por: Rvda. Rebecca J. Brimmer, Presidenta y Directora Ejecutiva Internacional
Recientemente me embarqué en lo que puede ser un proyecto para toda la vida. Quiero escribir un devocional breve para cada capítulo de la Biblia. Si bien creo que esto es principalmente para mí personalmente, como parte de mi tiempo devocional con el Señor; deseo compartir mis pensamientos sobre los primeros seis capítulos de Génesis contigo.
Te animo a leer la Biblia con nosotros este año. “La Palabra de Dios es una lámpara para alumbrar nuestro camino” (Sal 119:105). No podemos predecir el futuro. No sabemos qué nos traerá el 2021. El camino puede dar vueltas y vueltas, pero la Palabra de Dios nos proporcionará una dirección. Que este año sea un año con el Señor, leyendo la Escritura, orando, alabando y adorando. Mi oración por ti es que recibas una nueva revelación del Dios al que servimos mientras lo buscamos.
La Biblia comienza con las palabras “En el principio…” (Gn 1:1). La palabra hebrea es bereshit. En la Biblia hebrea, el libro de Génesis (que significa ‘comienzos’) se llama Bereshit. Lo primero que Dios quiere que sepamos es que Él existió desde el principio.
Otro libro de la Biblia comienza con las mismas palabras. Juan comienza con las palabras: “En el principio era el Verbo…” (Juan 1:1). Esta conexión seguramente no fue una coincidencia. Juan el apóstol, un seguidor judío de Jesús (Yeshúa) en el siglo I d.C., era indudablemente muy versado en la Torá (Gn–Dt). Incluso pudo haberlo memorizado. Eso no era infrecuente. Juan 1:2-3 dice: “Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Juan presenta a Jesús y lo identifica claramente con el Creador.
La eternidad de Dios es difícil de comprender para los humanos, al igual que el concepto de que Dios opera fuera del tiempo. El libro de Apocalipsis se refiere a Jesús como “el Cordero inmolado desde la fundación del mundo” (Ap 13:8b).
Desde el principio, Dios el Creador tenía un plan redentor.
“Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él había creado y hecho” (Gn 2: 3).
La palabra sábado, o Shabat en hebreo, tiene la misma raíz que la palabra ‘séptimo’. Antes de que se diera la Ley de Moisés en el monte Sinaí, Dios instituyó un día de descanso el séptimo día (sábado). Fue un regalo, no una carga. Fue un permiso para dejar de trabajar, reagruparnos y pasar tiempo en oración y comunión con Él. Fue un día para recargar energías.
Después de vivir en Israel por más de 30 años, he llegado a valorar el ritmo de vida donde cada Shabat se detiene el vaivén de la agitada vida cotidiana. La tranquilidad se asienta sobre la tierra y se dedica tiempo a las cosas importantes: Dios, el tiempo de descanso y la familia.
Jesús (Yeshúa) dijo: “Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera” (Mt 11:28-30). Curiosamente, Jesús asistió a la sinagoga en Shabat. “Jesús llegó a Nazaret, donde había sido criado, y según Su costumbre, entró en la sinagoga el día de reposo, y se levantó a leer” (Lucas 4:16 NBLA).
A veces, cuando expreso mi agradecimiento por el Shabat, los cristianos se ofenden y me preguntan si estoy diciendo que los cristianos deberíamos adorar en sábado y no en domingo. Siempre les digo que adoren el domingo, que es un gran día para reunirse a alabar al Señor. Creo que los verdaderos adoradores de Dios deberíamos adorar los domingos, lunes y martes… sí, todos los días de la semana. Curiosamente, una de las palabras para ‘adorar’ en hebreo, es avodá, y es la misma palabra para ‘trabajo’. [Aunque en nuestra cultura occidental se le conoce al domingo como un día de descanso, la realidad es que no lo es completamente, por el simple hecho de ‘adorar-trabajar’, por lo tanto] no deberíamos llamar al Shabat “domingo”. Solo un día es Shabat, un día de reposo.
Considera pasar un sábado con el Señor en quietud y descanso. Te sentirás renovado y listo para afrontar la siguiente semana.
Génesis 3 es una triste historia de tentación y rebelión contra Dios. Él había colocado a Adán y Eva en un hermoso jardín; Él personalmente pasó tiempo en comunión con ellos. Solo prohibió una cosa: comer de un árbol en particular. La tentación no fue resistida y el pecado entró en la ecuación. Es en este capítulo donde encontramos el primer indicio de que nuestras acciones tienen consecuencias. Dios no advirtió para luego no actuar de acuerdo con Sus palabras. Las vidas de Adán y Eva cambiaron drásticamente a partir de ese momento. La vergüenza, la culpa, el destierro, el trabajo, el dolor y la angustia se convirtieron en parte de su experiencia continua. Cuando experimentamos este tipo de emociones, es natural culpar a otras personas. Adán culpó a Eva; Eva culpó a la serpiente; y quizás ambos culparon a Dios. Miles de años después, todavía tratamos de culpar a otros (incluido Dios) por el dolor en nuestras vidas y en el mundo. En cambio, debemos darnos cuenta de que existen consecuencias naturales del pecado, la maldad; de ceder ante la iniquidad y la rebelión.
No es el deseo del corazón de Dios que experimentemos el dolor del pecado y sus consecuencias; nunca lo fue. Su deseo era que los humanos vivieran en un entorno idílico, un jardín de gran belleza, mucha buena comida, animales asombrosos e intimidad con Él y entre ellos.
La palabra hebrea para arrepentimiento es tshuvá, que literalmente significa ‘volverse’. Hoy, volvamos a nuestro Dios amoroso que desea el bien para nosotros.
Pasó el tiempo y Adán y Eva fueron bendecidos con hijos. Obviamente, criaron a sus hijos para que respetaran a Dios. Tanto Caín como Abel sabían que debían llevar ofrendas al Señor. Ambos trajeron ofrendas de su trabajo cotidiano: Caín de la cosecha que cultivó y Abel de los rebaños que crió. Lo que sucedió después es desconcertante. ¿Por qué Dios respetó el regalo de Abel pero no el de Caín? Algunos han dicho que fue porque el sacrificio de Abel fue un sacrificio de animales. Sin embargo, más adelante en la ley mosaica, encontramos tanto granos (vegetación) como sacrificios de animales, así que seguramente ese no fue el problema aquí. Cuando Dios confronta a Caín por su respuesta emocional, le dice: “¿Por qué estás enojado, y por qué se ha demudado tu semblante? Si haces bien, ¿no serás aceptado? Pero si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo” (Gn 4:6-7).
Parece obvio que Dios, que conoce lo más profundo de nuestros corazones, luchas y pensamientos, estaba juzgando el corazón de Caín. La motivación del corazón es el núcleo de esta historia. Cuando Caín asesinó a su hermano, el mal que ya estaba en su corazón fue revelado para que todos lo vieran. 1 Juan 3:12 se refiere a él de esta manera: “No como Caín que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”.
Dios siempre está al tanto de nuestro corazón. Él le dijo al profeta Samuel: «No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; porque Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón» (1 Sam 16:7).
¿Cuál es la motivación de tu corazón? El Señor Jesús (Yeshúa) también juzga el corazón. Él dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros?’. Entonces les declararé: ‘Jamás los conocí; apártense de Mí, los que practican la iniquidad’” (Mt 7:21-23).
Hoy oro con el salmista: “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno” (Sal 139:23-24).
“El día que Dios creó al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó. Los bendijo, y los llamó Adán [humanidad] el día en que fueron creados” (Gn 5:1b-2).
Qué maravilloso que fuimos creados a imagen de Dios. ¿Qué significa esto? Ciertamente, no es apariencia física, ya que Dios es un espíritu. Se nos dieron características que reflejan la esencia de Dios. Él nos dio la capacidad de pensar, razonar, crear, elegir, apreciar la belleza y sentir emociones. Desde el principio, incluso la existencia de la humanidad fue un testimonio del carácter de Dios. ¡Llevamos Su semejanza!
Asombrosamente, Dios les dio a hombres y mujeres la capacidad de crear otros seres humanos que llevan Su imagen. Este es un encargo sagrado. Su plan era que los niños fueran criados en familias: un hombre casado con una mujer y criando a los niños en el entorno protegido del matrimonio. Es por eso que tantas leyes bíblicas describen cómo vivir. Se establecieron límites sexuales para proteger al individuo, la familia y la sociedad. El pecado corrompió este plan divino, y las consecuencias del pecado traen quebrantamiento y dolor. Aunque todo ser humano está hecho a imagen de Dios, el pecado a menudo ha distorsionado la imagen de Dios. El trauma resultante tiende a alejar más a las personas de Dios. Su imagen no brilla a través de estas vasijas heridas y llenas de pecado.
Afortunadamente, Dios tiene la cura. Recuerda, estar hecho a Su imagen incluye la capacidad de elegir. Como Josué les dijo a los Hijos de Israel: “…Escojan hoy a quién han de servir” (Jos 24:15a). Estoy agradecida por la Palabra de Dios que nos enseña la manera de vivir, la obra de Jesús (Yeshúa) en la cruz, y la obra continua del Espíritu Santo para guiar a los creyentes a llevar una vida recta. Estoy agradecida porque Dios toma a las personas quebrantadas que se acercan a Él y las sana; les ayuda a ser nuevamente un testimonio de Él y de Su imagen ante el mundo. Mi pregunta para el día de hoy es: ¿Cómo puedo reflejar la imagen de Dios en este día?
Con el paso del tiempo, los hombres usaron el libre albedrío que Dios les dio para elegir egoístamente. No tomaron decisiones piadosas que reflejaran la imagen de Dios dentro de ellos. La maldad aumentó hasta el punto en que Dios se arrepintió de haber creado a la humanidad. Quizás lo hubiera destruido todo si no hubiera sido por un hombre justo: Noé. “Pero Noé halló gracia ante los ojos del Señor” (Gn 6:8).
Cuando estudié hebreo en el ulpán (escuela de idiomas), nos enseñaron esta frase hebrea, y nuestro maestro dijo que en hebreo moderno significa “le agradó”. Esta es la primera aparición en la Biblia de la palabra hebrea jen, que significa gracia o favor. A menudo pensamos en la inmerecida gracia de Dios. Dios miró a su alrededor en la generación de Noé y vio solo una familia a la que concedió la gracia de salvarlos de Su juicio.
Estoy segura de que Noé no era perfecto, pero la Biblia dice: “Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos. Noé siempre andaba con Dios” (Gn 6:9b). Al reflexionar sobre el Jardín del Edén, cuando Dios caminó con Adán y Eva, disfrutando de la comunión con ellos, esta frase “Noé siempre andaba con Dios” adquiere un significado especial.
Hoy hay mucha maldad, como en los días de Noé. Así como entonces, Dios está buscando a aquellos que caminen con Él en comunión, que reflejen Su carácter y cuya vida sea un testimonio de Él. Noé comprendió la justicia y se sometió a Dios. Cuando Dios le pidió que hiciera una tarea escandalosa, Noé obedeció. Al crecer, solíamos cantar un himno llamado “Confía y obedece”. Noé entendió la rectitud y la justicia porque pasó tiempo con Dios; él respondió a la voz de Dios con confianza y obediencia. ¡A Dios le agradaba Noé! Yo también quiero agradarle a Dios.
Espero que hayas disfrutado el compartir este tiempo devocional conmigo. Una vez más, te animo a unirte a nosotros en la lectura de la Biblia [en inglés], este año. Puedes registrarte en ignitethetruth.com para obtener el plan de lectura y acceder a videos y enseñanzas durante todo el año.
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