por: Rvda. Rebecca J. Brimmer, Presidenta International
Siempre me han gustado los árboles. A los israelíes también les encantan los árboles y los plantan para todo tipo de ocasiones. De hecho, Israel es uno de los pocos países del mundo que entró en el siglo XXI con más árboles que hace 100 años. Echemos un vistazo a la relación entre Israel y los árboles.
Tu BiShvat, también conocido como el Año Nuevo de los Árboles, es una festividad judía posbíblica que celebra a los árboles. El nombre significa el día 15 del mes hebreo de Shvat, que cae en enero o febrero, en la época del año en que los árboles de Israel están empezando a brotar y los almendros comienzan a mostrar sus delicadas flores rosas y blancas.
Israel celebra Tu BiShvat plantando árboles, comiendo sus frutos y leyendo las Sagradas Escrituras acerca de ellos. Algunas comunidades celebran un séder de Tu BiShvat: un servicio y una comida combinados para enfocarse en los árboles y su significado bíblico. También dirige la atención a los mandatos bíblicos sobre cuándo comer el fruto de un árbol después de haber sido plantado. Levítico 19:23-25 prohíbe comer el fruto durante los primeros tres años. En el cuarto año, la cosecha pertenece a Dios. Solo a partir del quinto año el fruto está disponible para el disfrute del pueblo. En Tu BiShvat, se considera que cada árbol celebra su cumpleaños y, por lo tanto, ha envejecido un año, para llevar un registro del número de años desde que fue plantado.
Tu BiShvat se trata de agradecer a Dios por el regalo de los árboles. Algunos lo celebran incorporando 15 frutas y frutos secos diferentes en sus comidas en este día, agradeciendo a Dios por cada uno. Los judíos en la diáspora (población judía fuera de Israel) agregan algunas frutas de Israel a su menú del día.
En un sentido muy real, no se trata solamente de un día sobre los árboles en sí, sino sobre el renacimiento de la nación de Israel. El profeta Ezequiel habló acerca del momento en que Dios traería al pueblo judío de regreso de las naciones a su patria en Israel, ¡y los árboles formaban parte de la profecía! “Pero ustedes, montes de Israel, echarán sus ramas y producirán su fruto para Mi pueblo Israel; porque pronto vendrán”. (Ezeq 36:8).
La primera descripción de los árboles en la Biblia se ofrece en Génesis 1 como «… árboles frutales que den su fruto con su semilla sobre la tierra según su especie…» (Gn 1: 11b). Unos versículos más adelante, después de la creación de los seres humanos, leemos: “También les dijo Dios: «Miren, Yo les he dado a ustedes toda planta que da semilla que hay en la superficie de toda la tierra, y todo árbol que tiene fruto que da semilla; esto les servirá de alimento»” (Gn 1:29).
Génesis 2:8-9 resume: “Y el Señor Dios plantó un huerto hacia el oriente, en Edén, y puso allí al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer. Asimismo, en medio del huerto, hizo brotar el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal”.
Según estos versículos aprendemos que Dios planeó que los árboles fueran una bendición, que proporcionaran alimento y ofrecieran un refugio agradable. Algunos de ellos también tenían propósitos específicos.
Dios creó esta tierra para que fuera autosuficiente, y los árboles eran un elemento clave. Los árboles proporcionan alimento, absorben monóxido de carbono y otros contaminantes de la atmósfera y, a su vez, dan oxígeno. De hecho, los árboles y las plantas producen aproximadamente el 50% del oxígeno que necesitamos para vivir. Si los árboles desaparecieran, la vida sería muy difícil en este planeta. La calidad del aire se vería muy afectada, los niveles de lluvia disminuirían y la erosión del suelo dificultaría los cultivos. Dios creó los árboles con el gran propósito de dar vida.
Tenemos un ejemplo histórico de lo que le ocurre a una tierra que pierde sus árboles. Durante el Imperio Otomano se cobraban muchos impuestos. Uno de ellos eran los árboles. Durante los 400 años que los turcos reinaron en la Tierra Santa, los que no podían pagar los impuestos talaban los árboles. Muchos viajeros declararon que quedaban menos de mil árboles en la Tierra. El pueblo judío que regresó a finales del siglo XIX y principios del XX se encontró con una Tierra prácticamente vacía, descuidada y casi sin árboles. Sufría de la erosión del suelo, con desiertos en el sur y pantanos llenos de malaria en el norte. La Tierra no era agradable, ni podía sostener a una gran población sin mejoras significativas.
Dios les dijo a Adán y Eva que guardaran del jardín, «que lo cultivara y lo cuidara» (Gn 2:15b). Dios creó un maravilloso mundo autosuficiente, pero esperaba que la humanidad lo cuidara en colaboración con Él.
Durante 400 años el plan de Dios había sido ignorado. Entonces, Su pueblo comenzó a regresar a la Tierra Prometida e inmediatamente empezó a plantar árboles, drenar pantanos y cuidar o cultivar la Tierra. Hoy, Israel tiene más de 200 millones de árboles. Cultivan fruta abundante para su población y exportan muchas variedades a todo el mundo. Los israelíes desarrollaron una tecnología de ahorro de agua que aprovecha al máximo las limitadas precipitaciones. Construyeron plantas desalinizadoras para garantizar que habrá agua suficiente para la población, los árboles y la agricultura en un futuro previsible.
El ‘árbol de la vida’ ha sido un tema de gran interés tanto para los cristianos como para los judíos. Muchos artistas han intentado retratar este árbol. Dios dijo que era un árbol que proporcionaría la vida eterna. ¿No nos encantaría a todos comer de su fruto? El ‘árbol de la vida’ se menciona por primera vez en Génesis 2. De gran interés para los cristianos es que también se hace referencia a él en Apocalipsis 22, el último capítulo de la Biblia. El ‘árbol de la vida’ también se encuentra en el libro de Proverbios, con otra referencia probable en Ezequiel 47, que muestra una representación sorprendentemente similar al pasaje de Apocalipsis.
Los pasajes de Apocalipsis y Ezequiel describen al árbol como creciendo a lo largo de un río y dando fruto que trae sanidad a las naciones (o pueblos). Según el erudito bíblico y rabino Emil G. Hirsh, también hay descripciones en libros apócrifos. “El Libro etíope de Enoc (XXIV. 4) describe al ‘árbol de la vida’ como que tiene «una fragancia superior a toda fragancia; sus hojas, flores y madera no se marchitan jamás; su fruto es hermoso y se parece a los dátiles de una palmera». El Libro eslavo de Enoc (VIII. 3) dice: «En medio está el ‘árbol de la vida’… y este árbol no puede ser descrito por su excelencia y dulce olor». IV Esd. VIII. 52, al describir el futuro, dice: «Para ti es abierto el paraíso, el ‘árbol de la vida’ es plantado…»”.
Es importante que recordemos que en el relato de Génesis, a Adán y Eva no se les prohíbe comer del ‘árbol de la vida’. Sin embargo, después de comer del ‘árbol del conocimiento del bien y del mal’, Dios los expulsó del Jardín para que no pudieran comer del ‘árbol de la vida’. Muchos teólogos se han preguntado por qué no habían comido ya del ‘árbol de la vida’. Tal vez no tenían necesidad de hacerlo. El comentario de ArtScroll sobre Génesis explica: “Al principio no había necesidad de cuidar el árbol porque Adán no lo necesitaba, ya que el ‘árbol de la vida’ no habría tenido ningún efecto antes del pecado, porque el hombre era inmortal de todos modos y es como darle medicina a una persona sana (Hadar Zekeinim)”.
La Enciclopedia Zondervan de la Biblia añade: “Después del juicio de Adán y Eva por su pecado, el registro señala que este árbol fue identificado con la vida eterna, y que el hombre en pecado no debía tener acceso al árbol y de ahí en adelante estaría sujeto a la entropía”.
En otras palabras, la muerte y el pecado habían entrado en el mundo. La vida eterna, el plan perfecto de Dios para la humanidad, estaba en suspenso.
En el pensamiento judío, el ‘árbol de la vida’ está relacionado con la Torá (Gn-Dt). Proverbios 3:1,18 es una prueba de ello: “Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza [Torá], y tu corazón guarde mis mandamientos… Es árbol de vida para los que echan mano de ella, y felices son los que la abrazan”.
La liturgia judía enseña que “la Torá es un ‘árbol de vida’ (etz jaim) para todos los que se aferran a ella y que representa la vida eterna plantada en medio de nosotros”. La editora y autora Ellen Frankel explica que la simbología se ve abundantemente en los rollos de la Torá. “Las varillas de madera alrededor de las cuales se enrolla el pergamino de la Torá se llaman ‘etzei jaim’ (árboles de la vida) y están coronadas con granadas. La imagen del ‘árbol de la vida’, tanto como símbolo de la Torá como de la inmortalidad en el ‘mundo venidero’, ha sido durante mucho tiempo un motivo decorativo favorito en las sinagogas”.
Aunque no tenemos acceso al Jardín del Edén, la Escritura enseña que la forma en que vivimos nuestra vida trae vida. “El fruto del justo es árbol de vida, y el que gana almas es sabio” (Prov 11:30). El sabio judío Metzudos explicó: “Las obras de los justos son como un árbol que trae vida al mundo”.
El libro de Apocalipsis nos da la esperanza futura de sanidad y vida eterna cuando los justos vuelvan a tener acceso al ‘árbol de la vida’. “Después el ángel me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle de la ciudad. Y a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones… «Por tanto, Yo vengo pronto, y Mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin». Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad” (Ap 22:1-2, 12-14).
Este espacio no me alcanza para hablar sobre todas las especies de árboles que Dios creó, sus propiedades especiales, frutos y beneficios medicinales. Las Escrituras están llenas de referencias a ellos. Tienen algo en común: Dios los diseñó para que fueran agradables, brindaran sanidad y proporcionaran alimento. El mensaje del amor y la bondad de Dios se puede ver en toda la Creación. La próxima vez que disfrutes de una fruta o un puñado de nueces, no olvides alabarlo porque Él es bueno y Su amor perdura para siempre.
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