por: Rvdo. Terry Mason, Director de Desarrollo Internacional
“POR TANTO, MIS AMADOS HERMANOS, estén firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que su trabajo en el Señor no es en vano” (1 Cor 15:58). Este sabio consejo del apóstol Pablo se aplica a cada uno de nosotros hoy. Vivimos en tiempos peligrosos de la historia mundial. ¿Están tu fe y tu caminar con el Señor listos para resistir lo que pueda venir? ¿Eres firme, inamovible y abundante en la obra del Señor?
¿Alguna vez has intentado mover un árbol? Los árboles nos dan una imagen de una fuerza inamovible. Un ejemplo bíblico está en Isaías 61:3, “Para conceder que a los que lloran en Sión se les dé diadema en vez de ceniza, aceite de alegría en vez de luto, manto de alabanza en vez de espíritu abatido; para que sean llamados robles de justicia, plantío del Señor, para que Él sea glorificado”.
Cuando un árbol es joven, el retoño es fácil de arrancar y mover, pero una vez que el árbol ha echado raíces firmemente, es muy difícil moverlo. De hecho, si lo intentas mover, es posible que termines lastimándote en el proceso. Uno de los trabajos más difíciles que he realizado fue intentar desenterrar un árbol maduro. Encontrar y cortar las raíces —muy por debajo del nivel del suelo— no es para los débiles de corazón. Requiere verdadera determinación.
El Pastor Mark Witte relató un encontronazo literal que tuvo con un árbol. Aprendió de primera mano lo fuerte e inamovible que puede ser un árbol. Cuando era niño, estaba en el jardín de sus abuelos jugando a la pelota cuando le lanzaron la pelota en su dirección. Mantuvo sus ojos en la pelota mientras se movía para interceptarla, sin darse cuenta de que la trayectoria en la que se encontraba lo llevaba directamente hacia un gran árbol viejo. ¡Ay! Su pequeña estatura no era suficiente para mover el árbol. Sus moretones posteriores le recordaron la fuerza de ese árbol.
La mayoría de los árboles son macizos. Resisten tormentas violentas y todo tipo de clima. Dios llamó a la nación de Israel un olivo. El olivo era una parte integral de la vida del pueblo judío durante los tiempos bíblicos. Cuando Dios usó el olivo como imagen para Israel, supieron inmediatamente lo que les estaba diciendo —que serían fuertes y valientes; que, independientemente de los enemigos que los atacaran, serían prácticamente indestructibles y sobrevivirían a sus enemigos; y que siempre darían fruto y serían luz para las naciones—.
Deberíamos tratar de hacer que nuestras vidas se parezcan más a los árboles que nos rodean. Son fuertes, resilientes y llenos de vida debido a sus profundas raíces. También necesitamos cimientos profundos. Recuerdo la enseñanza de Jesús (Yeshúa) en Mateo 7:24-27 acerca de construir una casa sobre cimientos firmes, sobre la base de Sus enseñanzas. Dijo que si obedecemos Sus enseñanzas, las tormentas de la vida podrían soplar contra nuestras vidas, pero no caeríamos. Sin embargo, aquellos que escuchan Sus palabras y no las ponen en práctica son como una casa construida sobre la arena, que se derrumbará cuando las tormentas de la vida vengan contra ella. Las verdades perdurables de la Palabra de Dios nos guiarán y fortalecerán para la vida si nos aferramos a ellas.
La Palabra de Dios deja claro que en los últimos días, a medida que la historia de la humanidad se acerca a su fin, la vida será cada vez más difícil. Aquellos que creen en el Dios único, verdadero y vivo, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y tratan de vivir según Sus directrices, experimentarán una oposición significativa.
En 2 Timoteo 3:1-5a, Pablo advirtió a su discípulo: “Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes, sin amor, implacables, calumniadores, desenfrenados, salvajes, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los placeres en vez de amadores de Dios; teniendo apariencia de piedad, pero habiendo negado su poder. A los tales evita”.
Lamentablemente, esa lista suena demasiado familiar en nuestros días, incluso a veces desde dentro de la Iglesia. El versículo 4 dice que en los últimos días algunos se aferrarán a una apariencia de piedad, aunque negarán su poder. Necesitamos estar alertas y mantener nuestra propia fe fuerte y firme.
En Mateo 24:5-7, Jesús (Yeshúa) advirtió a Sus discípulos que al final de los tiempos habría falsos profetas, guerras y rumores de guerras, hambrunas y terremotos en todo el mundo. Sin embargo, estos serían sólo señales del principio del fin. Advirtió que no debemos ser engañados.
Jesús (Yeshúa) continuó en Mateo 24 advirtiendo que muchos se apartarían debido a la intensa persecución de aquellos días. El amor de muchos se enfriará a medida que aumente la anarquía. Luego, en el versículo 13, Jesús enseñó que el que persevere (sea firme e inamovible) hasta el fin, será salvo.
Pablo también escribió sobre alejarse o la apostasía cerca del fin de los tiempos. En 2 Tesalonicenses 2:3a, amonestó: “Que nadie los engañe en ninguna manera, porque no vendrá sin que primero venga la apostasía”. Y a Timoteo le escribió: “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, mediante la hipocresía de mentirosos que tienen cauterizada la conciencia” (1 Tim 4:1-2).
En nuestro entendimiento cristiano, el fin de los tiempos o el gran día del Señor se acerca cada vez más. Vemos las señales de los tiempos sucediendo a un ritmo cada vez mayor. ¿Puedes sentir la presión aumentando diariamente? Los comentaristas judíos hablan de este tiempo como la ‘Redención Final’, cuando el Mesías vendrá y arreglará todas las cosas en el mundo para la gloria de Dios. Todas las naciones acudirán a Jerusalén para servir al Dios vivo. Muchos en la comunidad judía ven lo que está sucediendo en el mundo y también reconocen que el tiempo es corto.
Leemos sobre este tiempo en Isaías 2:1-4: “Lo que vio Isaías, hijo de Amoz, con relación a Judá y Jerusalén. Acontecerá en los postreros días, que el monte de la casa del Señor será establecido como cabeza de los montes. Se alzará sobre los collados, y confluirán a él todas las naciones. Vendrán muchos pueblos, y dirán: «Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que nos enseñe acerca de Sus caminos, y andemos en Sus sendas». Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor. Él juzgará entre las naciones, y hará decisiones por muchos pueblos. Forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”.
Con este tiempo que se acerca en mente, ¿cómo debemos vivir nuestras vidas? Muchos cristianos anhelan que llegue este momento para poder dejar esta tierra impía e ir al cielo. Sin embargo, una mentalidad hebraica lo ve de manera muy diferente. Dwight A. Pryor, bendita sea su memoria, explicó en su libro A Continuing Quest (Una búsqueda continua): “El pensamiento griego enfatiza una espiritualidad de otro mundo, con nuestro ‘verdadero hogar’ en el cielo… No somos salvos sólo para ser sacados de este mundo, sino para ayudar a traer a Dios al mundo, para extender Su redención y hacer avanzar Su reino en la tierra —una meta que un día se consumará en Sión—”.
Mientras permanecemos en el mundo mientras aumentan el pecado y la anarquía, ¿cómo podemos continuar fuertes en nuestra fe, fieles hasta el fin? Aquí hay algunos recordatorios de las Escrituras para meditar y poner en práctica.
“Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga” (1 Corintios 10:12).
“Por tanto, amados, sabiendo esto de antemano, estén en guardia, no sea que arrastrados por el error de hombres libertinos, caigan de su firmeza” (2 Pedro 3:17).
“Con todo mi corazón te he buscado; no dejes que me desvíe de Tus mandamientos. En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar contra Ti” (Salmos 119:10-11).
«Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en Ti confía» (Isaías 26:3).
“Esto Él hará si en verdad permanecen en la fe bien cimentados y constantes, sin moverse de la esperanza del evangelio que han oído…” (Colosenses 1:23a).
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).
En 2 Tesalonicenses 2:2, Pablo advierte a los creyentes tesalonicenses que no deben perder rápidamente su compostura ni perturbarse. Además, en Filipenses 2:12b, 14-15, Pablo les dice: “ocúpense en su salvación con temor y temblor… Hagan todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo”.
En Hebreos 3:12-14, el autor advierte: “Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: «Hoy»; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado. Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos firme hasta el fin el principio de nuestra seguridad”.
En 1 Timoteo 4:13-16, Pablo da sabios consejos que son relevantes para todos nosotros hoy. “Entretanto que llego, ocúpate en la lectura de las Escrituras, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio. Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan”.
Al cimentarnos en la lectura, la exhortación y la sana doctrina, al meditar en estas cosas, entregándonos por completo a ellas, estaremos firmes, inamovibles, abundando en la obra del Señor sin importar lo que pueda venir por delante.
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