Raíces Hebraicas: ¿Herencia o Herejía?

por: Cheryl L. Hauer, Directora de Desarrollo Internacional

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¿Cuáles son exactamente esas raíces hebraicas de la Iglesia sobre las que tantos hablan hoy día? Lo que era un pequeño grupo con relativamente pocos miembros iniciado hace dos décadas ya es uno de los movimientos más significativos del cristianismo moderno, con millones de simpatizantes por todo el mundo.

Pero, ¿a qué se refieren las personas cuando hablan sobre las «raíces hebraicas» o las «raíces judías»? Si usted hace una búsqueda por el Internet, encontrará miles de sitios, algunos con una perspectiva positiva y con ayudas educativas muy buenas para comprender mejor este asunto. Otros, sin embargo, son negativos, tildando el movimiento de raíces hebraicas como una secta. Algunos cristianos expresan su profunda preocupación por la alegada amenaza que representa este movimiento al cristianismo, y se dedican a exponer lo que para ellos constituye una herejía peligrosa.

Así que, ¿cuál es la verdad? Para muchos, es incomprensible que algo que haya fortalecido y animado tanto la fe produzca tanta controversia. Pero para otros, reina la confusión. Creo que ya es tiempo de que estudiemos este fenómeno con claridad, combinado con una sincera oración, para que el Señor revele Su verdad y restaure la unidad en Su cuerpo.

Una Variedad de Definiciones

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Ya que una creencia básica de este movimiento es la común raíz entre los judíos y los cristianos, comencemos con algunas definiciones de la palabra «raíz.» Su significado más común es el vehículo orgánico por medio del cual atraviesan los nutrientes desde la tierra hasta una planta. Esa es la imagen que nos presenta Romanos 11:16-24, donde leemos que los cristianos hemos sido injertados al olivo, que es Israel, en que ambas comunidades reciben su alimento del mismo sistema de raíces.

Pero esa palabra también tiene otros significados. Puede también definirse como «origen» o «fuente.» La frase «regresando a las raíces» implica retornar al lugar desde donde todo comenzó. Una tercera definición es «ancla.» Si algo está firmemente arraigado, está fuertemente amarrado, incluso quizás inmóvil. «Echar raíces» significa asentarse en un lugar por un buen tiempo. Como veremos en un momento, las tres definiciones tienen sentido respecto a las raíces hebraicas del cristianismo.

El Internet provee una variedad de explicaciones para las raíces hebraicas o judías. Un sitio lo define como el movimiento de cristianos modernos que regresan a las perspectivas y creencias de la Iglesia del primer siglo. Otro lo describe como un amplio término que enfatiza la necesidad de estudiar las Escrituras desde la perspectiva hebrea o según el pensamiento del Medio Oriente antiguo. Aún otro dice que el término se refiere a los que quieren regresar al judaísmo original de la fe cristiana.

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En su libro Our Father Abraham [Nuestro Padre Abraham], el Dr. Marvin Wilson usa el término «herencia hebraica.» Eso implica algo que ha sido pasado de generación en generación, según el Dr. Wilson. Significa la transferencia de un legado, en este caso nuestro legado judeo-cristiano. Sin embargo, para disfrutar de esa herencia, es importante que comprendamos no sólo lo que nuestros precursores en la fe nos han legado, sino también cómo debemos aplicar ese legado a tiempos modernos.

Para algunos, eso podría significar la adopción de costumbres judías o herramientas rituales a su adoración cristiana. A menudo, he visto cristianos que han decidido usar la kipá (pequeña cubierta redonda para el tope de la cabeza), poner tefilín (tiras de cuero que amarran algunos versos bíblicos al brazo durante la oración), o cubrirse con el talit (manto de oración). Algunos han aprendido a hablar hebreo, y aún han adoptado nombres hebreos. Otros guardan el shabat (sábado) y celebran las fiestas bíblicas según descritas en Levítico 23. Otros expresan sus raíces hebraicas por medio de la danza davídica de adoración.

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Pero el deseo de Dios es que vayamos más allá de esos símbolos externos. Dios busca personas que se conviertan en discípulos apasionados como Moisés, David, Isaías, Jeremías, Pedro, Pablo y otros personajes bíblicos destacados, cuyas vidas eran consumidas por su amor al Señor y determinaron seguirle aún hasta la muerte. Sin importar cualquiera de esas costumbres o ritos externos, entregaban sus corazones sin reservas a Dios, y sus vidas eran ejemplo de ardiente amor, ferviente obediencia y sincera humildad. Ese es el verdadero mensaje de las raíces hebraicas, que todo es cuestión de ver las Escrituras dentro del contexto correcto.

Creo que quizás la definición más apropiada para raíces hebraicas podría ser: un movimiento cuyo objetivo es descubrir el apropiado contexto bíblico, histórico y cultural en que las Escrituras fueron redactadas y del cual surgió el cristianismo, de modo que comprendamos mejor el carácter de Dios e impactemos la forma en que vivimos en este siglo 21. El diccionario define «contexto» como el ambiente, las circunstancias, el trasfondo o el escenario que determina, especifica o clarifica el significado de un evento. Veamos cómo cada contexto mencionado arriba cumple con esa definición.

Contexto Bíblico

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Si la Biblia fuese un simple libro de filosofía o teología, o quizás un tratado teórico sobre la conducta humana, no habría necesidad de escudriñar el entorno histórico y cultural en que sus varias secciones fueron escritas. Pero es mucho más que eso. Es una narración de la verdadera relación entre Dios y Su pueblo, registrada para la posteridad, para que cada sucesiva generación tuviese una clara invitación para entrar a esa misma clase de relación según su claro ejemplo.

Así como las capas de una cebolla, algunos libros de la Biblia proveen el contexto para otros. Y el Antiguo Testamento, con sus ricas y conocidas narraciones, provee el contexto para el Nuevo. Desde la genealogía que inicia el libro de Mateo hasta centenares de citas Antiguo Testamentarias de principio a fin, el Nuevo Testamento claramente halla su significado en las Escrituras Hebreas.

Para el que sigue las raíces hebraicas, como para cualquier estudiante de la Biblia, el contexto bíblico es una moneda de dos lados. Por un lado, la Biblia provee su propio contexto. Alcanzamos mayor profundidad mientras permitimos que el Antiguo Testamento clarifique al Nuevo Testamento. Pero el corazón de Dios es revelado mientras vinculamos cada relato bíblico cronológicamente según su época, proveyendo así el trasfondo y la base para el próximo relato narrativo. De esa manera permitimos que la Biblia provea el contexto para el estudio de las raíces hebraicas. Pero todo concepto, idea o enseñanza debe ser examinada a la luz de las Escrituras. No importa cuán interesante o convincente sea una idea, si no está fundamentada en las Escrituras, no tiene lugar en la vida cristiana.

Contexto Histórico

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Lamentablemente, los cristianos a veces leemos las historias bíblicas como si hubiesen ocurrido en un vacío. A menudo, hay poca o ninguna comprensión sobre el período histórico en que ocurrieron los eventos, y mucho menos conocemos otros eventos que ocurrieron al mismo tiempo. A través de la historia de Israel, Dios ha usado a naciones y ejércitos, a enemigos y aliados, para establecer a Su pueblo donde Él quería. Es crítico que conozcamos la interacción de Israel con sus vecinos en la narrativa bíblica, y realmente no lo podremos comprender sin conocer el correspondiente contexto histórico. Ese conocimiento no tan sólo esclarece la Biblia sino que provee un marco para comprender los tiempos en que vivimos hoy día.

Es importante que los cristianos reconozcan que la historia de la primera iglesia es, en efecto, parte de la historia de Israel. Los primeros creyentes eran judíos dedicados al estudio de las Escrituras. No era simplemente un ejercicio espiritual, sino que era el estudio de su propia historia que había formado su percepción del mundo y ayudó a que la primera iglesia fuese valiente y comprometida. Me parece que el Nuevo Testamento ni siquiera puede ser comprendido y apreciado a plenitud sin que la historia provea su trasfondo y contexto.

Modernamente, a medida que se abran las puertas para el diálogo y la amistad entre comunidades judías y cristianas, el contexto histórico toma aún más prioridad para los cristianos. Por necesidad, los judíos han estudiado muy bien su pasado, y cada generación está saturada de historias sobre su pasado colectivo. Los cristianos, sin embargo, conocemos muy poco sobre nuestra propia historia y cómo ha afectado al pueblo judío. En ese caso, la historia cristiana post-bíblica, a pesar de ser tan dolorosa, debe proveer el contexto para construir dichas relaciones.

Contexto Cultural

Las parábolas de Yeshúa (Jesús) eran historias maravillosas fácilmente comprendidas, y la gente se podía relacionar con ellas porque Yeshúa usaba objetos de la vida diaria para relatar tramas complicadas. Pero para nosotros, 2,000 años luego, Sus parábolas se hacen más interesantes e impactantes cuando comprendemos la cultura de esos tiempos. Las Escrituras adquieren vida cuando leemos los versos en su apropiado contexto cultural. Veamos unos ejemplos:

La Vid y los Sarmientos

En Juan 15, Yeshúa se llama a Sí mismo «la Vid.» El uso de esa imagen no era extraño para Su seguidores porque era un concepto muy familiar. Las uvas crecían en todos lados en la antigua Israel, y los escritores del Antiguo Testamento ya habían usado esa imagen. El salmista escribió que Dios había sacado «una vid de Egipto» (80:8), refiriéndose a Israel. Oseas usó la misma imagen (10:1), como también Isaías (5:1-7) y Ezequiel (15:6). Jeremías dijo: «Yo te planté como vid escogida, toda ella de semilla genuina» (2:21).

Por eso, cuando Yeshúa usó esa imagen, nadie se extrañó. Su conocimiento de las Escrituras aseguró que todos reconociesen el significado simbólico de la vid. Pero Yeshúa enojó a los líderes religiosos cuando relató la parábola de los malvados labradores (Lucas 20:9-19). Su alusión al simbolismo usado por los escritores del Antiguo Testamento no pasó por desapercibido. Ellos sabían que Israel era esa vid, y que Él se refería a ellos como esos malvados labradores.

El Hijo Pródigo

Aquí ayuda conocer sobre las leyes de herencia en la antigua Israel para comprender la profundidad de este mensaje. No era usual que un hijo pidiese la herencia mientras aún vivía el padre. De hecho, ese acto debió ser una terrible afrenta a su padre, como también a su comunidad. Según fuentes como el Talmud (comentario rabínico sobre las tradiciones judías y las Escrituras hebreas), sabemos que la conducta esperada requería que el padre mantuviese posesión de su propiedad hasta su muerte, cuando luego sería distribuida entre sus herederos. Pablo menciona esas leyes más de una vez, aclarando que un padre posee control total de la propiedad mientras aún vive. Podía redactar un testamento con instrucciones para sus herederos sobre sus posesiones, pero no se entregaba la propiedad hasta su muerte.

Por eso, la conducta del hijo pródigo iba tan en contra de la norma, lo que envió un mensaje de que no se interesaba para nada en su familia o las tradiciones, sino sólo en sí mismo. Pero el padre evidenció un corazón de enorme generosidad y ternura. El insensible egoísmo del hijo merecía ser respondido con ira y rechazo. Sin embargo, vemos un padre que amaba tanto a su hijo que velaba todos los días para que regresara, pese a esa conducta tan reprensible.

Comía con Colectores de Impuestos y Pecadores

Esa fue la acusación que hicieron los fariseos contra Yeshúa en Mateo 9:11. Nuevamente, un poco de contexto cultural aportará más luz a las Escrituras. Durante el primer siglo en Israel había divisiones de clase según el nivel económico, como sucede en la mayoría del mundo hoy día. Existía un pequeño grupo de clase alta, consistiendo de familias adineradas y aristocráticas, como también sacerdotes de rango elevado y terratenientes. La clase media consistía de personas profesionales, como dueños de negocios, artesanos y educados, como los fariseos. Pero la mayoría del pueblo era de clase baja. Allí se encontraban los pobres labradores, viudas, huérfanos, incapacitados y marginados de la sociedad.

Los marginados eran especiales en que quizás no eran realmente pobres, pero habían sido rechazados por otras razones. Allí se encontraban los colectores de impuestos, hombres judíos que recibían los impuestos de su propia gente para el Imperio Romano. Muchos eran adinerados a expensas de sus hermanos, y eran considerados como traidores y colaboradores romanos.

Personas catalogadas como «pecadores» también caían en ese grupo marginado de la sociedad. Eran personas que deliberadamente transgredían los requerimientos de la ley, tales como los que prestaban dinero a sus hermanos judíos, pero cobraban intereses por el préstamo, algo expresamente prohibido.

Por esa razón, los fariseos se horrorizaban cuando Yeshúa interactuaba con esa clase de gente. No eran pecadores en el sentido ordinario, sino que eran traidores quienes intencionalmente defraudaban a su propia gente al expresamente transgredir la Torá. Pero, así como el padre en la parábola del hijo pródigo, Yeshúa no se ofendía con ellos. Al comer con los marginados de Israel, les envió el mensaje de que Su perdón era accesible. Él no los rechazó. Ciertamente, los fariseos creían que esos marginados podían recibir perdón de Dios, pero sólo luego de abandonar su estilo de vida y seguir las ordenanzas de la Torá. Sin embargo, Yeshúa se acercó a los marginados y les llevó el mensaje del amor y perdón de Dios – mientras todavía eran pecadores.

Éstos son unos pocos de entre cientos de ejemplos cuando el conocimiento cultural nos ayuda a comprender mejor las Escrituras y nos da un nuevo modo de entender las historias tan familiares. La Biblia cobra nueva vida, y muchos seguidores del Nuevo Testamento se asombran al reconocer que el contexto cultural es enteramente judío.

¿Por Qué la Controversia?

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Si la intención del movimiento de las raíces hebraicas es esclarecer las Escrituras, fortalecer a los creyentes y crear discípulos ardientes y apasionados, ¿cuál es el problema? ¿Por qué lanzan acusaciones de herejía, arrogancia y divisionismo contra tan nobles metas? Lamentablemente, cada movimiento dentro de la Iglesia, en sus inicios, es dado al extremismo, y este movimiento no es la excepción. Mientras Dios inspira avivamiento y renovación en distintas épocas de la historia, Satanás repetidamente ha logrado crear dificultad y división.

Una vez, luego de haber terminado de enseñar la primera sesión en nuestro seminario a líderes cristianos sobre Israel y las raíces hebraicas de la fe cristiana, estaba ansiosa de responder a preguntas durante un momento de refrigerio. Cuando un joven pastor se me acercó, me sonreí con él y le extendí la mano. Me sorprendió que no me la aceptara, y aún más cuando me comentó: «Siento decirle esto, pero odio cuando ustedes llegan a nuestra ciudad.» Éste continuó explicando su frustración y confusión cuando se realizaban conferencias sobre las raíces hebraicas en su comunidad, a menudo seguido por personas que llegaban el domingo siguiente «arropados en mantos de oración, sonando los cuernos de carnero y exigiendo congregarse los sábados, ¡o iremos al infierno!»

Comprendí por dónde venía este pastor al ver cómo algunos discípulos demasiado entusiastas lo habían hecho sentir. Al pasar el resto del día, pude ver que comenzaba a comprender la importancia del contexto hebraico, y su corazón comenzó a suavizar hacia el mensaje de «regresar a nuestras raíces.» Pero era claro que las acciones de algunos de su congregación, aunque ciertamente sinceros, le habían puesto una piedra de tropiezo en el camino.

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Desgraciadamente, he escuchado esa historia muchas veces en otras partes del mundo. Es interesante ver cómo muchos en este movimiento se sienten privilegiados en poder dar una mano incondicional de amistad hacia el pueblo judío, acercándose a ellos en humildad, sensibilidad y paciencia para construir nuevas relaciones; pero dentro de sus propias comunidades, esos atributos no son valorados, sino que exigen que se adhieran a unos parámetros muy difíciles de comprender.

Para los que están fuera de la Iglesia y ven lo que está pasando, la creciente división también es una piedra que los hace tropezar. Cuando hablaba sobre Puentes para la Paz en una de las naciones donde tenemos oficina, algunas mujeres involucradas en el movimiento de las raíces hebraicas me invitaron a almorzar. Al terminar, fui a la caja registradora con la mujer que iba a pagar por la comida. La empleada que recibía el pago escuchaba con gran interés mientras discutíamos algunos conceptos. Cuando nos íbamos, ella nos saludó con un ¡»Feliz Navidad!» La mujer que me acompañaba respondió con una fría mirada: «Querida, somos VERDADERAS cristianas. No celebramos la Navidad.» Tristemente, la cara de confusión y vergüenza que puso la joven se quedará conmigo por mucho tiempo.

Al inicio de este artículo, mencioné que algunos cristianos habían adoptado algunos rituales, nombres y fiestas bíblicas judías. Muchos son parte de una creciente comunidad cristiana que «observa la Torá,» y aún come comida kosher. El problema aquí es uno de actitud. Ciertamente, cada cual tiene libertad de decidir cómo y cuándo va a adorar. El concilio de Jerusalén en Hechos 15 claramente estableció los requisitos mínimos de la Ley que deben guardar los gentiles, pero la Escritura tampoco prohíbe que los cristianos participen más de lleno en ese estilo de vida.

Es esencial que tengamos una actitud de paciencia y humildad. La restauración de la herencia hebraica en la Iglesia es un regalo del Señor que debería fomentar conocimiento, fortaleza y unidad en el Cuerpo. Una actitud arrogante sólo causará confusión y separación. Independientemente de su teología, la división en el Cuerpo no es del Señor.

Para complicar las cosas aún más, hay algunos en el movimiento de las raíces hebraicas que, aunque pocos, crean escándalo al decir que hay que guardar los 613 mandamientos de la Torá y las enseñanzas de los rabinos para ser salvo. Otro grupo extremista dice que Yeshúa no era Hijo de Dios, negando Su deidad y declarando que era humano como cualquier otro. Eso es totalmente contrario a la doctrina cristiana, y es lo que está generando tantas acusaciones de herejía.

¿Qué Debemos Hacer?

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¿Cómo, entonces, debemos responder los creyentes respecto a este creciente movimiento y la controversia que engendra? Si usted es cristiano y está leyendo este estudio, es probable que ya Dios ha tocado su corazón con un amor hacia la nación y el pueblo de Israel, y sus ojos ya han sido abiertos hacia la importancia del contexto hebraico. En Lucas 12:48, vemos que «a todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él…» Como mencionamos anteriormente, la restauración del fundamento hebraico en la Iglesia es una bendición del Señor para fortalecer y animar a Su pueblo y prepararlo para lo que está por venir. Pero con esa revelación viene una responsabilidad:

– Hacia la comunidad judía: La comprensión de nuestro fundamento hebraico cristiano debe provocar en los corazones una sensación de gratitud y, a medida que construimos relaciones con la comunidad judía hoy día, es crítico que reconozcamos la necesidad de ser sensibles hacia los que Dios llamó Su «especial tesoro.» Desgraciadamente, a través de toda la historia, la Iglesia ha abusado del pueblo judío, apropiándose de sus tradiciones y símbolos religiosos. Debemos ser sabios y cautelosos, asegurando que nuestro fervor de regresar a nuestras raíces no resulte en una desastrosa repetición de esa historia.

– Hacia el cuerpo de creyentes: En ambos Testamentos, la Biblia enfatiza la importancia de unidad en la comunidad de los fieles. Para los cristianos, esa unidad debe ser cultivada y cuidadosamente protegida. Debemos guardarnos de la arrogancia y exclusividad, recordando que cualquier entendimiento especial es un regalo del Señor, y no gracias a nuestra propia perspicacia. Debemos aprender a reconocer los esfuerzos de Satanás por sabotear la unidad de la Iglesia, y debemos tratarnos con paciencia y humildad. Recuerde, reconocerán que somos discípulos por nuestro amor, no por nuestra doctrina o porque guardemos kosher o no.

– Hacia Dios: Es nuestra responsabilidad que alabemos y demos gracias al Señor por habernos hecho comprender Su revelación respecto al fundamento hebraico del cristianismo, ser discípulos más apasionados y amarlo cada día más. Es responsabilidad de toda la Iglesia el reconocer Su voz y Su llamado para regresar a nuestras raíces. Pero también es nuestra responsabilidad proceder con cautela, examinando cada enseñanza a la luz de Su Palabra, y permanecer en la genuina doctrina bíblica. Sobre todo, es nuestra responsabilidad ser instrumentos de amor, sirviendo humildemente a los demás, y dando gloria al nombre de nuestro magnífico Dios.


(Traducido por Teri S. Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos)

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Bibliografía

BibleStudy.org. “Definition of Christian Terms: Hebrew Roots.”             www.biblestudy.org/beginner/definition-of…/hebrew-roots.html
Joyfully Growing in Grace. “The Hebrew Roots Movement: The Re-Definition of Terms.” http://joyfullygrowingingrace.wordpress.com/2008/11/24/hebrew-roots-movement-the-re-definition-of-terms/
Wikipedia. “Hebrew Roots.” http://en.wikipedia.org/wiki/Hebrew_Roots
Wilson, Marvin. Our Father Abraham. Grand Rapids, MI: William B. Erdman’s Publishing Co., 1989.

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