por: Terry Mason, Director de Desarrollo Internacional
Debido a que me crié en un ambiente cristiano protestante, específicamente wesleyano, no tenía ninguna experiencia práctica respecto a los sacerdotes ni el concepto del “sacerdocio.” Tenía una vaga idea tradicional de que los sacerdotes rechazaban relaciones maritales para poder servir a Dios de manera más plena. Pero recientemente, mientas estudiaba la porción de lectura semanal de la Torá (Génesis a Deuteronomio) denominada Tetzavé (“Yo te mando”), comencé a considerar el asunto más en serio. La porción entera consta de Éxodo 27:20 al 30:10, que también se conoce como el Parashat Cohanim, la porción de los sacerdotes. Aunque el sacerdocio representa algunas cosas específicas, y Dios separó a la tribu de Leví para que cumpliera esa tarea especial, llamó a todos los israelitas en general para que sean “un reino de sacerdotes y una nación santa” para Él (Éx. 19:6). Los cristianos que seguimos al único Dios verdadero, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, comprendemos que nuestro llamado también es de servirle y de unirnos al pueblo judío como luz a las naciones para enseñar sobre la rectitud compasiva y la justicia moral de Dios. No reemplazamos a Israel, sino que nos unimos con ese pueblo para adelantar el reino de Dios en la tierra.
Cuando estudié el anterior pasaje, recordé cómo el apóstol Pedro también describió a los hijos de Dios como un linaje escogido y sacerdocio santo. En 1 Pedro 2:9 leemos: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquél que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable.” ¿Valora usted ese llamado de ser “real sacerdocio”? Es un llamado verdaderamente alto. Los cristianos comprendemos que Pedro escribió eso tanto a creyentes judíos como gentiles cuando usó la palabra “ustedes.” Se puede ver claramente por el verso 10, que dice que los gentiles “en otro tiempo no eran pueblo,” pero ahora hemos sido unidos al pueblo de Dios. También dice que antes andábamos según las pasiones pecaminosas de los gentiles (1 Ped. 4:3-4). Ese llamado a ser linaje escogido y sacerdocio santo es para cada creyente verdadero, tanto judío como cristiano.
Esa idea del sacerdocio de todo creyente es parte de nuestros fundamentos cristianos, y fue un postulado central durante la Reforma Protestante. En su libro sobre la fe protestante, J. Leslie Dunstan define el concepto de esta manera: “Los reformadores hablaron sobre el ‘sacerdocio de todo creyente,’ lo que significaba que cada individuo era sacerdote para sí mismo y para su semejante. Cada individuo tiene la capacidad de dirigirse directamente a Dios, y que Dios trata con él directamente sin la mediación de ninguna organización terrenal.” Pero Dunstan lamenta el hecho de que, aunque la frase llegó a ser un postulado cristiano de la teología protestante frecuentemente repetido, la Iglesia ha hecho muy poco por aclarar lo que realmente significa. Por lo tanto, opino que la gran mayoría de los cristianos no comprende su mandato bíblico de servir al Dios del universo como sacerdotes reales y santos. ¿Qué significado práctico tiene eso para el creyente común? ¿Cómo sucedió que tan importante postulado de fe llegase a opacarse?
Durante los siglos luego de la Reforma, la Iglesia desarrolló una jerarquía estructural donde dominaba el clero profesional. Aunque eso fue necesario hasta cierto punto para preservar el orden y la predicación “pura” de la verdad, sirvió para socavar el papel ministerial del cristiano laico. Dijo Timothy George: “Contrario a la teoría de la no-distinción fundamental, en la práctica estimuló el reconocimiento de un estatus ministerial distinto para el ‘laicado,’ el nacimiento de una actitud de pasividad en general y la acentuación de la importancia del ‘oficio’ y su liderato.” Pero George explica que para los reformadores, “el sacerdocio de todo creyente no era sólo un privilegio espiritual, sino una obligación moral y una vocación personal… En otras palabras, el sacerdocio del creyente no es una prerrogativa en la que podamos descansar; es una comisión que nos envía al mundo para ejercitar el ministerio sacerdotal no para nosotros mismos, sino para otros.” George señala que “no significaba ‘Soy mi propio sacerdote,’ sino que en la comunidad de los santos, Dios ha hecho que el cuerpo consista de sacerdotes que sirvan el uno al otro. Estamos delante de Dios e intercedemos el uno por el otro; proclamamos la Palabra de Dios el uno al otro y celebramos Su presencia entre nosotros en adoración, alabanza y compañerismo. Incluso, nuestro ministerio sacerdotal no termina allí. Nos impulsa al mundo en servicio y testimonio.”
Miremos más de cerca la porción de lectura mencionada anteriormente, el Tetzavé o Éxodo 27:20 al 30:10. El Rabino Shlomo Riskin señala que esta es la primera porción desde el comienzo del libro de Éxodo donde el nombre de Moisés no aparece, pero el nombre de Aarón es usado sobre 30 veces. Aunque leemos el nombre de Moisés en la primera oración de la próxima porción, en esta está totalmente ausente. Siete porciones semanales de la Torá, que cubren 27 capítulos, tienen que ver con el destacado profeta Moisés. Habló por Dios ante el faraón, inició las grandes plagas y habló directamente con Dios en el monte ardiente. Leemos repetidamente “y Dios habló a Moisés diciendo…” De hecho, el nombre de Moisés se usa 153 veces en Éxodo 2 al 27, un promedio de casi seis veces por capítulo. Por esa razón, podríamos esperar que su nombre apareciera en esta porción semanal como 16 veces. Pero no es así. Cuando vemos algo inusual como esto en el texto, es importante que nos preguntemos a qué se debe.
Quizás Dios estaba tratando de recalcar un punto. De hecho, Dios explícitamente dice a Moisés que su hermano Aarón y sus hijos serían los sacerdotes para la nación de Israel, no Moisés y sus hijos. En Éxodo 28:1 leemos: “Entonces harás que se acerque a ti, de entre los Israelitas, tu hermano Aarón, y con él sus hijos, para que Me sirva como sacerdote…” La frase “de entre” tiene la connotación de una separación del resto del pueblo israelita para ser consagrados o santificados para Dios. Luego en Éxodo 29:9 leemos: “Les ceñirás los cinturones a Aarón y a sus hijos, y les atarás las mitras, y tendrán el sacerdocio por estatuto perpetuo…”
Obviamente, el rol del sacerdote es muy especial, y Dios sólo llama a ciertas personas a esa posición, ¿cierto? Así pudiésemos pensar, pero podemos ver otra cosa en los Escritos de los Apóstoles (Nuevo Testamento).
Aunque Pablo nos dice en 1 Corintios 12 que en la Iglesia algunos han sido llamados a ser profetas, maestros, apóstoles, etc., todo creyente verdadero es llamado a ser sacerdote. Aún en tiempos bíblicos, eso fue cierto. Vemos en Éxodo 19:6 que Dios le dijo a toda la nación de Israel: “‘Ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa.’ Estas son las palabras que dirás a los Israelitas.”
La tribu de Leví fue separada para un servicio particular ante Dios en el Tabernáculo, pero todos los israelitas eran sacerdotes como luz a las naciones. De allí fue que Pedro obtuvo su lenguaje a los creyentes en el primer siglo, quienes creían en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Nuevamente, el sacerdocio es un llamado general, y todos los que siguen a Dios están llamados a ser sacerdotes. Conozcamos, pues, lo que eso significa y cómo podemos cumplir con ese ministerio.
Cuando tratamos de definir algo, conviene destacar primero lo que no es. Un sacerdote no es necesariamente un profeta, aunque algunos de los profetas bíblicos sí procedían de la línea sacerdotal. El rabino Jonathan Sacks enumera 10 diferencias claves entre un profeta y un sacerdote.
En tiempos bíblicos, los sacerdotes eran vistos como intermediarios entre Dios y el pueblo de Israel, particularmente en el Tabernáculo y luego en el Templo. Pero los sacerdotes también tenían otras tareas, que incluían:
Juzgar: Deuteronomio 17:9 dice: “Y vendrás al sacerdote Levita o al juez que oficie en aquellos días, y consultarás con ellos, y ellos te declararán el fallo del caso.”
Enseñar: Deuteronomio 33:10 dice: “Ellos enseñarán Tus ordenanzas a Jacob y Tu ley a Israel. Pondrán incienso delante de Ti, y holocaustos perfectos sobre Tu altar.” El profeta Malaquías escribió: “Pues los labios del sacerdote deben guardar la sabiduría, y los hombres deben buscar la instrucción de su boca, porque él es el mensajero del SEÑOR de los ejércitos” (Mal. 2:7).
Bendecir: Números 6:23 dice: “Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: ‘Así bendecirán a los Israelitas…” De allí obtenemos la famosa bendición aarónica: “El SEÑOR te bendiga y te guarde; el SEÑOR haga resplandecer Su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el SEÑOR alce sobre ti Su rostro, y te dé paz” (vs. 24-26).
Claramente, según Pablo y el rol del profeta que describimos arriba, no todos son llamados a ser profetas. Pero todos sí somos llamados a ser sacerdotes. Honestamente, a veces yo me identifico más con muchas de las características del profeta que del sacerdote. Quizás sea igual con usted. ¿Qué podemos hacer en ese caso, cuando nos identificamos con el rol de profeta, aunque reconocemos nuestro llamado a ser sacerdote del Altísimo Dios?
Aunque el sacerdocio es un postulado fundamental del cristianismo protestante claramente documentado en los Escritos de los Apóstoles, si visitara diversas iglesias y pidiera que me definan el concepto de “sacerdocio de todo creyente,” pocos me darían una respuesta sólida. No todos los sacerdotes tenían las mismas funciones, pero debemos intentar servir en el rol que Dios nos ha dado. ¿Y cómo es que servimos a Dios como parte del “sacerdocio de creyentes”?
Hay varias cosas que todos podemos hacer. La primera es testificar, “…a fin de que anuncien las virtudes de Aquél que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable.” (1 Ped. 2:9). También podemos alabar a Dios, porque Hebreos 13:15 dice que “ofrezcamos continuamente mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan Su nombre.” Podemos servir, según la exhortación de Pablo en Romanos 12:1, que dice: “…les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes.” También podemos interceder por otros. Así como el sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus sobre sus hombros y pecho, podemos llevar las necesidades de otros ante Dios.
También puede haber tareas específicas que Dios nos pida hacer como individuos o por cierto tiempo. Podemos ser llamados a juzgar entre el bien y el mal, aclarar los límites de nuestra fe, enseñar a otros que son más nuevos en la fe, bendecir el nombre de nuestro Padre y Rey, o dar y compartir, según leemos en Hebreos 13:16, que dice: “Y no se olviden ustedes de hacer el bien y de la ayuda mutua, porque de tales sacrificios se agrada Dios.”
Aunque la porción de Tetzavé (Éxodo 27:20 a 30:10) es conocida como la porción de los sacerdotes, el libro entero de Levítico es dedicado en gran detalle al servicio sacerdotal en el Tabernáculo. Muchos creyentes hoy día no ven la relevancia de esos pasajes para sus vidas. Dicen que es anticuado y no tiene relación con el cristiano. Pero podemos aprender mucho sobre nuestro rol como sacerdote en el reino de Dios al estudiar el libro de Levítico. El rabino Shai Held explica lo siguiente en su comentario sobre Levítico: “El Tabernáculo (mishkan) es un espacio altamente estructurado y ordenado. Define quién entra dónde, en qué momento y qué ropa usar – todo es estrictamente regulado. Lo profano no debe penetrar para violar lo sagrado. Los sacrificios son cuidadosamente coreografiados y presentados en una manera precisa. En un mundo caótico y aterrador, por lo menos un sitio es gobernado por el orden y la estructura.”
Nuestro mundo moderno pone gran valor en la libre decisión y en hacer lo que a uno le plazca. Esa ideología ha influenciado el estilo de vida de muchos cristianos hoy día. Se podría argumentar que a consecuencia de eso, vemos frecuente desorden, lo que produce una sensación de ansiedad. Yo opino que una de nuestras principales tareas como sacerdotes es crear un espacio ordenado en este mundo, tanto para nosotros mismos como para los demás. Debemos crear una realidad contraria a la de este mundo caótico, “presentando el regalo de una creación bien ordenada, llena de gozo y conducente a la paz,” según era la intención de Dios.
El rabino Holder recalca la relación entre la creación divina del mundo y el servicio sacerdotal en el Tabernáculo. “¿Cómo crea Dios un mundo habitable? Divide, separa y ordena – y luego produce vida.” Dios divide la luz de las tinieblas, separa las aguas arriba de las de abajo y el mar de la tierra seca. Ordena lumbreras en el firmamento para distinguir el día de la noche. Entonces Dios distingue el sábado de los demás días, y lo santifica. De esa misma manera, Levítico nos enseña a distinguir entre los animales limpios y los inmundos. Ofrece gran detalle sobre las relaciones físicas permitidas y las prohibidas. Cuando Israel, como pueblo, separa lo que Dios permite de lo que prohíbe, puede seguir el ejemplo de Dios y caminar en Su voluntad. Levítico 20:26 explica la razón por separar y hacer distinción: “Sean ustedes santos, porque Yo, el SEÑOR, soy santo, y los he apartado de los pueblos para que sean Míos.”
Eso nos recuerda la instrucción que Jesús (Yeshúa) nos dio en Mateo 5:48. “Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto.” Somos llamados a vivir vidas santas. “…sino que así como Aquél que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir” (1 Ped. 1:15). Los Escritos de los Apóstoles (NT) nos amonestan que nos separemos de la vida mundana. Por ejemplo, Pablo advierte en Romanos 12:2 “…que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes.” En Efesios 4:22-24, Pablo dice “que en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad.”
Si vamos a ser sacerdotes en servicio al Dios santo, debemos ser pueblo santo que refleje Su rectitud, paz y gozo en este mundo. Una manera importante para hacer eso es siguiendo el ejemplo de Dios en dividir, separar y ordenar. Podemos caminar en Su luz y respetuosamente señalar las tinieblas por lo que son. Podemos hacer que nuestra luz brille ante los hombres de tal manera que glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos (Mat. 5:16). Desde el principio en Génesis, todos los que creemos en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob debemos ser Sus agentes en este mundo, trayendo orden y creando una sociedad que siga Sus buenos planes para nuestras vidas. Cuando aceptemos nuestro rol como sacerdotes en Su reino, podremos hacer justamente eso
[Bajar Estudio en Formato PDF]
Todos los logotipos y marcas registradas en este sitio pertenecen a sus respectivos propietarios. Todos los demás materiales son propiedad de Puentes por la Paz. Copyright © 2024.
Website Site Design by J-Town Internet Services Ltd. - Based in Jerusalem and Serving the World.