Durante 15 meses, israelíes y judíos de todo el mundo han observado con horror, cómo gran parte de los medios internacionales han cambiado la narrativa de la invasión terrorista, del sur de Israel el 7 de octubre de 2023. Incluso antes de que las Fuerzas de Defensa de Israel lanzaran su contraataque en la Franja de Gaza, para erradicar a las fuerzas que habían asaltado descaradamente al único Estado judío del planeta, gran parte de la cobertura de la prensa —incitada por ideólogos “progresistas” del mundo académico, de la cultura y la política — retrataba al bando que inició una guerra con atrocidades bárbaras, como las verdaderas víctimas, mientras que los israelíes eran retratados como los agresores.
Pero en las últimas semanas esta preocupante tendencia ha adquirido un carácter nuevo, y aún más inquietante. Los medios de comunicación corporativos liberales han comenzado a dar forma a una nueva variante del tema, en la que se ensalza a los palestinos, y se demoniza a los israelíes. En lugar de concentrarse sólo en difamar al primer ministro Benjamín Netanyahu como un “autoritario”, que está llevando a cabo una guerra para mantenerse en el cargo, o aceptar relatos engañosos y absolutamente falsos sobre las víctimas y las atrocidades sufridas por los palestinos en Gaza, que alegan que la campaña contra Hamás es un “genocidio”; se está imponiendo una nueva variante del tema.
Como demuestran los artículos del New York Times, el New York Review y el periódico israelí Haaretz, los enemigos del Estado judío están pasando a una falacia más amplia y aún, más insidiosa. En lugar de concentrar su fuego en Netanyahu o las Fuerzas de Defensa de Israel, la calumnia se está dirigiendo ahora al pueblo israelí en su conjunto. Su acusación es que hay algo profundamente erróneo en una población que está dispuesta a aceptar las cosas supuestamente horribles, que se hacen en su nombre en Gaza.
Al no adoptar una tolerancia extraña y auto-destructiva, los israelíes han fracasado en la prueba de moralidad que les han impuesto los liberales occidentales, supuestamente más ilustrados.
Un libelo de sangre nueva
La “apatía mortal” de la que hablan estos enemigos izquierdistas de Israel, es sorda a la forma en que la mayoría de los ciudadanos del estado judío han reaccionado a la guerra, posterior al 7 de octubre. Se espera que los israelíes dejen pasar a los palestinos, a la ideología genocida que los llevó a asesinar, torturar, violar y secuestrar a judíos, como parte de su deseo de poner fin a la existencia de Israel. En opinión de quienes critican a los ciudadanos israelíes por carecer de un sentido colectivo de moralidad, deben aceptar las atrocidades bárbaras cometidas por los terroristas de Hamás y otros palestinos, como algo que les corresponde.
En lugar de defender un objetivo humanitario, se trata de una nueva forma de difamación sangrienta que se aplica a los judíos, como un blanco de oprobio por sentimientos, que serían universales en cualquier país que se encontrara en una situación similar.
Los israelíes son conscientes, de que grupos terroristas como Hamás han proclamado su objetivo genocida, de destruir su Estado y llevar a cabo el tipo de matanza en masa de la que el 7 de octubre fue apenas el preludio. Y la publicación esta semana de un vídeo de Liri Albag, una soldado de las Fuerzas de Defensa de Israel de 19 años, que ha estado sentada en Gaza durante 450 días después de ser secuestrada el 7 de octubre, es apenas la última prueba de que es Hamás el culpable de la crueldad y la brutalidad, no Israel.
Por ello, la abrumadora mayoría de los israelíes han llegado a la conclusión racional que cualquier persona sensata aceptaría: a saber, que no sólo hay que derrotar a Hamás, sino impedirle que vuelva a tener la oportunidad de repetir sus crímenes, como han prometido que harán si se les da la oportunidad.
Sin embargo, para los judíos anti-sionistas, como los autores de muchos de estos artículos que denuncian la “apatía” israelí hacia Gaza, y otros enemigos del Estado judío, esta respuesta perfectamente normal a un ataque horrible contra su país y el trato brutal a sus conciudadanos, es de alguna manera una prueba de que los israelíes no sólo están siendo engañados, sino que carecen de decencia humana o empatía.
Este es sólo el último ejemplo de cómo el anti-sionismo está inextricablemente ligado, al odio a los judíos. Tales argumentos no tienen como objetivo desacreditar las políticas o tácticas israelíes. Es un uso clásico de los tropos antisemitas tradicionales, cuyo propósito es deshumanizar a los judíos y justificar las atrocidades que se les hace sufrir. Es similar a la filosofía sostenida por los nazis alemanes que también buscaron el genocidio de los judíos. De esta manera, un coro de críticos del supuesto fracaso moral israelí desea convencer al mundo, de que aquellos a quienes se busca desposeer y matar, son menos que humanos y, al mismo tiempo, los agresores son culpables de buscar el genocidio de quienes los atacan.
Una falsa denuncia de genocidio
La suposición generalizada de que la guerra de Israel contra sus enemigos, apoyados por Irán, ha sido más brutal que cualquier otra llevada a cabo en la era moderna y eso es una gran mentira. Israel respondió militarmente contra un enemigo que se infiltró en su frontera y atacó criminalmente a sus civiles, por lo tanto, la responsabilidad de las ramificaciones subsiguientes recae en la parte culpable: Hamás y los palestinos cómplices del ataque. Todas las bajas de la guerra que ellos iniciaron se remontan a ellos, en una línea recta. La conducta de Hamás en la guerra —en la que siguen atacando a civiles israelíes con cohetes y misiles, y todavía tienen retenidos hasta 100 rehenes— también es criminal, porque ponen deliberadamente en peligro a sus propios civiles. Lo hacen ocultándose detrás de los habitantes de Gaza en túneles y ocultando sus bastiones, depósitos de armas y cárceles de rehenes entre ellos, y causando daños con proyectiles disparados sin éxito que explotan donde caen.
Como han señalado historiadores militares y expertos en las leyes de la guerra, el ejército israelí es más cuidadoso a la hora de intentar evitar las bajas civiles, que son inevitables en cualquier guerra, especialmente en una en la que uno de los bandos —los palestinos— pone deliberadamente en peligro a sus civiles, para ganar puntos de propaganda. Las cifras de bajas palestinas, evidentemente confusas, elaboradas por el «Ministerio de Salud de Gaza», mezclan a los combatientes de Hamás (que probablemente representan alrededor de la mitad del total de muertos o heridos) con civiles, para convencer a un mundo crédulo de que, casi todos los afectados en Gaza son mujeres o niños. Pero la conducta de Israel en la Franja ha producido menos bajas civiles en términos de porcentaje de la población, que cualquier otro ejemplo moderno de combate urbano.
Quienes imitan los argumentos de los terroristas en los medios de comunicación y en las manifestaciones a favor de Hamás, dicen estar asombrados de que la mayoría de los israelíes rechacen de plano sus patrañas. Incluso quienes se oponen a Netanyahu creen que es necesario destruir por completo a Hamás, no sólo para proteger su seguridad propia, sino para sentar las bases para el futuro, si se quiere que haya una posibilidad de paz entre judíos y árabes palestinos, por remota que ésta sea.
Los partidos políticos israelíes de izquierda, que en su día dominaron, quedaron en gran medida marginados, por el fracaso de los ‘Acuerdos de Oslo’ y del proceso de paz iniciado en 1993. En lugar de aceptar el concepto de “territorio por paz”, los palestinos y sus dirigentes rechazaron esas ofertas. Rechazaron los planes de paz israelíes y estadounidenses que les habrían dado un estado, y respondieron con una guerra terrorista de desgaste conocida como “la Segunda Entifada”, que duró cinco años desde 2000 a 2005, y dejó más de 1,000 israelíes muertos a su paso.
Los israelíes también recuerdan que su nación retiró todos los soldados, colonos y asentamientos de la Franja de Gaza, en el verano de 2005. En lugar de una incubadora para la paz, los palestinos crearon allí un Estado independiente, en todo menos en el nombre que pronto se convirtió en una tiranía islamista despiadada: el gobierno de Hamás que gobernó Gaza desde 2007 hasta 2023, y utilizó los muchos miles de millones de dólares de ayuda extranjera que recibió, para construir una fortaleza que incluía una red de túneles terroristas debajo de Gaza, que es el equivalente moral del sistema de metro de la ciudad de Nueva York. Y esto lo realizó en lugar de ayudar a sus residentes palestinos.
Es por eso que para todos, salvo para una pequeña minoría de israelíes izquierdistas, los acontecimientos del 7 de octubre y el amplio apoyo que recibió de los mismos palestinos en Gaza, y en otros lugares, sigue siendo un argumento concluyente de que una solución de dos estados es una fórmula para la guerra sin fin y la matanza de judíos. Es también por eso que —independientemente de que deseen o no, reemplazar a Netanyahu como primer ministro— están totalmente a favor de la guerra contra Hamás en Gaza.
Al adoptar esa actitud estos israelíes no se comportan de forma diferente, a como lo haría cualquier país que haya sido atacado por un enemigo mortal dirigido por extremistas, como los fanáticos que dirigen y financian a Hamás.
Sin embargo, contrariamente al argumento de la “apatía moral” que presenta a ciudadanos normales, como indiferentes al sufrimiento de los palestinos sacrificados por Hamás, el estado judío ha demostrado una gran humanidad con respecto a sus enemigos.
Desde el comienzo de la actual guerra, Israel ha permitido que se envíen a Gaza un flujo constante de suministros de alimentos, combustible y otros bienes esenciales, incluidas las zonas donde Hamás todavía prevalece. La dificultad para hacer llegar alimentos a los habitantes de Gaza, no se debe a que los israelíes de corazón duro obstruyan ese flujo de ayuda, sino al hecho de que Hamás y las bandas criminales palestinas han robado la mayor parte de la ayuda traída por los grupos humanitarios, la mayoría de los cuales están comprometidos, por sus conexiones con los terroristas.
¿De qué país se esperaría que alimentara y ayudara a quienes intentan matar a sus ciudadanos, mientras esos enemigos todavía estaban en armas y “resistían” a su existencia?
Hamás podría haber terminado esta guerra en cualquier momento desde octubre de 2023, liberando a los rehenes y aceptando las ofertas israelíes en las que se permitiría a los terroristas, salir de Gaza sin peligro. Se aferran a ella porque creen que su propaganda convencerá a Occidente, de volverse contra Israel y algún día, se lo entregará en bandeja de plata. Quienes participan en las manifestaciones a favor de Hamás no solo están participando en el antisemitismo con sus cánticos de “del río al mar” y así, “globalizar la Entifada”. Al igual que los periodistas que aceptan la falsa narrativa, en la que se califica a Israel como el villano en la guerra que comenzó el 7 de octubre, están ayudando a prolongar la guerra.
Los progresistas creen que pueden poner a Estados Unidos en contra de Israel. A través de su dominio del sistema educativo, la cultura y mucho más, han tratado de adoctrinar a una generación de jóvenes, para que acepten los mitos tóxicos de la inter-seccionalidad y la teoría crítica de la raza. Al hacerlo, han tratado de convencer al país de que no sólo Estados Unidos era una nación irremediablemente racista, sino que Israel y los judíos eran opresores “blancos”. Quienes aceptan esta falsa ideología, creen equivocadamente que Israel es un estado “colonial” y de “apartheid” que no tiene derecho a existir. Eso, los lleva a ignorar la verdad sobre el conflicto y a pensar que Israel, siempre está equivocado y que los palestinos, siempre tienen razón sin importar lo que hagan realmente una u otra vez. Ese es un factor primordial que permite las calumnias contra Israel, así como el encubrimiento de la brutalidad e intransigencia palestinas.
Los antisemitas están frustrados
Los enemigos de Israel no sólo están profundamente frustrados por el éxito militar de las Fuerzas de Defensa de Israel contra los terroristas, patrocinados por Irán, sino también por la derrota que ha sufrido Teherán (en gran medida como resultado de las acciones del estado judío contra sus representantes en el Líbano) y en Siria. También están descontentos con la victoria del presidente electo Donald Trump. La perspectiva de que Trump y otros partidarios ardientes del Estado judío asuman el poder en dos semanas, es una derrota decisiva para quienes buscan aislar a Israel.
Pero, como señaló recientemente otro artículo del Times: “los palestinos y sus animadores extranjeros no han perdido la esperanza”. Esto no significa que estén dispuestos a vivir en paz con Israel, o el rechazar una visión de su identidad nacional que esté firmemente vinculada a una guerra interminable, contra los judíos. Más bien, creen que tarde o temprano sus victorias en una guerra de propaganda, en la que Israel está deslegitimado les permitirán en última instancia, cumplir con su fantasía de extinguir al único estado judío del planeta.
Los medios corporativos y otros medios, que difunden la afirmación de que los israelíes son inmorales por apoyar la guerra defensiva de su país contra los terroristas genocidas, están participando en el antisemitismo. Pero también están ayudando a perpetuar una mentalidad auto-destructiva que significa más derramamiento de sangre y sufrimiento, tanto para los judíos como para los árabes.
Publicado en enero 10, 2025
Fotografía por: Chaim Goldberg/Flash90/jns.org
Todos los logotipos y marcas registradas en este sitio pertenecen a sus respectivos propietarios. Todos los demás materiales son propiedad de Puentes por la Paz. Copyright © 2025.
Website Site Design by J-Town Internet Services Ltd. - Based in Jerusalem and Serving the World.