por: Scott Stewart, Representante en Escocia
El mero hecho de que exista y prospere la pequeña nación democrática judía de Israel en medio de un mar de dictaduras islámicas es un verdadero milagro de la modernidad. Este arruinado grupo de personas que emergió de la Shoá (el Holocausto) ascendió a los lugares más altos en cada área de especialidad y profesionalismo, desde el mundo del entretenimiento a la cosmetología y a la ciencia.
Mark Twain publicó unas palabras muy inspiradoras en Harper’s Magazineen septiembre de 1899: «Si las estadísticas son correctas, los judíos constituyen una cuarta parte de un por ciento de la raza humana. Se asemeja a un efímero soplo de polvo estelar perdido en el resplandor de la Vía Láctea. Propiamente, el judío ni siquiera debería ser afamado; pero es afamado, y siempre será afamado. Es tan prominente en el planeta como cualquier otro pueblo, y su importancia es extravagantemente fuera de proporción a su diminuto tamaño. Sus contribuciones al mundo, que incluyen grandes nombres en la literatura, la ciencia, el arte, la música, las finanzas, la medicina y otros conocimientos recónditos, están muy fuera de proporción comparadas con la debilidad de sus números. Ha peleado una maravillosa batalla en este mundo, en todas las edades; y lo ha hecho con las manos atadas tras sus espaldas.» [1]
La intención de este Estudio es explorar el papel que ha jugado el milagro divino en la fundación y formación del moderno estado de Israel por medio del Sionismo, el movimiento dedicado al establecimiento de una patria judía.
El diccionario Merriam-Webster (traducido al español por esta traductora) define sionismo como «un movimiento internacional cuyo propósito original fue el establecimiento de una nación o comunidad judía religiosa en Palestina [nombre usado para Israel antes de 1948], y luego el apoyo del moderno Israel.» Asumiendo que esa definición es correcta, uno puede concluir que el origen del sionismo se encuentra en Dios mismo, el primer sionista verdadero. Hallado entre las páginas de las Escrituras mucho antes de que existiera un problema en el Medio Oriente, encontramos que Dios tenía un plan tanto para Su Tierra como para Su pueblo: «Porque los tomaré de las naciones, los recogeré de todas las tierras y los llevaré a su propia tierra» (Ezeq. 36:24).
El método que Dios siempre ha usado para cumplir Su plan sobre el planeta Tierra ha sido el esfuerzo humano, con adicional capacitación divina. Esta ecuación humana es la que ha adelantado la agenda sionista de Dios a través de toda la Escritura por medio de conocidos personajes como Abraham, a quien Dios prometió la Tierra (Gén. 17:7-8), luego Moisés, Josué y Caleb, quienes dirigieron al pueblo para heredar el sueño sionista. Después, Dios capacitó a los profetas para que predijeran tanto la dispersión de Israel como su retorno. Dios usó a miles de personajes bíblicos para obrar Sus milagros, y creó una tierra prometida para Su pueblo disperso. En referencia a fuentes extra-bíblicos, no debemos olvidar la odisea de los macabeos en el segundo siglo a.C., quienes alcanzaron la victoria sobre el imperio sirio y re-dedicaron la habitación de Dios en Jerusalén: el Templo.
Aunque los libros de Primera y Segunda de Macabeos no están incluidos en la Biblia hebrea, podemos leer allí que la ayuda de Dios, combinada con el esfuerzo humano de la familia jasmoneana, el pueblo exhibió enorme pasión sionista. De hecho, la asombrosa victoria que tuvo el movimiento sionista jasmoneano y la manera milagrosa en que Dios intervino dio lugar a la fiesta anual conocida mundialmente como la fiesta de jánuca, o la Fiesta de la Dedicación (Juan 10:22).
Si nos adelantamos a tiempos más modernos, encontramos muchos otros personajes que Dios ha escogido con el propósito de cumplir su agenda divina. El sionismo moderno comenzó en la última década del siglo 19 con un hombre llamado Teodoro Herzl. Este abogado judío en Viena originalmente creyó que el pueblo judío se debería asimilar en los países donde vivían. Esa idea fue destinada a cambiar, sin embargo, cuando presenció la violencia antisemita en el caso legal de Dreyfus en Francia. Ese escandaloso juicio político, visto entre 1890 y 1990, acusó falsamente a un oficial judío de traición; y de repente su vida adquirió propósito y significado.
Herzl escribió en su libro «El Estado Judío» lo siguiente: «Siento que, con la publicación de este folleto, he cumplido con mi tarea…¿Declaro algo falso? ¿Me adelanto al tiempo? ¿No han sufrido los judíos suficiente? Veremos lo que sucede. Depende de los judíos mismos si este folleto político se queda en mero romance político. Si la actual generación es demasiado torpe para entenderlo correctamente, una más excelente y mejor generación se levantará para comprenderlo. Los judíos que deseen un Estado lo tendrán, y merecerán tenerlo.» El camino hacia el moderno estado de Israel resultaría muy difícil. Sin embargo, los que se sintieron animados por el movimiento sionista de Herzl reconocieron que suya era una época muy importante, no sólo para los descendientes dispersos de Abraham, sino también para todas las poblaciones del mundo.
Herzl continuó escribiendo: «El Estado Judío es esencial para el mundo, y por lo tanto, será creado.» Aunque el padre del sionismo moderno vio que Israel era «esencial para el mundo,» no se percató plenamente de cuán importante sería esa nación. El autor y erudito cristiano de Oxford, Dr. Ron Moseley, dijo correctamente: «Aunque a muchos cristianos se les ha enseñado que los judíos, en conjunto, mataron a Jesús y que han sido eternamente malditos, la verdad es que han sido más exitosos en peores condiciones que cualquiera otra raza.» Miles de personas han admitido, y a veces de mala gana, que el mundo no podría existir sin el pueblo judío entre las naciones. Desde presidentes hasta filósofos, todos se esmeran por elogiar a los hijos de Jacob.
Aún Voltaire, el filósofo francés antisemita de los años 1800, dijo: «Si yo fuese ateo, y creyese en un ciego destino eterno, todavía creería que el destino predestinó a los judíos a ser el instrumento más esencial para civilizar a las naciones. Si yo fuese un ateo de la otra secta, quienes creen o pretenden creer, que todo ocurre por casualidad, todavía creería que la casualidad ha ordenado a los judíos para que preserven y propaguen la doctrina de un Ser supremo, inteligente, sabio y todopoderoso del Universo, lo cual creo es el gran principio esencial de toda moralidad y, consecuentemente, de toda civilización.»
El segundo presidente de Estados Unidos, John Adams, concuerda con Voltaire respecto a Israel: «Insistiré en que los hebreos han hecho más para civilizar al hombre que cualquiera otra nación.» Comentarios como éstos dan lugar a la idea de que, aunque uno sea un filósofo a medias o un futuro presidente, la presencia del pueblo judío es un constante recordatorio de que el Dios de Israel aún trabaja en los asuntos humanos. Ambos Herzl y Voltaire usaron la palabra «esencial» cuando describieron la importancia de los b’nei Israel (hijos de Israel) en la economía global. El lugar donde nacería esta nación tan esencial era inmisericorde y hostil. Pero de ese terreno baldío florecería algo grandioso y exitoso, cumpliendo las palabras de los profetas de antaño (como en Isaías 35:1).
El paisaje en ese tiempo de la historia todavía era igual cuando Mark Twain lo describió luego de visitar el país en 1867: “Un país desolado cuya tierra es suficientemente buena, pero abandonada a abrojos…una enlutada y silenciosa expansión…una desolación… Nunca vimos una sola persona en toda la ruta…apenas vimos algún árbol o arbusto en todos los alrededores. Aún el olivo y el cactus, amigos cercanos a una tierra despreciable, habían casi desertado el país.” Sin embargo, a ese escenario desolado Dios volvería a traer a los judíos, y del polvo levantaría la nación «esencial» de Herzl. Cambiaría su desolación en productividad y fruto abundante.
Si la tarea del movimiento sionista fue restablecer una patria judía en la antigua tierra de Israel, logró su cometido. El 14 de mayo de 1948 nació el moderno estado de Israel, cumpliendo así las palabras proféticas de Isaías de que la nación nacería en un día (Isa. 66:8). Dado que Dios está involucrado en el restablecimiento de la nación, uno podría ver que el producto y la sustancia de tal evento, trabajando en conjunto con Dios, ciertamente impactaría al mundo y llegaría a ser la nación más esencial jamás vista. Esa chispa divina es sin dudas la fuerza tras la creación del moderno estado de Israel, y ha sido el combustible para el movimiento sionista.
Chaim Weizmann, el primer presidente israelí, hablando ante las Naciones Unidas en 1947, un año antes de cumplirse la profecía de Isaías sobre el restablecimiento de Israel, describió su interpretación de la chispa divina diciendo: «Palestina, por razones que no necesito elaborar, emite energía e impulso al pueblo judío que no son emitidas en ninguna otra parte. No podría decir que todo judío lo siente. No voy a decir que lo siente enseguida. Pero hay sentimientos que crecen en cada uno de nosotros, y las piedras, los pantanos y la arena de Palestina se convierten en una posesión preciosa a la que vertimos nuestro sudor, nuestra sangre, nuestro esfuerzo y nuestro ingenio para hacer lo que es.»
Weizmann, un judío secular que no era dado a explicaciones sobrenaturales, usó la palabra «energía» para describir lo que otros llamarían «bendición» o «influencia sobrenatural.» Algunos incluso dirían que era el impulso del propio Rúaj HaKodesh (Espíritu Santo). Cierto, la mayoría de las batallas peleadas por el moderno estado de Israel son proclamadas como sobrenaturales o milagrosas por muchos quienes atestiguan de los hechos.
Moseley es aún más específico cuando narra la serie de luchas, comenzando con las Cruzadas en 1096 por liberar la Tierra Santa de los infieles, luego las masacres en Polonia entre 1648-1656, terminando con la Shoá de la Segunda Guerra Mundial. Describe la sobre vivencia del pueblo judío como algo «milagroso.» La perspectiva de Moseley es semejante a la de David Ben-Gurión, el primer Primer Ministro de Israel, quien dijo que «el regreso del pueblo judío a su propia tierra ha sido el milagro más grande en toda la historia mundial.»
Verdaderamente, no existe otro pueblo o nación sobre el planeta que haya sido conquistada, dispersada y restablecida en su tierra original dos veces sino Israel. La historiadora norteamericana y ganadora del premio Pulitzer, Barbara Tuchman, una vez escribió que Israel es «la única nación en el mundo que se gobierna a sí misma en el mismo territorio, bajo el mismo nombre, con la misma religión y con el mismo idioma que tenía 3,000 años atrás.» Ben-Gurión añadió: «En Israel, para ser realista, uno tiene que creer en milagros.»
Sin importar el término, sea la colaboración con lo divino, el movimiento sionista de Herzl, la «energía» de Weismann o los «milagros» de Ben-Gurión, los judíos lograron que naciera el estado de Israel. Fue ese grupo de personas, que enfrentó los obstáculos insuperables y sobrevivió el nazismo y el fascismo, que eventualmente llegó a ser, en palabras de Herzl, la «más excelente y mejor generación» que alcanzaría la meta de estadidad nacional y experimentaría el cumplimiento de la causa sionista.
El comienzo de la reconstrucción de la nación de Israel fue explosivo, literalmente. Después de sólo 12 horas de existencia nacional, todo el mundo árabe le declaró la guerra a la recién-nacida nación judía. La intención de esa declaración fue unificar a toda la región en una guerra contra Israel, quien contaba con una mínima cantidad de armas. A pesar de que el infante Israel, con su lastimera cantidad de armas, miraba directo al cañón de innumerables cañones árabes, pronto escribiría una moderna versión de la milagrosa batalla de David contra Goliat.
John Westwood escribe en su libro sobre las guerras del Medio Oriente: «Pero ellos planeaban atacar desde varias direcciones a las pequeñas fuerzas judías, que no sólo estaban faltos de armas sino que carecían de armas.» Él describe las condiciones del Palmach, grupo que consistía sólo de 3,000 soldados de ambos sexos. Poseían menos de 1,000 rifles, quizás igual número de ametralladoras, y municiones para durar sólo varios días. No poseían unidades blindadas, y sólo contaban con 11 pequeños aviones civiles de uno o de dos asientos, y solamente como 20 pilotos para volarlos.
Como resultado de lo que Ben-Gurión llamó «milagros realistas,» ellos eliminaron a las fuerzas árabes unidas, y la victoria que sólo es sustancia de sueños se convirtió en realidad. El columnista y comentarista político de EE.UU., Charles Krauthammer, dijo: «Ellos [los judíos] no existían. No estaban en ninguna parte. Su disipación entre la neblina de la historia durante el exilio de Israel en 722 a.C. no fue algo misterioso. Era algo normal que, cuando un antiguo pueblo derrotaba a otro, los destruía, los dispersaba y los exilaba; con una sola excepción: una historia milagrosa de redención y restauración, no después de un siglo o de dos, sino después de 2,000 años. Notablemente, ese milagro ocurrió en nuestros tiempos.»
A medida que se acercaba junio de 1967, las turbinas de la «energía» de Weismann comenzaron a girar de nuevo. No desde los días de Jericó había el mundo presenciado el tipo de victoria que ocurriría allí. El maestro y escritor Daniel Pinner escribió lo siguiente:
«Por lo tanto, cabe responder a la pregunta: ¿Cuál fue el mayor milagro en la Guerra de los Seis Días? No existe una simple respuesta, porque sucedieron muchos milagros, tanto escondidos como evidentes. No hay fin a las historias documentadas de las batallas: un comandante de tanques egipcios en el desierto del Sinaí se rindió ante una fuerza israelí sumamente inferior el segundo día de la guerra porque vio un espejismo de cientos de tanques israelíes cuando realmente eran menos de una docena; las fuerzas jordanas dieron bienvenida a los tanques israelíes bajo el comando del Coronel Uri Ram porque creían que eran tanques iraquíes que los venían a ayudar; el Cerro de Municiones, en las afueras al norte de Jerusalén, fue capturado por un soldado israelí que, por error, fue a investigar y cayó en una trinchera jordana una noche sin luna a las 2:00 AM y comenzó a disparar a la ciega (la caída del Cerro de Municiones fue un necesario preámbulo para la captura de la Ciudad Antigua 30 horas después).»
Todas las opiniones son las mismas, léalas en fuentes seculares o religiosas, sobre la formación sionista del moderno estado de Israel. No tenemos tiempo para mencionar todos los «milagros» o «energías» experimentadas entre 1948 y 1967, pero sólo es necesario decir que, sin la poderosa intervención del Altísimo, nada hubiese quedado de los hijos y las hijas de Abraham. Moseley comenta: «Una mera mirada casual a la ‘Guerra de Independencia’ de 1948, el ‘Conflicto del Suez’ contra Egipto en 1956, el ‘Milagro de los Seis Días’ en 1967 y la victoria en la ‘Guerra de Yom Kippur‘ de 1973 debería convencer a uno que Dios tiene puesto Su ojo sobre el Israel de la actualidad.»
Al consolidarse la frontera por medio de la Guerra de los Seis Días, y al aumentar el aliyá (la inmigración a Israel), podría decirse que las aspiraciones sionistas del moderno estado de Israel se habían cumplido. Pero, según Moseley, el «ojo» de Dios una vez más fue enfocado sobre Israel en la Guerra de Yom Kipur (Día de Arrepentimiento) de 1973. Los Altos del Golán serían añadidos a la lista de milagros evidentes que confirmaría la intención de Dios por establecer un hogar judío nacional.
Michael Greenspan, productor de películas documentales, relata la historia de un grupo de soldados israelíes en el Golán que se dirigían, en una clara noche de octubre, hacia un pueblo cercano. De repente, los soldados se encontraron en medio de un campo minado. Mientras los soldados comenzaron a palpar la tierra con sus rifles, tratando de localizar los explosivos, un extraño viento se levantó. El viento fue tan fuerte que removió 18 pulgadas de tierra, exponiendo así sobre 1,000 explosivos. Tan pronto quedaron expuestos, el viento se detuvo, y todos los hombres pudieron salir a salvo del campo a la luz de la luna. Tales ejemplos de milagros durante la fundación de Israel deberían comprobar a los de mente abierta que el Señor de los Ejércitos estuvo en comando de los ejércitos israelíes.
Vez tras vez, frente a increíbles obstáculos, la pequeña fuerza que describió Westwood derrotó al gigante del combinado mundo árabe. Nuevamente, David derrotó a Goliat en su batalla, no en un monte escondido de Judea, sino en un escenario que cautivaría la atención del mundo entero. Verdaderamente, se puede decir que el nacimiento de la nación de Dios comenzó con un estallido y la más excelente generación de Herzl finalmente tomó el lugar central entre las familias del mundo. El Ministerio de Asuntos Extranjeros de Israel describe la redención del pueblo judío durante la Guerra de Independencia como «un milagro [que] ocurrió en un momento de desesperación.» Milagros definieron la existencia del antiguo Israel, y milagros volvieron a definir la historia de la reconstitución del moderno estado de la Israel y la realización de la visión del sionismo.
Si uno quisiera caracterizar al sionismo como el movimiento expansionista más allá de la mera creación del estado actual, recuperando el territorio total del previo Rey David, entonces la más excelente generación de Herzl aún no se ha manifestado. Sólo con esa perspectiva en mente podrá decirse que el sueño sionista ha fracasado y ha quedado inconcluso. Sin embargo, es la perspectiva del presente autor que la agenda sionista no ha fracasado.
Los propósitos de Dios realmente han sido cumplidos por medio de sus vasos escogidos a través de las edades, y el moderno estado de Israel es verdaderamente la renovada semilla de Abraham. ¿Esas semillas ya de regreso a su tierra viven según la plena promesa de Dios? No, pero tampoco la mayoría de los cristianos vivimos en la plenitud del Reino de Dios. Pero la carencia de una total rendición al Reino (viviendo según las promesas) no significa que el Reino no habite dentro de nosotros. De la misma manera, la falta de la posesión territorial completa de la nación de Israel no contradice el glorioso retorno de Jacob a la Tierra Prometida y el cumplimiento del sueño sionista nacional.
El futuro del sionismo se fundamenta en el pasado. Hace 4,000 años, las palabras proféticas fueron pronunciadas y sellaron el destino de las aspiraciones futuras del sionismo. Nunca más sería Jacob arrancado de su tierra (Amós 9:15). Tanto los judíos como los cristianos esperan la llegada triunfal del Mesías a la recuperada Tierra de Israel para asegurar las fronteras prometidas a Abraham hace tantos años. Hasta que no se presente el Mesías, la responsabilidad del futuro de Sion recae sobre todos nosotros. El futuro de Sion ahora es nuestro futuro; nuestros destinos están juntamente ligados, según la Palabra de Dios define nuestras responsabilidades. Anhelamos el día cuando toda la tierra de Canaán se llame Israel, cuando reine la paz y cuando Jerusalén sea puesta por alabanza en la tierra.
Hasta que no se manifieste la realidad del sionismo mesiánico, todos que se hallen bajo el atento ojo de Dios deben mantener el texto en Isaías 62:1 como su lema: «Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no me estaré quieto, hasta que salga su justicia como resplandor, y su salvación se encienda como antorcha.»
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