por: Nathan Williams, Director de Marketing y Comunicaciones
RECORDANDO LA ENTRADA de este año, audaces voces proféticas dentro de todo el espectro cristiano animaban a sus audiencias, a esperar un año de gran claridad espiritual y grandes avances. En las redes sociales eran comunes dichos tales como: “2020 — Año de abundancia” y “Visión 20/20”. Ahora, a medida que el año se acerca a su fin, estas frases pegajozas parecen estar muy alejadas de la realidad que enfrentamos. Es innegable que el mundo ha cambiado en estos últimos meses. Desempleo, disturbios y protestas, parecen ser la característica habitual en los noticieros nocturnos. La incertidumbre, la desunión y la ansiedad, han florecido; ya que muchas personas en todo el mundo periódicamente han sido colocadas ‘bajo llave’ restringiéndose la capacidad de movimiento, y continúan implementándose mas y nuevas reglamentaciones sobre lo que podemos usar, decir y hacer. Ha sido un tiempo desafiante tiempo de prueba.
Muchos se han preguntado, si esta pandemia es parte del plan profético de Dios para el mundo o si fue tramada por (apoyándose en lo que dice Pablo): “los gobernadores de las tinieblas de este siglo” (Efesios 6:12 RV). Cualquiera que sea la causa, hay un versículo que viene a mi mente y lo considero pertinente. Está en la historia de José. Después de que su padre Jacob fuera enterrado en la Cueva de Macpela, cerca de Hebrón, los 12 hermanos regresaron a Egipto. Los hermanos siendo responsables de la venta de José como esclavo, ahora temían que él tomara represalias contra ellos. Ahora sin su padre de por medio, la pregunta que se hacían era ¿si se esfumaría el favor que había tenido José hacia ellos? Por lo que en absoluta humildad, los hermanos se presentaron ante José y se postraron. La respuesta de José nos lleva una verdad eterna: “Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente” (Gn 50:20).
Cierto es que José soportó muchas pruebas y tribulaciones, pero el Señor usó aún los malvados planes de los hombres, para llevar a cabo Su perfecto plan de redención; elevando a José a una significativa posición de autoridad, influencia y riqueza. José experimentó lo que, figurativamente podría denominarse, una experiencia en la ‘era’ (sitio donde se trilla el grano).
La ‘era’ es un lugar físico con un rico simbolismo. Es el lugar donde el bien es separado del mal; lo verdadero de lo falso; y lo útil de lo inútil. Al igual que en un proceso de trilla en el que se golpean las gavillas para que se separe el grano; también en nuestras vidas podemos experimentar tiempos aplastantes en nuestro caminar espiritual con el Señor, a fin de que el bien que el Señor desea ver en nosotros pueda surgir.
En las antiguas comunidades agrarias, la ‘era’ o ‘piso para trillar granos’, era una parte central para la vida común; de modo que, muchas actividades no agrícolas también se llevaban a cabo allí. La gran superficie plana ofrecía un espacio para eventos culturales, como ceremonias matrimoniales y otros rituales religiosos. De esta forma, la ‘era’ no solo era un espacio agrícola sino también un espacio sagrado.
En la antigua cultura del Cercano Oriente al Señor (YHWH), se le concebía como el ‘Creador y Sustentador de la vida’; quien provocaba que la lluvia cayera y que la tierra produjera alimento. No es de extrañar entonces, que se creyera que Su presencia divina, estaba en la ‘era’; donde los profetas tendrían visiones y recibirían palabras que anunciar. Después de todo, la ‘era’ para una comunidad agrícola significaba la fuente de su sustento, y por ende, resultaba su asociación con el Creador. Cuando comencé a leer más acerca de la ‘era’, me sorprendió descubrir que no solo era un símbolo de juicio, sino también un símbolo de bendición; de oraciones contestadas; de provisión y de redención.
Ser llamado un hombre conforme al corazón de Dios (1 Sam 13:14), es probablemente el mayor cumplido que alguien pueda recibir. Sin embargo, el Rey David era un hombre con debilidades y defectos que enfrentó muchas experiencias en la ‘era’ de su vida. En 2 Samuel 24 leemos acerca de una de esas experiencias. El rey David ignoró el sabio consejo de su comandante militar Joab, y decidió realizar un censo sobre Israel y Judá. La decisión tuvo terribles consecuencias, ya que se desató una plaga en medio del pueblo, que mató a 70,000 israelitas (2 Sam 24:15). En Su misericordia, el Señor cedió en medio de la ejecución de Su juicio y el ángel del Señor, enviado a destruir a los habitantes de Jerusalén, extrañamente se detuvo en la ‘era de Arauna’ (2 Sam 24:16). Fue entonces cuando David se humilló delante del Señor, construyó un altar y ofreció sacrificios, en la ‘era’ (2 Sam 24:25). También David compró la ‘era de Arauna’ y años más tarde, su hijo el rey Salomón, construyó el Templo—la morada del Señor entre los hombres—en ese mismo lugar.
El simbolismo de la ‘era’ es una parte integral de esta historia de redención. Podemos identificar el doloroso aplastamiento que sufrió David, a través de la pérdida de vidas y el juicio sobre su pueblo, por su desobediencia; pero seguido también, de la bendición que vino después de su arrepentimiento. Durante mucho tiempo, en el corazón de David, había estado el deseo de construir una casa al Señor; y aunque el cumplimiento no se realizó durante su vida, el Señor decidió responder a ese profundo deseo de David a través de su hijo Salomón.
Las lecciones espirituales en esta historia son sorprendentes. La ‘era’ es el lugar donde nuestros corazones son purificados; separados del pecado y el proceso de aplastamiento o tribulación que soportamos, tiene un propósito: revelar dentro de nosotros lo bueno y lo malo; lo útil y lo inútil. En la ‘era’ nos enfrentamos a nuestras propias debilidades y fracasos, pero cuando tenemos un corazón puro podemos encontrarnos con Dios y escuchar Su voz; comprender Su Voluntad. Finalmente, ese doloroso proceso de trilla se convertirá en algo bueno, cumpliendose los sueños y deseos de nuestro corazón.
Podemos ver otra imagen del Señor como ‘Redentor’ en la historia de Rut, tatarabuela del rey David. Viuda, al igual que su suegra Nohemí; ambas se encontraban abandonadas y en situación desesperanzadora. Abandonando su tierra natal Moab, y jurando lealtad al Dios de Israel, Rut viene con Noemí a la tierra natal de ésta Judá, para encontrar la redención del Señor a través de Booz (Rut 2:8-13). Aconsejada por Nohemí, Rut presenta su petición al ‘pariente redentor’ (el pariente de su suegra que podía redimirla de su viudez y devolverle su herencia) en la ‘era’. Vemos nuevamente la hermosa imagen: ‘el grano y la paja’; una persona humillada por su situación pero totalmente sometida a la promesa de ‘Redención’.
Vemos entonces, que la ‘era’ también es el lugar a donde el Señor nos conduce como sus hijos, para encontrar ‘redención’. Es también el sitio donde nosotros podemos escuchar a nuestro ‘Pariente Redentor’ decir: <<Ahora hija mía, no temas. Haré por ti todo lo que me pidas, pues todo mi pueblo en la ciudad sabe que eres una mujer virtuosa>> (Rut 3:11 LBLA). Rut era una gentil, descendiente de una idolátrica nación, que había abandonado los caminos de sus creencias, para seguir al Único Dios verdadero. En la historia de Rut, la ‘era’ es vista como un sitio de purificación y humillamiento delante de Dios, donde Él nos encuentra en desesperación completa y donde nos proveé la puerta de esperanza hacia Su herencia preparada para nosotros.
Hay también un aspecto de juicio que se lleva a cabo en la ‘era’. Juan el ‘Bautista’ refiriéndose a Jesús (Yeshúa), dice: <<Yo, en verdad, los bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las sandalias; Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El bieldo está en Su mano y limpiará completamente Su era; y recogerá Su trigo en el granero, pero quemará la paja en un fuego que no se apaga>> (Mt 3:11-12).
Esta imagen se ve reforzada en la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13:24-43), en donde el campo es el mundo y la cosecha es el final de los tiempos; cuando los segadores serán enviados para recoger el trigo y quemar la cizaña. Todos estos símbolos aluden a una experiencia en la ‘era’, donde el bien y el mal serán separados de una vez por todas. Nuestro consuelo es que, como lo describe Juan, Jesús (Yeshúa) es el Señor de la mies, que ha de venir. Podemos encontrar descanso y paz en este hecho.
El contraste lo vemos en el evangelio de Lucas donde satanás es quien zarandea, <<Simón, Simón, mira que Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearlos como a trigo; pero Yo he rogado por ti para que tu fe no falle>> (Lc 22:31-32ª). Ciertamente un enemigo que busca nuestra destrucción. Su deseo es que cuando estemos en ‘era’, que perdamos nuestra fe y que seamos removidos como la paja cuando los vientos soplen sobre nosotros. Sorprendentemente sabemos que el Señor de la mies está orando e intercediendo por nosotros. Teniendo esto en mente, podemos empezar a aceptar y resistir en nuestros tiempos de ‘era’, para que los grandiosos propósitos del Señor en nosotros aparezcan y Su Reino Eterno y el cumplimiento de Su Redención terminen siendo establecidos.
A menudo mi pastor dice: <<El Señor siempre esta hablando, pero nosotros no siempre estamos escuchando>>. Durante este tiempo de agitación el Señor ha estado hablando. El les ha hablado a incrédulos; a la Iglesia; a personas políticas y a sistemas políticos; así como a cada uno de nosotros individualmente. La pregunta es: ¿Estamos escuchándole? Posiblemente aquellas proféticas palabras de: “2020 —Año de abundancia” y “Visión 20/20” venían en un paquete de circunstancias que no hemos reconocido o que no esperábamos. Quizá es tiempo de reconocer que la Redención del Señor viene a través de un aplastante proceso de ‘era’, con tribulaciones; de modo que mucha gente pueda salvarse, siendo extirpada de la impiedad. Nuestro mundo está siendo sacudido; aplastado y traido mas cerca que nunca, a la ‘era’ final; donde el trigo y la cizaña han sido traidos para ser separados y llevados al granero o al fuego que nunca perece.
Si nos encontramos entonces en esta temporada de incomodidad física; es quizá porque estamos siendo preparados para aquél mejor momento que esta por venir. Necesitamos estar preparados en nuestra mental y espiritualmente para ser conducidos a la ‘era del Señor’, con nuestras lámparas llenas de aceite fresco. Ahí nos encontraremos y tendremos comunión con nuestro ‘Pariente Redentor’. Entonces, la ‘era’ resultará en la gran bendición y redención que ha sido preparada para nosotros. Nuestra promesa es que el Señor no trillará mas allá de lo que podamos resisitir: <<El grano es triturado, pero no lo seguirán trillando indefinidamente; debido a que la rueda de la carreta y sus caballos lo dañarán, no lo triturarán más. También esto procede del SEÑOR de los ejércitos, que ha hecho maravilloso Su consejo y grande Su sabiduría>> (Is 28:28-29).
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