por: Cheryl L. Hauer, Directora de Desarrollo Internacional
Recientemente, mientras miraba unos artículos en mi revista favorita, me intrigó el título: “La Era Informática está Muerta.” Unas páginas después, encontré otro artículo titulado: “Bienvenidos a la Era de la Experiencia.” A los pocos días, otro artículo llegó a mi escritorio que examinaba las dificultades que enfrenta la juventud hoy día porque vivimos en la “Era de la Ansiedad.” Me picó la curiosidad. ¿En qué era realmente vivimos? ¿Cómo afecta eso nuestras circunstancias y la manera en que vivimos?
Luego de mucha investigación, pude encontrar una respuesta que satisface a la gran mayoría de personas. Desde el siquiatra hasta el pastor, desde el ejecutivo hasta el profesor, desde el “baby boomer” hasta el “milenial,” todos parecen concordar. Todas esas “eras” son cosas del pasado. En la actualidad, vivimos en la “Era del Cinismo.”
Parece que la definición del cinismo ha sufrido varias transformaciones con el paso del tiempo. Para los antiguos griegos, un cínico era alguien que vivía una vida de virtud en sincronización con la naturaleza, rechazando las posesiones y los deseos mundanos. Hoy día, el diccionario define al cínico como un crítico que siempre busca las faltas en otros, cree que la gente actúa según su propio interés, y que tiende a ser corrupta por la desintegración de sus valores morales.
El cínico moderno vive en un tenebroso ambiente de incertidumbre y negativismo. Desconfía profundamente de todo, desde su gobierno hasta su vecino. Fácilmente se involucra en teorías de conspiración, pero cree cualquier noticia falsa que le llega por los medios sociales. Aún su forma de entretenimiento ridiculiza la inocencia y anima su perspectiva escéptica y desconfiada del mundo.
Claro está, este tipo de escéptico no es nada nuevo. De hecho, los sicólogos dicen que el cerebro humano tiene cierta cantidad saludable de desconfianza como modo de protección. Los cristianos reconocemos que el discernimiento, la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, la verdad de la mentira, es parte fundamental de lo que nos protege de falsas doctrinas y decepción. Pero los expertos temen que el escepticismo moderno ha dejado de ser saludable. El cinismo que produce desconfianza en el gobierno, en los políticos y en los reporteros ha alcanzado un nivel nunca antes visto. Tristemente, ese recelo también se dirige contra organizaciones que previamente eran consideradas como instituciones que benefician a la sociedad, incluyendo la Iglesia. Treinta años atrás, cerca del 50% de la sociedad estadounidense confiaba que su gobierno protegía los intereses del pueblo. Actualmente, sólo es un pequeño 16%. En 1959, el 56% del público británico creía que las personas y los vecinos eran básicamente confiables. Hoy día, menos del 20% se siente así.
Estudios recientes realizados por las universidades de Georgia y de Harvard han revelado que los jóvenes “mileniales” representan la generación más cínica de toda la historia. Según los resultados de ambos estudios, la década pasada “vio un desgaste en muchas suposiciones fundamentales: de que un grado universitario significa un buen empleo luego de graduación; de que el gobierno respeta la privacidad de sus ciudadanos; de que los cambios climatológicos están todavía a la distancia; de que los adultos que manejan la sociedad saben lo que hacen.” El fundamento sobre el cual la pasada generación construyó su vida se ha desmoronado bajo los pies de los jóvenes modernos, creando una generación que generalmente ha perdido su capacidad de confiar.
Este no es un problema únicamente estadounidense. Estudios semejantes hechos en Europa y Australia revelan resultados similares. La juventud hoy día se ha criado con acceso a más información y oportunidades que ninguna otra generación en la historia, pero también con una desintegración de su confianza en el mundo que les rodea. Con toda esa información al alcance de sus dedos, cualquiera que exprese su opinión se ha convertido en un experto, y todos con un teléfono celular “inteligente” pueden ser reporteros. Si la pereza o la ingenuidad no son superadas con una sólida investigación, los medios sociales pueden difundir noticias falsas junto con noticias verdaderas. Desafortunadamente, se produce un ambiente en que todos creen cualquier cosa, pero a la vez, nadie realmente cree nada.
En general, los “mileniales” son los menos probables en confiar en instituciones organizadas, incluyendo la Iglesia. Son los más probables en desconfiar en su prójimo y los menos dispuestos a aceptar lo que sus padres les enseñan como verdad. Criados para creer que ellos son “especiales,” los estudios dicen que están menos dispuestos a darles el beneficio de la duda a otros, mientras que creen que serán capaces de alcanzar todos sus sueños, cualesquiera que sean.
Con el riesgo de yo también sonar un tanto cínica, parece que dicho problema es tan prevalente en la Iglesia como lo es en el mundo secular. El cinismo frecuentemente nace de la desilusión, el dolor y la sensación de impotencia. Como en pasadas décadas hemos visto a muchos líderes cristianos caer en pecado, cometer actos abusivos y ser víctimas de vergüenza pública, la desilusión entre cristianos ha crecido de manera exponencial. Con esa desilusión viene cierta apatía e indiferencia. Como esa actitud generalizada ha infiltrado la Iglesia, se ha creado una cultura de descontento entre los creyentes.
En su libro Faith Without Illusions: Following Jesus as a Cynic-Saint [Fe Sin Ilusiones: Siguiendo a Jesús como un Santo Cínico], Andrew Byers define al cristiano cínico como alguien que ha atravesado una dolorosa desilusión para aceptar la realidad con un espíritu amargado. Es una enfermedad.
Byers dice que el cinismo es la “nueva espiritualidad.” Tantos creyentes han caído en ese pozo oscuro de cinismo que la nueva identidad espiritual del hastío se ha puesto de moda en muchos círculos cristianos. Como el cinismo espiritual ya está de moda, la desilusión religiosa es frecuentemente vista como una virtud espiritual. ¿Cómo uno reconoce si uno es un cristiano cínico? Byers provee una breve descripción:
Estos nunca se verían en público vestidos con su ridícula camiseta de una previa conferencia juvenil legalista sobre relaciones con el sexo opuesto. Cristianos cínicos se sentirían humillados si alguien encontrara en su gaveta una pulsera vieja de ‘What Would Jesus Do?’ [¿Qué Haría Jesús?]. Escucharían música cristiana en la estación radial sólo para reírse. Tratarían de evitar expresar demasiada emoción durante un servicio de adoración o de responder correctamente a demasiadas preguntas en un estudio bíblico para que no fuesen clasificados como ‘súper-espirituales.’ En una nota más grave, cristianos cínicos a veces se alegran cuando otros creyentes tropiezan, e incluso su orgulloso escepticismo los puede conducir a abandonar su fe.
¡Anímese! Como para toda circunstancia que enfrentamos en la vida, la Biblia ofrece respuestas a nuestras preguntas y soluciones a nuestros problemas. Los israelitas, que se rebelaron contra el liderato de Moisés y criticaron cada decisión que este tomaba, nos dejaron un ejemplo que podemos estudiar. Su cinismo era tóxico, como lo es hoy día, y el desagrado de Dios era más que obvio. Entre los profetas, Jonás se distingue como un hombre desilusionado y desconfiado cuyo cinismo le hizo desear que los habitantes de Nínive rehusaran arrepentirse y sufriesen las consecuencias eternas de sus pecados.
Claro está, los demás profetas reconocieron el pecado en el campamento y señalaron los errores del liderato, insatisfechos con el estatus quo. Pero ellos no eran verdaderos cínicos. De hecho, repetidamente criticaron las personas por ser cínicas, rogándoles que reconozcan su indiferencia, apatía y descontento. Su advertencia sobre la destrucción del malvado liderato siempre incluía la posibilidad de obtener un resultado alterno. En otras palabras, su mensaje siempre llevaba esperanza.
Los profetas imploraban al pueblo de Dios: “Regresen a la fe de sus padres.” Era un ruego para que regresara a la misma confianza y obediencia que condujo a Abraham a una tierra desconocida, dejando atrás todo lo conocido para convertirse en el padre de la nación judía, o a Moisés, previo asesino y pastor de ovejas, quien se convirtió en el libertador de Israel y el mayor de los profetas. Ese mismo llamado a la fe y la obediencia es la respuesta para los problemas que enfrenta el cristianismo en la actualidad.
A menudo nos referimos a la Biblia como nuestro manual para la vida. No sólo nos exhorta a regresar a una vida de fe y obediencia, sino que también nos dice cómo alcanzar esas metas. Los Salmos, Proverbios, la Torá (Génesis a Deuteronomio) y los Escritos de los Apóstoles (Nuevo Testamento) están repletos de instrucciones divinas sobre cómo huir de la tentación, luchar contra el enemigo y vivir una vida gozosa con Dios. El cinismo es visto como negativo, y el camino para librarnos de ello comienza con la renovación de nuestra mente. La desconfianza y el descontento deben ser reemplazados con la fe y la gratitud. No existe otra forma más apropiada para lograr eso que lo descrito en Filipenses 4:8, que dice:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten” (NBLH).
Dios nos dice allí: “En esto mediten,” o como algunos pudieran preferir: “En esto pensad,” según la versión de la Biblia Reina Valera. Nos exhorta a que dejemos de ser esclavizados por nuestra propia manera tóxica de pensar. Pablo aclara que debemos tomar control de nuestros pensamientos y entrenar la mente para que se enfoque sólo en lo que agrada al Señor, y eso producirá libertad de la negatividad que nos puede entrampar. Definitivamente, ¡amerita que miremos esas instrucciones más de cerca!
El apóstol Pablo dijo: “En esto mediten.” La palabra griega usada aquí es logizomai, que significa conciliar con la mente, contabilizar, ocuparse con pensamientos o cálculos. Es una palabra usada por filósofos griegos para referirse a la comprensión y la aplicación de datos verídicos. Pero Pablo elevó su significado para incluir el elemento de la fe en Dios, orientando nuestras mentes a no sólo pensar en datos, sino en datos establecidos por Él, ocupándonos en lo que comentaristas describen como los “seis términos éticos.”
Todo comienza con la verdad. El meollo del asunto sobre el cinismo es la inhabilidad de determinar lo que es cierto o falso. La verdad es rechazada, pero los alegados “hechos” son aceptados sin ningún fundamento. Ellos opinan que la “verdad” de uno no tiene que ser la “verdad” del otro, y algunos creen que no existe la verdad. Pero Dios dice lo contrario. Existe una verdad, y sólo la encontraremos en Su Palabra.
La palabra griega para “verdadero” en este pasaje es aletheia. Aparece 187 veces en los Escritos de los Apóstoles, y se refiere a lo confiable, constante, seguro e incambiable. A menudo se usa para describir a Jesús/Yeshúa. Según el Dr. J. D. Watson en su libro A Word for the Day [Una Palabra para el Día], es esencial que comprendamos que la verdad es absoluta, incontrovertible, irrefutable, incuestionable, indiscutible e incambiable. Si algo es verdad, siempre es verdad y nunca puede ser falso.
Cuando las Escrituras nos dicen que debemos meditar en lo que es santo; que Su Palabra es verdad y que nos libertará; que el gozo del Señor es nuestra fortaleza; que nos debemos acercar a Él como niños; que la fe y el perdón son una realidad; y que podemos poseer una vida de contentamiento… es la verdad, la pura verdad. Como dice el Dr. Watson, sea cual fuere la pregunta o el asunto, nuestro lema debe ser: ¿Qué dicen las Escrituras?” Esa es la única verdad.
La palabra griega para “digno” es semnotes. Se refiere a todo lo que es sublime, majestuoso, santo y reverente, refiriéndose a la majestuosidad de Dios…y también a la grandeza del ser humano. Es usada para recalcar una perspectiva ética decente y en orden. Un hombre digno es el que se describe en Isaías 66:2, quien es contrito de espíritu y tiembla ante la Palabra de Dios, o como vemos en el Salmo 119:11, quien esconde la Palabra de Dios en su corazón para que no peque. Es el hombre a quien la verdad de la Palabra de Dios es una realidad, la que determina sus pensamientos, acciones y sentimientos. Así como Jeremías, este comió las Palabras de Dios y le llenaron de gozo el corazón (Jer. 15:16).
La siguiente palabra griega es dikaios, y hemos sido ordenados a pensar en todo lo “justo.” Significa lo que es recto, así como su contraparte hebrea tzadik. El Tanaj (Antiguo Testamento) nos dice que no hay nadie verdaderamente justo sino Dios mismo, y los Escritos de los Apóstoles (Nuevo Testamento) enseñan que Jesús/Yeshúa es la justicia de los cristianos. Matthew Henry lo definió de una manera práctica: “Es cualquier cosa que esté de acuerdo con la reglas de justicia y rectitud en nuestras relaciones con los seres humanos, careciendo de impureza o mezcla con el pecado.”
Sin embargo, esa palabra también tiene otra connotación. No sólo debemos meditar en la justicia de Dios sino en la justicia que podamos encontrar en otros, si la buscamos. Debemos ocupar nuestros pensamientos en la planificación de nuestros propios actos de justicia y en comportarnos de tal manera que inspiremos a otros para que también actúen con justicia.
La próxima palabra en nuestra lista es todo lo “puro,” y esa palabra en griego es hagnos. Originalmente se refería a lo que es ritualmente puro, pero eventualmente llegó a referirse a la limpieza y pureza en todos sus aspectos. Los cristianos se deben mantener puros, viviendo vidas de rectitud moral, pureza sexual y sin contaminación con falsa doctrina. La esposa de Cristo, según Pablo, debe acercarse a su esposo con pureza de mente y cuerpo.
La próxima palabra es “amable,” o prosphiles en griego. Según el Diccionario Expositivo de Vine, significa aceptable, agradable o hermoso. Dr. Watson explica que representa aquello que involucra nuestro afecto o cariño. Así como sucede cuando meditamos en lo justo, cuando pensamos en lo amable, eso debe inspirar a otros para que actúen amorosamente; que dejen a un lado la mentira, el robo, la maledicencia, el chisme y otras conductas desagradables a Dios; que procuren el afecto de Dios y de otros por medio de sus actos de amor y bondad.
¿Y qué de la palabra “honorable”? Hemos de pensar y hablar sobre cosas que sean realmente merecedoras y edificantes, de buen reporte, cuidando de no ofender. Podemos enfocarnos principalmente en las cosas positivas y constructivas en lugar de cosas negativas y perjudiciales.
La instrucción de Pablo termina con la frase “si hay alguna virtud o algo que merece elogio.” Pablo evidentemente quiere asegurar que su lista sea todo-inclusiva. La palabra griega para virtud es arete. En el griego clásico, habla de excelencia de todo tipo, incluyendo excelencia mental o fuerza física. Implica lo mejor de la humanidad.
El Dr. Watson sugiere que Pablo usó esa palabra para animar a los filipenses para que piensen en todo lo bueno que se pudiera encontrar en la moralidad humana. Si existe alguna cosa excelente, moral o valorable, toda virtud humana, pensemos en esas cosas.
Finalmente, Pablo nos exhorta a pensar en todo lo que merece ser elogiado. En griego, esa es una palabra compuesta por epi, que significa sobre, y enos, que significa alabanza. En otras palabras, habla de dar crédito, aprobación, aplauso o reconocimiento público. Es usado 17 veces en los Escritos de los Apóstoles (NT) y usualmente se refiere a la alabanza y el reconocimiento del cual Dios es merecedor. Pablo nos dice que pensemos en cosas que son dignas de alabanza, y principalmente deben ser aquellas cosas que dan la merecida gloria y honor a Dios.
Regresando a nuestra discusión sobre el cinismo, podríamos crear una larga lista de atributos que son distintivas de esa condición, entre ellos: la falta de fe, desconfianza, apatía, negatividad y mucho más. Sin embargo, una cuidadosa comparación revela que Pablo confronta casi todas esas cosas en las seis menciones de “todo lo que es…” y en las dos “si hay alguna cosa…” Pero eso no significa que el modo para contrarrestar el cinismo sea fácil.
Refiriéndome nuevamente al libro ‘A Word for the Day’, el autor nos dice:
Tenemos que tomar decisiones deliberadas para tener pensamientos provechosos. Nuestras mentes no se encaminarán en esa dirección de forma automática. La mayoría de nosotros somos mentalmente perezosos. Y debido a la caída en Edén, tenemos una tendencia natural al deterioro. El secreto de una mentalidad santa es el dominio de nuestra voluntad, en cooperación con el Espíritu Santo, para así “en eso meditar.”
A medida que hagamos confesión de nuestro cinismo en oración y nos arrepintamos, el Señor pronto responderá con Su perdón y nos dará poder para cambiar nuestra visión mundial. A la vez, veremos más claramente el fruto del Espíritu en nuestras vidas: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio” (Gál. 5:22-23). Esas cualidades comenzarán a reemplazar la negatividad que nos entrampa. El gozo del Señor ciertamente será nuestra fortaleza. La verdad estará sobre nuestros labios, el contentamiento estará en nuestros corazones y el amor estará en todas nuestras acciones. Todo lo que tenemos que hacer es un pequeño ejercicio espiritual y mental… en esto mediten.
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