por: Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional
Mientras caminaba y oraba por el centro de Jerusalén, sentía que el Señor me urgía a escribir este estudio sobre la acción de «regresar.» Consideremos juntos lo que significa dicho regreso. En la Biblia, la palabra hebrea más frecuentemente usada con el significado de «regresar» es «shuv«. Tiene muchas implicaciones y formas de uso, las que vamos a considerar a continuación. ¡Diversas formas de dicha palabra hebrea son utilizadas como 1,080 veces en la Biblia!
Shuv puede significar tanto regresar como restaurar, recompensar, hacer girar y repetir. Otra forma de la palabra hebrea es teshuvá, que generalmente se traduce como arrepentimiento, pero también se refiere a alguien que regresa a Dios después de haber pecado. El Rabino Hayim Halevy Donin dice: «La palabra teshuvá a menudo es traducida como arrepentimiento. Sin embargo, la raíz de la palabra significa sencillamente regresar. ‘Vuelve, oh Israel, al SEÑOR tu Dios’ (Oseas 14:1) es la esencia de teshuvá, la clave para la expiación. Regresar a Dios no es sólo un reconocimiento de Su existencia o un simple asentir de que ‘Yo creo en Él’; teshuvá significa nada menos que llegar a ser un sirviente del Señor (un eved haShem). Un siervo es alguien que no sólo reconoce que su maestro existe, sino que se somete a su gobierno y jurisdicción, que se somete a los mandamientos y las peticiones de su maestro. La relación de Israel con Dios no es menos que eso.»
Tres adolescentes israelíes fueron secuestrados en el mes de junio. Dieciocho días después, luego de un período de intensa búsqueda, sus cuerpos asesinados fueron encontrados. No era la primera vez que eso ocurría en Israel; tristemente, el secuestro es uno de los métodos que Hamás (una organización terrorista palestina) utiliza como estrategia contra Israel.
La nación queda profundamente horrorizada y quebrantada cuando uno de sus hijos es capturado. Y si lograse regresar a su hogar, reina la euforia. Yo estuve presente cuando Gilad Shalit fue liberado luego de cinco años de captura, y palpé la euforia de Israel cuando regresó a su pueblo.
Sin embargo, luego del más reciente secuestro, la nación aún llora porque sus hijos nunca regresaron a sus familias.
En Puentes para la Paz también nos unimos en oración por el retorno de sus hijos. Atravesando la tragedia, mirábamos con asombro cómo los padres de esos jóvenes ponían su fe en Dios y animaban a la nación para que orase. Se celebraban numerosas reuniones de oración a medida que el pueblo de Israel intercedía por los tres adolescentes.
Qué bendición fue ver a 30,000 personas orando ante el Muro Occidental. Aún más asombroso fue ver a miles reunidos en Tel Aviv (una ciudad mucho más secular) para orar por su regreso seguro.
Se me ocurrió que esta situación ilustra dos clases de retornos: uno es un retorno físico y el otro es un retorno espiritual a Dios, a la oración y a la fe. De hecho, vemos esa palabra usada de ambas formas en las Escrituras.
En muchos pasajes, shuv se usa para hablar sobre lo que Dios hace por traer a los hijos de Judá e Israel de regreso a Israel, llamado aliyá en hebreo. Por ejemplo, «Y haré volver la cautividad de Judá, y la cautividad de Israel, y los edificaré como al principio» (Jer. 33:7, RV 60).
Esta semana, tuve el privilegio de recibir en el aeropuerto a un grupo de nuevos inmigrantes desde India, y experimenté el proceso de inmigración con ellos. Había siete familias (43 personas). Me invitaron porque Puentes para la Paz y nuestros colaboradores han donado generosamente para que puedan hacer aliyá y ser absorbidos en la sociedad israelí.
Mientras los niños se reían de alegría, mi corazón se conmovía al reconocer que éramos testigos del cumplimiento de profecía bíblica. Dios trae al pueblo judío de regreso a Israel desde todas partes del mundo, tal como lo dice Su palabra profética. Los «Bnei Menashe» (hijos de Manasés) son especialmente significativos, ya que sus antepasados fueron llevados al cautiverio hace 2,700 años como parte de la dispersión de las diez tribus del norte. Sólo recientemente ha sido restaurada esa tribu perdida al resto de su pueblo.
El profeta Sofonías habló sobre el día cuando Dios traería de regreso a los cautivos: «En aquel tiempo los traeré, en aquel tiempo los reuniré. Ciertamente, les daré renombre y alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando Yo haga volver a sus cautivos ante sus ojos,» dice el SEÑOR» (Sof. 3:20).
¡Qué Dios tan asombroso servimos! Él guarda Sus promesas aún después de 2,700 años. En la actualidad, Israel obtiene cada vez mayor renombre a medida que las innovaciones israelíes cambian la manera en que el mundo vive y se relaciona.
En otros pasajes, shuv se utiliza para anunciar al pueblo de Dios sobre su gran necesidad de regresar a Él. «‘Aun ahora,’ declara el SEÑOR ‘vuelvan a Mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasguen su corazón y no sus vestidos.’ Vuelvan ahora al SEÑOR su Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia, y se arrepiente de infligir el mal» (Joel 2:12-13).
En pasadas semanas, el pueblo de Israel se afligía por los tres adolescentes cruelmente asesinados. Miles llegaron a sus funerales, incluyendo el Primer Ministro Netanyahu y el previo presidente Shimon Peres. Cuando el pueblo judío sufre una tragedia, rasgan sus vestidos, que es una imagen vívida del hecho de que sus corazones son rasgados por el dolor. En el texto anterior, Dios utiliza esa frecuente realidad del luto para comunicar la profundidad de aflicción que debe experimentar Su pueblo como resultado de su pecado. Cuando regresamos a Dios, no debe ser un asunto liviano ni trivial, sino un profundo dolor que provoque cambio.
La idea del shuv (retorno, arrepentimiento, etc.) es que uno debe alejarse de lo que uno hacía incorrectamente para volver a hacer lo que es correcto. No es simplemente confesar que uno siente lo sucedido. Es un alejamiento total de una conducta para ir en dirección contraria, haciendo un giro de 180 grados.
«Por tanto, dile a la casa de Israel: ‘Así dice el Señor DIOS: «Arrepiéntanse (shuv) y apártense (shuv) de sus ídolos, y de todas sus abominaciones aparten (shuv) sus rostros»‘» (Ezeq. 14:6). Tres veces en un mismo verso el profeta Ezequiel usa la misma palabra, traducida como arrepiéntanse, apártense y aparten sus rostros. Dios llama a Su pueblo para que regrese a Él. ¡Pero esto no se refiere a incrédulos, sino a Su propio pueblo del Pacto, los que creen en Él, para que regresen a Él!
En el libro de Oseas, Dios se refiere a Israel como Su esposa infiel a quien anhela restaurar a Sí mismo. La relación de Dios con Israel es íntima. Se había revelado a los hijos de Israel y a nadie más. Se reveló a ellos con poder y fuego en el Monte Sinaí. Les dio la Biblia para que supiesen cómo Él quería que se condujesen. Les hablaba por medio de Sus profetas.
Aunque la Biblia llama a los no-creyentes para que conozcan a Dios, para que le acepten y formen parte de la comunidad de la fe, el texto anterior no es para ellos. La idea de regresar es volver a un lugar donde uno estuvo previamente, haciendo lo que era correcto. No es posible regresar a un lugar donde uno nunca estuvo o a una relación que uno nunca disfrutó.
La idea de regresar a Dios es común en toda la Tanaj (Génesis a Malaquías). No hubiese parecido extraño al pueblo de Israel lo que Pedro dijo luego de sanar al cojo. Durante su sermón, dijo: «Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que sus pecados sean borrados, a fin de que tiempos de alivio vengan de la presencia del Señor» (Hechos 3:19). El término griego traducido a «conviértanse» posee el mismo significado que «vuélvanse.» Estoy segura que la audiencia judía habrá escuchado la palabra «shuv» y «teshuvá.»
El Dr. Marvin Wilson dice: «En un estilo parecido a los antiguos profetas hebreos, [Pedro] llamó a su audiencia en Jerusalén al arrepentimiento. Ese término tiene un rico trasfondo en el judaísmo bíblico… Sugiere un giro espiritual. La persona se aleja de su pecado y se dirige nuevamente al Dios vivo de Israel… Es claro que el judaísmo nunca ha entendido la conversión como un abandono de su fe ni de su pueblo ancestral. Al contrario, significa ser renovado y restaurado por el perdón y el amor de Dios dentro de la misma comunidad.»
El rey David fue un poderoso rey de Israel, un joven pastor, un salmista y alguien denominado por Dios como «un hombre conforme a Mi corazón» (Hechos 13:22). Sin embargo, era un ser humano con fallas y sujeto a tentaciones. Le falló a Dios y no logró dar al blanco del estándar establecido por Dios para una vida recta. Cuando fue confrontado por el profeta Natán respecto a su pecado con Betsabé, la respuesta de David fue de verdadero arrepentimiento. Podemos leer en el Salmo 51 sobre el profundo lamento de David por causa de su pecado.
Recuerde, David era un hombre que conocía a Dios. Había hecho grandes proezas a medida que Dios le ayudaba, como cuando mató al gigante Goliat. Mientras adoraba y tocaba el arpa, los espíritus malos huían de Saúl. David trataba de vivir una vida en toda integridad y justicia. Nunca quiso tocar al ungido de Dios para matarlo, a pesar de que Saúl procuraba matarlo a él. David no era un hombre pagano. Él estaba incluido en el Pacto de Dios con Israel. Fue escogido por Dios para reinar sobre Israel y fue ungido por el profeta Samuel. Cuando David se arrepintió de su pecado, no era como cuando un recién convertido viene por primera vez a Dios, sino que regresaba con corazón contrito y humillado a su Dios como un verdadero hijo del Pacto.
En medio del Salmo 51, encontramos dos versos que contienen la palabra shuv:
«Restitúyeme (shuv) el gozo de Tu salvación, y sostenme con un espíritu de poder. Entonces enseñaré a los transgresores Tus caminos, y los pecadores se convertirán (shuv) a Ti» (Salmo 51:12-13). Aquí (como única vez en la Tanaj), shuv es traducido al español como conversión. Pienso que una mejor traducción sería «los pecadores regresarán a Ti.» Eso concuerda mejor con el contexto de David, un hijo del Pacto, cuando regresaba a su Dios. Creo que David se dio cuenta que Dios podía utilizar su experiencia de arrepentimiento para ministrar a otros que también se han rendido ante la tentación y necesitan regresar a Dios.
Según el Rabino Eckstein, «el judaísmo descansa sobre la proposición fundamental de que Israel y Dios están eternamente vinculados por el Pacto.» Ciertamente, el rey David reconocería que siempre estuvo incluido en el Pacto del Dios de Israel. Nuestros amigos judíos hoy día nos dicen que dentro del sistema de sacrificios nunca hubo un sacrificio por un pecado intencionado. El único remedio era, y todavía es, el arrepentimiento de corazón. David comprendía eso cuando dijo: «Porque Tú no Te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no Te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás» (Sal. 51:15-17).
Yeshúa (Jesús) enseñaba por medio de historias (parábolas), según la costumbre de Su tiempo. El Midrash (colección de antiguos escritos judíos) contiene muchas parábolas. Por ejemplo, una historia dice: «El hijo de un rey se encontró una vez a la distancia de 100 días de viaje a donde se encontraba su padre. Sus amigos le dijeron, ‘Regresa a tu padre.’ Él les dijo, ‘No puedo. El camino es muy largo.’ Su padre le mandó aviso, diciéndole, ‘Camina la distancia que puedas, y yo vendré el resto del camino a ti.’ De esa manera, el Santo, bendecido sea, dice a Israel: ‘Vuelvan (shuv) a Mí, y Yo volveré (shuv) a ustedes’ (Malaquías 3:7b).»
Una de las más conocidas parábolas de Yeshúa es la Parábola del Hijo Pródigo. Quizás también la pudiésemos llamar la Parábola del Padre Amoroso. El hijo más joven, quien había conocido al padre y vivía como heredero en su casa, se apartó para vivir una vida de egoísmo indulgente, desperdiciando su herencia. Cuando llegó al final de sus recursos y comenzó a experimentar la miseria, regresó a su padre, decidiendo recurrir a su misericordia. «Quizás,» razonó, «pudiera ser un sirviente en la casa de mi padre.» Pero el padre le respondió con amor extravagante y recibió a su hijo perdido. Me encanta ese cuadro del amor extravagante de Dios por Sus hijos e hijas descarriadas.
Ambas historias o parábolas anteriores a estilo judío comunican el gran deseo de Dios para que Sus hijos regresen a Sus brazos amorosos. Le da sumo gozo otorgarnos la bienvenida y perdonarnos cuando nos arrepentimos y regresamos a Él.
A menudo, los cristianos se acercan a una persona judía para expresar su arrepentimiento por los eventos del Holocausto. Se frustran cuando el judío no les ofrece absolución gratuita. Al fallecido Rabino Joshua Heschel una vez le preguntaron si había perdonado públicamente a los nazis por las atrocidades cometidas durante el Holocausto. Finalizó su larga explicación con lo siguiente: «Los nazis no me ofendieron a mí. Ellos ofendieron a quienes descaradamente torturaron y brutalmente asesinaron. Yo no les puedo perdonar. Que procuren perdón de los muertos, a quienes ellos ofendieron.» Eso pudiese sonar algo fuerte a oídos cristianos, pero no debe interpretarse como un espíritu rencoroso. No obstante, es parte de la forma en que el judío interpreta el arrepentimiento y el perdón.
El Rabino Wayne Dosick, en su libro Living Judaism [Judaísmo Viviente], explicó la manera judía de perdonar en forma clara y precisa:
No somos responsables por los actos de los nazis, ni de cualquiera otro que haya perseguido al pueblo judío. Sólo somos responsables por nuestros propios actos. En vez de pedir perdón por pecados que no haya cometido, exprese su profundo dolor por ello, lo cual será recibido con agradecimiento.
Yeshúa también habló sobre la necesidad de reconciliarnos con los demás. «Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda» (Mateo 5:23-24).
Mientras oraba sobre este tema, comprendí que Dios también llama a Sus hijos, Su Iglesia, para que regresen a Él. En nuestras congregaciones hay personas que se envuelven en las pasiones pecaminosas de pornografía, fornicación y adulterio. Que Dios los perdone. Por otro lado, entre nosotros hay quienes apuntan dedos acusatorios y riegan chismes en vez de restaurar con amor a los que han resbalado. Es tiempo de que la Iglesia de Dios se arrepienta de su amor al dinero, de sus ansias de poder, y de su ambición por posiciones. Es tiempo de que nos acerquemos ante Su trono con corazones contritos y humillados.
En los mensajes a las siete iglesias del libro de Apocalipsis, vemos unos mensajes muy importantes para que volvamos a Dios en arrepentimiento.
La Iglesia de Éfeso
«Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio. Si no, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes» (Apoc. 2:4-5).
The Church at Sardis
“Remember therefore how you have received and heard; hold fast and repent. Therefore if you do not watch, I will come upon you as a thief, and you will not know what hour I will come upon you” (Rev. 3:3).
La Iglesia de Sardis
«Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti» (Apoc. 3:3).
La Iglesia de Laodicea
«Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca. Porque dices: ‘Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad.’ No sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo…Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso y arrepiéntete» (Apoc. 3:15-17, 19).
Vivimos en tiempos muy peligrosos, y muchos se cargan de temores. Nadie sabe el futuro que le espera, pero muchos tratan de prepararse por cualquier eventualidad. Esos son los que dicen estar «apertrechados» con cosas materiales. Esa es una buena idea, pero la mejor idea es preparar nuestro corazón y acercarnos al Señor. Debemos regresar a Dios de todo corazón. Sólo así podremos enfrentar el futuro, sin importar lo que venga. Mi padre decía que Jesús podría venir esta misma noche, así que debemos vivir de manera que le agrade a Él, ¡aunque también podemos comprar un seguro de vida! Eso me recuerda uno de los dichos del Rabino Eliezer anotados en Pirke Avot (Ética de los Padres). Dijo: «Arrepiéntete el día antes de morir.» Sus discípulos le preguntaron: «¿Puede acaso uno saber el día en que va a morir?” El Rabino contestó: «Por esa razón uno debe arrepentirse hoy, porque pudiese morir mañana» (Shabbat 153a).
Yeshúa dijo a la Iglesia de Filadelfia: «Porque has guardado la palabra de Mi perseverancia, Yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para poner a prueba a los que habitan sobre la tierra. Vengo pronto. Retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona. Al vencedor le haré una columna en el templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí…» (Apoc. 3:10-12a).
El profeta Oseas describe estos días: «Después los Israelitas volverán y buscarán al SEÑOR su Dios y a David su rey; y acudirán temblorosos al SEÑOR y a Su bondad en los últimos días» (Oseas 3:5). Ahora es el momento para arrepentirnos y volver a Dios.
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