Hay muchas razones para preocuparse, de que el inminente alto al fuego con los terroristas de Jizbolá que Israel ha decidido aceptar, sea un mal acuerdo. Muchas cosas pueden salir mal y no hay garantías de que la tranquilidad que promete, dure. Y sin embargo, el acuerdo al que ha accedido el primer ministro Benjamín Netanyahu, es probablemente el mejor que Israel puede conseguir, bajo estas circunstancias. Incluso, los críticos de esta decisión deben reconocer que el Estado judío, no ha salido de las negociaciones con las manos vacías, sino que ha logrado algunos avances reales.
Tras un año de sufrir incesantes ataques contra sus comunidades del norte, que comenzaron el 8 de octubre —apenas un día después de las masacres lideradas por Hamás en el sur— Israel finalmente ha obligado a Jizbolá e Irán a dar marcha atrás, en su determinación de seguir disparando proyectiles, mientras Hamás siga combatiendo en Gaza. Este aislamiento de Hamás, que hace mucho más precarios sus continuos esfuerzos por sostener la guerra contra Israel, es una victoria para el Estado judío.
También lo es, el hecho de que los últimos dos meses de ataques israelíes contra Jizbolá, hayan degradado significativamente su capacidad para infligir daño a la región. Eso es una derrota para Irán, que esperaba que la guerra de siete frentes contra Israel que había incitado, pudiera continuar indefinidamente, debilitando la determinación del país y de sus ciudadanos. En cambio, son ellos los que se han visto debilitados por los reveses militares y las enormes pérdidas infligidas, a un grupo cuyo principal propósito es servir como elemento disuasorio, de los ataques contra Irán.
Igualmente importante es que éste, es un momento para considerar los reveses que han sufrido Jizbolá e Irán, junto con la destrucción de las capacidades militares de Hamás, que sólo fueron posibles, gracias a la determinación y la capacidad de un hombre para hacer frente a la presión de Estados Unidos; para que abandonara la lucha por la seguridad de Israel, hace ya muchos meses. Es difícil imaginar que alguien que no fuera Netanyahu pudiera haber mantenido su posición, frente a las súplicas y amenazas de Washington, y haber logrado un resultado que deja a los enemigos de Israel mucho más débiles, de lo que eran cuando comenzó el conflicto actual, hace casi 14 meses.
La notable postura de Netanyahu
A pesar de todos sus defectos, y su obstinada negativa a ceder el poder después de tantos años en el cargo, así como el hecho de que tiene parte de la responsabilidad por la catástrofe del 7 de octubre que ocurrió bajo su mandato, lo que Netanyahu ha hecho desde entonces es verdaderamente notable.
Sólo alguien con su férrea determinación y su comprensión cabal de la complicada dinámica, de la relación entre Estados Unidos e Israel, podría haber sorteado con tanta habilidad los largos meses de guerra. Ningún sucesor posible en su propio partido, el Likud, o entre sus oponentes en la Knéset [parlamento] podría haberse aferrado a sus objetivos, y haber causado tanto daño a Hamás y Jizbolá, frente al deseo de la única superpotencia aliada de su país, de obligar a Jerusalén a aceptar la continuidad del gobierno de Hamás en Gaza; y evitar un conflicto directo con los auxiliares libaneses de Irán.
Sea lo que sea, lo que venga después —ya sea una nueva guerra con Jizbolá causada por su negatividad a mantener el alto al fuego, o a cumplir sus términos que exigen que retiren sus cuadros terroristas y sus armas, al norte del río Litani, o la continuación sangrienta de la limpieza de lo que queda de los terroristas de Hamás en Gaza— el liderazgo de Netanyahu ha sido indispensable.
Puede que en última instancia, los votantes israelíes lo juzguen como alguien demasiado manchado, por su asociación con el peor día de la historia de su país, como para cumplir otro mandato; pero su servicio como primer ministro durante este último y terrible año de intensa batalla, aún merece ser recordado con honor. Fue un período durante el cual, sólo su insistencia en ceñirse al objetivo de eliminar a Hamas, y asestar golpes mortales a Jizbolá e Irán, mientras que sus colegas del gabinete; sus adversarios políticos y sus asesores militares estaban dispuestos a ceder ante los estadounidenses, y aceptar acuerdos mucho más desastrosos, impidió una derrota diplomática y militar para Israel.
Razones para preocuparse
Quienes están indignados por el acuerdo con Jizbolá tienen motivos para estar preocupados.
El grupo iraní nunca ha cumplido su palabra en nada, y mucho menos en los acuerdos de dejar de atacar a Israel o de retirarse de la parte sur del Líbano, sobre la que ha gobernado en gran medida durante una generación. Para quienes esperaban que la ofensiva israelí que comenzó en septiembre, sólo terminaría con la derrota completa de Jizbolá, el anuncio del acuerdo es una decepción. Esto es especialmente cierto cuando uno piensa, en los sacrificios que los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel [FDI] han hecho para lograr lo que puede ser, sólo un respiro temporal en los combates.
Israel tampoco puede confiar en que Estados Unidos o Francia tomen medidas para garantizar, que Jizbolá no simplemente mueva sus fuerzas terroristas y misiles de vuelta a la frontera de Israel, tan pronto como las FDI se retiren. No importa la provocación, sólo la acción israelí (que probablemente será nuevamente demonizada y sujeta a ataques de guerra legal, por parte de la comunidad internacional) puede defender la seguridad del Estado judío.
Además, las decenas de miles de israelíes que se vieron obligados a huir de sus hogares, después de que el grupo iraní comenzó a disparar contra el norte de Israel en octubre pasado, no tienen garantías fiables de que estarán a salvo si regresan.
Además de todo eso, también hay que reconocer que la presión de la administración Biden, que siempre ha estado más interesada en apaciguar a Irán y obligar a Israel a aceptar ceses del fuego, tanto con Jizbolá como con Hamás; fue parte de la ecuación que llevó a esta decisión.
¿Eso animará a quien esté a cargo de la política exterior de Estados Unidos en los próximos dos meses, ya sea un Biden visiblemente disminuido o alguien más, a impulsar una resolución vinculante del Consejo de Seguridad de la ONU que imponga un alto al fuego en la Franja de Gaza, que ayude a lo que queda de Hamás, a sobrevivir y en última instancia, recuperar el poder allí?
Sin embargo a pesar de todo eso, quienes se inclinan a ver el cese de la guerra en el norte como una derrota para Israel, deben considerar cuánto ha ganado en los últimos meses.
El mito de Jizbolá explota
Irán y sus secuaces libaneses, habían contado con que Israel se sentiría demasiado intimidado, ante la perspectiva de otra ronda de combates con una fuerza de Jizbolá que tenía, más de 120,000 cohetes y misiles apuntando hacia ella. La evisceración de la dirigencia del grupo terrorista o extirpación de sus dirigentes, y el daño sostenido infligido a sus fuerzas y depósitos de armas; confundieron a quienes pensaban que el Estado judío era demasiado débil para lograr tal resultado. Si bien Jizbolá e Irán con el tiempo se reorganizarán, se rearmarán y recuperarán sus pérdidas, ahora también saben que su confianza arrogante en que eran invencibles, ha quedado expuesta como un mito.
El hecho de que Jizbolá se viera obligado por sus pérdidas, a aceptar un alto al fuego sin que estuviera vinculado a una retirada israelí de Gaza; también es un enorme revés para la estrategia de guerra en múltiples frentes de Irán.
Aunque los próximos dos meses seguirán siendo un período de extremo peligro para Israel, la decisión de Netanyahu también debería solidificar su relación con la administración entrante de Trump. El presidente electo ha expresado abiertamente, su esperanza de que Israel concluya sus guerras en Gaza y el Líbano, antes de que preste juramento el 20 de enero.
Un acuerdo que desarme a Hamás, que garantice que no pueda volver al poder en Gaza y logre la liberación de los 101 rehenes israelíes restantes, que aún se encuentran en poder de los terroristas, puede ser poco probable dado el fanatismo de los islamistas, incluso siendo abandonados por sus aliados libaneses. Sin embargo, al cerrar un acuerdo con Jizbolá, Netanyahu puede decir que ha hecho todo lo posible para darle a Trump una hoja en blanco y poder fortalecer aún más, la obligación de Estados Unidos de respaldar al estado judío a capa y espada; si los terroristas violan el acuerdo.
El alto al fuego en el norte también permitirá a las FDI, concentrarse en la difícil tarea de acabar con las guerrillas de Hamás en Gaza, después de la firme negativa de Netanyahu a aceptar los ultimátums de Biden.
Restaurar la disuasión
El 7 de octubre fue un enorme golpe para la capacidad de Israel de disuadir a sus enemigos y socavó la confianza en su reputación, como el “caballo fuerte” en la región, que podría inspirar a los estados árabes a resistir a Irán. Pero las victorias que las FDI lograron, aunque al terrible precio de aproximadamente 900 soldados y policías muertos, luchando contra los enemigos genocidas de su nación, han restaurado su posición estratégica. Con Jizbolá debilitado y Hamás en fuga, así como con gran parte de sus propias defensas aéreas destruidas, Teherán es mucho más débil que el 6 de octubre de 2023.
Nada de eso convencerá a quienes odian a Netanyahu —y lo acusan falsamente de socavar la democracia y ser un autoritario corrupto— de admirarlo. Tampoco detendrán su incesante resistencia a su gobierno, por el cual no sólo se lo culpa por el 7 de octubre (una culpa que comparte con toda la dirigencia de las FDI y el aparato de inteligencia de Israel), sino también por la negativa de Hamás a liberar a los rehenes.
La mayor parte del crédito por las victorias que las FDI han logrado, pertenece a los soldados que las pagaron con sangre. Pero los observadores honestos también deben reconocer, que no es probable que ningún otro líder israelí concebible, hubiera tenido las agallas y la firmeza para defenderse durante un año de presión estadounidense, y conseguir su objetivo.
El primer ministro ha estado en el poder demasiado tiempo, se ha comportado con demasiada arrogancia y se ha ganado demasiados enemigos como para que, alguna vez se le conceda un elogio universal, sin importar lo que haya hecho. Pero si bien, la opinión sobre él siempre será mixta en el mejor de los casos, su postura posterior al 7 de octubre ha sido su mejor momento. Sólo podemos esperar que los historiadores futuros, le den el reconocimiento que merece por lo que ha logrado en este último año.
Publicado en noviembre 29, 2024
Fotografía por: Amos Ben-Gershom/GPO/jns.org
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