Es una hazaña que sin duda pasará a la historia militar por su gran innovación y brillantez. Casi 4,000 combatientes enemigos fueron alcanzados en poco más de una hora, casi sin víctimas civiles y con daños estructurales mínimos, ejecutados con un arsenal de dispositivos de comunicación obsoletos [pagers] que, provocaron miles de pequeñas explosiones para evitar una guerra total.
La primera explosión sonó a las 3:30 p. m. hora local del Líbano, cuando explotó el primer dispositivo pager inalámbrico. No fue nada grave, claro está. La explosión solo tuvo como objetivo a la persona que llevaba el dispositivo de comunicación, o las personas más cercanas a ella. Durante la siguiente hora las explosiones continuaron, mientras miles de pagers inalámbricos manipulados estallaban en las manos, bolsillos y bolsos, de miles de terroristas de Jizbolá, desde Beirut hasta Damasco; y testigos oculares dijeron a Reuters que las últimas explosiones sonaron alrededor de las 4:30 p.m. hora local.
El ministro de Salud libanés Firas Abiad, dijo a los medios durante una conferencia de prensa anoche, que nueve personas murieron. Entre los muertos se encuentra el hijo de un legislador de Jizbolá y la hija de 10 años de un miembro de Jizbolá que estaba de pie junto a su padre, cuando explotó el dispositivo. Casi 2,800 personas han resultado heridas; la mayoría terroristas de Jizbolá, y 200 se encuentran en estado crítico. La agencia de noticias iraní Mehr confirmó que el embajador iraní en Líbano, Mojtaba Amani, se encuentra entre los heridos. Las imágenes en las redes sociales muestran, flotillas de ambulancias que transportan a terroristas heridos a hospitales ya desbordados en su capacidad para recibir heridos. Se informa que los servicios de salud están abrumados.
“Tras examinar los hechos, consideramos al enemigo israelí responsable del ataque”, afirmó Jizbolá en un comunicado anoche. Israel por su parte no dijo nada.
Las escenas de derramamiento de sangre y la responsabilidad implícita de Israel, plantean una pregunta pertinente, especialmente entre los cristianos. ¿Qué llevaría a Jerusalén a lanzar un ataque para matar y herir? La respuesta es sencilla. El ataque de ayer fue otro intento de impedir o al menos posponer; una guerra regional total con Jizbolá.
La organización terrorista libanesa Jizbolá, o el ‘Partido de Alá’ en árabe; suele describirse así misma como una rama del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní o CGRI, por lo que es una extensión virtual de Teherán en la frontera norte de Israel. El representante terrorista iraní anunció el 8 de octubre, al día siguiente de la masacre de Hamás, que se uniría a la lucha contra Israel. Desde entonces, Jizbolá ha lanzado más de 7,500 misiles; cohetes y aviones no tripulados suicidas; contra el Estado judío y apuntando deliberadamente a zonas civiles.
El 27 de julio de 2024 un cohete Falaq-1 de fabricación iraní, disparado por Jizbolá; se estrelló contra un campo de fútbol en Majdal Shams en el norte de Israel, matando a 12 niños e hiriendo a otros 30. Además de los niños de Majdal Sham, murieron casi 25 civiles y 18 soldados y reservistas. Más de 300 kilómetros cuadrados de tierra han sido quemados o destruidos. Como resultado de los incesantes ataques, unos 60,000 israelíes fueron evacuados y desplazados en más de 500 lugares del norte de Israel. De la noche a la mañana, comunidades y ciudades prósperas; se convirtieron en pueblos fantasmas. Negocios; casas de familias y escuelas; quedaron reducidos a escombros. Los medios de vida fueron destruidos y las vidas quedaron en suspenso.
Reflexionemos un momento. Si tú fueras uno de los 60,000 israelíes evacuados, obligados a huir de su hogar, de su trabajo; su vida; ¿no desearía que su gobierno actuara para detener la lluvia de cohetes y poder regresar a casa?
Eso nos lleva a las opciones de Israel para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. La diplomacia hasta ahora ha resultado infructuosa. Según la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU (que marcó el fin de la Segunda Guerra del Líbano de 2006 entre Israel y Jizbolá), el grupo terrorista tiene prohibido mantener una presencia militar al sur del río Litani, creando una zona de amortiguación entre Jizbolá e Israel. Sin embargo, el representante iraní viola flagrantemente esa resolución y lanza regularmente ataques contra Israel desde cerca de la frontera. La mediación encabezada por Estados Unidos para convencer a Jizbolá de que se aleje de la frontera de Israel, ha resultado infructuosa. La semana pasada, el ministro de Defensa israelí Yoav Gallant, informó a Estados Unidos que el tiempo para la mediación diplomática se estaba agotando. Unos 60,000 israelíes desplazados llevaban casi un año esperando poder volver a casa. Y si la diplomacia no logra poner fin a los bombardeos de Jizbolá, Israel se verá obligado a detenerlos por sí mismo.
De hecho a las 2:36 a.m. de ayer, hora de Israel, catorce horas antes de que explotara el primer pager en el Líbano; la Oficina del Primer Ministro envió un comunicado diciendo que “el gabinete de seguridad actualizó los objetivos de la guerra actual para incluir el retorno seguro de los residentes del norte a sus hogares”.
La breve declaración concluía: “Israel seguirá actuando para implementar este objetivo”.
Varios comentaristas preguntaron si esto significaba que estallaría una guerra total, en la frontera norte de Israel. Sin embargo, la guerra siempre es la última opción para Israel. Hay que tener en cuenta que la guerra entre Israel y Jizbolá sería mucho más brutal, mucho más destructiva y mucho más costosa para ambas partes, que la lucha en Gaza. Tal vez lo más importante sea que el número de muertos civiles en el lado libanés sería catastrófico, no porque Israel lo quiera sino porque lo quiere Jizbolá. El grupo terrorista ha demostrado repetidamente que está dispuesto a sacrificar a sus civiles en la lucha contra Israel.
Por ejemplo, en agosto la organización terrorista libanesa planeó lanzar una serie sustancial de ataques contra el norte de Israel. En preparación para el ataque, Jizbolá empotró miles de sus lanzacohetes en aldeas y pueblos del sur del Líbano, colocándolos cerca de lugares civiles como mezquitas, escuelas, gasolineras y recintos de la ONU.
El ataque se produjo el 25 de agosto e incluyó el lanzamiento de 230 cohetes y 20 vehículos aéreos no tripulados. De los 230 cohetes y 20 vehículos aéreos no tripulados que cruzaron hacia territorio israelí, el 90% de los lanzamientos se realizaron desde el corazón de una zona civil, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). El ejército respaldó su afirmación publicando infografías que mostraban los sitios de lanzacohetes en el sur del Líbano, ubicados a tan solo 150 metros de una escuela, a 160 metros de una mezquita y a 160 metros de un edificio de la ONU. Se colocaron docenas más cerca.
La ubicación de Jizbolá no fue casual. De hecho, el grupo terrorista eligió sus ubicaciones con cuidado, asegurándose de que si Israel tomaba represalias al ataque las víctimas serían civiles, lo que provocó la condena y la indignación contra el Estado judío.
Las FDI estiman que Jizbolá tiene más de 150,000 misiles de precisión y cohetes apuntando a Israel en un momento dado. Dado que la organización terrorista está dispuesta a utilizar a su gente como peones, empotrando su propio arsenal en una zona civil, ¿se imaginan la devastación y el número de muertos civiles que se produciría si estallara una guerra a gran escala?
Ahí es donde entra en juego el ataque de ayer. Hace tiempo que Jizbolá abandonó el uso de teléfonos móviles, para evitar que Israel rastreara su ubicación. En su lugar, el grupo terrorista ha pasado a utilizar pager, un dispositivo de telecomunicaciones inalámbrico que recibe y muestra mensajes de texto, pero no puede hacer llamadas telefónicas. Una fuente de seguridad libanesa de alto rango dijo a Reuters que Jizbolá encargó 5,000 dispositivos fabricados por Gold Apollo, con sede en Taiwán, que habrían llegado al Líbano a principios de este año. Según la fuente, “el Mossad inyectó una placa dentro del dispositivo que tiene material explosivo y que recibe un código. Es muy difícil detectarlo por cualquier medio. Incluso con cualquier dispositivo o escáner”.
Y luego, 3,000 de los pagers habrían explotado cuando se les envió un mensaje codificado, activando simultáneamente los explosivos.
Horas después, el veterano periodista sirio-británico Faisal al-Qassim argumentó, en las redes sociales: “Lo que le ocurrió a Jizbolá puede clasificarse como el mayor ataque preventivo de la historia moderna. Se comparará con el ataque preventivo de Israel contra la Fuerza Aérea egipcia antes de la Guerra de los Seis Días”.
“Hoy, Jizbolá tiene miles de parapléjicos entre sus filas de élite. Y si Jizbolá tiene que ir a la guerra ahora, sus heridos no encontrarán ni una cama libre en el hospital porque los hospitales están ahora, abarrotados de víctimas. Peor aún, Jizbolá ha perdido sus medios seguros de comunicación. Jaque mate”.
Todo suena mal; espantoso. Y no nos equivoquemos, lo es. Pero lo que hay que entender es esto: Israel no se regocija por la muerte; la mutilación; el derramamiento de sangre; o la pérdida de vidas de inocentes. Al mismo tiempo, Jerusalén no se quedará de brazos cruzados mientras los cohetes de Jizbolá caen sobre sus ciudades y 60,000 israelíes siguen desplazados; y una organización terrorista se prepara para utilizar a sus propios civiles como carne de cañón, para librar otra guerra de opinión pública.
Israel seguirá buscando la vía diplomática para evitar la guerra. Tal vez esa sea la esperanza detrás del ataque con los pagers de ayer: que Jizbolá se vea disuadido, que la organización terrorista dé un paso atrás y que la guerra se retrase, aunque sea solo por el momento.
Publicado el 18 de septiembre de 2024
Publicado en septiembre 19, 2024
Fuente: Un artículo por Ilse Strauss, originalmente publicado por Bridges For Peace (Puentes para a Paz), el 18 de septiembre de 2024. (El vocabulario respecto al tiempo ha sido modificado para reflejarse en nuestra publicación del día de hoy).
Fotografía por: hades2k/flickr.com
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