalentadoras, la motivación es un poder que cada creyente necesita para sustentarse y continuar adelante. Las Escrituras abundan en ejemplos sobre la importancia de la motivación y la forma en que afecta el futuro y destino de individuos.
Científicos han investigado el fenómeno de cómo la motivación afecta el desarrollo de nuestro cerebro. Describen cómo tanto la palabra verbal como la expresión facial motivadora tienen un efecto muy significante en el desarrollo del cerebro. Los niños que reciben mayor apoyo, ánimo y motivación por parte de sus padres tienen cerebros mejor estructurados para aprender y manejar situaciones estresantes que usarán más tarde en sus vidas. También se han realizado estudios del cerebro en el área del hipocampo, parte del cerebro que afecta la respuesta emotiva y las inhibiciones conductuales del individuo. El hipocampo de niños que reciben mucha motivación se desarrolla más rápidamente, manifestando mejores respuestas emocionales y mayor autocontrol. Según los autores de un estudio, es esencial que los niños reciban esta especial atención y motivación.
Otros estudios revelan que una persona puede “estimular” su propio hipocampo para cambiar la forma en que uno piensa de sí mismo y cómo uno responde a ciertas circunstancias. El hipocampo es la puerta al cerebro autobiográfico, trasfiriendo información sobre quién uno es, o por lo menos cómo uno se percibe ser, y su memoria distante. Si uno se siente desanimado o frustrado, el hipocampo transferirá esos sentimientos negativos a la memoria distante, eventualmente afectando la forma en que uno se percibe. Sin embargo, investigaciones revelan que por medio de una motivación regular, uno puede desarrollar redes neurales con un resultado emocional positivo y optimista (Matheson). Eso, a su vez, mejorará cómo uno piensa de sí mismo y cómo interactúa con el mundo que le rodea.
La ciencia confirma lo que el Señor ya conoce: que los humanos necesitamos ser animados y motivados para desarrollar más plenamente. Si recibimos una continua motivación por parte de personas cercanas, nuestros cerebros producen una respuesta que nos capacita no tan sólo a manejar situaciones difíciles, sino también a corregir nuestra respuesta emotiva hacia esos eventos. La motivación tiene el poder de cambiar la manera en que nos percibimos, mejorar nuestras circunstancias, e incluso aumentar nuestra confianza en Dios. La Biblia nos exhorta a que amemos al Señor con todo nuestro corazón, nuestra alma, nuestras fuerzas y nuestra mente (Mat. 22:37). Eso significa que nuestros cerebros deben estar integrados con la realidad de Dios. Si la Biblia nos dice una cosa y nuestra mente nos dice otra, debemos cambiar nuestros pensamientos para concordar con la verdad de la Palabra. Lo que Dios ha dicho debe ser la base para nuestra creencia sobre nosotros mismos.
El carácter del Señor es tan vasto que luchamos con nuestras mentes limitadas para comprender cada una de Sus características. En la Biblia, leemos cómo distintos poetas, profetas y reyes reflejaban sobre el asombroso carácter de Dios. Para encontrar una buena descripción del Señor, no podemos hallar una fuente más infalible que Dios mismo. En Éxodo 34:6-7 encontramos lo que los sabios judíos han denominado como los Trece Atributos de la Misericordia de Dios, donde leemos cómo el Señor se describe a Sí mismo:
“El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable; que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación.”
Aunque allí no se menciona la motivación de manera directa, se puede observar implícito el carácter motivador del Señor. La palabra traducida al español como “compasivo” viene del término hebreo “rajum” (רחום), que es definido en la Concordancia Hebrea Strong como la compasión o misericordia de Dios. Un significado más amplio es “tierno afecto.” También puede significar: promover el crecimiento, proteger, ayudar, atender o nutrir.
Por lo tanto, encontramos que en el carácter compasivo del Señor existe un deseo de animarnos a crecer. Podemos deducir que la motivación es una manera en que Dios demuestra Su misericordia y compasión. Así como cualquier padre dadivoso, Dios nos anima a crecer y alcanzar los planes y propósitos que tiene para nuestras vidas. De manera amorosa, inspira a Su pueblo para que ponga Su confianza y esperanza en Él, animándonos a seguir en Sus caminos.
A través de toda la Biblia, pero específicamente en los profetas del Tanaj (Antiguo Testamento), se palpa la motivación de Dios en Su trato con Sus hijos. Cada año, el pueblo judío lamenta y ayuna durante el día conocido como Tisha B’Av. Esa no es una fiesta sino un día de solemne recordación de la destrucción de Jerusalén, el Templo y el exilio de la nación judía a Babilonia por 70 años. Fue un tiempo muy traumático en la historia bíblica. El pueblo que el Señor había escogido, salvado de Egipto con brazo extendido y establecido en su Tierra Prometida fue nuevamente llevado cautivo por sus enemigos. Aparentemente, Dios los había abandonado. Cuando terminó el tiempo de su cautiverio, un remante regresó a Jerusalén para otra vez labrar la tierra y reconstruir el Templo. Muchos de los que regresaron de Babilonia debieron haberse preguntado si el Señor todavía tendría algún propósito con ellos y si Jerusalén pudiese algún día ser restaurada.
Jerusalén se encontraba en escombros. El Templo estaba destruido. Los palacios y los muros, todo lo que habían conocido y amado, había desaparecido. La tierra a la que regresaban estaba desierta. Les debió parecer que Dios había abandonado a Su pueblo, que había hecho otro plan o que había escogido a otro pueblo. Pero en ese momento tan desalentador, el Dios motivador les demostró Su compasión, según leemos en el mensaje de consuelo y esperanza que escribió Su siervo Zacarías. Leemos en Zacarías 2:10-12:
“‘Canta de júbilo y alégrate, oh hija de Sion; porque voy a venir, y habitaré en medio de ti,’ declara el SEÑOR. ‘Y muchas naciones se unirán al SEÑOR aquel día, y serán Mi pueblo. Entonces habitaré en medio de ti, y sabrás que el SEÑOR de los ejércitos Me ha enviado a ti. El SEÑOR poseerá a Judá, Su porción en la tierra santa, y escogerá de nuevo a Jerusalén.’”
Fue la motivación del Señor, por medio del profeta Zacarías, lo que dio ánimo al pueblo para que completara el proyecto de reconstrucción. Zacarías impartió a los israelitas una visión de que el Mesías algún día vendría a ese Templo y traería salvación al pueblo. El Señor aseguró al remanente que Él los había traído de vuelta a Jerusalén y a su tierra con un propósito, y que Su promesa del pacto sería cumplida. Dios no había abandonado a Su pueblo ni Sus promesas, y les motivó a seguir hacia adelante con la expectativa en sus corazones y mentes sobre el futuro cumplimiento de Sus promesas.
Quizás el ejemplo más destacado de desánimo se observa entre los discípulos de Jesús (Yeshúa). Al igual que la nación de Israel, los discípulos debieron haberse preguntado si el Señor los iba a abandonar sin establecer la redención prometida cuando les habló sobre Su muerte y regreso al Padre. Después de todo, los discípulos habían invertido varios años de sus vidas en el ministerio de Jesús. Habían dejado atrás sus carreras y familias para poder seguir y servir al Rabino que obraba milagros. Ya todo lo que les ofrecía eran revelaciones de Su muerte y Su pronta despedida.
Esto es algo con que todos nos podemos identificar. En nuestro caminar como creyentes, hacemos muchos sacrificios y tenemos que atravesar tiempos difíciles sin una seguridad muy esperanzadora. No podríamos sobrevivir esos momentos sin la motivación de Dios. Debemos tomar aliento en que, durante esos tiempos de prueba y tribulación, el Padre está siempre pendiente de nuestras necesidades y nos escucha. Incluso, cuando Jesús estuvo a punto de morir, aún podía consolar y motivar a Sus amigos. Cuando estuvo a punto de ser traicionado y cargar con el pecado del mundo, dijo a Sus amigos: “La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).
El carácter del Padre abunda en bondad y verdad, al igual que el de Jesús. En momentos cuando usted experimenta la desilusión, considere que el Rey del Universo le quiere motivar. Él provee consuelo y paz a Su pueblo, aún en medio del temor y la inseguridad. Pero nos equivocaríamos si ignoramos el papel vital que cada cual juega en el poderoso derramamiento de la motivación de Dios. El Señor motiva a Su pueblo por medio de Su pueblo. Ese es el poder que siempre debe operar en nosotros para animar a otros a que caminen en sus destinos dados por Dios.
¿Cree usted que la motivación de Dios por medio de una persona puede afectar el destino de un individuo o de un grupo? ¿Podrá realmente cambiar vidas? Yo creo que sí. Yo creo que Dios puede utilizar a alguien para cambiar la vida de otro en ese día, esa semana o para toda la vida. Cuando alguien le anima a usted, le ayuda a llegar a un lugar donde usted no podría haber llegado por cuenta propia. Al considerar el personaje bíblico de Josué, siempre pienso en un guerrero valiente y fuerte. Recuerdo sus batallas contra los habitantes de la tierra, las que tuvo que enfrentar con mucha valentía. Si usted no está muy familiarizado con las grandes victorias de Josué, procure el estudio titulado “Josué: Valiente Guerrero,” donde Dr. Bill Adams detalla la asombrosa historia de ese líder ejemplar.
Piense en los hijos de Israel quienes salieron de Egipto, la generación que vagó por el desierto y murió allí. Estaban desanimados y desilusionados. Ellos tenían un verdadero problema de motivación. No podían encontrar confianza y esperanza en el Señor por sí solos. Pero entre ellos se encontraba Josué, escogido por Dios para ser el nuevo líder de Israel, quien siguió en las pisadas de Moisés, el mayor profeta de toda la Biblia.
Josué recibió la orden de entrar y conquistar la tierra. Él conocía su destino y, a diferencia del resto del pueblo, confiaba en las promesas de Dios y tenía esperanza. Aun así, Dios mandó a Moisés a motivarle: “Josué, hijo de Nun, que está delante de ti, él entrará allá; anímale, porque él hará que Israel la posea” (Deut. 1:38). ¿Por qué Dios le dio esas instrucciones a Moisés? Es porque la motivación por parte de alguien era importante en el destino de Josué. La gente alrededor de Josué debía animarlo a cumplir con su llamado, y de esa manera todos alcanzarían su destino de entrar a la Tierra Prometida.
Definamos lo que es un motivador, según la Biblia quiere que lo comprendamos. Un motivador bíblico ayuda a que otros tengan la valentía de ser y hacer lo que Dios quiere que sean y hagan. Permítame repetirlo: Un motivador ayuda a que otros sean y hagan lo que Dios quiere que sean y hagan. Debe ser nuestra pasión en esta vida el poder animar a nuestro semejante para que alcance su destino dado por Dios. No hay nada mejor que ver cómo los talentos escondidos en una persona salen a la luz al animarlo a caminar según los planes de Dios para su vida. De la misma manera, es una de las cosas más desafiantes el ver cómo el enemigo de nuestras almas confunde y desanima a creyentes de tal forma que se cansan de confiar y esperar en el Señor. Demasiadas veces, tendemos a mirar las faltas y debilidades de otros en nuestras relaciones. Debemos hacer lo opuesto, inculcando en ellos el cambio y fomentando la confianza para andar según su destino divino.
Ser un motivador no tiene que ser una carga difícil ni pesada. A través del Espíritu Santo, podemos identificar los rasgos en otros que pueden ser amplificados y fomentados. Mientras más nos dedicamos a ver a otros por los ojos motivadores de Dios, mejores vasos de motivación seremos. Todo ser humano lo necesita, y Dios nos ha mandado a dar motivación y ánimo a otros.
Si usted algún día se encontrara en la posición donde piensa que no tiene nada que ofrecer a nadie, recuerde que todos podemos ser motivadores. Jóvenes o viejos, ricos o pobres, enfermos o saludables, todos podemos usar el poder de la motivación, si así lo quisiéramos. El motivar a otros también puede ser medicina para su propia alma. Aunque usted se sienta desanimado, desilusionado o solo, cuando usted motiva a otro, se motivará usted también. Usted puede ser motivado cuando alguien le anima, al igual que cuando usted anima a otro.
Con toda honestidad, el motivar a otros no es algo natural para la mayoría de nosotros. En un mundo de auto-gratificación, estamos rodeados de cosas que nos impulsan a tornar nuestro enfoque hacia nosotros mismos. Requiere dedicación e intención para desarrollar un carácter motivador de otros. Debemos esforzarnos a decir algo bueno y motivador para animar a los demás. No es un simple alago de su vestido o corbata, sino una afirmación sobre su carácter o su don espiritual. En eso consiste el poder de la motivación: en confirmar sus talentos de tal forma que impacta su vida de manera positiva. Su mente traducirá la motivación en un cambio de sentir y pensar sobre sí mismo. Podemos hacer eso con más frecuencia.
Si usted considera su vida, sin importar lo corta o larga que haya sido, encontrará que las personas que le han influenciado para bien son las que han creído en usted, quienes han usado su poder para motivarle a continuar luchando. Sin importar si una persona sea famosa o exitosa, cada cual anhela la motivación. Uno de los regalos más bellos en este mundo es el don de la motivación. Una palabra de corrección puede hacer mucho, pero una palabra de motivación hace mucho más. A medida que usted se esfuerza por parecerse más a Jesús, debe hacer más por motivar a las personas que le rodean.
Quizás usted pudiese necesitar una motivación de Dios para ser un motivador. El Señor le quiere motivar a que sea precisamente eso. Ya le ha dado ese poder, y le puede usar para dar motivación a otro. ¡Sea un motivador!
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Stevens, R. Bruce. Admiring and Applauding God: Meditations on the Excellencies of God’s Character. Eugene: Resource Publications 2015.
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