Una Historia de Heridas

por: Bill Adams, Director Promocional Nacional, Oficina EE.UU.

El recepcionista de mi hotel me asistía con la impresión de un bosquejo para una charla que iba a presentar sobre el antisemitismo cristiano. Fijándose en el tema, se preguntó en voz alta: «¿Antisemitismo cristiano? Eso no tiene sentido.» Él tenía toda la razón. El tema nos debe parecer absolutamente contradictorio, ya que suponemos que un cristiano debe estar a favor de los judíos, y nunca en contra.

Cuando se trata del amor hacia los judíos, la travesía por esa tenebrosa herencia resulta muy difícil, mucho más que meramente quedarnos cómodos en nuestro ámbito cristiano. Para comprender dicho enigma, tenemos que penetrar la mente y el corazón de los judíos. Un rabino judío comentó: «No me digas que me amas, si no sabes lo que me causa dolor.» ¿Conoces su dolor? ¿Has penetrado su mundo lo suficiente como para reconocer el odio que han sufrido, y que aún sufren? ¿Puede usted imaginar un odio tan universal que ha requerido una palabra para ello, y puede comprender que ese término existe por causa de usted mismo?

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El «antisemitismo» es un término moderno para una condición antigua. El agitador de masas alemán Wilhelm Marr introdujo esa horrible palabra en 1879, a medida que organizaba un movimiento en contra de los judíos. Tristemente, por siglos ellos han padecido la forma más cruel de ese odio por parte de los cristianos. Dennis Prager y Rabino Telushkin describen lo siguiente en su libro Why the Jews? [¿Por qué los Judíos?]: «El odio hacia los judíos ha sido el peor de todos los odios en la humanidad. Aunque ha existido odio hacia otros grupos, ninguno ha sido tan universal, tan profundo o tan permanente.» Junto con esos autores, debemos preguntarnos: ¿Por qué los judíos? ¿Por qué son tan odiados? ¿Por qué son tan perseguidos? ¿Cuál es el carácter de ese pueblo que ha generado tanta ira y veneno – hasta el punto en que el término incluso tome una identidad casi «cristiana» (= antisemitismo cristiano)?

Mientras presentaba la charla sobre este tema, un participante me preguntó ásperamente: «¿Y por qué Dios prefiere tanto a los judíos?» ¿Puede usted sentir lo que hay detrás de esa pregunta? Se puede percibir una ignorancia a la verdad y negación de la realidad. La verdad es que Dios no prefiere a los judíos – los seleccionó. La realidad es que el pueblo judío, por esa razón, lleva una pesada responsabilidad, una carga que ninguna otra nación jamás haya tenido que llevar.

El Factor Judío

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Quizás el «por qué» del odio al judío es simplemente un intento moderno por universalizar un prejuicio común. En épocas pasadas, la gente sabía la respuesta de esa pregunta como consecuencia inevitable al judaísmo. Ese factor distintivo exigía un estándar más elevado al judío (ya sea en Israel o fuera) que de sus vecinos gentiles respecto a la educación, la familia, la ley civil y el orden social. Encima de eso está el rechazo judío hacia los dioses paganos y la oración judía diaria para «perfeccionar el mundo,» resultando en una calidad de vida superior que tiende a generar envidia y enojo entre sus vecinos. Más aún, de Israel vendría el Mesías, quien sería «luz de las naciones»(Isa. 49:6).

Dios ha llamado a Israel para que evidencie tres verdades fundamentales: (1) Un Sólo Dios – En contraste con la idolatría mundial, el Dios de Israel es el único Dios, y no hay otro fuera de Él. (2) La Torá (las Escrituras Hebreas) – El Dios de Israel escribió Sus propias instrucciones sobre cómo vivir una vida santa delante de Él, y espera que Su pueblo le obedezca. (3) La Tierra de Israel – Al igual que un árbol necesita la tierra para sostenerse, el pueblo judío también necesita y reclama la tierra como suya. Actualmente, es la propiedad más disputada en el mundo.

Algunos aprecian la luz de la verdad divina que proviene de ese pueblo escogido de Dios, ya que es la luz redentora para todos los pueblos. Pero muchos más resienten la sugerencia de que siquiera necesiten una luz. El pueblo judío ha sido escudriñado, analizado y criticado, luego amado u odiado, por cada generación. El activista social de Sudáfrica, Olive Schreiner, comentó: «Es difícil que las demás naciones del mundo vivan en presencia de los judíos. Les hace sentir irritados e incómodos. Los judíos avergüenzan al mundo porque han hecho cosas inimaginables. Se han convertido en extraños de la moralidad desde que su antepasado Abraham introdujo al mundo los elevados estándares éticos y el temor del Cielo.» Winston Churchill opinó: «Algunas personas quieren a los judíos, y otros no. Pero ningún hombre pensante puede negar el hecho de que son, más allá de toda duda, la raza más formidable y admirable que haya aparecido en el mundo.»

Yo hablaba una vez con un rabino, y le comenté que los cristianos comenzábamos a reconocer el factor judío y sentíamos mayor interés en su sufrimiento, tornando nuestros corazones en amor hacia el pueblo judío. El rabino respondió: «Nosotros los judíos apreciamos eso, pero realmente no queremos tanto interés hacia nosotros. Lo que realmente queremos es que nos dejen quietos.» Lo pensé un rato, y luego respondí: «Pero eso es algo que no les conviene – que se les deje quietos – porque van a necesitar de amigos.»

Excavando hasta la Raíz

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Es necesario excavar profundamente para conocer el origen del antisemitismo. Los cristianos fieles a la verdad bíblica deben estar dispuestos a excavar hasta las más profundas raíces, y luchar allí contra las fuerzas espirituales del mal que oprimen a los escogidos de Dios. La raíz del antisemitismo se encuentra en los niveles sociales, históricos, políticos, económicos, religiosos, interpersonales además de los espirituales.

El fallecido autor y maestro cristiano Derek Prince escribió que uno de sus profesores de la Universidad Hebrea en 1946 había creído que la raíz del problema era sociológico, ya que el pueblo judío era una minoría extranjera con una cultura distintiva, fuera de sintonía con los demás gentiles a su alrededor. Prince le respondió que la raíz era espiritual, y que el establecimiento del estado judío intensificaría el problema al proporcionar un blanco más obvio para el antisemitismo. Luego de 60 años, podemos juzgar si el estudiante o el maestro tenía la razón. Actualmente, los sociólogos nos dicen que el anti-sionismo se ha convertido en el nuevo antisemitismo.

La raíz espiritual nace de un tenebroso odio diabólico que surge de las profundidades mismas del Infierno. Se manifiesta por medio de personas que deciden maldecir en vez de bendecir a Israel. Satanás y sus secuaces se oponen al pueblo judío porque son el instrumento escogido de Dios para realizar Su programa de redimir al mundo. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob lo desea efectuar por medio del b’rit olam, o el pacto eterno, que tiene con Israel. «Estableceré Mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas las generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua. Y Yo seré su Dios» (Gén. 17:7-8). Pero cuando gran parte de los cristianos no reconocieron la naturaleza eterna de la relación de Dios con Israel, permitieron y dieron rienda suelta al odio demoníaco y mortal contra el pueblo judío.

Antisemitismo Cristiano

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Prager también escribió: «Los fundadores del cristianismo fueron confrontados con el terrible hecho de que los judíos, porque simplemente continuaron existiendo, amenazaron la legitimidad de la Iglesia.» Aunque ese es un análisis verdadero, carece de sentido. Algunos padres eclesiásticos asumieron que el cristianismo sólo tendría validez si el judaísmo quedara inválido. Esa perspectiva de «uno o el otro» en vez de «ambos a la par» sentó las bases para el antisemitismo cristiano, lo que Prager llama «el odio hacia el judío más perdurable de la historia.» Alguien escribió: «La historia que cada judío ha aprendido de memoria es la historia que cada cristiano ha olvidado.» Si los cristianos hemos de realmente amar, de conocer el dolor que hemos causado, entonces debemos recordar esta dolorosa historia.

La Iglesia fue inicialmente judía – comenzando con un Yeshúa (Jesús) judío y unos apóstoles judíos, hasta una multitud judía procedente de las naciones que se reunió en Jerusalén ese día de Shavuot (Pentecostés). Durante varias décadas, la Iglesia fue mayormente judía. Los primeros «cristianos» fueron realmente judíos de la secta nazarena, poseyendo pensamiento y costumbres hebraicas. Las primeras disputas entre la Iglesia y la Sinagoga fueron debates entre familia en torno a ese nuevo «camino» que muchos judíos seguían. Pero nuevos «cristianos» gentiles comenzaron a añadirse a esa fe judía que iba en expansión. Según el diseño de Dios, los gentiles pudieron entrar porque eran injertados a la raíz judía, pero con ellos también llegó el pensamiento griego que gradualmente ahogó la perspectiva hebraica del mundo y de su vida en Dios.

La división entre los cristianos y los judíos se agrandó a medida que la Iglesia perdía su rumbo bajo el liderato helenizado. Las subsiguientes revueltas judías contra Roma, el asedio romano contra Jerusalén y alegaciones de otro mesías forzaron la huida de los cristianos, dejando atrás solos a los judíos. Cuando los líderes gentiles vieron que los judíos luego fueron expulsados de la Tierra Prometida, que Jerusalén fue conquistada y que el Templo fue destruido, comenzaron a enseñar que la Iglesia había reemplazado y suplantado a Israel. La Iglesia pronto comenzó a leer las Escrituras Hebreas de manera alegórica. Ya no habría más necesidad de los judíos, excepto por propósitos ilustrativos.

Siglos de Heridas

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Durante los siglos subsiguientes, el cristianismo helenizado y romanizado procedió a herir y humillar al aparentemente derrotado judaísmo. El autor Marvin Wilson observa: «Sería muy difícil encontrar un sólo siglo cuando la Iglesia no contribuyera de manera significativa a la angustia del pueblo judío.» Vea usted esta muestra histórica de angustia judía a consecuencia de las enseñanzas de muchos líderes cristianos:

Segundo SigloIgnacio: El que celebra la Pascua participa con los que mataron a Cristo y Sus apóstoles. Justino Mártir: El pacto de Dios con los judíos ya no es válido, porque la Iglesia reemplazó a los judíos. Ireneo, obispo de Lyón: Los judíos han perdido su herencia de la gracia de Dios. Clemente de Alejandría: Dios ha dado la filosofía griega para dirigir a los gentiles, no las Escrituras Hebreas.

Tercer SigloOrígenes: Una interpretación alegórica de las Escrituras Hebreas es suficiente. Tertuliano: Todos los judíos son culpables por la muerte de Cristo. Cipriano, obispo de Cartago: Todos los judíos deben irse de su territorio o morir. Eusebio: La Iglesia ahora posee las promesas y bendiciones del Antiguo Testamento; las maldiciones son para los judíos.

Cuarto SigloJerónimo: Los judíos son «serpientes, llevando la imagen de Judas,» incapaces de comprender la Biblia. Agustín: Los judíos sobreviven para ser «pueblo del testimonio,» su opresión testificando a la validez del cristianismo y otorgando a los cristianos el derecho de humillarlos. Juan Crisóstomo, obispo de Antioquía: Dios siempre ha odiado a los judíos, y es un «deber cristiano» odiarlos también: «Yo odio a la sinagoga; odio a los judíos por la misma razón… los judíos han sido abandonados por Dios, y por su crimen de deicidio [énfasis añadido] no hay expiación posible.»

Así fue creado el nuevo término de «deicidio,» el asesinato de Dios. Los líderes eclesiásticos enseñaron que todos los judíos de todos los tiempos eran culpables de lo mismo.

Más Actos Hirientes

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Durante los próximos siglos, la denominada «Iglesia Triunfante» descubrió más maneras de subyugar al pueblo judío, recordándoles de su maldecido estado. Considere estos ejemplos:

Se prohibió a los cristianos que coman con los judíos, que se casen con judíos, e incluso que visiten médicos judíos. Prohibieron a los judíos que orasen el Shemá, la declaración sobre el único Dios de Israel citado por Yeshúa en Marcos 12:29: «Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es» (refiriéndose a Deuteronomio 6:4). Los judíos no podían celebrar la Pascua cuando caía antes de la Semana Santa. Parece que la Iglesia olvidó que la Semana Santa realmente fue la celebración de una Pascua judía y el Domingo de Resurrección el día de los Primeros Frutos. Una iglesia europea mal-informada se aprovechaba de sus representaciones de Viernes Santo para perseguir a los judíos de la localidad. Muchos eran arrastrados por las calles, golpeados y asesinados por el crimen de haber matado a Cristo.

Entre 1096 y 1300, en una serie de siete cruzadas regionales, los soldados cristianos de Europa marcharon bajo la insignia de una cruz roja para retomar la Tierra Santa de los musulmanes. De camino, sintieron la necesidad de matar a los judíos, y aún a algunos cristianos, además de los musulmanes. Mataron a 5,000 judíos en la tierra del Rin, y toda una comunidad judía en Francia fue quemada a la hoguera. Luego de matar a los musulmanes en Jerusalén, los cruzados reunieron a todos los judíos en la principal sinagoga, sellaron sus puertas, y la incendiaron. Mientras los hombres, las mujeres y los niños gritaban adentro por compasión, ellos cantaban «Cristo, Te Adoramos.»

Los líderes cristianos obligaron a los judíos para que vistieran marcas distintivas y ropa humillante. Mucho antes que los nazis, los musulmanes y los cristianos requirieron que usaran un símbolo amarillo. Circularon teorías de conspiración inculpándolos por la Plaga Negra, y difundieron calumnias de que profanaban la hostia y usaban la sangre de niños cristianos en su matza, o pan de Pascua. Debido a sus buenas costumbres de higiene y dieta en obediencia a la Torá, el pueblo judío casi no caía víctima de las plagas, razón por la cual se les acusaba de envenenar los pozos o de enviarles hechizos. También se les difamaba por robar las hostias de la Santa Cena para hincarlas con agujas y torturar a Cristo, de esa manera continuar asesinándolo en cada generación.

De siglo en siglo, la mayoría de la Europa cristiana expulsó a los judíos de sus países. Cierre sus ojos y visualice a millones de judíos mientras huían ante el símbolo de la cruz y ambulaban sin hogar ni tierra: de Alemania en 1012, de Francia en 1182, de Inglaterra en 1290, de España en 1492, de Lituania en 1495, de Portugal en 1496 y de Italia en 1550. También fueron expulsados de Hungría, Austria, Bohemia y Moravia. Luego considere a Rusia con su asentamiento judío, un amplio confinamiento territorial como residencia para más de un millón de judíos, donde sufrían constantes persecuciones oficiales del estado bajo la bendición de la Iglesia Ortodoxa Oriental.

Recuerde las masacres de Alemania en 1298, España en 1391, Ucrania en 1648, Polonia en 1655 y Rusia en 1906, sólo por mencionar unos pocos. En 1492, el Rey Fernando y la Reina Isabel comisionaron a Cristóbal Colón para que se fuese de exploración, pero expulsaron a la vez sobre 100,000 judíos, y muchos más fueron torturados y asesinados. La corte permanente de Inquisición fue diseñada para deshacerse de toda herejía eclesiástica de España. Los judíos sólo tenían la opción de bautizarse o irse al exilio. Los que se sometían por temor al bautismo cristiano eran llamados marranos, o conversos. Muchos continuaron practicando su judaísmo en secreto, exponiéndose a una brutal investigación, arresto y consecuente muerte.

Oportunidad para Cambio

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Con la Reforma Protestante (1500-1600), llegó una oportunidad para mejorar la condición del pueblo judío a medida que la Iglesia regresaba a la autoridad bíblica y su conexión judía. Martín Lutero, valiente teólogo y líder espiritual de la Reforma, escribió un ensayo titulado Jesucristo Nació como Judío en reconocimiento de la identidad judía de Yeshúa y la primera Iglesia. Sin embargo, al igual que sus precursores, Lutero seguía alegorizando a Israel y las Escrituras Hebreas. A pesar de que hizo frente al corrupto establecimiento cristiano, Lutero se tomó la libertad de desarrollar un programa para convertir a los judíos. Como no lo logró, se tornó muy hostil. Más adelante escribió otro tratado titulado Sobre los Judíos y Sus Mentiras, abogando para que fuesen quemadas sus sinagogas, sean destruidas sus casas, se les confisquen sus libros de oración y copias del Talmud (comentario rabínico sobre las Escrituras y la tradición judía), que se les prohíba a los rabinos enseñar, que se les niegue el derecho de viajar, y se les requiera trabajo de servidumbre.

Los reformadores subsiguientes efectuaron muchos cambios, pero dejaron intacto el error de la Teología del Reemplazo y el trato alegórico de las promesas bíblicas al pueblo judío. Se enojaron por la resistencia de los judíos ante intentos de convertirlos, y Juan Calvino luego escribió: «Su podrida y terca dureza de corazón merece que se les oprima sin cesar, sin medida y sin fin, y que mueran en su miseria sin compasión de nadie.»

Cualquier esperanza de reparar la relación entre cristianos y judíos quedó destrozada. Persistió una irreconciliable brecha, y el cisma quedó tan profundo que dio lugar al peor de todos los horrores.

El Holocausto

Con el Holocausto, desapareció dos terceras partes de la judería europea, y una tercera parte de los judíos del mundo fue aniquilada. Esa es nuestra historia moderna. ¿Y cómo afecta eso a la mentalidad de un pueblo? ¿No se pondría usted también un poco defensivo si le persiguieran con intenciones de matarlo? Añada a eso la sensación de que el Holocausto provino como resultado de un amargado cristianismo. Nosotros sabemos que el nazismo no fue un movimiento cristiano, pero como comenta un observador judío: «Esos campanarios alrededor de los campamentos de muerte eran cristianos, ¿cierto? Y la madre de cada guardia era cristiana, ¿no es así?»

Trágicamente, la «solución final» de Hitler se apoyó en siglos de antisemitismo cristiano. Wilson escribió: «Quizás la razón primordial por la que ocurrió el Holocausto fue que la Iglesia se olvidó de sus raíces judías.» El autor Richard Booker también escribió: «La política antisemita del cristianismo proveyó la justificación teológica que permitió a Adolfo Hitler dar seguimiento a su «solución final» para el problema judío. Él sabía que podía implantar su plan de exterminio judío porque el cristianismo europeo era antisemita hasta la médula.»

Raúl Hillberg, autoridad sobre el Holocausto, dijo: «Los misioneros del cristianismo dijeron en efecto: Ustedes no tienen derecho de vivir entre nosotros como judíos. Los líderes seculares luego proclamaron: Ustedes no tienen derecho de vivir entre nosotros. Los nazis por fin decretaron: Ustedes no tienen derecho de vivir.» Durante siglos, la Iglesia sólo pareció tener tres opciones para bregar con el pueblo judío: (1) convertirlos – de esa manera «validar» al cristianismo, (2) expulsarlos – de esa manera consolar a la cultura, y (3) exterminarlos – de esa manera satisfacer su supremo odio.

La Solución Final de Dios

Pero existe otra opción: bendecirlos y ver lo que Dios puede hacer. Los cristianos están redescubriendo esa opción bíblica, que es profunda tanto en su simpleza como en su fuerza. Nuestra oportunidad es aferrarnos a la Palabra de Dios y bendecir, no maldecir, a Su pueblo. Pablo enseñó hace mucho tiempo que «…por la misericordia mostrada a ustedes, también a ellos ahora les sea mostrada misericordia» (Rom. 11:31).

Hemos llegado a la raíz espiritual. Excavemos ahora un poco más profundo. Prince explicó que una vez cuando predicaba en su Iglesia de Jerusalén, se escuchó a sí mismo declarar de repente: «El antisemitismo se puede resumir en una sola palabra – ¡MESÍAS!… En ese momento comprendí que el antisemitismo surgió de Satanás, motivado por su conocimiento de que Quien lo vencería, el Mesías, sólo podría venir a través de un pueblo que estuviese especialmente preparado por Dios para ello.»

Hoy día, el pueblo judío anhela la llegada del Mesías para que venga y los salve. Los cristianos también esperamos a Yeshúa para que venga y nos salve. En ambos sistemas de fe, el Rey del Universo es quien posee la «solución final» para Satanás – su total destrucción y el triunfo de Dios sobre el mal. Hasta entonces, tenemos mucho que hacer…juntos.

 

(Traducido por Teri S. Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos al Mundo Hispano)

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Bibliografía

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Brown, Michael. Our Hands are Stained with Blood. Shippensburg: Destiny Image, 1992.
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Gilbert, Martin. The Jews in the Twentieth Century. New York: Schocken, 2001.
Hanson, Calvin B. A Gentile with the Heart of a Jew: Douglas Young. Nyack, NY: Parson, 1979.
Israpundit Archives. http://www.israpundit.com/2006/?p=3633, 2006.
Levy, Richard, ed. Anti-Semitism: An Historical Encyclopedia of Prejudice and Persecution. Santa Barbara: ABC-CLIO, 2005.
Prager, Dennis and Joseph Telushkin. Why the Jews? The Reason for Anti-Semitism. New York: Simon and Schuster, 1983.
Prince, Derek. “Intercessors for America Newsletter: The Root of Anti-Semitism.” Vol. 29, No. 3, March 2002.

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