Han pasado más de 400 días y noches desde que Naama fue secuestrada en Gaza. Ha pasado demasiado tiempo desde aquel sábado oscuro, en el que los terroristas de Hamás arrastraron a Naama, mi hija y sus amigas, a la parte trasera de un jeep y las llevaron a la Franja de Gaza. La dificultad y el anhelo crecen con cada día que pasa; mi preocupación me revuelve el estómago; y el miedo por su destino es implacable. A pesar de esto, tengo un objetivo claro: traerla a casa ahora. La realidad no me permite sucumbir a la desesperación, y no me deja otra opción que encontrar fuerza interior de nuevo, cada día.
Los pacientes como fuente de apoyo y fortaleza
Al comienzo de nuestra lucha —las familias de los rehenes— me pregunté cómo podía cuidar de la salud de los demás cuando mi preocupación se centraba en la situación de Naama. Me pregunté si era posible gestionar la angustia de un paciente mientras mi hija estaba realmente angustiada. Descubrí que reunirme con los pacientes en la clínica me ayudaba a afrontar la realidad. La esencia de mi trabajo como médica de familia es estar atento a las dificultades de los pacientes y aliviar su dolor. Elegí esta profesión para aliviar el sufrimiento de los demás y resolver sus problemas. Durante este período, descubrí que la esencia de mi profesión me ayuda a afrontar mi situación. Ayudar a los demás a aliviar sus desafíos actúa como un bálsamo para mi propia angustia personal.
En la medicina de familia se desarrolla una relación significativa, que beneficia no solo al paciente sino también al cuidador. Durante este tiempo, se difuminaron los límites que definen de qué lado de la mesa está el paciente y de qué lado está el cuidador. Mis pacientes significan mucho para mí. Son una fuente de apoyo y fortaleza. Por eso, a pesar de las constantes dificultades, confusiones y preocupaciones, logro encontrarles un lugar especial en mi corazón.
Algunos pacientes entran a mi consultorio con cautela, disculpándose por molestarme con algo como un dolor de garganta. Los tranquilizo; explico que la oportunidad de atenderlos me ayuda a abordar mis propias dificultades. Entiendo sus preguntas y su confusión, pero elegí seguir trabajando como médica por lo que los pacientes pueden y deben acercarse a mí con cualquier problema, desde el más pequeño hasta el más grande. También entiendo y no guardo rencor a los pacientes que se sintieron incómodos, sentados frente a mí y decidieron cambiarse a otro médico de familia.
No siempre es fácil, y hay momentos en los que me cuesta encontrar la fuerza para dar a los demás. Como médica tengo la capacidad de decidir, cómo manejar las interacciones con los pacientes, y mi amplia experiencia a lo largo de los años, me permite reconocer esos momentos, establecer límites y derivar a los pacientes a un colega o consultor médico externo, si es necesario.
El deseo de fortalecer y ayudar siempre está presente, por parte de colegas y pares y de los pacientes de la clínica en Even Yehuda. El apoyo se expresa de muchas maneras, desde la preparación de comidas y el ofrecimiento de golosinas, hasta iniciativas a mayor escala, como protestas y marchas por la liberación de Naama y los demás rehenes.
El silencio de los organismos de salud mundial
Muchos son conscientes de las implicaciones físicas y mentales de un cautiverio prolongado, en condiciones extremas y duras. En mi caso, mis conocimientos clínicos y mi formación médica, pueden hacer que sea aún más difícil para mí. No es fácil, pero debo elegir, en la medida de lo posible, hacia dónde dirigir mis pensamientos. Pensar en lo “desconocido” puede exacerbar la dificultad.
No sé dónde está Naama; en qué condiciones está retenida; qué está pasando o cuál es su estado médico y fisiológico. Debo aprender a lidiar con la incertidumbre. En las últimas dos semanas, me he reunido con muchos médicos que se han sumado a la lucha, pidiendo la liberación de los rehenes lo antes posible, no solo porque es el deber moral del Estado hacia sus ciudadanos, sino también, debido a la urgente angustia médica y las duras condiciones que soportan en cautiverio.
Lamentablemente, la voz de la comunidad médica mundial es casi silenciosa. La masacre del 7 de octubre, el estado de salud de los rehenes y la falta de acceso del equipo médico a ellos, contradicen todas las normas y el derecho internacional. Me reuní en varias ocasiones con el presidente de la Cruz Roja y el presidente de la Organización Mundial de la Salud, y no me impresionó que la cuestión de los rehenes sea una prioridad para ellos. Lo único que me ofrecieron fue un abrazo y un poco de empatía. No es suficiente. Exigimos declaraciones y acciones claras para mejorar las condiciones humanitarias y médicas de los rehenes. Los organismos de salud mundiales permanecen en silencio y, como médica, la decepción es insoportable.
Hablando con Naama en mi mente
Imagino constantemente los momentos del regreso de Naama y la vida con ella después de este período difícil. Las visiones parecen tan realistas. Cuando camino con la hermana menor de Naama, no puedo evitar pensar en cómo será el encuentro entre ellas. En cada paso y en cada esquina, nos imagino a las dos juntas después de que ella regrese de ese lugar maldito. Hasta entonces, le hablo a Naama en mi mente, fortaleciéndola y recordándole que es una verdadera superviviente y que, a pesar de las dificultades y el sufrimiento, sus pensamientos deben centrarse en los buenos días que vendrán cuando salga de allí.
En los últimos días, nosotras, mujeres y madres, incluidas madres y familiares de rehenes, hemos iniciado una serie de acciones no violentas y una protesta silenciosa, destinada a influir en los responsables de la toma de decisiones, para que lleguen a un acuerdo y liberen a nuestros hijos. No se trata de una protesta política, ni de un llamamiento a la negatividad o a la desobediencia. Hacemos un llamamiento al público en general, para que se una a nosotros y luche hasta que todos regresen a casa ya. No tenemos otra opción.
Publicado en noviembre 22, 2024
Fotografía por: @bring_naama_levy_home/instagram.com
Fotografía con licencia: Instagram
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