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Los niños Bibas y la mentira de la equivalencia moral

febrero 25, 2025

Una imagen de la familia Bibas en la Plaza de los Rehenes, Tel Aviv

De la noche a la mañana, se convirtieron en el centro de atención por la razón más desgarradora que se pueda uno imaginar. Antes del 7 de octubre de 2023, pocos conocían los nombres de Shiri, Ariel y Kfir Bibas. Pero después de ese día oscuro, cuando los terroristas de Hamás traspasaron la frontera israelí, invadiendo comunidades agrícolas soñolientas para masacrar, violar y saquear; y desencadenando una devastadora guerra de 18 meses; pocos los olvidarán.

Hamás mismo capturó algunas de las últimas imágenes conocidas de Shiri y sus dos hijos pequeños. En las imágenes se ve a Shiri, de 32 años, con el rostro convertido en una máscara de terror, agarrando frenéticamente a Ariel, de 4 años, y a Kfir, de 9 meses, como si abrazarlos pudiera protegerlos de la pesadilla que se desataba. Los rizos rojos de los niños se asomaban por debajo de la manta blanca, con la que Shiri los envolvió en un último e inútil acto de protección.

Su padre, Yarden (34), había dejado a su joven familia escondida en la habitación segura, antes de salir para intentar alejar a los terroristas; dispuesto a sacrificarse para salvar a su familia. Pero no fue suficiente. Se los llevaron de todos modos. Yarden fue arrastrado a Gaza por separado, mientras que Shiri y sus dos hijos: Ariel que significa «león de Dios» y Kfir que significa «cachorro de león”, nombrados así para portar fuerza y ​valentía; también fueron llevados por una multitud violenta de terroristas enmascarados a través de la destrucción del kibbutz Nir Oz, hasta un destino mortal en Gaza.

Las imágenes de la valiente madre joven, que se aferraba a sus hijos con pelo de fuego, cautivaron corazones en todo el mundo y se convirtieron en los símbolos de rehenes inocentes enfrentando un mal inimaginable.

Durante más de 500 días Israel esperó. Tuvo esperanzas. Rezó. El primer cumpleaños de Kfir y el quinto de Ariel los pasaron en cautiverio. A lo largo de la guerra, Hamás afirmó que Shiri y sus hijos habían muerto en ataques aéreos israelíes; mintiendo. Se burlaron de su padre Yarden, con escalofriantes informes sobre el destino de su familia; que repitieron una vez, incluso ante la cámara para un video de propaganda. Sin embargo, Hamás, convertido en un maestro de la guerra psicológica, será conocido, por sus crueles manipulaciones. Habían mentido antes sobre el destino de los rehenes, incluso, escenificando muertes en películas, como hicieron con Daniella Gilboa. Y por eso Israel esperaba…

Durante la primera etapa del acuerdo de liberación de rehenes, esa esperanza comenzó a deshilacharse. Cada semana un grupo de israelíes eran liberados, hasta que el propio Yarden regresó a casa. Pero Shiri, Ariel y Kfir seguían desaparecidos.

El miércoles pasado Hamás hizo un anuncio sombrío: los cuerpos de Oded Lifshitz (85) y de la familia Bibas serán entregados a Israel, todos ellos supuestamente muertos en ataques aéreos israelíes.

Pero la crueldad no había terminado.

Un espectáculo macabro

Hamás ha convertido cada liberación de rehenes en una grotesca actuación: multitudes de hombres armados y enmascarados presionan a los cautivos aterrorizados; los conducen al escenario para desfilar frente a multitudes que los abuchean, mientras sus captores les entregan un certificado y “recuerdo de su cautiverio”. Han hecho que los rehenes que aún están en cautiverio, observen las ceremonias de liberación desde lejos; filmando y publicando su angustia para que el mundo la vea.

Sin embargo, el jueves pasado, estos rituales retorcidos alcanzaron un clímax horroroso.

Los israelíes llamaron al jueves “el día más triste desde el 7 de octubre”, pero para Hamás fue un evento divertido y de entretenimiento para toda la familia.

En Khan Yunis, miles de habitantes de Gaza se reunieron temprano para presenciar el sombrío espectáculo. Los hombres se reclinaban en sillas de plástico; las madres acunaban a sus bebés mientras los niños llenaban las gradas erigidas el día anterior. Grandes altavoces emitían música animada que se sumaba al ambiente festivo, mientras la multitud aplaudía y vitoreaba.

Terroristas enmascarados se pavoneaban orgullosos, posando para fotos con niños, junto a mesas en las que se exhibían armas automáticas, municiones y minas antitanque; para que la futura generación de habitantes de Gaza se maravillara. En el escenario se alzaba un mural que representaba crudamente al primer ministro de Israel, como un vampiro chupasangre, con un mensaje en hebreo, árabe e inglés: “estos rehenes murieron en ataques aéreos israelíes, no tenemos ninguna responsabilidad por su desaparición, la culpa es de Israel, no nuestra”.

Y entre la multitud y el escenario, cuatro ataúdes negros. Cada uno tenía un nombre, una foto y una inscripción: “Fecha de arresto: 7 de octubre de 2023”.

Más tarde, la periodista israelí Rachel O’Donoghue escribiría: “No fue sólo la presencia de los cuatro ataúdes lo que hizo del espectáculo, un eco del salvajismo del 7 de octubre. Fue la atmósfera festiva, la forma informal y casi festiva, en que una comunidad se reunió para ver a un grupo terrorista exhibir los cuerpos de judíos asesinados. Una sociedad tan insensible a la violencia terrorista que incluso, la visión de ataúdes con dos bebés muertos no impactó. No horrorizó. Todo lo contrario. Fue un motivo de celebración. Las madres y los padres de Gaza trajeron a sus hijos a mirar. A mirar boquiabiertos. A aplaudir. Al ver a los judíos muertos”.

Pero Hamás no había terminado con la tortura psicológica. El grupo entregó los ataúdes, cerrados con llave, y luego proporcionó las llaves equivocadas. Luego, en lo que llamaron un accidente, enviaron de vuelta el cuerpo equivocado, devolviendo los restos de una mujer palestina en lugar de los de Shiri.

Cuando se puso el sol para el Shabat, salió a la luz la verdad. Hamás había mentido, otra vez. Shiri, Ariel y Kfir no habían muerto en ataques aéreos. Las pruebas revelaron algo aún más horrible: habían sido estrangulados hasta la muerte poco después de ser tomados como rehenes. Luego Hamás mutiló sus cuerpos para imitar las heridas de un ataque con misiles.

Oded Lifshitz, tampoco murió en un ataque aéreo.

Ninguno de ellos murió en algún ataque aéreo israelí.

¿Equivalencia moral?

Muchos condenaron a Hamás sin rodeos. Los monumentos de todo el mundo se iluminaron de color naranja en memoria del característico cabello de fuego de los hermanos. Sin embargo, la previsible retórica antiisraelí no tardó en llegar: “¿En qué se diferencian los hermanos Bibas de los niños palestinos que murieron en Gaza? ¿Por qué condenan a Hamás sin mencionar a los niños que murieron en los ataques aéreos israelíes?”.

El argumento es moralmente erróneo. Cada muerte de un civil inocente en una guerra es trágica. Pero Proverbios 29:2 advierte: “Cuando el malvado gobierna, el pueblo gime”. Y por trágico que sea, cuando un líder malvado arrastra a su pueblo a una guerra atacando a su vecino y luego, utiliza a sus propios civiles como escudos humanos; el sufrimiento del pueblo del líder malvado es culpa éste, no de su vecino.

El líder malvado tenía alternativas. Buenas. En 2005, Israel se retiró por completo de la Franja de Gaza en un esfuerzo de “territorio por paz”. En pocas palabras, fue una prueba que, con suerte, conduciría a la creación de lo único que los palestinos afirmaban que querían a cambio de la paz con los israelíes: “un Estado propio”. La comunidad internacional invirtió miles de millones en la prosperidad de Gaza, y con las fronteras abiertas a Israel y a Egipto, Hamás tuvo todas las oportunidades para convertir la zona en un paraíso.

No nos engañemos: Israel y su pueblo están lejos de ser perfectos. Hay errores, decisiones equivocadas y manzanas podridas, como en cualquier otro país. Pero al menos Israel lo intenta, una y otra vez.

No se puede decir lo mismo de Hamás. En lugar de la paz y la prosperidad, la organización terrorista eligió hacer de la destrucción de Israel, su principal objetivo; como estipula claramente su carta fundacional. Por lo tanto, Hamás se embolsó los miles de millones y construyó una maquinaria de guerra. Disparó cohetes contra civiles israelíes; cavó túneles terroristas; incitó levantamientos en la península del Sinaí y convirtió a Gaza en una fortaleza de destrucción. ¿El resultado? Tanto Israel como Egipto impusieron bloqueos parciales para limitar el acceso a los materiales utilizados por Hamás para la guerra; con restricciones en el lado egipcio aún más estrictas que en el israelí.

Hamás encarceló a su propio pueblo en una trampa mortal y luego inició, una guerra.

Ni los hermanos Bibas ni los niños que murieron en Gaza merecían sufrir, pero la diferencia es clara: Hamás secuestró a Ariel y Kfir para que sirvieran como escudos humanos; de la misma manera que utiliza a sus propios civiles como escudos. Hamás los mantuvo como rehenes para impedir que Israel respondiera a la peor masacre de judíos desde el Holocausto. Los hermanos Bibas estaban en Gaza, porque Hamás quería exterminar a los judíos sin sufrir las consecuencias.

El profesor libanés-canadiense Gad Saad lo expresó mejor: “Un bebé que no es el objetivo y muere en un ataque aéreo es una tragedia. Un bebé que muere a manos de sus captores a golpes, es una violación a la decencia humana. Ambos bebés murieron, ambos son inocentes, ambas muertes son trágicas, pero no hay ninguna equivalencia moral entre las dos realidades”.

Hace poco alguien me acusó de ser parcial. Es una observación astuta. Estoy firme y sin remordimientos en contra del bando que secuestró a dos bebés, los estranguló, les mutiló sus cuerpos para echarle la culpa al otro bando; y luego, exhibió sus cadáveres como propaganda.

Estoy decididamente en contra de quienes declaran abiertamente: “Anhelamos la muerte como nuestros enemigos anhelan la vida”. Contra quienes admiten: “Cuando hablamos de resistencia pacífica, engañamos al público”. Contra quienes rezan por el exterminio de los judíos —no solo sionistas o israelíes, sino judíos— y que prometen repetir las atrocidades del 7 de octubre “una y otra vez hasta que Israel sea aniquilado”, sacrificando ansiosamente a los «mártires» (los civiles de Gaza) en el proceso.

¿Puedes culparme?

Publicado en febrero 25, 2025

Fuente: Un artículo por Ilse Strauss, originalmente publicado por Bridges For Peace (Puentes para a Paz), el 24 de febrero de 2025. (El vocabulario respecto al tiempo ha sido modificado para reflejarse en nuestra publicación del día de hoy).

Fotografía por: Chenspec/Wikimedia.org

Fotografía con licencia: Wikimedia